miércoles, junio 10, 2009

UNO SE AFERRA A LA HILACHA DEL RECUERDO...



ILUSTRACIÓN DE RAY RESPALL ROJAS.


Noche blanca*


va menguando en su destello
se inclina cómplice en niebla
que la oculta de mí
aunque ella sabe verme
entrecerradamente confinada
a resignar que un solo lado
también yo guardo para ella


le tengo preparado un lado oscuro
cuando ella y yo sabemos
que es el mismo


cansadas de girar hacia lo turbio
confinadamente entrecerradas
me envuelvo toda de humo
juego a que no me vea
sumisa espero el brillo igual que ella
que manda en luz
seguir andando entre tinieblas


que quiero arder igual que el fuego
así en sí mismo
y no tengo el candil en mis secretos
me brillo simplemente
en esos ojos solos
y abrigo en noche huir del día
que piensa todo en luz
y parece todo entonces parecido


prefiero que mi noche
sea luna en tus ojos
para que puedas saber
que si te brillo y me apago
tus ojos sabrán verme
igual que ella.


*de Lucía. lccnqplm@yahoo.com.ar
(abril) – junio de 2001







UNO SE AFERRA A LA HILACHA DEL RECUERDO...





Floreal Ruiz*


Para Osvaldo Valli


Uno se aferra a la hilacha del recuerdo. Está el verano afuera. Denso. Ancho. Todo lleno de mariposas. De largas siestas que sólo los heladeros cruzaban con sus carritos tirados por caballos.
Sólo sus gritos hendían las siestas doradas donde el polvillo se pegaba en el marco de las puertas con mosquiteros. Esos mosquiteros siempre pintados de verde.
A los bandazos nos persigue entonces el recuerdo. Viene lleno de tiempo.
Nosotros éramos el tiempo en ese entonces, pero no lo sabíamos.
No lo sabían los que se fueron jóvenes: Edgar, Pinky, Lopecito, el Marlero, el mellizo Arregui.
Nosotros –digo- éramos el tiempo y lo éramos más allá de todo.
Más allá de ese olor que dejaban los camiones del regador comunal.
La noche traía los bailes en la pista del Huracán Foot ball Club. La pista no era otra que la cancha de básquet, la de mosaicos colorados. La preparación se hacía ad hoc. Con las sillas y las mesas, el escenario al fondo, contra la pared que da al Hotel Colón.
Una noche plagada de luciérnagas, una noche perfumada de jazmines y con el olor a tierra regada de las calles podría llegar el colectivo con la mismísima orquesta de Pepe Basso, con el Negro Belussi –nativo del pueblo- y el Tata Floreal Ruiz.
¿Cómo hago para traerlos, vívidos, plenos, con sus gargantas que buscan perforar el amanecer?
A Floreal mi memoria de los diez años lo quiere con ese traje a rayas gruesas, de tela oscura, la corbata al tono, los zapatos lustradísimos y de punta, un gran anillo en el dedo meñique.
Es probable que el aire fuera cortado por un cuchillo de papel, cuando el Tata se paró y antes que los bandoneones arrancaran con "Vieja amiga" tomó con una delicadeza de niña el micrófono con la misma mano izquierda donde ostentaba el anillo.
No podía asegurarlo, pero cuando Floreal entrecerró los ojos y antes de empezar a cantar, el universo se detuvo un segundo en ese lugar perdido de la pampa, donde un grupo de niños se agolpaban frente a ese escenario improvisado y las parejas en su honor no bailaron, tal vez para guardar un poco más de energía para el aplauso que iría a perderse entre los tomatales de las quintas.
¿Qué habrá pasado sobre las hojas adormecidas de los plátanos?
Y el cabecear de los caballos que esperan pacientemente atados a sus sulkies, o los autos que aguantaban en sus techos oscuros todo el peso del rocío, y las muchachas miraban con los ojos húmedos, con los ojos que delataban hacia adentro sus espasmos más íntimos, más simples, entre suspiros y perfumes baratos.
Como esa madreselva digna también de un tango que crecía descuidada en las afueras.



*de Jorge Isaías. jisaias46@yahoo.com.ar








JUAN TORPEZA*





“Morir, dormir, no despertar nunca mas, poder decir, todo acabó; en un sueño sepultar los dolores del corazón, los mil y mil quebrantos que heredó nuestra carne ¡Quien no ansiara concluir así!...Morir, dormir ¿Dormir? tal vez soñar”

WILLIAM SHAKESPEARE. “Hamlet”







Torpe.

Le llaman Juan torpeza.

Todo se le cae de las manos.

Tropieza. Choca. Irrumpe. Arremete. Embiste.

La primavera ha caído en invierno.

Tiniebla. Miedo. Canal. Luz.

Sonidos estridentes. Manos ajenas. Mala luz.

Amarillo, morado. Llanto celeste claro.



Se ha caído su infancia.

La pelota. Pelotean. Pelotudo. Sin pelotas.

Los autitos sin freno. Colisión. Impulso.

Se han caído las hojas del calendario niño.

Se cayeron iconos, letanías, milagro.

Se ha caído la Ley, las normas y los mitos.

Hombre de pantalones cortos. Mula

Levantar las orejas. Olfatear el peligro

Alerta. Se ha caído el galope.

Caballo redomón arisco.

Alazán claro, impulso oscuro.

Lámpara ocaso. Jeringa adormecida.



Exclusión. Descarte. Apátrida. Juan torpeza extranjero.

Dormir. Dormir. Dormir. ”Dormir…tal vez partir…”

Torpe.
Juan torpeza. Nadie vendrá a ayudarte.

Salvo tú.




*de Amelia Arellano. arellano.amelia@yahoo.com.ar








COMBATIENDO EN CUBA*

(La Hazaña del Pequeño Capitán)


El Comandante Fidel Castro bajó de Sierra Maestra, y ya no encontró casi resistencia. El mismo Ejército Regular se iba pasando a su bando y se sumaba a sus huestes. Entró triunfalmente en La Habana y proclamó el triunfo de la Revolución del Pueblo. Y ese pueblo jubiloso se mezcló a sus bravos soldados aclamándolos victoriosos.
Era enero de 1959, en plena Guerra Fría, y esto permitió a la entonces poderosa Unión Soviética, posar la zarpa del temible Oso Ruso, en el umbral mismo de Occidente, recalentándola a tal grado que parecía a punto de estallar el mundo entero. Fidel y su roja estrella, se convirtieron en el centro del mundo de aquel tiempo.
Los progresistas del tercer mundo lo vieron como una esperanza, mientras que la amenaza comunista, estremecía el orden establecido de toda la sociedad; y nuestras Fuerzas Armadas, designándose como la reserva moral y custodios de ese orden, estaban lógicamente en guardia y sumamente alertas.
Así las cosas, en enero de 1960, nos incorporamos al Servicio Militar Obligatorio, con veinte años cumplidos; yo en Santa Fe, en el Liceo, como soldado conscripto, donde sólo había una compañía, con unos sesenta integrantes; mitad Rosarinos, y los demás norteños. Los cadetes estaban de vacaciones y no regresarían hasta el mes de marzo.
Como estuve unos días en el Distrito de San Justo, me incorporé una semana después. Pero todavía no estábamos completos. Pasó otra semana, en plena instrucción, y llegó un nuevo integrante a sumarse a nuestra Compañía de Servicios.
Era un joven de cuerpo menudo, muy flaco, casi esmirriado, de hablar algo inseguro y una voz ronca y algo rústica, que amenazaba tartamudear. Retraído, como esquivo, algo huraño; de mirada baja, huidiza, cara huesuda, mentón hundido, y una nuez de Adán prominente. Ni fuerte ni viril, no se lo veía ni como héroe, ni como valiente.
Ejemplar hecho a medida, para ser objeto de bromas y burlas, especialmente de los rosarinos que no eran de lo mejor; sumamente “vivos”, “piolas”, y engreídos; además dijo venir de Buenos Aires, y haber combatido en Cuba, al lado de Fidel Castro. No le creyó nadie y se le reían a carcajadas. Era el hazme reír. Cayó simplemente en ridículo, Le pusieron mil sobrenombres, y al fin le decían Noé, no porque ese fuera su nombre, sino una deformación de “nuez”. Su apellido era Perazza.
Al principio luchó muchísimo por hacerse creer, y más insistía más se le reían. Intentaba demostrarlo contando alguna de sus supuestas experiencias y anécdotas, pero era burlado y rechazado por todos. Lo único que recibía eran burlas y risotadas.
Terminó apartándose de todos. Siempre que podía estaba alejado y taciturno. Me daba pena. Terminó acercándose a mí, porqué vio que lo trataba distinto. Yo no lo importunaba, ni le preguntaba nada que pudiera molestarlo, y se empezó a sentir bien conmigo. Poco a poco se fue abriendo, contándome de su vida.
Era huérfano, y fue criado por una tía. De chico tuvo fiebre del heno, una grave dificultad respiratoria. Me mostró una gran cicatriz en la garganta, donde una operación le salvó la vida. Deduje que eso habría incidido en su desarrollo deficiente, y seguramente en su carácter entre tímido y resentido. Quizás tratando siempre de superarlo, se apartaba de todo, inseguro; quiso irse lo más lejos posible. Eso lo hizo soñar en ser alguien, realizar alguna proeza; o perderse para siempre…
Soñó con Cuba. Quizás si llegaba allá y se unía a las fuerzas revolucionarias, lo recibirían sin fijarse tanto en su físico, y tal vez tendría oportunidad de demostrar, de lo que sería capaz. La vida misma no le importaba mucho, así como lo trataba. Eso le daba valor para enfrentar al peligro, o intentar cualquier empresa, que le diera confianza y valor. Su sueño era sentirse grande, fuerte; y desafiar, a todo el mundo si fuera necesario…
Un día se embarcó en un tren carguero y viajó entre bolsas de harina hasta Salta, de allí pasó a Bolivia, e ingeniándose, con muy diversos medios, sin casi dinero, y con muchos sacrificios, fue subiendo al norte por el mapa de América del Sur, trepando la cordillera de los Andes, de país en país… hasta el Caribe, y finalmente a Cuba. Siempre como polizón, clandestinamente. Me contó cien anécdotas y detalles. Me apasionaba escucharlo, Podía no ser cierto, pero merecía serlo…
Las vivencias que me relataba, de su permanencia con el ejército revolucionario de Fidel Castro, me fue contando por las noches, cuando tras la cena, teníamos un par de horas de descanso, y nos desperdigábamos en el gran patio de la compañía. Muchas de estas cosas ya las había contado, cuando trataba de hacerse escuchar, al principio, entre los demás.
Decía haberse destacado en las misiones de reconocimiento o de avanzada, cuando a veces debían conseguir provisiones, y llegar a los poblados, o pequeñas ciudades protegidas por el ejército de Batista. La estrategia y la táctica debían ejecutarla en el momento, y según las circunstancias. Generalmente eran misiones nocturnas, y solían tener encuentros y escaramuzas con partidas militares, en las que; o lograban esquivarlas o debían combatir. Según él se destacó enseguida por su capacidad de reacción, y de preeminencia de manejo en situaciones de apremio, y de peligro. Los jefes cada vez le daban más protagonismo, y terminó detentando el grado de Capitán.
Eso de Capitán a tan sólo diecinueve años, era muy difícil de creer. Pero él me aclaraba que no, que eran tiempos apremiantes, de combates, y escaseaban quienes se destacaran y a esos les daban el mando, más allá de la edad o la presencia. Era el coraje y la capacidad de lograr objetivos, y conducir grupos, y decidir en el momento las estrategias, de cómo lograr el éxito en la misión. Sea como fuere, yo lo escuchaba. Sentía como que algo había. No podía ser todo fantasía.
Todos lo miraban con ironía, con sorna…
Hasta los oficiales y los suboficiales lo burlaban. Una noche de esas se dejó llevar por el desaliento, se sentía tan mal tratado que se plantó desafiante:
-A Ud, sargento primero, le juego a que le tomo la guardia, y refuércela cuanto quiera…-
Primero el Sargento se le reía, pero el desafío seguía, y finalmente terminó entrando en el juego, acicateado e involucrado, por como fue presionándolo:
-A ver, pongamos que estaría en esa situación…- burlonamente, el jefe de día le planteó un esquema de guardia, y le exigió que demostrara una estrategia, - Si es que pudiera tener un conocimiento militar de algún tipo… ¿Qué haría Ud., paso por paso? ¡A ver!….
Fue tal la desenvoltura con qué desplegó un plan de ataque sorpresivo, impecable e indiscutible, que se le terminaron los argumentos al suboficial, que quedó mirándolo perplejo. En realidad nadie pudo reírse, como esperaban. El sargento primero optó por alejarse, sin agregar más nada, y todos quedamos en silencio, sin saber qué decir.
En esa época yo tenía problemas de salud. En el Liceo sólo había una enfermería, por lo que me derivaron al Hospital Militar de Paraná. Me iba solo. Cobraba un viático y volvía en el día. Fui varias veces. Noé tenía serios problemas respiratorios, y también lo derivaron. Pero a él no pensaban mandarlo sólo, así que me lo asignaron. Viajamos juntos varias veces, yendo a la mañana en lancha, y volvíamos por la tarde.
Nos sentíamos bien estando juntos. Nos hicimos muy compañeros. Generalmente nos atendían por la mañana, y volvíamos caminando al centro, íbamos al parque Urquiza, comprábamos algo liviano para almorzar, preferentemente frutas, más tarde algún helado, caminábamos, hablábamos, nos hacíamos confidencias, nos tratábamos como hermanos. A media tarde, en una lancha de pasajeros, cruzábamos de vuelta el río, disfrutando del paseo, de una libertad prestada.
Al menos ese día nos sentíamos libres.
Finalmente a mi me internaron y estuve en el hospital cerca de dos meses. Cuando me dieron de alta médico, también me dieron la baja del Servicio Militar. Hasta que se hiciera efectiva, estaría unos días en el Liceo, antes de salir definitivamente para volver a casa
De golpe sentí como que todos me estaban esperando. Ahora todos eran grandes amigos míos. Fue lindo, pero había algo más.
-¿Y Noé? ¿Dónde está el soldado Perazza?
Se amontonaban todos alrededor. Todos me rodeaban y al mismo tiempo querían contarme algo…
-¿Sabés qué? A Noé… ¡Al soldado Perazza lo arrestaron, lo pusieron preso en la guardia!...
-¡Era cierto lo de Cuba!!!.. Lo de Fidel Castro… ¡Era cierto que era Capitán!!!...
-¡Sí! ¡Síiii! – coreaban… - le pusieron guardias reforzadas…¡Pero al segundo día se escapó! …
-¡Nadie sabe cómo…! ¡Pero escapó!!! – Todos estaban admirados, todos me contaban cosas pero en el alboroto no podía entender… Luego, disipado el tumulto, ya mas serenos todos, comprendí mejor lo que me estaban contando…
Casualmente encontraron sus efectos personales, escondidos en una gran pila de ladrillos, que estaba junto a una pared exterior de nuestra compañía, donde comenzaba un gran patio externo, en el que generalmente íbamos a descansar en los ratos libres. Allí a veces recostados en los ladrillos apilados, algunos conversábamos, otros fumaban pasando de uno en uno el faso y compartían la pitada. Esa era la camaradería de la colimba… Allí hizo un pequeño nicho retirando unos ladrillos, guardó una cartera pequeña con varios documentos cubanos, jinetas, cédula del ejército revolucionario con el grado de Capitán, mapas, apuntes, datos sueltos, volantes, cartuchos de fusil servidos, quizás de recuerdo… Volvió a poner los ladrillos en su lugar y allí estuvieron, hasta que un día decidieron mudar de lugar, esa bendita pila de ladrillos.
Hoy nos preguntaríamos que cual finalmente sería el delito; pero no nos cabía aquella vez ese planteo. Las Instituciones de la Patria no eran cuestionables. Ni yo mismo sentía, que pudiera haber un lugar para defenderlo, aunque sólo fuera en mi interior. Nos parecía tan lógico aquello.
La ironía es que el pobre Noé, había vuelto de Cuba para cumplir con el Servicio Militar.
Vino voluntariamente. Sentía que se lo debía a su Patria.
Vino sin querer a la boca del lobo, pensando quizás, que no tenía porque temer…
Un par de días después ya saliendo para casa, aunque provisoriamente, sin la Libreta de Enrolamiento firmada; hubo un revuelo y nos enteramos que habían arrestado al soldado revolucionario, en Tucumán, o Salta, las noticias no precisaban, pero lo traían al Liceo nuevamente detenido. Esta vez con el extremo cuidado. El pobre Noé no era de fiar, según sus custodios.
Más o menos un mes pasó antes que yo volviera al Liceo, a recuperar mi documento, firmado y sellado con la baja y constancia de haber cumplido con el servicio militar…
¿Y cual no sería mi sorpresa?, al enterarme que el Capitán de Castro, el alfeñique, el enclenque Noé…:¡Se le había vuelto a escapar! Esta vez con las guardias súper reforzadas, poniendo indudablemente en incómoda situación, a toda la oficialidad del Liceo…
Nunca consiguieron capturarlo. Ya entonces los militares estimaban, que había salido del país…
¿Habrá conseguido llegar nuevamente a Cuba? ¿No habrá acompañado al Che en Bolivia?
¿No estará quizás, ahora, al lado de Fidel?
En los noticiosos que televisan actos del líder cubano, busco con una sonrisa su desgarbada figura, imaginándolo a su lado… ¿Por qué no???



*de Celso H. Agretti. celsoagr@trcnet.com.ar
Avellaneda – Sta.Fe; 18/08/2005







Junio*



*Por Irene Angela Ocampo. ire.ocampo@gmail.com


Mes frío, final de la primera mitad del año. Casi medio balance. Juntando cansancio para el resto del año. Haber nacido en el mes de junio le agrega una marca personal. Una expectativa más se sumaba al mes, durante mis primeros años, cuando la fiestita infantil permitía esperar visitas, una nueva torta, y regalos.
En junio también se celebra el día del periodista. Walsh recordado. Su trabajo, con la palabra, su compromiso, su coraje y su entrega a la causa de las ideas y las luchas populares. Su trágica desaparición, uno más de los 30 mil, uno más de los tantos periodistas desaparecidos o asesinados en nuestro país, en el mundo.
Un orgullo especial es el poder compartir la misma fecha de nacimiento con Juan L. Ortiz, por ejemplo. Y para Rosario, junio es el mes de la Bandera, que este año el Area de la Diversidad, aprovechó para sumar a las Blancas y celestes la del Arco Iris, para celebrar este primer Mes de la Diversidad Afectivo Sexual. Pero el día comercial de junio, es el del Día del Padre.
Cuando yo era chica, estos días, como el de la Madre en octubre, tenían un correlato en la escuela primaria. Se presuponía de hecho que todos los niños y niñas tenían mamá y papá. Por lo tanto había distintas actividades en distintas áreas para recordar la fecha.
Con un padre biológico ausente, de niña sufrí a veces durante esos años en que debía sumarme sí o sí a fabricar objetos, o escribir siguiendo consignas que se referían a la figura paterna, que en mi casa nadie ocupó nunca.
Hasta que pude decirlo y no ocultarlo, cumplí sumisamente las tareas que no hacían otra cosa que recordarme lo que yo no había tenido nunca. Y recuerdo con claridad la última vez que fingí tener papá ante docentes y compañeros, con tanta falta de convicción, que no pude volver a repetirlo nunca más. Así pasaba en ese época, en que se consideraba a esa falta un motivo más para ser discriminado/a.
La consigna en la clase de actividades prácticas consistía en elegir de entre varios objetos uno para regalar a papá en su día, muy probablemente para llevar a casa o entregar en un acto. De todos los objetos elegí el más extraño, pero no me había dado cuenta antes que ese porta anotador, llevaba una inicial, la del padre, en la cubierta. La técnica me había atraído, forrar dos tapas de cartón con cartulina símil cuero. Pensé que mi madre, la verdadera recipiente del paternal regalo, lo aprovecharía porque ella solía utilizar muchos anotadores. Cuando llegó el momento de recortar el cartón con la letra inicial para personalizar el objeto, elegía la letra del nombre de mi mamá sin dudarlo. Recortar el cartón para formar la I, mayúscula imprenta, me dio un poco de trabajo, y la señorita se acercó hasta mi pupitre a ver si necesitaba ayuda. Cuando me preguntó por el nombre de mi padre, para corroborar si había elegido la letra correcta, casi se me vino el mundo encima. Fue allí que elegí un nombre de padre ficticio con la misma inicial del nombre de mi madre.
Semejante conmoción me ayudó a darme cuenta que no necesitaba ocultar más que no tenía padre. Con la dura realidad de esa falta bastaba y sobraba, no necesitaba sumar otras vergüenzas más.
Hoy puedo decir, con orgullo, que mi verdadero padre fue mi tío Pascual. Boletero de la Estación Rosario Norte de Trenes y árbitro amateur. El fue quien me dio la figura, el afecto, el cariño paternal. Un gringo grandote, y sobre todo grande de corazón. No sólo era árbitro en la cancha, también era un ser ecuánime en la vida. No estaba para marcar y castigar a quienes cometían faltas, sino que con su tarea ayudaba a que no hubiera injusticias, a que los partidos de fútbol como la vida misma, fueran más armoniosos, menos violentos.
Un tío/padre, paciente y cariñoso, exigente y amante de los pájaros, que una vez me enseñó a cazar en una casa en Funes.
Pero lo que sin duda me dio con mayor afecto, lo que de una forma u otra me acompaña hasta aquí hoy, fue un gesto tan cotidiano como fundante para una niña de 4 o 5 años que empezaba a escolarizarse.
Sentados en la mesa rectangular de la cocina, esperando quizás que la tía Titina, su mujer, terminara de preparar el almuerzo, "leíamos" el diario. El volvía de su trabajo con el diario, y lo abría sobre la mesa de aglomerado enchapada en un color claro. Mientras leía, o hacía que leía las noticias, esperaba que me llamara la atención algún titular, o algún anuncio publicitario, para empezar a silabear aquellas palabras escritas en letras de molde. Con una amorosa paciencia me ayudaba en esos primeros intentos de aprehender la lengua materna y asimilar sus símbolos gráficos, y con una gran sonrisa, y un sonido que sólo él emitía (uno que aún hoy sigo usando a veces) decía el esperado: "¡Muy bien, Cielo!" Y yo entonces me sentía que había ingresado al mundo de su mano.


*Fuente: Rosario-12
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/14-18872-2009-06-09.html






Deshacer votos*



*Por Rodrigo Fresán
Desde Barcelona


UNO Los domingos son esos días en que muchas personas hacen votos al Señor y, de tanto en tanto, dan votos a los señoritos. El domingo pasado muchos hicieron lo primero y pocos hicieron lo segundo. Me explico: los primeros fueron a misa a arrodillarse frente a su dios y los segundos -en España, en
Europa, en las elecciones continentales al Parlamento europeo- pusieron de rodillas a simples mortales con una peligrosa propensión a creerse divinos.
Así, la participación más baja en la historia de los comicios (apenas un 43,39 por ciento del electorado europeo se acercó a urnas casi funerarias, en Cataluña hubo record de abstención, un 62,5 por ciento), hundimiento de los socialistas, avance de la derecha y de euroescépticos y de ultranacionalistas, y la inequívoca sensación de que el gran sueño europeo se parece cada vez más a un insomnio del que se culpa a los ruidos que hace el vecino en el país de al lado, ése que no te deja dormir en paz.
Las playas, por supuesto, se llenaron.
Y ganó -sigue ganando- Il Cavaliere.


DOS Y lo que ocurre es que por aquí la gente -sonambulando la peor crisis de la que se tiene memoria- está muy cansada de los políticos y de eso a lo que se dedican y que, a falta de un nombre mejor, ha dado en llamarse política.
Los quince días de campaña -donde, se supone, hay que informar a la ciudadanía toda de cómo van las cosas por los Balcanes, de si Turquía entra o no entra, de las medidas generales contra la crisis a cocinarse en Bruselas, de qué va a pasar con el gas ruso el próximo invierno- fueron utilizados tanto por el PSOE de Zapatero como por el PP de Rajoy como una prolongación conventillera de las habituales acusaciones internas. Así, se insistió en los trajes que le regalaron a un caudillo del PP en Valencia
(los "expertos" califican a España de país "relativamente corrupto"), se acusó al presidente de gobierno por utilizar aviones militares para trasladarse de un mítin a otro, salió a la luz que Aznar tiene a su
disposición más de cincuenta guardaespaldas para garantizar su seguridad, la sombra de Franco volvió a ser invocada por aquí y por allá, y la hagiógrafa zapateril Leire Pajín -número tres del PSOE- nos sugirió que "estemos atentos al próximo acontecimiento histórico que se producirá en nuestro planeta" para enseguida informarnos que se trataba de "la coincidencia en breve de dos presidencias progresistas a ambos lados del Atlántico": la de Obama en Estados Unidos y el turno de Zapatero (en realidad de España) al frente de la Unión Europea. En fin... Pero lo que verdaderamente preocupa es
que alguien piense que con semejante anuncio va a conseguir capturar algún voto que ande mojándose las patitas a la orilla del mar o viendo en casita cómo ganaba Federer o volvía a no ganar Alonso.
Días después de tan oracular anuncio, luego de dos semanas de tortazo torpe de comité de pueblo chico y de país pequeño ("La campaña más frívola", tituló La Vanguardia. "Todo listo para echar Europa por la borda", concluyó un editorialista de El País; y para cuando los partidos supieron por encuestas de la abstención que se venía y comenzaron a llamar al voto con encendidas consignas europeístas ya era demasiado tarde), la poca gente fue a votar y la mucha gente no fue a votar.
Y, a la noche, ya saben: el PP festejando que había ganado por mucho y el PSOE celebrando que no había ganado por poco. Y ambos contentos con la participación por debajo del 50 por ciento.
Y los verdaderos perdedores viéndolo por la televisión. Y cambiando de canal para ver House, serie donde, al menos, los profesionales se preocupan por dar con el diagnóstico exacto y el tratamiento correcto para curar las enfermedades de los impacientes pacientes.


TRES Y de algún modo poco y nada me extraña que aumente la tasa de nacimientos y avance la influencia de sectas y derivados en España. La gente necesita creer en algo, la Iglesia de por aquí es de las más retrógradas del mundo, y acostarse para moverse sigue siendo (si se tiene la suerte de hacerlo con la persona correcta y amar a esa persona y que esa persona nos ame) una de las actividades gratuitas más agradables y rendidoras. Después, es cierto, llega la hora de pagar pañales y juguetes y colegios; pero para que eso no cueste tanto tenemos magníficos políticos velando por nuestro bienestar. Ya saben: el louisdefunesco Sarkozy, las ojeras de Gordon Brown, el entretejido sátiro-satírico de Berlusconi, los aires de celadora de reformatorio de señoritas de la Merkel y todos ésos que cada tanto se juntan
para sacarse una foto en las puertas de un palacio y luego informarnos de que se han alcanzado siempre "acuerdos de mínimos".
Y está claro que no son tiempos de buenas noticias y que hasta las buenas nuevas son malas noticias encubiertas (se frenó el paro debido a las multimillonarias cantidades de euros que el gobierno ha inyectado para obras públicas que tarde o temprano se concluirán y se redujeron las muertes por
accidentes de trabajo porque, bueno, hay menos trabajo y menos posibilidades de morir trabajando), pero lo mínimo que uno pide es un poco más de clase a la llamada clase política.
El pasado viernes -en su contratapa de El País- el escritor Juan José Millás se refería a "una campaña que ha competido en zafiedad, incultura y mal gusto con los programas más tirados de la tele", a "la agresión intelectual de que he sido víctima durante las dos últimas dos semanas" y a que "unos por vacación y otros por torpeza, todos se han aplicado a la tarea de evitar la creación de un escenario donde fuera posible el trabajo del encéfalo. Da miedo asomarse al campo de batalla". Y concluía escribiendo lo que muchos pensamos y finalmente hicimos; porque el voto aquí no es obligatorio por ley
pero sí es obligatorio según esas leyes que uno redacta para cumplir con uno mismo: "Yo votaré, claro, pero al borde del desaliento, quizá por cobardía por aquello del mal menor, pero también porque en la abstinencia percibo a veces cierta suficiencia, cierto sentimiento de superioridad que no comparto. Ahora bien, al día siguiente de las elecciones habría que hacer algo, porque esta mierda no puede continuar así".
Aquí seguimos -sabemos cómo deshacer votos pero no cómo deshacer esta mierda- y bienvenidos al día siguiente.
¿Y ahora qué hacemos?


*Fuente: Página/12
http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-126338-2009-06-09.html





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