lunes, junio 01, 2009

SI EL CIELO QUE VEMOS ENCIMA SE DESMORONASE Y CAYESE...





LLUVIA DE MARZO*



1

Inmerso estoy
en esta llovizna
que de ningún modo
puede llamarse
pasajera.
Es otoño
sin embargo
pero esa persistencia
del ocre
subsiste aún
lacónico
empapado
silencioso
hasta donde puede
serlo esta agonía
de marzo.
El pueblo
es un animal
dormido y húmedo
Por no decir
cubierto
por la inclemencia
del agua.
Sólo un camión
lo cruza
con sus faros
Y su motor ruidoso
que barrena
el sueño de la gente.



2

Ante esta lluvia
que arrincona pájaros
qué puede uno hacer
sino mirar
por la ventana de vidrios
empañados
cómo el silencio
de la madrugada
pasea su orondez
sin más remilgo
que el del pinar
sobrecogido
como quieto monje
cargado de paciencia.


3

Nadie sucumbe
en un marzo
entero
como hoy.
Lo que sucumbe
es el sueño
porque la lluvia golpea
con sus mil patitas,
sobre el techo
de un cinc paciente y entregado.
Nadie se mueve hoy
porque al escapar veremos
las hojitas nuevas
verdes
estallantes
moviéndose en busca
del sol que nacerá de nuevo.


4

Entramado el aire
con las ramas y el cielo
la lluvia penetra
como un relente
limpio
bajo los remolinos
turbios
bajo los troncos chorreantes
en los árboles
donde mueren
los insectos
y la última araña
huye con su tela
destruida.
con su inevitable
sin saber
que hacer
en esta furia del cielo
hasta hace poco tan
límpido y perfecto.



5

En la cornisa
de marzo
silencia el mar
sus arrebatos
en esa playa sucia
donde una botella rota
espera inútilmente
la visita de las algas
hasta que el sol
se filtre
por esos vidrios
que nos protegieron
de aquella madrugada
que la arena sepultó


6

Estoy tumbado
bajo la luna
de agua
como ese arbusto
que recogió las gotas
caídas en la noche.



7

Ya no entramos
a las ciudades
con la paciencia
ardiente.

Ya no asaltaremos
ni la ilusión
ni el cielo.

Apenas viviremos
atados a ese recuerdo
niño
que sólo se agiganta
en la memoria.



8

A lo mejor
el aire
brotaba de luces nuevas
y esa torcaza
era
una ilusión
de marzo.
A lo mejor
los peces nadaron
desovando en la corriente.
A lo mejor
mi canto erguía
tallitos nuevos
acobardando otoños.



9

Un ardiente sol
cae en la tarde
rueda
como una naranja
por las calles
captura sombras
papeles sucios
marquilla de cigarros
un ronco amor
que llora de rodillas



10

Un tero salta
con un grito
en la mañana
de marzo.
un hornerito
llama a su compañero
y le pide atención
una gaviota blanca
se clave en la altura
celeste
un vientito fresco
arrea
vilanos de cardos
en flor
y los va dejando
sobre el campo verde
verde
que traga mariposas
blancas.



*de Jorge Isaías. jisaias46@yahoo.com.ar






SI EL CIELO QUE VEMOS ENCIMA SE DESMORONASE Y CAYESE...







MI AMIGO CONGRESO*

Como el ave Fénix, renace de sus cenizas.

-Cuento.

Malvinas, una gesta Azul y Blanca.

***


Eran casi las tres de la madrugada, de aquella noche de septiembre de mil novecientos noventa y tres.
El cielo estaba en su máxima negrura, y en su bóveda infinita refulgían millones y millones de estrellas, como diamantes encendidos, titilantes, irradiando su mensaje eterno. La luna alta en el este era una delgada uña de plata, y añadía, con su presencia tenue, más fulgor aún, bañando con una pátina difusa la noche Correntina, inmensa y silenciosa.
Una brisa inconstante se levantaba por momentos, moviendo perezosamente las hojas colgantes de los negros e imponentes eucaliptos, ya muy ralos, que aún quedaban junto al camino, del lado del frigorífico. Allí un par de jirafas de mercurio, hacían guardia iluminando el entorno y el camino, y estiraban
las sombras nocturnas, creando desdibujadas siluetas.
Una de estas, solitaria y taciturna, caminaba con pasos cansinos, moviéndose lentamente, sin el menor apuro, y casi seguramente, sin un destino previsto. Era un joven de unos treinta años o algo más: corpulento, alto y fuerte; pero se veía aplastado, como si arrastrara una pesada e invisible carga.
Detrás dejaba las últimas casas de la ciudad, que apenas se divisaban en la noche, entre las sombras de la arboleda; por la que se filtraba de cuando en cuando, alguna luz de alguna calle de Mercedes; donde vivía y había nacido, entre Chamamés y Sapucays.
Se llamaba Silvino Tomás Lemes, pero era más conocido por "Congreso", que le quedó de la escuela primaria, por una lección de Cívica que se había aprendido casi de memoria; ya que era una materia que le apasionaba, y los demás del grado encontraron material para cargarlo por meses, ya que decían
que era medio tragalibros.
Después se olvidaron de la causa, pero no se pudo despegar del apodo: -"Che Congreso aquí; che Congreso allá.- El no pudo hacer gran cosa, y con el tiempo le pareció gracioso; además fue una deferencia afectuosa y un poco irónica, que terminó rindiéndole todo el mundo, por su don de gentes, ser capaz, y sobre todo por honesto y generoso.
Esa noche, como tantas otras, se había puesto despaciosamente a cavilar sus cuitas, y sin darse cuenta caminó más de lo que solía, incluso llegó frente al cementerio; donde topó con la ruta que va a Libres. Estuvo un larguísimo tiempo como ausente, se sentó dubitativamente al borde de la cuneta, y prendió su enésimo cigarrillo.
Generalmente dormía mal, intranquilo, se retorcía en la cama, y terminaba levantándose silenciosamente, tratando de no alarmar a su mujer, ni despertar al pequeño; y salía al patio, o se sentaba en el umbral de la vereda, o llegaba a la plaza central y allí fumaba un rato, pensativo, mirando las cuadradas torres de piedra rojiza de la iglesia; o hacía como que miraba, seguramente sin ver, el Edificio del Municipio que él admiraba por su corte neo colonial, con su estilizada torre baja, que le traía reminiscencias del Cabildo.-
Los agentes de guardia frente a la jefatura lo miraban acostumbrados a su presencia transnochada, sentado o caminando bajo las tipas hasta altas horas, y solían alzarse levemente de hombros. Lo conocían.
Volvía a la cama vencido, y tras un corto descanso, iba a trabajar a la Municipalidad, donde era muy querido por sus compañeros y jefes, pero sabiendo que su taciturno aislamiento, tenía, como decían entre ellos; una causa obvia, lamentable, y quizás irreversible: el pobre era uno de "los loquitos de la guerra", que más de una década atrás engendró cruelmente la "Guerra de Malvinas", una gesta que tantas víctimas inocentes le costó a la Patria; y aún muchísimas que volvieron no olvidan, y sobrellevaron sobre
ellos atroces vivencias y consecuencias, que a veces no encontraban contención.
Ni su familia, ni su amante esposa con su cariño, lograban desenredar esa maraña de sentimientos.
"Vení, acostate, descansá, que te hace peor pensar en eso."- Le rogaba anhelante.
Pero él sentía como que "Olvidar" era como traicionar, como traicionarse, como traicionar a los suyos, como traicionar a sus camaradas que quedaron para siempre en las Islas o sufrieron como él, que se sentía sólo, incomprendido, marginado. Y de noche volvían una y otra vez los torturantes recuerdos.
Recordaba el estruendo de la primera bomba. Rebotó el suelo como si todo el mundo se hubiera sacudido, y todos ellos quedaron aturdidos, hasta que cayó la segunda. A ésta la adivinaron porque ahora sabían qué era ese estridente zumbido sibilante que avisaba erizando en una centésima toda la piel. Mejor no haber tenido oídos para escuchar el tremendo estampido seguido del largo trueno. Ni tener oídos para los secos y bramantes rugidos de las granadas de la artillería, que llovían sobre las posiciones día y noche. Ni tener oídos para los trepidantes aviones "sea Harrier", que pasaban rozando y lanzando misiles aire-tierra, o los fantasmales helicópteros "Chinook" artillados que aparecían en la loma regando con sus pesadas ráfagas; castigándolos a toda hora, a sol o a sombra.
Ni tener oídos para oír compañeros heridos gritando en la noche, muriendo solos, regando con su sangre una tierra congelada y lejana.
En una noche en que arreciada la batalla decisiva tropezó cayendo sobre un compañero muerto, y entre el estruendo y los relámpagos de las granadas de fósforo, quedó un momento llorando abrazado al cuerpo inerte, y por un momento pensó que él mismo se había muerto. Lo rebelaba pensar que a veces
quedaron solos, casi sin armas; algunos camaradas murieron indefensos; y luego vio un compañero estaqueado por no sé que cosa. A él le dolía en el alma cada día más las patadas que le dio un sargento.
Eran las cosas que lo aturdían todavía, y noche a noche aparecían más y más sombrías esas vivencias, que en él dejaron una profunda huella, que no se veía el fin; aunque era consciente que debía sobreponerse de algún modo, pero se veía en una trampa de la que no podía o no quería salir, porqué en el fondo sentía que debía lealtad a aquello por la que pasaron esos chicos de su generación, elegidos por un destino tan sangriento y efímero.
Se sentía más la brisa ahora.
El sintió como un llamado y se puso nuevamente en marcha, esta vez por la ruta hacía el oeste; alejándose más de la ciudad, empujado levemente como si fuera un pequeño navío.
Ahora el paso era más firme; después se hizo más rápido. Un kilómetro, dos, tres. La noche en la soledad del campo era silenciosa. Ahora tenía una meta y casi había relegado sus pensamientos.
Adelante un resplandor tembloroso y un flamear de colores confusos; se fueron haciendo banderas, banderolas y estandartes, rojos y azules, al tope de cimbreantes picanas de distinta altura, que se hamacaban por la brisa envalentonada, y ya más iluminadas por las luces de cientos y cientos de velas.
Entonces llegó frente a la tumba del Gauchito Gil, que está en medio del campo a un costado de la ruta. Su corazón comenzó a latirle más y más fuerte, pero su alma se serenó como si una mano benigna por fin la hubiera contenido.
Como buen correntino y buen Mercedeño, el "Gauchito" siempre le concedía gracias y milagros. Ya siendo estudiantes, en grupos de compañeros, a veces caminaban hasta allí, para que los ayudara a rendir bien un examen. Y tantas penas y aflicciones aliviaba a quienes creían en él.
Alguna cosa se transmutó en Congreso esa madrugada de hace ya más de diez años...
Y desde la mañana siguiente, los más observadores en la Municipalidad de Mercedes lo comenzaron a encontrar menos tenso, mas atento, y poco a poco hasta se le insinuó, de vez en cuando una sonrisa, en su rostro joven pero siempre adusto.
No fue un cambio notable. Su misma esposa tardó muchísimo en advertirlo.
El cambio comenzó gradualmente.
Primero, ya más sereno, pensó que sin olvidarse de nada, iba a ser aún más leal a la causa de la memoria de sus camaradas y de él mismo, si iba anotando un poco por vez sus vivencias y recuerdos, y hasta del heroísmo que no podía omitir; porque ahora iba viendo que si bien no fueron voluntarios, allá se volvieron Héroes. HEROES con mayúscula. Tomar conciencia de ello lo enaltecía, y enaltecía la razón de ser de cada uno de sus compañeros. Esa sería su fuerza, y como el ave Fénix, renacía de sus cenizas.
Surgieron gota a gota, hechos y nombres desordenados, el borrador iba ayudando a su memoria; y más escribía más alivio sentía, al ir descargando piadosamente de a poco su atormentada memoria. Noche a noche, mes a mes, año a año, letra a letra; fue llenando pilas de papeles y cuadernos.
También poco a poco fue dándole un orden y un hilo conductor, y hasta fue surgiendo un estilo; fuerte por momentos, tajante, dramático, cambiante.
Ya había recorrido un largo camino, y vivía cada vez más en paz consigo mismo, y con quienes lo rodeaban; en su familia, en su trabajo, y en otros ambientes.
En ese tiempo llegó a la ciudad, y se radicó, un profesional santafesino: Javier que también fue ex-combatiente como él, y pronto se conocieron y se hicieron amigos. Ambos se fueron contactando con otros antiguos camaradas, se unieron entre ellos e incluso con otros grupos, y apoyándose unos con
otros consiguieron de la Sociedad, e incluso de las Autoridades, cada vez mayor reconocimiento.
Y llegó un día, en que todo ese montón de notas, fragmentos y borradores, fueron tomando forma cada vez más tangente, y se convirtieron en un libro, que Congreso le mostró primero a su amigo y camarada, y "El Libro" dejó de ser un sueño, y se editó bajo el patriótico nombre de "Malvinas, una Gesta
AZUL Y BLANCA".
En la Casa de Corrientes de la Capital Federal fue el lanzamiento, y tuvo la presencia de los más ilustres chamameceros y artistas de la Provincia, así como gente de letras, ex camaradas, y público y allegados, que lograron una pequeña multitud, que aplaudieron la aparición, y compraron incluso el
libro. Había llevado doscientos ejemplares para la venta, y vendió ciento noventa y nueve.
Ni en sueños pensó que sería tan fácil. A quince pesos-dólares cada uno, eran casi tres mil de aquellos.
Fue una noche de gloria.
Mañana a la mañana volvería a Mercedes en tren, a compartir su alegría con su gente; Gastón ya en la secundaria, después venía la nena, Julieta, que se demoró un montón en llegar y sólo tenía siete, y su fiel y querida Mabel que fue el verdadero bastón en todo momento, en las buenas y en las malas.
No veía el momento de llegar y comerlos a besos a todos.
Se lo merecían.
Fue en Subte hasta Constitución y allí tomaba un micro que lo dejaba a una cuadra de la casa de su hermana. De paso en los pocos locales que aún a esa hora estaban abiertos en la estación, podría aprovechar y comprarles alguna remera, u otra prenda a cada uno, tal cómo se lo había prometido.- Quizás alguna bijouterí u otra cosita. Lo que fuera sería bienvenido, en casa faltaba de todo.
Además era poco en relación a lo que para él era tanto dinero, recibido casi inesperadamente.
El sueldo era magro, y siempre el dinero era escaso, y no alcanzaba ni para algún pequeño gusto de cuando en cuando; hoy se lo había ganado en buena ley.
En la vidriera vio el reflejo de dos tipos que se le arrimaron, como si también miraran las ofertas; pero también sintió el filo de la navaja hincándole la nuca, detrás de la oreja derecha.
-"Quedate quieto, ¡no te movás o sos boleta! "-
Tras el sobresalto Congreso quedó congelado, mientras en dos segundos le sacaban del bolsillo hasta el último centavo, y echaron a correr por la estación casi desierta. Sintió el eco lúgubre de los pasos perdiéndose durante todo un minuto, o dos. Después quedó solo, quieto, muriendo parado, duro como una estatua, transpirando frío, quién sabe por cuanto tiempo.
Quizás pasó una hora antes que comenzara a moverse, y se dio cuenta que moqueaba pensando en las remeritas de sus nenes.
La hermana le prestó para el viaje, compró algún souvenir para que en casa no se dieran cuenta, y encima, llegó a Mercedes con una sonrisa como si no hubiera pasado nada. Ni a su esposa le contó su negra suerte.-
A su amigo sí, le tuvo que contar.
-"Javier, hermano, voy a necesitar que me prestes un doscientos para devolverle a mi hermana, hasta que cobre, ¿podrás disponer?.."
Javier lo miró con afecto, y hasta con ternura:
-"¡Pero claro, hombre!..., ¿Cómo no voy a poder?, ¡Si es para MI AMIGO CONGRESO!!!




*de Celso H. Agretti, celsoagr@trcnet.com.ar
Avellaneda, S.Fe 09/02/2004.-





*



Los niños que son adoptados tienen mil hojas en blanco. Los padres adoptivos se encargaran de re escribir su historia. En el oscuro pasado de un abandono, hay una encrucijada de acciones y silencios que aturden. Si no hay palabras que contengan y sean dichas por más dolorosas que sean, no acompañaran su desarrollo vital.
El no saber de su origen biológico, no es tan perjudicial como la causa de por qué fueron abandonados. Esa intriga, ese enigma hay que tomarlo siempre.
La oscuridad si no se nombra se distraerá en inquietud, desconfianza y malestar.
Es necesario dialogar con franqueza. Esto ayudará a fortalecer su imagen narcisista, el vínculo consigo mismo y con los demás.-



*de Azul azulaki@hotmail.com





Cuando hemos perdido todo*




En su última novela, Pablo de Santis escribe a propósito de un personaje que se ve obligado a decir cierta verdad a la persona que ama: "dudó, porque toda verdad es una forma de despedida". Como ese personaje, siento que la terrible crisis argentina es la hora de decirnos la verdad; que es la despedida de todo aquello que creímos ser, engañados por una ficción política que muchas veces no tuvimos el valor o la lucidez de desbaratar. Y que asumir el casi insoportable dolor de esta despedida, utilizarlo como acicate para nuestra creatividad y nuestra solidaridad, es nuestra única posibilidad de sobrevivir.
Quizá porque todo lo que construimos en la adultez parece a punto de destruirse definitivamente, a menudo creo revivir situaciones de infancia que me cuesta mucho recordar con precisión. Los primeros días, por ejemplo, creía reconocer aquel momento de la misa en que uno se sentía mirado por un Dios al que era imposible mentir y sobornar; pero de inmediato me corregía, porque el temor de Dios entrañaba una fe en su bondad de padre. Hasta que hace unos meses, en un bar al que llego todos los fines de semana por las calles de Buenos Aires entre asaltos y mendigos, mi amigo Pablo Pérez el equilibrista me dio una clave: "¿Sabés? Una noche, en Mendoza, a los once o doce años, soñé que despertaba y saltaba de la cama y al abrir la puerta de mi casa sólo encontraba una inmensa llanura, y allá, a lo lejos, una casilla cerrada que corrí a abrir y en donde estaba Dios. Estaba encogido y tembloroso, Dios, con unos ojos enormes que parecían pedir piedad. cuando le pregunté por qué estaba asustado, Dios me dijo que ya no podía volar. Y desde que me desperté", termina Pablo, "yo mismo empecé a treparme a los árboles y a aprender este oficio que todavía no sabía que existiera". De alguna manera todos nosotros, aun los que no creemos, sentimos que "Dios está asustado" porque nuestra imagen del mundo y de la historia, la que justificaba hasta ahora todas nuestras acciones, nos ha mostrado para siempre sus propios límites, sus incapacidades de entender y actuar. Sí: hemos asumido que Dios está demasiado asustado para ayudarnos. Y en el dolor del abandono, sentimos que sólo nos quedan dos posibilidades: o morir o vivir. Y sobrevivir es mirar valientemente aquello con que todavía contamos, y sobre todo, como aquel chico en los árboles de Mendoza, disponerse a aprender. Porque, ¿qué nos queda cuando parecen habernos robado todo? En principio, aunque suene a lugar común, nos queda la memoria, pero no ya como mero sitio de homenaje, ni siquiera como utopía realizada y perdida, ese paraíso de los padres fundadores que nos inmoviliza en veneración y nostalgia. La lección de los tiempos es, incluso, contraria: no somos una identidad inmutable, sino los sujetos de una historia de inevitables mutaciones que debemos tener siempre presente para que el cambio no derive en traición.
Tenemos la memoria, digo, como sitio del presente repleto de herramientas todavía utilizables. Impedidos de comprar CDs, resucitamos las bandejas y los wincos y vamos por la ciudad rebuscando discos de vinilo que familias en bancarrota salen a vender o a trocar a las plazas: así resucita, casi intacta, la música de una argentina empeñada en escucharse a sí misma y a hacer escuchar sus voces, desde los alumnos del Mozarteum a los bagualeros de Yala, desde los baladistas del Di Tella a la gota de agua o el silbido de un barco que Leda Valladares perseguía por la ciudad con un diminuto grabador Geloso: Una Argentina que de pronto sabemos que sonaba para hoy y para nosotros. En las reuniones, ya cantamos distinto.
Muchos de mis amigos, escritores y foniatras, cantores y hasta reparadores de electrodomésticos, se han puesto a escribir manuales: no ya para aprovechar tal o cual demanda de las editoriales, todas al borde de la quiebra. Todos tenemos la misma urgencia de compartir esos saberes que creíamos haber olvidado simplemente porque nadie nos lo requería, porque nos habíamos acostumbrado a hacer nuestros trabajos según órdenes ajenas o extranjeras o porque, en fin, nos habíamos resignado a que nos hubieran arrebatado nuestro puesto de trabajo. Una de esas amigas me dice que en los talleres de escritura, por ejemplo, han sido muy pocas las deserciones: lo que era, hasta diciembre una actividad secundaria se ha revelado como el último lugar en que un pueblo defiende la posibilidad de decirse, de imaginarse, de elaborar, contra la alienación, un lenguaje nuevo y propio. Por supuesto, no confundo estas formas de resistencia con ninguna victoria final, ni siquiera la auguro; pero las señalo como lo que son, luces imprevistas que nos permiten seguir dando pasos en medio de esta oscuridad, apostando a que nos suceda lo mismo que al protagonista de aquel cuento danés que, después de toda una vida de aventuras durísimas, subió a la cima de una colina y vio que su itinerario por la comarca había dibujado una figura precisa: la figura de una cigüeña. Y que esa figura le daba, porque había sido fiel a su deseo, un premio más cierto y profundo que la felicidad: el premio de la comprensión.
En verdad, escribo estas vivencias y me doy cuenta de que en medio de la tragedia aprendimos a aprender de todo y de todos: y que el cuidado de una planta o un animal, de pronto tanto menos frágiles que nosotros, o la escritura de una novela, tanto más espaciosa y acogedora que nuestra propia vida, me han enseñado mucho sobre el tiempo, en estos meses que he vivido con la intensidad de los muy viejos, incapaz de concebir la idea del futuro.
Por eso, contra esa obligación "políticamente correcta" de estar tristes, me parece urgente contraponer esta evidencia, obvia desde siempre en todas las militancias, aun -y acaso especialmente- en las que surgen como respuesta a una de las tragedias más horrendas; esa evidencia obvia, digo, en el increíble fenómeno de las asambleas populares o del movimiento piquetero: el dolor, en lo que tiene de verdad, abre camino siempre a la belleza, "porque la belleza es verdad, la verdad es belleza y nada más importa saber sobre la tierra". Más aún: el dolor exige convivir con la alegría, nunca con la tristeza, que es negación y muerte. La alegría de crear, la alegría de servir, la alegría de saberse útiles.
Y si no, fíjense en esta última historia verdadera. Mi amigo Ivo Machado, que es poeta y controlador aéreo en Portugal, recibió una noche la llamada de un piloto que volaba solo en medio del océano Atlántico. Cuando el piloto le describió su situación, Ivo le dijo lo que el otro quizá no se atrevía a admitir: que carecía de combustible suficiente como para llegar a cualquier costa, y que debería prepararse para acuatizar. Durante unos minutos, el piloto siguió haciendo preguntas vacilantes, preguntas que eran excusas para no quedarse en el silencio del mar y que Ivo respondía con precisión y solidaridad: no, en esas latitudes no había tiburones; sí, claro, la temperatura de esas aguas, aun en invierno, no representaban peligro alguno. Creo que el piloto mandó entonces algún mensaje, y que Ivo prometió retransmitirlo. Pero cuando ya no hubo más que decir, el piloto intentó despedirse. Ivo, sin saber por qué, le preguntó si, en lugar de quedarse en silencio, no quería oír poesía. El piloto dijo sí, y durante casi una hora, hasta que finalmente el piloto se perdió en el silencio final, la voz de Ivo cruzó la inmensidad llevando los versos que había amado durante toda su vida. Ivo nunca me contó si el piloto era portugués: en tal caso, el piloto habrá sentido que toda la cultura de su pueblo acudía en su ayuda; si no era portugués, y aunque el sentido se le escapara, igualmente habrá podido percibir que el ritmo de los versos se plegaban dócilmente al del mar y al de la luna, y que ésa es la conquista de la aventura humana.
Pienso en Pablo, el equilibrista, planeando sobre las mesas del bar y en Ivo diciendo sus poemas. Pienso en el chico que fui y en el que, de algún modo, somos todos en medio de esta tragedia y me parece oír, en todos los casos, el mismo silencio, y es el silencio de una ceremonia, y es un silencio sagrado. El comienzo de un rito, sí, que repetiremos siempre para saber que una vez nos salvó esta verdad: "Dios nos abandonó, y cae la noche. Pero estás vos y estoy yo. Vamos volando".




*de Leopoldo Brizuela.
-Publicado en la edición del diario Clarín del jueves 6 de junio del 2002.







Stand by me*





*B.B. King



when the night has come
and the land is dark
and the moon is the only light we see
no i won´t be afraid
no i won´t be afraid
just as long as you stand, stand by me

and darling, darling stand by me
oh, now, now, stand by me
stand by me, stand by me

if the sky that we look upon
should tumble and fall
and the mountain should crumble to the sea
i won´t cry, i won´t cry
no i won´t shed a tear
just as long as you stand, stand by me

and darling, darling stand by me
oh, stand by me
stand by me, stand by me, stand by me

whenever you´re in trouble won´t you stand by me
oh, now, now, stand by me
oh, stand by me, stand by me, stand by me

darling, darling stand by me
stand by me
oh stand by me, stand by me, stand by me







**





cuando cae la noche
y la tierra está oscura
y la luna es la única luz que vemos
no tendré miedo
no tendré miedo
siempre y cuando cuentes, cuentes conmigo



y cariño, cariño, quedate conmigo
oh, ahora, ahora quedate conmigo
quedate conmigo, quedate conmigo



si el cielo que vemos encima
se desmoronase y cayese
y la montaña se derrumbase sobre el mar
no lloraré, no lloraré
no, no derramaré ni una lágrima
siempre y cuando cuentes, cuentes conmigo



y cariño, cariño, quedate conmigo
oh, quedate conmigo
quedate conmigo, quedate conmigo, quedate conmigo



cuando tengas alguna preocupación, ¿no contarás conmigo?
oh, ahora, ahora quedate conmigo
oh, quedate conmigo, quedate conmigo, quedate conmigo



cariño, cariño, quedate conmigo
quedate conmigo
oh, quedate conmigo, quedate conmigo, quedate conmigo





*Fuente: http://www.letras4u.com/ben_e_king/stand_by_me.htm






Correo:



Invitamos a la presentación del nuevo libro de Jorge Isaías.

ALMACEN LAS COLONIAS,
editado por la "Universidad Nacional del Litoral".
Para hablar del mismo se referirá la Dra Graciella Cariello.
La cita será el próximo jueves 11 de junio de 2009,
a las 20 horas en el CENTRO CULTURAL LA NAVE,
San Lorenzo 1383. Rosario.

Entrada libre y gratuita.


*

Queridas amigas, apreciados amigos:



Este domingo 31 de mayo de 2009 presentaremos en la Radiofabrik Salzburg (107.5 FM), entre las 19:06 y las 20:00 horas (hora de Austria!), en nuestro programa bilingüe Poesía y Música Latinoamericana, música del compositor español Tomás Garrido. Las poesías que leeremos pertenecen a Christiano Witaker (Brasil) y la música de fondo será de Marcelo García (Argentina).
¡Les deseamos una feliz audición!


ATENCIÓN: El programa Poesía y Música Latinoamericana se puede escuchar online en el sitio www.radiofabrik.at (Link MP3 Live-Stream. Se requiere el programa Winamp, el cual se puede bajar gratis de internet)!!!! Tengan por favor en cuenta la diferencia horaria con Austria!!!! (Recomendamos usar http://24timezones.com/ para conocer las diferencias horarias).

REPETICIÓN: La audición del programa Poesía y Música Latinoamericana se repite todos los jueves entre las 10:06 y las 11:00 horas (de Austria!), en la Radiofabrik de Salzburgo!

Freundliche Grüße / Cordial saludo!

YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur.

www.euroyage.org


Schießstatt-Str. 37 A-5020 Salzburg AUSTRIA
Tel: ++43 662 825067




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