*Obra de
Walkala. Luis Alfredo Duarte Herrera (1958-2010).
-En Aurora
Boreal. Walkala: un homenaje in memoriam
Lenguaje*
de tus pies
crecen semillas y
conejos
que retozan
cerca de la laguna
en el sur
lo más abajo
que puedas imaginar
hay un volcán
que alojo entre mis manos.
y después,
el silencio.
el lenguaje
no es más que
un pobre intento
de significar
vacíos.
*De Lila
Biscia.
COMO SI LA POESÍA PUDIESE ANIDAR EL DOLOR…
-Poemas de Lila Biscia.
Cama.
yo soy una
mentira que dice la verdad
Jean Cocteau
despierto.
quiero atrapar
el inverso del aire con una red como de mariposas.
no sé cómo se
sigue
el manual de
ilusiones
por ejemplo,
abrir la cama y
encontrar que él
no se fue del
todo,
o escribir
en el diario de
las mentiras:
la soledad que
hay entre las sábanas, alcanza
para reinventar
pequeños
momentos
de dicha.
y no.
***
Lo simple
mientras nos
distraemos jugando en el parque
esperando la
nieve
anudando ramas
al bolsillo
rescatando
caracoles en masa, arboledas desiertas,
contando
ornitorrincos y
ciempies en la
vereda,
margaritas
convalecientes,
eso que se nos
queda ahí
que se termina
ahí
es la vida
tan pequeño
como eso.
***
Despedidas
el día que
decidí no volver
la lluvia se
filtró a través de las paredes de mi casa.
dibujó
enredaderas que cubrieron las ventanas y el aire
fermentó la
respiración de lepismas que
hicieron nido
en mis propias
grietas.
en esa
oscuridad inhabitable
los huesos de
las manos astillaron
caricias
para abrir paso
a la
construcción de mil madrigueras de humo
digo,
que sea verdad
y
que el otoño
deje peores huellas que el invierno.
las diásporas
congeladas infiltran
demasiada
melancolía.
el silencio
nunca es inocuo.
el silencio,
amplifica el
sonido ensordecedor de los dedos,
su movimiento
incierto -desgajar ladrillos intangibles-
primitivas
despedidas
y el final de
un futuro juntos
que nunca
supimos
cómo
construir.
***
VI.
I
estigmas
ardiendo.
un lugar
cualquiera en Cracovia donde poder tomar el té.
ya perdí de mi
memoria cómo se veían sus rodillas, pero
algo me dice
que olía a frutas.
II
la eternidad es
quizás,
la cantidad de
poemas que escribimos en nombre de.
la medimos en
intensidad de palabras o,
en milímetros
cuadrados de desesperanza.
los restos de
amor que quedan pegados en las huellas dactilares
hablan del
silencio,
como la canción
que nos hace repetir un rostro,
como el olvido.
III
si ahora
fuésemos invierno, podríamos tejer mantas para niños huérfanos,
cocinar el
hambre el cubetas de teflón.
con el calor,
en cambio
estamos
demasiado expuestos a la caída,
a la búsqueda
desesperada de algún credo,
a la
desconfianza de una cama inevitable y ajena.
IV
si pudiésemos
hablar
romperíamos en
llanto lo que aun nos une porque
sabemos que el
dolor
continúa en la
permanencia de lo invisible,
en las migas de
pan que no barrimos,
en las cartas
del tarot que se desacomodan como si estuviesen hechas de viento.
V
si nos sentamos
en el suelo, con los ojos cerrados
vamos a
percibir que la luna de hoy sabe recordarnos
la ternura.
esa que
escondimos tras tantas despedidas.
VI
quizás, haya
que esperar al otoño, o
quizás
sólo detenernos
a imaginar el mar.
es allí
donde todo
termina.
***
Fetiches
me plancho el
pelo,
pinto mis uñas
carmín.
los labios
frente al
espejo del baño, el rímel.
todo lo que
combina con el collar lo llamo fetiche y
todo lo fetiche
es bienvenido.
aquello que va
al margen de mí
-lo inhallable-
queda flotando
entre las ropas
y la cintura.
con el resto,
ya no hay más que podamos hacer
salvo
doblegar
amarras y
reducir a polvo
esos obscenos
vestigios intraducibles
de lo que fuera
nuestra única
esperanza.
***
Creer
cuando los
cobardes despierten y mi carne
se desintegre
en el destierro de los ausentes,
susurros
lejanos de un corazón amamantado por lobas
y ésta desnudez
que se hace
sangre en el costado de tus penumbras,
vas a
masturbarte para mí, y esta vez
del semen de
tus manos crecerán amapolas arraigadas al borde del gemido.
¿dónde hallarás
la lengua que recorra el secreto de tu angustia?
¿qué alquimia
desgastaste en conjunción con mi saliva?
el erotismo de
mi sexo entregado y sumiso perpetuará el dolor de un hierofante atormentado
“yo lameré la
escritura impronunciada, yo
quitaré el
manto que abran las puertas de tu deseo
yo
replicaré tu
orgasmo en una sustancia infinita a la cercanía de mis piernas”
la religiosidad
insípida del miedo quedará atrapada entre mis dientes
y lo que quede,
lo que quede,
amor,
será creencia
en la deriva.
***
Rotos
retazos de
nosotros
deshilachados
hasta que
sanemos
seamos viento
y nada.
***
Infierno
Apenas vivimos.
Como si alguna
vez el infierno nos fuese a dar dentelladas, simulando el masticar del centeno
fresco que se huele al mediodía en el campo.
Él se ríe de mi
poca cultura campestre. Tan de ciudad, tan abatida dentro de un manual de
torres edificadas una sobre otra.
a veces, la
figura de un él, no es más que parte de un imaginario destinado al fracaso y a
la palabra.
Es la palabra
la que me exige transitar la derrota. Ella huele a suicido de realidades
amorosas y de manos que tiemblan ante la posibilidad de un fuego a punto de
extinguirse.
Quiero
esforzarme en decir, que si supiese escribir una canción, estaría plagada de
repeticiones y consonantes. Pero no. tengo una devastadora incapacidad de
significar en notas musicales, la absurda necesidad de acortar los caminos que
me llevan directo al vacío.
no me gusta
pasar frío, ni el olor a encierro, ni tener las uñas despintadas. Son cosas que
me hacen sentir muerta y a mi edad, la muerte ya no se pronuncia en voz alta.
Es decir, ahora
el silencio. Ahora, la quietud de la nada.
Entonces
murmuro: vengo a dejar descansar aquí mi cuerpo. Acurrucada y desprolija. Dejo
que mi cuerpo se instale en donde estoy.
Cuento los
escalones que restan, y mido la ciudad en cantidad de despedidas inciertas.
Me cubro.
Mastico un pan
que alguien sin saber, cocinó para mí.
Tiene sabor a
tristeza.
Me pesa
admitirlo, pero nuestra tragedia es siempre la misma: vivimos equivocados: el
peor de los infiernos no es el fuego, sino, que es tocar el momento en el que
logramos sobrevivir, sin quemarnos.
***
Cartografías
viajo desde
ninguna parte
recorro
territorios como monstruos
guías de
turismo diseñadas para marcar el camino
hacia ningún
lugar
me hamaco sobre
las rodillas de un amante
el viento mueve
el viento
despedaza manos
y palomas apareándose
como linyeras
las ciudades
trazan relatos en su indecencia,
películas de un
amor inacabado y
los bares que
amanecen cubiertos de colillas de cigarrillos
-restos de
besos gastados, como ahogados en lavandina-
sabiendo
del espanto de desmoronarse
corrí hasta el
puente para alejarme
tan rápido como
pude
buscando un
amor que supere la desgracia
de tenernos
pero no.
de todos los
muros que construimos
encontramos el
lugar exacto donde morir
donde los hijos
que no tenemos
puedan darnos
las buenas noches y nos cuenten
el secreto de
lo que perdimos.
sí,
voy a dejarte
ahora
desprotegido y
mágico como te recuerdo
tu sexo
dispuesto y el jadeo de la piel
voy a dejarte
ahora,
adentro de una
casa
plagada de
unicornios salvajes
banderines de
ruinosas naciones desintegradas por la tristeza
tu corazón
reposando desnudo y suave sobre la hierba
y el dolor
de un mar de
saliva entre mis piernas
resucitando
-únicamente-
al final del
naufragio.
***
Precipicio
cuando en los
suburbios se alza en armas la frontera de tu boca desnuda
el tiempo
–implacable reproductor de miserias-
usa el cuerpo
destrozado como escudo
tras las
batallas perdidas.
como
predestinados al hambre
rastreamos
sobre la arena la ternura encubierta
-sucia y
encubierta-
del desgaste de
nosotros dos
apuñalados
nunca supe
comportarme.
instintivamente
me acuno en los
desbordes del amor y
trazo una línea
imaginaria en la que siquiera intento mantener el equilibrio
no importa cuán
desnuda esté.
algún día
entenderás:
si subo a la
montaña
es porque
necesito respirar
precipicio
para no morir.
***
Derrota
no hay viento
en el desasosiego
es como una
lámpara de papel rota en donde la luz se dispersa
y las grietas
oscurecen las
pupilas como si fuese incandescente
el desarraigo
sobre el
escritorio
los blíster
vacíos, las lapiceras sin tinta
nada calma el
aroma al pasado de dos
impregnados en
los pliegues del cuerpo
y sudor del
invierno que juega a la metáfora de las hormigas hambrientas
como si la
poesía pudiese anidar el dolor
escribimos
sombras sobre nuestra corteza
evocamos
fantasías en estado de derrota pretendiendo que la palabra
nos haga sentir
un poco menos
solos
***
Siete
I
uso mi cuerpo
para detener el sol
II
dejo la piel
tendida en el balcón junto a la ropa húmeda
III
mi cama tiene
el aroma a cada uno de los hombres que se revolcó en ella
mi cama tiene
olor a nada
mi cuerpo es
devastación y hambre
IV
ayer, supe
plantar gladiolos en la ventana
convertirme en
hogar de fresas y té de hierbas
hoy, me ahoga
el agua que cae bajo la ducha y lloro
V
mi casa ha
muerto en la inundación
es tierra y
paredes coloreadas
raíces
invertidas tejiendo entre las grietas del parquet una alfombra de bienvenida
mal escrita
VI
sólo una vez
dije en voz alta:
necesito que
duermas conmigo esta noche
al final del
día, hice todo para que se fuera
VII
una falla
endémica me constituye
soy castillo en
ruinas
mi construcción
no resiste permanencias
***
Cobarde.
ya no puedo
indicar el momento en el que me volví tan distante.
traduzco en
obsesión y parsimonia
la trama de lo
que fue mi vida antes de partirme en dos.
pienso en la
casa de ensueños que nunca tuve:
el parque
detrás de los ventanales blancos,
un espacio
escondido para mis pesadillas
y pasto fresco
en donde pueda recostarme y plantar las semillas de jacarandá
que llevo en mi
cartera.
a veces me
pregunto si existirá alguien capaz de quebrar mi soledad
de escucharme
llorar sin preguntar por qué
de cubrirme
mientras tiemblo.
alguien que
dibuje mi castillo y me alimente con la cosecha de sus manos
aunque de mi
cuerpo crezcan ramas secas plagadas de habitaciones
que albergan
cada uno de mis naufragios
ya no puedo
recordar el momento en el que me volví tan cobarde.
cuando asomar a
mi ventana, comenzó a ser un desfile de huesos y mentiras.
cuando empecé a
tener demasiado miedo
y dejé de animarme
a gritar
que yo también
necesito
ser salvada.
***
Pesadillas
ya no recuerdo
cuando perdí mi inocencia
tal vez cuando
nací
que mamá me
tapaba la boca
para que mi
llanto no atraiga las racias nocturnas que,
como larvas
hambrientas de sangre
se arrastraban
sobre la tierra en donde vivíamos.
no,
no te culpo,
mami
ya no
la
supervivencia es quien me disfrazó de fiera
nunca tuve la
cara angelical de las otras nenas,
siempre irradié
en mi mirada
el cerco
agobiante de la melancolía y
ese intento
desesperado por acostumbrarme a las pérdidas.
tuve que
aprender a reír a carcajadas
para que el
miedo no consuma la totalidad de mi sistema nervioso
edificado de
ausencias.
a veces, cuando
me acuesto
pienso escribir
un poema en el que pueda parecer etérea
pura
en el que
cualquiera pudiese intuir que en mí,
hay oculta un
hada radiante de luz y purpurinas, pero
la televisión
encendida y sus sombras
me reflejan
sobre la ventana
con mis ojeras
profundas
los años que se
me vinieron encima como heridas a destiempo
la lástima que
me tengo entre cuerpos traslúcidos anudados a mi cuerpo
ensordecido
entonces subo
el volumen para no pensar
para ya no
pensar en nada
pero es tarde
es demasiado
tarde
y lloro
tapándome la
boca
como lo hacía
mi madre
para que nadie
me escuche
para que nadie
me encierre
y con la
ilusión de que alguna vez, la pesadilla
termine.
***
INVENTREN
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SAN SEBASTIÁN
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