sábado, junio 22, 2013

QUIÉN PUEDE ATAJAR EL BORDE DEL CIELO...




*Obra de Walkala. Luis Alfredo Duarte Herrera (1958-2010).
-En Aurora Boreal. Walkala: un homenaje in memoriam
 
 
 
 
LOS DEMONIOS DE MIEDO*
 
 
 
Es octubre. El espejo ha hablado
Ha dicho que soy un grano de polen y una gota de agua.
Que puedo ser flor, pez o caracola. Hermafrodita.
Que mi corazón escala las cimas de las nubes.
Que nací para “hija rutilante de la aurora “.
Pero, busqué, insaciable, sepulturas
Sarcófagos, osarios, hipogeos.
Tierra de cementerio. Sin luces y sin sombras.
Pálida estrella de corcheas y sapos vespertinos
Es octubre; el silencio de los espejos ha gritado.
 
 
Todos los demonios del cielo se han posado en mi lecho.
Y han partido, sin siquiera despedirse, aquellos Reyes Magos.
Los míos, mas amados, han partido.
Y estoy en la cueva de Platón, mirando a la pared del fondo.
Nadie entiende el letargo de viejos anatemas.
La ceguera obnubila el atisbo de la hoguera.
Y los hombres son sombras y sus sombras demonios.
 
 
Han vuelto, los gnomos, los zapatos rojos y la niña.
Niña pradera rosa amiga del trébol y de los gatos negros.
Mujer, sacudida, por serpientes de octubre.
Lúdico instinto de primates. Imparable.
Y el deseo del chacal y del ciervo.
La melena extendida en el cuerpo desnudo.
Y los brazos extendidos al sol.
Y el sol crucificado en el pubis de oro.
Es octubre y el espejo se escurre entre los dedos.
 
 
*De Amelia Arellano. amelia.arellano01@yahoo.com.ar
 
 
 
 
 
 
 
QUIÉN PUEDE ATAJAR EL BORDE DEL CIELO…
 
 
 
 
 
 
DISTANCIAS*
 
 
 
 
*De Jorge Isaías. jisaias46@yahoo.com.ar
 
 
 
Nosotros en aquel tiempo llamábamos a las cosas de modo distinto según fuera las formas en que nos  poníamos a  inventar juegos nuevos.
La imaginación siempre lista, siempre a flor de piel como quien dice, para suplir la falta absoluta de juguetes en que transcurrió toda nuestra infancia. Por otro lado muy breve porque pronto tuvimos que salir a trabajar para ayudar a nuestras familias. En mi caso corría con una ventaja que debo a mi padre en su decisión de no tener una familia numerosa. Esto siempre lo explicaba así, cuando se le infería por que habían decidido tener un solo hijo.
-Vi mucho hambre en todos los lugares que recorrí por trabajo.
De hecho cuando  mi hermano nació yo había terminado la primaria.
Mi padre abandonó la chacra paterna disgustado con mi abuelo cuando tenía dieciséis años. Durante veinticinco  no se hablaron ni se vieron, pese a que mi padre no se movió de la colonia, siempre trabajando de peón en las chacras hasta que se radicó en el pueblo, se afilió al Sindicato de Obreros Rurales, conoció a mi madre en un baile del club y se casaron. Según siempre oí contar.
Cuando bautizaron a mi hermano, se asó un lechón en casa de tío Berto. Había viajado  tío Kelo con tía Pina para oficiar de padrinos. Fue la última vez que los vi. Yo tenía catorce años. Pero el cura rechazó su padrinazgo porque estaban casados vía Uruguay y acá no valía al no haber divorcio.
Todo se salvó al fin de cuentas porque tío Berto y tía Ita oficiaron de gustosos padrinos. Ese día, las mujeres conspiraron para sentar uno al lado del otro y mi padre prestó su cuchillo más filoso a mi abuelo e hicieron las paces. Mi padre tenía entonces cuarenta y un años. Muchas veces pensé –como toda la familia- si tal distanciamiento no fue excesivo. Pero al conocerlos comprendí que era natural que así fuera porque tenían una cabeza por demás de tozuda, dura como una piedra repetía mi abuela que los padeció largamente a los dos.
Creo que mi abuelo nunca le perdonó a mi padre que siendo el mayor de ocho hermanos, lo abandonara tan pronto y además dando el ejemplo para que los demás lo imitaran y lo dejaran solo para trabajar la tierra que en verdad daba poco y pensándolo bien era lo lógico. Esas pocas hectáreas arrendadas  no alcanzaban para mantener tantas bocas.
Lo cierto es que mi abuelo se sintió cansado a los cincuenta y seis años y canjeó herramientas, caballos, vacas y demás animales por un pequeño almacén y despacho de bebidas que bautizó Las Colonias en un barrio que había sido en su momento de muy mala fama porque funcionaron muy cerca un par de prostíbulos. Los habían clausurado hacia casi veinte años pero el barrio no había mejorado mucho y sobre todo no le resultó próspero por la situación económica de los vecinos.
Una década después se jubiló y lo alquiló al Mono Boccolini cuando se casó con mi prima. Como no les convenía económicamente y porque se cansó de lidiar con borrachos, lo cerraron para irse de mensuales a la chacra de Marcelo Hidalgo en Colonia La Catalana. Estaban justo enfrente de ese escuelita tan hermosa, una réplica en pequeño de la Provincial de mi pueblo. Tenían como vecinos a la familia Méliga.
Yo iba seguido y me quedaba en esa chacra lleno de gallinas y de patos y de pavos gritones. Siempre me gustaron las chacras, aunque nunca viví n ninguna, ya que mi familia las iba abandonando porque ninguno fue nunca dueño de ninguna parcela de campo ni para enterrar  sus huesos siquiera. Así que buscaron nuevos horizontes ya en el pueblo con cualquier conchabo o en las ciudades los más jóvenes. El típico éxodo rural hacia los centros urbanos que necesitaban mano de obra en las industrias que empezaban a brotar en especial en Buenos Aires y Rosario.
Pero sobre todo me gustaban los caminos rurales que llevaban y traían gente en esas numerosas tareas, que a lo mejor se reducían a muy pocas pero que necesitaban un desplazamiento constante: trasladar leche al pueblo desde los tambos a la Cremería , la que tuvo muchos años la Cooperativa Agrícola Federal,  o los granos cuya variedad era mucha en ese tiempo hacia los galpones que las cerealeras tenían en el pueblo, incluidos los varios que poseía la misma Cooperativa.
Esos caminos también eran las vías naturales para llevar los arreos de hacienda hasta la Feria donde se remataba en esa esquina llena de árboles añosos que compró la familia Salvucci y cuidó y plantó más árboles, los que hoy son un orgullo por la cantidad de especies, que orondamente me reciben en cada viaje. Muchas veces he pensado en esos caminos que tanto amarían Arnaldo Calveyra, entrerriano y poeta o el mismísimo Haroldo Conti, nativo de Chacabuco, quien decía que los caminos rurales eran fogonazos de sol enclavados entre verdes y ocres.
Los caminos agrego yo que tanto amé, que transité primero con mi padre, en incursiones de caza a pie, y muchas veces en sulky cuando lo acompañaba en sus trabajos de juntador de maíz, o con mis amigos cuando íbamos de pesca.
Esos caminos que rodeaban las casas como grandes ríos de tierra con sus árboles frondosos a los costados. Esos caminos que eran como nerviosas  telas de araña que el solazo de enero verían pacíficos, porque recibían el silbido del abejorro impaciente, el zumbido de las abejas que insistían en buscar esas flores silvestres para su miel.
Esos caminos que sobrevolaban las garzas moras y blancas buscando cañadas lejanas.
 
 
 
 
 
 
*
 
 
 
Vela que calla
al verbo que arde
sobre el tercio de las autopistas
 
Diagrama el caminar, esa temible dimensión
donde los monstruos restauran sus formas viejas.
Como una peste de dinosaurios
que abren puertas desde el fondo
donde los pies no hacen pie
y las manos y las bocas
aprietan la vigilia para no rodar en rotas fatigas
 
Quién puede atajar el borde del cielo
cuando se va cayendo tras la cuerda del océano?
 
Vos y yo
y viceversa.
 
 
*De Marcela Lokdos. lokdos1@yahoo.com.ar
 
 
 
 
 
 
 
 
 
DESTELLOS ESTELARES*
 
 
 
*De CELSO H. AGRETTIcelsoagr@trcnet.com.ar
 
 
 
Ensayo
 
 
Estiman que el universo tiene una edad de unos trece o catorce mil millones de años, partiendo de que habría nacido del Big Bang, o sea de La Gran Explosión; en la cual una masa súper concentrada explotó arrojando restos al espacio, formándose así el universo, y en el cual aún siguen viajando y aglutinándose en nuevos cuerpos celestes, mientras que estallan a su vez; agregando escombros, proto-estrellas; en un esparcirse caótico, que nacen en todos lados y viajan en todas direcciones.
No sólo el universo se expande por aquel gran estallido, sino que continuamente nuevos astros mueren, se extinguen, o explotan, aportando polvo de estrellas, con el que nacen nuevos cuerpos de distintos tamaños, que a su vez van concentrándose en nuevas galaxias y constelaciones, con sus soles y planetas, lunas y asteroides…
Un continuo renacer, una actividad que se fue haciendo en cámara lenta, que podría parecer caótica, pero que responde al equilibrio cósmico, gobernado por leyes que aún la ciencia trata de comprender más a fondo. Una expansión que lleva casi una eternidad, vista en términos humanos.
Hoy se trata de ubicar donde tuvo lugar aquel gran estallido, siguiendo las trayectorias, los vectores de los cuerpos celestes que se esparcen, y la distancia que viajaron en este largo tiempo. Eso si el universo se agrandara como un globo a medida que se infla; pero todos los estallidos secundarios generan una aspersión desordenada que arrojan restos en todas direcciones en un pandemónium indescifrable.
Se estima que el centro está a 14000 millones de años luz (*), y aún no se lo alcanza a vislumbrar, y menos aun la “otra orilla”, las antípodas del gigantesco espacio que parece no tener fin.
Lo que podemos deducir es que nada está en su lugar. Al menos no en el lugar en que los vemos; que se han estado moviéndose y se siguen moviendo constantemente.
La estrella más cercana: Próxima centauro, está a cuatro años luz de distancia; o sea que su luz tarda en llegarnos todo ese tiempo. Podremos deducir en consecuencia, que hace cuatro años que ya no está allí donde la vemos, porque en ese tiempo se cambió de lugar y seguirá moviéndose. A menos que haya dejado de existir durante ese lapso.
Otro buen ejemplo sería Betelgeuse, brilla como Beta (*) en el cinturón de la constelación de Orión, cercana a Sirio (*), con todo su esplendor, tardando en llegarnos su luz unos quinientos noventa años. Pero hay indicios que  habría explotado hace unos quinientos años, y ya no existiría como tal, basados en las perturbaciones y turbulencias del plasma cósmico que nos están llegando hoy mismo, provenientes de ella.  Una de las estrellas más luminosas de nuestro cielo, aunque realmente, podría ser nada más que polvo.
Nuestro sol está a sólo ocho minutos luz de tiempo, o sea de distancia. Tenemos que pensar que allí sigue estando, dado que antes de apagarse dará señales durante miles de años, y sabemos que hasta hace un momento aún estaba radiante.
Pero de las estrellas más lejanas no podemos decir lo mismo. Sabemos que ya no están en ese lugar tampoco,  ya que evolucionan consumiéndose poco a poco, o explotando, o transformándose en soles, o en cuerpos gaseosos gigantes, enanas rojas, novas y supernovas…
Hay instrumentos como el telescopio espacial Hubble que buscan encontrar las galaxias más lejanas, comparándolo a un viaje en el tiempo, ya que al ver un astro tan lejano, sólo veremos lo que fue de él en aquel tiempo; dado lo que tarda en llegar a nosotros su luz.
Si todo se ha estado moviendo en millones de años, si ninguno entonces está en su lugar; se entiende que nos digan que lo que vemos cuando nos muestran una estrella o una galaxia lejana: es un espejismo de lo que fueron y donde estaban, miles o millones de años atrás en el tiempo.
Desearíamos saber dónde estaría hoy esa estrella. O galaxia, nebulosa, o lo que fuera; y cómo sería en este preciso momento, y además saber si aún existe.
Podríamos pensar que el cielo, el espacio; no es para nada lo que vemos. Nada es allí igual a entonces. Ese cielo estrellado es una postal de lo que fue. Salvo el Sol,  los planetas de nuestro sistema, y los cuerpos brillantes más cercanos; el cielo de hoy nos defraudaría si viéramos el resultado neto, lo que fue quedando…
Si se pudiera reconstruir e ir borrando los que ya no existen, como en el juego de la batalla naval: (hundido…, agua…, hundido);  podría quedar una población muy disminuida de astros reales, que no fueran una postal antigua,  una ilusión óptica,  en la inmensa e infinita  bóveda celeste.
Podríamos llegar a pensar que las estrellas más cercanas, serían las mismas que hace miles de millones de años estuvieron en el centro del espacio, que las vemos dos veces, y aún estas podrían ya haberse extinguido.
¿Qué nos quedaría como resultado una vez logrado borrar del cielo  aquellas estrellas y galaxias, cuya luz  emitieron muchísimo tiempo atrás, que ya no existen como tales; y quedarnos con solamente los cuerpos estelares que sí existen?
No es para nada disparatado hacer este planteo. Quizás los reales  sean muy pocos y cercanos, porque muchísimos transformados los volvemos a ver casi al lado nuestro, y todo lo demás podría ser sólo un recuerdo.
El Creador nos ha querido regalar un cielo lleno de brillantes luces, que son reales como luz, aunque muchos ya no tengan cuerpo. Nos ha regalado la luz y la ilusión que en conjunto nos conmueve, nos hace estremecer con sólo contemplarlo. Nos acerca más a Él.
Y nos dejó como en un gran libro abierto,  el registro de toda la historia del universo, lleno de tantos misterios, para que la humanidad contemplándolo,  pueda sacar sus conclusiones y profundizar en la sabiduría que está escondida en él… y  seguir gozando la belleza del cielo; y aún lo más grandioso es que ya ni importa siquiera si materialmente una parte de él fuera sólo luz, y destellos estelares…
 
 
FIN
 
Celso H Agretti – Avellaneda Santa.Fe; 12/05/2011
 
Nota: (*)
Velocidad de la luz en un segundo:
300.000 Kilómetros.-
Próxima Centauro (de Alfa Centauro):
4 años luz= 1.23 “parsec”. 3.800 billones (Millones de millones) de Kms.
 
 
 
 
 
 
 
Tribu*
 
 
 
Esa tribu de pájaros
atraviesa de golpe
la línea que amanece
 
 
Sólo el surco me guía
cuando los ojos abren
el paisaje
y el camino pregunta
por la vida
 
 
Soy un pájaro solo
 
He perdido la tribu
 
A veces
lo recuerdo
 
 
*De María Silvia Paschetta. mariasilviapaschetta@yahoo.com.ar
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
LO TENGO QUE CONTAR...*
 
 
*Por Alfredo Armando Aguirre. choloar47@rocketmail.com
 
 
Todo fue cuestión de minutos...cuando pasó y la conmoción aún me embargaba, miré el reloj y vi que eran las 16.38 de este 12 de junio del 2013 que va terminando en el huso horario en que se sitúa la población rural del sur brasilero donde he venido a dar con mi osamenta por los tiempos que corren.
Venia haciendo mi caminata, que procuro sea diaria o alternándola con un triciclo a pedal, por los caminos de ripio vecinos adonde vivo. Ya en otras comunicaciones he resaltado la laboriosidad y la versatilidad de los colonos cuyos bisabuelos o tatarabuelos vinieron de Alemania, de donde aun preservan sus tradiciones. Cada paseo ofrece alguna muestra de los modos de tornar productivas las pequeñas extensiones de tierra que labora cada familia. En otra ocasión me sorprendió una carreta tirada por bueyes, aunque ya había visto otra en una visita a una población de la misma área. Esa vez quedé un tanto perplejo pero no me anime siquiera a acercarme al conductor de la carreta.
En esta ocasión, de manera sorpresiva caí en la cuenta que estaba acercándome a una yunta de bueyes arrastrando un arado y maniobrada por un joven, la que venia en dirección contraria a mi sentido de marcha. Sentí una honda trepidación en mí. Lo primero que pensé fue que al menos me iba a ir de este mundo habiendo visto en acción una yunta de bueyes arando. Lo había visto en los libros de lectura. También en alguna foto antigua o en alguna película argentina  (en este caso como reconstrucción). Sabia que los hermanos aborígenes en el Chaco usan, llamémoslo así, esta tecnología.
Atrás del joven que maniobraba los bueyes, había una pareja de una edad que pasaba los cincuenta.
Tomé coraje me animé, y les dije que para mi era cosa muy buena ver ese panorama. Que nunca había visto cosa así. La señora en ese portugués que denota que cotidianamente hablan el dialecto alemán, me contesto que "así se las arreglaban los pobres". Y yo le dije: "No señora Ustedes son los ricos del futuro. Pronto se terminará la gasolina y entonces, esos que andan con máquinas a motor van a tener que volver a lo que ustedes hacen ahora". La señora no me dijo nada, pero quien estaba la lado, que casi seguro era su marido: Me dijo: "Gracias" en portugués. Ya sabemos que el lenguaje escrito pierde mucho del mensaje hablado y de los gestos y posturas del que habla. Como pude percibir, aun en mi emoción, todo el sentido de ese "Gracias", me di cuenta que el hombre había entendido mi discurso.
Y mientras seguía caminando, me decía: "Esto lo tengo que contar". Y es lo que acabo de hacer...
 
 
 
-Alfredo Armando Aguirre.
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* * *
 
 
 
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