martes, julio 01, 2014

COMO UN PAPEL AL VIENTO...




*Obra de Walkala. Luis Alfredo Duarte Herrera (1958-2010).

-En Aurora Boreal. Walkala: un homenaje in memoriam


 


 

 

 

Rezonga Ángel Maldito*

 

*"Te Acuerdas"

Juan Rulfo

 

El trapito que me diste,

Lleva color de ti:

Lleva impregnado

El rocío de la mañana

Que corre fuerte

Entre las rocas

Que sumergieron el río.

 

Lleva rojo encanto de sueños,

Que han quedado sin constelación.

 

El trapito que me diste

No es más que un

Pedacito de tela:

Y le retuerzo el pescuezo

Para que hable a la fuerza de ti…

 

Luego le ofrezco disculpas,

Y acaricio su áspero perfume a limón.

 

Aprendí a quererte

Cuando ya te habías ido,

Y es este un amor más largo,

Pues comienza en el momento justo

En que nos dijimos adiós.

 

Del trapito que me diste,

Se desprende canción,

Se remienda el mantel

Y aún queda para ser pedacito de ti.

 

Es temprano para hablarlo:

Pero esta noche

Cantarán con sus patitas

Los grillitos y las cigarras,

Canciones que digan algo así como

Que no existe en realidad,

Ni en este mundo

Ni en el de mentiritas,

Una despedida eterna

O un trapito de tu color.

 

 

*de hugo ivan cruz rosas. quetzal.hi@gmail.com

 

 
 

 

COMO UN PAPEL AL VIENTO…

 

 

 

 

 

 

Eliana frente al espejo*

 

*De Nechi Dorado. nechi.dorado@gmail.com

 

 

Abrió la ventana de su cuarto, una capa blanca esparcida sobre el verde del césped confirmaba lo que sintió al salir de la cama tibia para comenzar el día. El jardín helado demostraba que el frío no era una sensación sino una cruda realidad. Preparó su desayuno mirando  un sol todavía débil, los junquillos en flor parecían estacas, la blancura de las camelias clandestinizaba el color de la escarcha sobre las flores que asomaban tímidamente y de a dos como vanguardia de la explosión de vida que anunciaba el período de floración.

Hacía días que Eliana se sentía como un papel al viento, le parecía girar enredada en una telaraña de brisa caprichosa, autoritaria, despótica, que le impedía sentirse libre, dueña de sus propias decisiones equivocadas o no, pero suyas. Hacía días, también, que no sabía si era ella o eran otros los que habitaban su cuerpo menudo del que la masa muscular fuera exiliándose lentamente cuando las hojas del calendario se desprendían sumisas sobre el escritorio de madera oscura.

Afuera de la casa comenzaba a despertar la calle; en el interior, la cafetera cumplía obediente su tarea. Eliana tendió la mesa y se paró frente al espejo para poner orden a la rebeldía de sus cabellos lacios que en las noches, mientras ella dormía, daban rienda suelta a sus antojos despatarrándose sobre su cabeza. De pronto se sintió invadida por una oleada de sorpresa que hizo lugar también para la aparición de un cierto temor. ¡No podía creer qué cosa estaba viendo, allí, donde esperó encontrarse ella, como siempre!

El espejo no le devolvió su rostro, solo reflejaba un papel escrito que bailoteaba desplazándose por la habitación. La hoja amarillenta se movía  dentro del perímetro que delimitaba la frontera entre la realidad y una fantasía no visibilizada hasta ese momento. Algo, como una brisa extraña,  hacía girar la cuartilla como si estuviera buscando una posición determinada donde detener su anárquico desplazamiento. De pronto se ubicó hacia la parte izquierda del marco donde aparecieron imágenes de un pasado lejano y otro que no lo era tanto.

Emergieron,  del otro lado del cristal, rostros queridos y otros intimidantes lo que le produjo un escozor que la alejó  por un momento del lugar, pero era tal la curiosidad despierta que la empujó hacia adelante dando su nariz contra el vidrio como si quisiera analizar cada cosa que iba apareciendo.

Lo primero que vio fue a una niña muy rubia jugando entre signos de interrogación cuyas puntas pinchaban sus deditos pequeños.

¿Será que los interrogantes no tienen respuesta para la niña? Pensó Eliana sin dejar de observar con la misma extrañeza,  lo que parecía pertenecer a un mundo extraño del que no formaba parte o al menos eso creía.

A unos centímetros de la niña  una mujer muy bella, joven,  hacía señas dulcemente  a la pequeña. La niña que sostenía uno de los signos  preguntaba por su padre al que no veía desde hacía muchos días. Al fondo de la habitación una anciana con cabellos canos que parecían ríos de plata, abrió sus brazos queriendo acurrucar a la criatura que corrió a refugiarse allí. Eliana sonrió con tristeza como si intuyera quién era esa niña.

El papel dentro del espejo volvió a desplazarse,  lo hizo hacia la derecha dejando estática a la imagen anterior. Ella seguía sin encontrarse, como si el cristal se resistiera a reproducirla. Como si alguna situación extraña estuviera devorando su presente.

Fijó la vista tratando de descubrir qué apariencia se asomaba desde la luneta enmarcada entre varillas de bronce lustrado y fue cuando divisó tres picos montañosos de roca sólida erguidos sobre un hermoso prado. Flores de colores brillantes bordeaban la serranía como empuntillando las laderas de las montañas. Una luz tenue iluminaba los picos descendiendo de las redondeces de una luna ausente y de un sol también invisible.

Otra luna, mucho más cercana  aportaba su resplandor envolviendo las elevaciones y acariciando la pradera. Creyó ver su rostro difuso en ese planeta estático pero la visión no demoró nada en esfumarse.

Dos capullos celestes descansaban  sobre la hierba entre las flores, al pie de los montículos  y a lo lejos dos arco iris parecían custodiar su sueño plácido resaltando la belleza de la alegoría. Atrás de la imagen un grupo de mariposas blancas entonaba una canción de cuna que a Eliana le recordaba algo, pero no pudo saber qué.

Eliana estiró su mano como queriendo introducirla para acariciar el paisaje, quería ser parte viva de esa visión, tomar entre sus manos los capullos que seguían descansando como si estuvieran protegidos dentro de un sueño de amor.

Fijó su mirada en el centro del espejo esperando que el papel se detuviera allí, sin embargo seguía sin encontrar su rostro, su cuerpo, su mirada. Algo que le permitiera sentirse viva, humana, quería recuperar a  la mujer que fuera y que últimamente parecía estar escapando de su propia realidad.

No logró verse, las imágenes anteriores se fueron borrando despacito. El papel se acercó lentamente al marco hasta quedar en un primer plano absoluto. Solo, completamente vacío,  sin signos gráficos enlazados formando algún extraño mensaje no legible, pero mensaje al fin.

Afuera la helada se iba derritiendo, adentro de la casa, en la base del espejo, una arrugada hoja de papel escrito que parecía haber andado mucho por los vericuetos del tiempo, se acurrucó entre los pies de la mujer que lo pisó sin querer,  dejándolo aplastado sobre el mármol.

Eliana lo recogió, pasó sus dedos sobre la superficie ajada llevándola hacia su pecho, como la abuela a la niña dentro de la escena impactante ya dormida. Las lágrimas brotaron de los ojos de la mujer que derramaron lágrimas que parecían perlas de nácar y ausencias.

 


 

 

SUEÑOS*

 
 

*De Langston Hughes

(1902-1967)

 

Aférrate a tus sueños

Porque si los sueños mueren

 
La vida es un pájaro de alas rotas


Que no puede volar.


Aférrate a tus sueños

 
Porque cuando los sueños se van


La vida es un campo estéril


Congelado por la nieve.

 
*Fuente: Antología de poetas del Harlem, selección de Eduardo Dalter.

 

 

 

 

 

 

LAS TRAVESURAS DE AMARO*

 

*De Jorge Isaías. jisaias46@yahoo.com.ar

 


Mi padre me refiere la anécdota,  un día igual que todos como habitualmente lo hacía con su voz clara de narrador oral.

En un atardecer de invierno, cuando ya las sombras iban cubriendo la lentitud y los árboles de mi pueblo, se vio la silueta de un hombre  con un bulto, como una bolsa al hombro. Venía bamboleándose un poco, amparándose o tratando de pasar sin ser  entrevisto bajo los coposos plátanos del veredón antiguo que circundaban los terrenos de la estación de trenes. Pero al pasar frente a la comisaría, llamó la atención del titular quien en persona le dio la voz de alto.

-Acérquese hombre, muéstreme que trae ahí, dijo señalando vagamente sobre esa espalda un poco ya encorvada por el peso.

El hombre obedeció, bajó a la calle, y cuando estuvo enfrente bajó la bolsa.

-Qué trae ahí, abra eso… dio la orden el comisario de grandes bigotes negros y gesto adusto. El hombre dijo en un hilo de voz.

-Señor comisario, son zapallos que traigo del campo.

-Que yo sepa le dijo el otro, los zapallos no se mueven. Abra eso carajo.

-Y cuando el hombre temeroso lo hubo hecho saltaron unas grandes gallinas gordas y se perdieron en la faz de los yuyales que cubrían el predio ferroviario. Conminado a ingresar a la dependencia, de modo poco amable, no tuvo más remedio.

El hombre de las gallinas, que no era otro que el Vasco Amaro fue interrogado por esas gallinas hurtadas a un chacarero cercano al pueblo, se hizo cargo, y dijo:

-Señor comisario es verdad que yo he robado esas gallinas pero para darles de comer a mis hijos. Como Usted ya sabe, soy responsable de una  familia numerosa.

Es cierto que el vasco era responsable de la vida y la alimentación de nueve hijos, entre mujeres y varones, y ayudado por doña María a quien también le decían la vasca, no sé si por carácter transitivo, hacían malabares con sus trabajos y sus días para cubrir las necesidades mínimas y a veces, acosado por esa carencia no respuesta se inclinaba por la distracción de algunas gallinas de un prójimo que seguro estaba mejor que él, como para cubrir la olla y calmar tanta boca que pedía comida.

No es que fuera un mal hombre, pero, como siempre decía mi padre “la necesidad tiene cara de hereje” y esto me trae a cuento, aunque no haya sido necesario, una picardía que el mismo Vasco le jugó a mi abuelo, titular del  almacén y despacho de bebidas “Las Colonias”, ya que –para desgracia de los intereses de mi abuelo- eran vecinos del mismo barrio. Las cosas fueron así: la canícula apretaba y don Amaro enfiló para el boliche del abuelo para comprarle una botella de cerveza fresca, ya que no “helada”, porque en el negocio tenían una triste y precaria heladera que marchaba a kerosén. El hombre sacó sus monedas y pagó. Al rato volvió  medio compungido quejándose  de que la cerveza estaba mala, si se la podía cambiar. Mi abuelo se la canjeó. Cuando el Vasco se hubo ido, regresó a la botella que estaba con más de tres cuartos y en lugar de ponerla en un cajón para cambiarla, la puso en la heladera. Al anochecer, se acordó, la sacó, la destapó y se mandó un par de tragos largos y la encontró con un gusto muy raro, entonces si, decidió hacer el cambió con el proveedor.

Pero a la madrugada se sintió muy descompuesto, y aunque era renuente a  visitar al médico, hizo una consulta con el Dr. Coppo. Hecha la revisación de rigor, y no encontrándole nada, siguió con su interrogatorio al llegar a los tragos de cerveza, el médico le preguntó:

-Usted que hizo con ese líquido que le supo mal.

-Y ahí está –le contestó mi abuelo mañana lo devuelvo.

-No, le dijo el médico, tráigalo que lo haremos analizar.

Cuando el buenazo del Doctor Coppo le dijo que eso era orina, mi abuelo no lo podía creer y la primera reacción que tuvo fue ir hasta la casa del Vasco, a quien no encontró.

Mi abuela, con suma paciencia lo disuadió que la ira era mala consejera y que una paliza podría terminar mal para él, ya que terminaría en la comisaría.

El Vasco, por mera prudencia no pasó por el resto de sus días siquiera por la vereda de enfrente del negocio, hasta que  el tiempo que todo lo borra apaciguó la ira de mi abuelo, ese hombrón bastante torpe, de mal genio y mal llevado con casi todo el resto de sus semejantes. Motivo por el cual, esta actitud del perdón u olvido de su parte obedeció más a su decadencia que a su verdadera condición de cristiano, que en verdad, nunca tuvo.

La  vida que habían llevado estos inmigrantes, tanto en la Europa cansada de hambres y de guerra, y los sacrificios a que los sometió la residencia en este lugar inhóspito para sus planes de progreso, y no les alcanzó con ser testigos del vuelo de los pájaros tan libres, cuando ellos se sentían encadenados, como alguna vez escribió el maestro José Pedroni para siempre.

 

 

 

 

INTENSA*
 

“Como a cada beso lo borra/el viento que sopla y sopla, ella pocea y pocea la arena, pareciera, con más fuerza;

es el viento húmedo, poceado que escribe , escribe , escribe.”

EDUARDO DALTER

 

 

Intensamente intensa “…y pocea y pocea…”

Intensa cundo llora, intensa cuando barre....

Intensa cuando besa.

Nunca brisa. Tifón. Huracán. Ciclón.

Intenso viento Sur. Asciende. Estalla en la cabeza.

Punzante espina gozosa. Intensamente.

Intensa

Aun no nombra su nombre.

Y desborda, intenso dolor. Intensa búsqueda.

“…Y pocea y pocea…”

 

La vida es un río incontrolable.

 

Intensa, cuando come un durazno, una cáscara de amor.

Intensa cuando muere. Intensa cuando mata.

Araña tigre hembra. Cervatilla

Intensa cuando juega, intensa cuando ríe. Intensa cuando bebe.

Intensa en la locura, en el desasosiego.

En la cebolla. En la ternura.

 

Es un collage extraño. Perturbador.

Faltan piezas, sobran otras.

El temor es un bicho maligno.

-Cuiden los huesos, por favor, es lo que mas perdura-

No llores niña mía, es un juego, solo un juego.

 

La muerte es un río incontrolable.

 

Intensa en el olvido. Rojo olvido.

Azul olvido. Lirio morado. Intenso. Necesario

Intensamente. Intenso luto. Mariposas nocturnas.

Intensa mitad, que no se encuentra.

En el Banquete de Platón, Dios se hizo presente.

Intensa búsqueda que huye, aguas abajo.

Intensa. Intensamente

 

 

*De Amelia Arellano. amelia.arellano01@yahoo.com.ar

 


 

 

 

 

Furia de lo vivo*

 

La carne de las flores cae en racimos

 
Resbala en el aire


Agujeritos de luz en la mancha verde


Por donde los espías del cielo


Nos dan señales...


Caos sin simetría
 

La belleza está en lo inesperado.

 
Una hoja se suelta casi con dolor


Emisario que trae la noticia.
 

"Los ángeles no existen


son ustedes"

 


*De Cristina Villanueva. libera@arnet.com.ar

 

 
 

 

 

 

Mesalina*

 
 

Mesalina es la forma femenina del nombre Mesala, sin embargo, por mis excesos, lo dan por sinónimo de lujuria.

¿Qué saben de mí los que me acusan?

Se han postrado a mis pies todos los hombres imaginables, sin embargo, he amado a uno solo: Cayo Apio Junio Silano.

En aquellos años era una niña, casta y dócil y en nuestras largas caminatas donde no existía, ni siquiera un roce de manos, escuchaba embelesada a mi amado, recitar sus poemas. Cuando quise besarlo, Cayo me rechazó…lo demás es anécdota.

 

Mesalina…Mesalina.

 

No fue mi culpa. Tuve que casarme con el cojo, sordo de nacimiento…o -en muchas oportunidades me lo pregunté - ¿inteligente que prefería no oír? Crispaba mis nervios. Cuantas veces, desatada mi furia, lo atacaba y descargaba sobre su cuerpo hasta llegar al éxtasis, mis más bajos instintos sexuales y el bobo tartamudo… se babeaba de gusto.

Cuantas veces, a pesar del asco que me producían sus manos pegajosas y el aflautado de su voz, admiré su inteligencia.

 

Tras una conspiración ideada por el comandante de la guardia pretoriana y algunos senadores opositores, Calígula fue asesinado el 24 de enero de 41. No existe evidencia de que Claudio hubiese tenido complicidad, sin embargo, hay quien sostiene, que antes de que se produjera el crimen, el bobo, abandonó sospechosamente la escena.

Fue brillante como estudiante, como gobernante y como estratega militar y fue adorado por su pueblo.

Entonces, ¿por qué no pude amarlo? ¿Por qué, a pesar de su deliciosa inteligencia, de su asombrosa cultura, de su fascinación por mí, no conseguí el embeleso que me producían aquellas poéticas tardes con mi adorado?

En toda familia decadente, hay alguien que se prostituye en bien de la prosperidad conjunta. Me tocó esa perversa suerte y desde entonces, he arrastrado los males de Averna. Por necesidades económicas, me indujeron a fingir estar enamorada del gigante retardado, al punto de que su tío, el divino Calígula, convencido, nos alentó a que contrajéramos enlace. Nunca me pregunté qué oscuras intenciones llevaron a mi pariente indirecto, el emperador, a semejante persuasión ni tampoco me importó que Claudio, hubiera pasado por fracasos matrimoniales anteriores.

El “pequeño monstruo”, como lo llamaba su madre, era alto, delgado, encorvado y de abdomen prominente y había cumplido sus cincuenta años cuando nos casamos. Yo solo contaba con dieciséis y era alegre y atrevida como cualquier adolescente.

Los primeros años de matrimonio fueron tranquilos. A pesar de su alcoholismo y de su presencia desagradable, tuvimos dos hijos: Británico y Claudia Octavia y aún así, mi belleza seguía floreciente y mis necesidades insatisfechas.

Muerto Calígula, los devenires del poder llevaron a mi esposo al trono. Apenas contaba con diecinueve años y fui nombrada emperatriz. No obstante la repulsión física que me causaba el nuevo emperador, me deslumbraron las glorias y la singularidad del poder y a pesar de mi juventud, tuve influencia gravitante en las decisiones de estado.

Claudio desconocía mis “desenfrenos”, como llamaban las cortesanas de Roma a mis bien justificadas incursiones sexuales y seguía enamorado, igual que el primer día, cuando lo deslumbró mi inocencia. Con tal de verme feliz, complacía de buen ánimo, cualquiera de mis caprichos. Aún así, ¿cómo pretendían que, en mi plenitud, pudiese ser fiel a tamaño adefesio?

Disfruté del poder y de las infidelidades al emperador, tanto con miembros de la nobleza como con gladiadores, soldados o actores. Fui amante de Marco Vinicio, el esposo de Julia Livia. Solo me arrepentí de un desamor: jamás de alguno de mis amores. Poco satisfecha, muy joven aún y más bella, enardecida por el deseo, me convertí en Lycisca y comencé a frecuentar el barrio de Subura. Me entregué, quisieran o no, a todos los hombres que me agradaban y sin exigir pago a cambio, antes de que mi esposo despertara de su confiado sueño, regresaba al hogar.

Estaba tan orgullosa de mi rendimiento que me atreví a un desafío: Mientras el emperador sofocaba una rebelión en Bretaña, competí con Escila, la prostituta de más fama por su resistencia sexual.

Fue una orgía magistral. Asistieron y participaron encumbrados hombres de la corte y sus damas. Hay quien piensa que fue por temor a mis represalias pero, Escila, soportó veinticinco accesos carnales y abatida por el agotamiento se rindió.

Sobrepasé ampliamente la cifra. Al amanecer había superado los setenta coitos y cuando me acerqué a los doscientos, cerca del mediodía, pedí a Escila que continuara pero, la derrotada, no tuvo más remedio que rendirse ante mis “entrañas de acero”, como se atrevió a llamarlas.

Al regresar de Bretaña, con la intención de que compartiéramos las mieles del éxito y de la gloria, Claudio requirió mi presencia. Juntos hicimos la entrada triunfal a la grandiosa Roma.

No supuse que el emperador sospechara de mis devaneos amorosos pues, luego de los festejos, insistió en que lo acompañara a Ostia para disfrutar de los baños y relajarse de la reciente incursión.

Confiada en la ingenuidad de Claudio y en cuanto lo haría sufrir si se enterase de mis infidelidades, gozaba mucho más del sexo y encontraba mayor placer en azotar y herir a mis amantes, parodiando que zahería al emperador.

 

Aduciendo compromisos impostergables y malestares físicos, me negué a acompañarlo a la temporada de baños.

No habría sucedido si antes, no me hubiese empeñado en reconquistar al amor de mi vida, al ingrato Cayo Silano.

Después de la partida del séquito real con rumbo a Ostia, preso de adulaciones y de regalos, atraje a mi predilecto a palacio y lo colmé de promesas.

No logré contenerme: el trono de Roma a cambio de que se divorciara de su esposa y se casara conmigo.

Nuestra boda fue una bacanal. Volví a ser la adolescente que Cayo rechazara a pesar de los ruegos y, doblegado por la ambición, en medio de una orgía descomunal, pude tenerlo entre mis brazos e hicimos el amor. En un lecho de rosas y de uvas, embriagada de vino y de sexo, lo cabalgué hasta quedar exhausta, frente a todos los invitados.

Me acusaron de bígama. Narciso, el esclavo liberto, le hizo conocer a Claudio los acontecimientos.

Fue devastador. El emperador regresó de inmediato a Roma. Confiada en mis habilidades de seducción y de convencimiento, envuelta en sedas y aromas, reuní a las vestales. Nos apuramos para recibirlo a las puertas de la ciudad, con toda la magnificencia con que una esposa espera a un esposo. Aún así, Claudio, no detuvo el carruaje y siguió la marcha sin siquiera mirarme.

Ya en sus estancias de palacio, el emperador disfruta de un banquete donde el vino es el invitado de honor. Acaba de decretar la muerte de Silano.

De regreso, en mis habitaciones, mi madre me ha alcanzado un puñal para que yo misma me ejecute. Prefiero salir a los jardines a tomar el aire de la noche. Mientras camino entre las flores donde, más que de miedo,  lloro por amor, espero mi sentencia.

 

 

 

*De Ana María Broglio. anamariabroglio@gmail.com

Villa Gesell- República Argentina

 

 

 

 

*

 

 

el frío a solas

 

la sensación

 

del mundo fuera

 

ardor

 

del otro

 

y lado de la piel

 
 

*De Alejandra Alma. almaalma3h@gmail.com

 

 

 

 

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INVENTREN

Próximas estaciones literarias:

  

SALADILLO NORTE

-Por Ferrocarril Provincial-

 

SAN SEBASTIÁN

-Por Ferrocarril Midland-

 

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Al salir de la Estación de empalme Ingeniero de Madrid, el Inventren sigue un doble recorrido por vías del ferrocarril Midland con destino a Puente Alsina, y por vías del ferrocarril provincial con destino a La Plata.

 

-las estaciones por venir en el ferrocarril Midland:

 

 

J.J. ALMEYRA.  INGENIERO WILLIAMS.

 

GONZÁLEZ RISOS.  PARADA KM 79.  ENRIQUE FYNN.

 

PLOMER.   KM. 55.   ELÍAS ROMERO.

 

KM. 38. MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.

 

LIBERTAD.  MERLO GÓMEZ.   RAFAEL CASTILLO.

 

ISIDRO CASANOVA.  JUSTO VILLEGAS.  JOSÉ INGENIEROS.

 

MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE.  ALDO BONZI.

 

KM 12.  LA SALADA.  INGENIERO BUDGE.

 

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PUENTE ALSINA.  INTERCAMBIO MIDLAND.

 

 

 

-las estaciones por venir en el ferrocarril  Provincial:

 

 

 

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JOSE RAMÓN SOJO.  ÁLVAREZ DE TOLEDO.    POLVAREDAS.

 

JUAN ATUCHA.   JUAN TRONCONI.    CARLOS BEGUERIE.

 

FUNKE.   LOS EUCALIPTOS.     FRANCISCO A. BERRA.

 

ESTACIÓN GOYENECHE.    GOBERNADOR UDAONDO.   LOMA VERDE.

 

ESTACIÓN SAMBOROMBÓN.   GOBERNADOR DE SAN JUAN RUPERTO GODOY.

 

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D. SÁEZ.    J. R. MORENO.     EMPALME ETCHEVERRY.

 

ESTACIÓN ÁNGEL ETCHEVERRY.  LISANDRO OLMOS.  INGENIERO VILLANUEVA.

 

ARANA. GOBERNADOR GARCIA.  LA PLATA.

 

 

 

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