martes, enero 18, 2011

OTRAS CONDENAS INVENTADAS...



-Ilustración: Ray Respall Rojas.




OTRAS CONDENAS INVENTADAS

-Poemas de Yordán Rey Oliva.






En la calle Neptuno




El polvo entra por la ventana de la calle Neptuno
y se me empoza en el pelo.
No soy de estos tiempos,
soy un vulgar retrato en sepia
por el que coleccionistas pagarán con algunas monedas.
En eso consiste la gravedad, no en la manzana.




*


Para R.


Habítame en esta frialdad de mendigos,
de vendedoras que juegan con muñecas sin vestido,
de charcas hediondas donde los perros se reflejan.

Recibe en pago mis huellas,
mis rótulas que crujen,
mis encías.
(Me tientan la noche y el alcohol)

Trazaré líneas con furia, curvas, redes,
entre mis falanges y el codo,
quizás así te atrevas a decirme lo evidente.

Siento ya los saxofones.
Me miento y te aniquilo.

No dejes de vomitarme un anticipo del secreto
aún cuando del alcohol quede el vaso miserable
aún cuando la noche con sus muertos se nos venga encima.



.........



Inventaron las nubes para hacernos cobardes.
Alguien se llevará los techos,
las guaridas de paja, los ceniceros brumosos,
las aguas estancadas.
No dejarán un muro donde escribir este lamento,
ni habrá donde quejarse del desfuego.






Habana


Hasta cuándo has de beber en los charcos, ciudad.
He padecido tu paredón de asombros
y no la callada marea de esperanzas.

Hay un vástago oxidado dentro de tus pupilas,
y un cura que se persigna y muerde el pan.

Nadie te salvará.
Tus calles son laberintos sin sal.
Sodoma es tu fantasma.

Masticaré tu sombra
y me sabrá a ese polvo gris que amanece en mis cuadernos.
Voy a cerrar las ventanas de mi pecho.
Y cuando juegues a morir, ciudad,
me notificas.




.........



Mi madre usaba un plato de dulces para las cenizas del tabaco,
hoy mi gata lame las estrellas
y hay ratones en ese redondel gris.
Si pusieras el oído tras el borde de las viejas cosas,
si pusieras en tus sueños lo que fue.

Yo,
soberano de la pobreza,
yo, que busco ser caballo y espada.
Ah, si pudiera perfumar tu inocencia con mi sombra.



.........



La utilidad de las cosas viejas,
las cosas que se heredan
y pierden su forma antigua.

Ahora somos Dios jugando a crear el mundo
con sana indiferencia.



.........



Dudo de las raíces y la locura.
Me han echado a los perros
y, oculto tras un árbol, rezo por olvidos.


El pasado no es más que lluvia.
No culpen mi manera de transmutarme en gato,
o de soñar la marea intachable en mi garganta.



.........



Este compartir mi cuerpo con el polvo,
este restregar mis zonas blandas
con el gris que se revuelve como un circo.

Ay de mí
cuando la mañana se canse de mis designios,
de mis vanidosas aristas,
de mi perfección.

Ay de mí cuando las sombras se viertan
sin cuchara,
sobre la sombra de mi impaciencia.

Nacerán estrellas.
Vendrán pájaros azules a rellenar de paja
los colchones.

Dormita aún la soledad de los humildes trastos.






Clausurado


Los gatos han olvidado su nombre
y ya no soportan los sillones.
Mordisqueo mis falanges
y el alma hace añicos este amanecer,
estas ventanas abiertas en la calle Neptuno.

Yo mismo no soporto los sillones,
he vivido demasiado entre estiércol y promesas,
promesas que no valen mi nombre.
Trueque sencillo: fragmentos de este río bíblico
a cambio de un beso.

Prometo cerrar esta ventana de la calle Neptuno.



..........



He de perder la fe de caminar sobre los lagos.
Quizás saber que nunca es ayer
y que la mentira del tiempo es sólo invento de mortales.


He de confiar en mí y en mi impaciencia.
Soñando transcurrirá la vida
antes de caer en la tentación de la manzana.




........



Buda arranca flores de impaciencia.
Absurda sinfonía
que se clava en las gargantas menos tenaces.


El misterio de Occidente es pétreo,
matizado de nácares absurdos.
¿Habrá acaso quien siembre lechuzas y muerte?
En ellas cabe la paz, y la guerra.


Una mariposa se cuela entre mi sombra y la de Buda.



..........



Ató sus cabellos a un árbol.
He tironeado y las puntas se desmigajan.
Bajarán los pájaros a comer y enfermarán de insomnio.
Sólo escribir jeroglíficos y ausencias
y entonces podremos comenzar.
(Sus cabellos atados son escala)
Me sonríe con los dientes sucios de romero.
Y la nieve que cae
y los barcos pían
y suicidios,
peces,
tormentas...


Leviatán que se estremece por la inútil cena.
Pero el loco, con nudos en el pelo,
no sabe mentir.



...........



Escribir la furia sobre el papel.
Desgarrar con tinta el alba.

Vendrás con tu voz apagada, pero será tarde.
Habré secuestrado este sentimiento de esperarte.
(Hay que encerrarlo y cantar.)

No importa que mires con asombro
porque un viernes apagué las estrellas con los dedos.




............



...ser pájaro y bronce no supieron...
Alfonsina Storni



No supiste ser pájaro,
aún así intentaste atrapar la nada y anidar.
Nunca sabremos la verdad absoluta,
como nunca supimos
dibujar la impaciencia o la libertad.
Correrán los pantanos a sus cauces,
y un suspiro negro traerá la languidez a tu mirada.
El andar y andar sin camino,
sacrificio dantesco y excitante.
Tuviste siempre la paciencia de lo agnóstico,
de lo que es seno y costilla.
Ni plumas ni pico,
sólo este sabor
a amargo bronce
entre los párpados.



...........



Ya no tengo valor para otra mordida.
Ni serán suficiente mil monedas.
Esta vez odiaré a los humildes.
Bienaventurados los culpables
porque de ellos es la tierra.

Soy también Job.
No pretendas dejar escrito mi nombre en una cruz,
porque te negaré seis veces,
y otras dos para mi insomnio.





Otras condenas inventadas...



Algún día cruzaré fronteras y seré un apátrida en mí mismo,
sólo un nombre y quizás ciertas condenas inventadas.

Si regresase limpiarían mi memoria,
y saldría aquella vez que renegué de un bulto,
del miedo a perderme entre la masa,
o quizás la noche en que robaron
la bodega vacía de mis barcos.

Me dirán soez o rabiaré sin perdón
y mandaré a la Loynaz hacia el destierro.
Pobre anciana tormentosa, atormentada.

Pobre de mí
sin luz, sin término y sin vía*

*Dulce M. Loynaz






Calle de las ánimas


Ya nunca más herviré las aguas,
solo así podré comprender el mar y sus caprichos,
y el por qué de las garzas.
Yo amo al Almendares porque aún es nuestra sangre.

Agua verde apresada entre balcones,
obligada a reflejar botellas, gorriones, caras sucias.
Agua fétida donde posar mis labios.


Detesto al fotógrafo y sus carteles.
Hasta hace poco le temía a una palabra.
Me tapaba la cabeza... él agitaba los carteles.

Líbranos, señor, de las aguas mansas y de las revueltas.
Ahora el Almendares es verde ficticio y aparatos oxidados.
Ahora el Almendares es Dios, grito nocturno.




.........



Por más que huyo entre el flemático oleaje,
soy algo más que un predador de ventanas
con cierto sabor a cloro,
donde iría mi lengua.

Por qué, vanidad,
el carbón encendido desde lejos
parece trofeo,
y quema.

Tengo las manos agujereadas de espanto,
agitar minúsculas consignas es sólo el principio
de una locura mayúscula.



........



Cuando se reza frente a la Virgen,
azul y ociosa, madre de polillas y azares,
se pueden escuchar cigarrillas inquietas, nubladas.
Transforma la Virgen los panes en cosas menores que un pez.
Mi madre me prohíbe el vino.
Teme a esos espasmos que en las noches
suelen quebrar las flores de su altar.

Madre no sabe que mi andar se pierde entre vitrales exiguos
y enredaderas que se retuercen en ventanas.
Madre cierra los postigos.
Compra muchos lápices y el grafito se gasta en vanidades.
La Virgen no envejece.
Una brocha celeste la empaña todos los mediodías de Octubre
hasta que se nos vuelve pétrea,
poca cosa,
como esas ancianas que en los circos venden ciruelas.

Tengo las piernas rotas de espanto.


Cuando le rece a la Virgen el credo absurdo de mis excesos,
no sabré qué rodilla poner en tierra.



.......



Tengo pánico de tus gritos,
esa forma espantosa en que dibujas un arco en tu boca.

Cuando gritas,
El sonido se afana para no salir.
Tu boca es entonces jaula
y yo protejo mis sueños para que no se quiebren,
Tú, en cambio, extiendes corcheas hacia mi ventana,
hasta que el insomnio se me viene encima.
Para entonces ya no soy más que
un insípido sordo que juega a escucharte.



......



He descubierto una lluvia ácida en el corredor del fondo,
Justo encima de mi sillón favorito.
Hay charcos peligrosos y burbujas iridiscentes que compiten
con las motas de polvo, silenciosas.
Borro los charcos con poemas de Elliot,
y las cucarachas flotan patas arriba con descaro.

Mi hermana grita con asco y el eco rebota en la lluvia
que inunda los cuartos.
Es todo un río ardiente el que corre,
Arrastrando muebles, colillas, espantos.


Me protejo las manos de los gritos,
De Elliot,
De las nubes grises.



...........



Oh oscuridad, mi luz
Edipo Rey



Todo se me hace difícil a veces.
Los dedos se me traban sobre el pan y el vino.
Y la lengua
Busca el coraje indeciso,
el necesario para una burla inquieta.

Ya tengo mi príncipe, soy dueño de un castillo,
¿Qué he de hacer ahora para que mi final feliz
no sea solo el principio?
Oscuridad, mi luz.





Pequeña serenata corpórea


La mano real,
Esa que amansa, odia, funde.
No más ser arcilla.
No más este callar dómito que es la isla.


Estampé tu sello en mi frente,
y me acosan las mareas.
Tengo fiebre de corsarios,
sed espantosa de un ánfora cuajada de arabescos, conchas.
La selva espesa, verde.
Anacondas hacen nido en mi vientre.
Allá lejos hace sol.


La mano.
Cinco garfios pétreos que me centran.
Que me quiten el reloj de la frente.


La lectura de la mano es correr por tableros
desangrados donde idiotas piden pan.





Calle de las Ánimas


Ahora viene la parte en que me desnudo entre el óxido
y los tiovivos.
Las manchas de luz quedan atrapadas
entre las muescas histéricas de una tuerca.
Rodar, girar, danzar.
Mi parque de diversiones no tiene globos.

El viento que columpia la madera es mi madre meciendo su abanico.

Todo para un tiovivo inmenso que gire tiernamente como un trompo.



.........



Se me fue la vida en velas y retratos,
en curiosas formas de vestir.
Ahora no soy más que neblina sin afeites,
como esos retratos antiguos que la gente
olvida o vende.


A ratos me olvido a mí mismo
y toco las puertas buscando rostros
que me hablen,
idioma vago, antiguo, el de las líneas en la cara.


Pero me lanzan monedas que arrojo con asco.
He decidido rayarme el cuerpo con recuerdos ajenos,
atreverme al encierro,
por justificar este andar entre rejas como animal exótico.

La nada me ha arrastrado a pensarme así,
a mirarme en los charcos.
Quiero girar, quejarme.
La vida de todos se va en velas y retratos,
en curiosas formas de abrazar la almohada, con miedo,
esperando que pase la noche que adivino eterna.





Ciclones



Han partido los cristales,
humilde cruz amarilla,
ahora las ventanas parecen rezos inquietos.
Un pedazo de nube se refleja en los miles de fragmentos.
La gente teme a los ciclones
y se esconden tras las tiras amarillas,
como en esos embrujos contra el mal de ojo.
El viento mueve las antenas,
el bar de la esquina, con sus borrachos insólitos,
no ha cerrado.
El aire los arrastra, melancólico, y ellos solo beben para olvidar.
Madre que destiende la ropa,
"que se la lleva el ciclón"- murmura -.
Un pantalón azul le ha huido de entre lo dedos,
haciendo piruetas, y lo veo enredarse, para siempre,
en las tuberías del gas.
Madre maldice y truena.
En la tele amenazan con el bramido de siete trompetas...
Y los abrazos son muchos,
Adioses que no reconcilian.
Alguien ha tapiado también el río,
los peces, incómodos, se mudan.
Madre aúlla por el pantalón perdido.


Venden velas a lo lejos, la esperma apesta a viejo,
y los rezos,
las caricias, los susurros.
Los cristales rayados amenazan,
los bebedores danzan en las nubes.
Aún así, el ciclón no pasa,
Nunca.





El condenado

Morirme un día sin hacer demasiado ruido.
Guillermo. R. Rivera

A Osmany Oduardo.



I


Ah, este morirme un día sin hacer demasiado ruido,
sin que suenen relojes, llantos.
Y este odio que me empotra y me fecunda,
y no me deja aullar.

Ay de mi silencio sin campanas,
Sin tener dónde derramar el ánimo.

Habré de sorber el agua última, recogida ayer
con el cuenco sucio de líneas y dedos.
Jamás he apretado un gatillo.



II


Han puesto un barrote a mis ojos
veo el cielo como una pared blanca
donde los ciegos lo escriben.

Traigo los brazos huérfanos de Religión.

El no poder llorar me enrabia el alma.
Conduzco mi barca entre el pútrido oleaje.
Fuera, un senescal herido muge mi muerte.
Sonrío.
Y el muro blanco de mi cielo se derrumba.

He de morirme este día, en silencio,
como han muerto aquellos que me habitan.
Recorro en un segundo cien mañanas.
Y la cuerda que no cede,
y el espanto absurdo.

La cuerda cruje.
Oh, muerte, dónde habré de vomitar mis espinas.
He de morirme un día, callado, como un muerto.



.........




Aquel anciano me mira
Buscándose en los charcos.
Por un momento el agua se espesa, miente.
Es su reflejo cortado en trozos.

El idiota tiembla, su cobija es ahora retama.
Ha echado de mí su mirada,
siento un vacío huérfano en el estómago.






Karma



Tuve una piedrecilla de cobre por mucho tiempo en mi bolsillo.
Confiaba en ella como se confía en las grandes cosas.
La hacía rodar por mis dedos, la sopesaba,
aprendía de sus aristas
y su brillo.


Un día mi paso se volvió cuajado de líneas,
anguloso.
Lancé destellos y los barcos, confundidos, naufragaban.
Sentí que unos dedos rascaban, medían,
Me ahogaba,
...y fui entonces talismán en un bolsillo.



.........



El corazón se fue quedando solo...
Raúl Hernández Novás


...y Sherezada discreta se calló...
Las mil y una noche.



El corazón se fue quedando solo.

Fue entonces que llegaron a habitarlo las marismas,
el falso humo de tabacos,
y algún que otro viajero, de esos de que prometen cartas
y luego naufragan.


Pasaron las horas, tan poca cosa, aferradas a una lágrima gris,
Incondensa.

Y el corazón pidió un minuto de silencio.

Por las veces que se inclinó a beber del pozo absurdo, lleno de yerbajos.
Por los artífices que marcaron su carne con ruedecillas y nanómetros.
Por la Reina de Corazones.
Por sus curvas peligrosas, sensuales.

Así cantó en silencio:

Voy a rayarme tu nombre en las sienes para que no se lo lleven los ciclones,
Ni los monstruos verdes.
Haré pesquisas de sal,
Granos que caen en los manteles y son olvidados.

Así hubo de gritar su horror, su desafuero.

Y llegaron entonces las ovejas, los cornos y el cayado,
la sangrienta cosecha de conjuros,
el Aquelarre discreto de los Sábados.
El pan y el vino.

Fue demasiado.
Y el corazón discreto se calló






Reciclaje


Veo pasar las sombrillas,
como esos viejitos encorvados que persiguen latas oxidadas.
Metal arrugado para cenar,

Han de celebrar su última cena con la muerte,
Señora indómita, exquisita.
Cae la lluvia y las sombrillas vuelan, encorvadas, eternas...

Aquí están los que faltaron,
y prefirieron danzar en la hierba.
Rasgo una lira imposible con dedos melancólicos.


Están los que no vinieron,
los que cuidan huevos sin nido
con el cascarón marchito por la soledad y el insomnio.


Estamos los que no debíamos nada al mundo,
por aparentar afeites sin desgano
sin otra osadía que la lluvia de un año que pasó.


Cúlpanos, amor, y culpa al odio,
Sobre esta mesa de cedro, no hay sino hojarasca,
La radio perdió la voz tratando de hacer eco en un acantilado oscuro.

He de ayudarme a no recordar.
Cúlpame Dios, culpa mi sangre hueca,
Viajé a una tierra de falsas redondeces y el vértigo me devolvió a mi
tierra...

Encerrémonos, para beber olvido,
Ganas de vivir.
Aquí, noche, estamos, los que no debemos nada...






... y se hizo el piano...

A Fran Paredes.



Voy a escribir una canción herrumbrosa y triste
como todas las que se han escrito.
No escribiré sobre el reloj de sal
(ay de las tintas inflamadas de ternura)
ni sobre el piano.


Seremos tú y yo
y la lluvia seca de Chopin
mojando esta estirpe de soñadores
y otros espantos que ha borrado tu madre con la escoba.


Tendremos que cambiar,
sobrevivientes ígneos del mar que tanto lleva.
(El óxido es amigo del sonido.)


Aún así,
el salitre de mi llama,
la declaración desnuda de parques,
y Chopin,
serían poco para estas paredes mustias.





Mi isla

Para Alain



En poco tiempo aprendí la magia
de esperarte,
alargar el roce impaciente de mi corazón contra
su cueva.
Curvas imperfectas las del reloj...

Atrapé tu olor en hojas de yagruma,
pero me faltan tus ojos,
y los dedos de tocarme cada día a las seis.
Mi gato no sabe igual sin tus brumas,
y el té se enfría irremediablemente.
Me lanzaré al río, estoy cansado de remar.





Yordán Rey Oliva
La Habana, Cuba, 11 de agosto de 1982

Graduado del centro de formación literaria Onelio Jorge Cardoso. Trabajó como periodista y editor en el portal Cubaliteraria. Obtuvo premio en poesía y cuento en el concurso "El arte en septiembre", Argentina. Su poemario "Otras condenas inventadas" fue finalista del concurso Yoescribo.com, Mallorca. Colabora con revistas y páginas de habla hispana: Inventiva Social, Arena y Cal, Mundoculturalhispano, Parnaso, Pliegos de Opinión, Yoescribo, Desdeelcorazón, Poemas en Añil, entre otras.

Correo: cartasylibelulas@gmail.com



*


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