viernes, noviembre 06, 2009
FRUTA AMARGA DE LA ANGUSTIA...
-ILUSTRACIÓN DE RAY RESPALL ROJAS (CUBA)
“EL CABALLERO DE LA TRISTE FIGURA”*
¡Oh, bella ingrata, amada, enemiga mía”
MIGUEL DE CERVANTES
Ah, mi caballero andante.
Mi amor, mi enemigo.
Solo hay lugar en mi cuerpo para ti.
Mis manos son tu frente y tu frente es mi boca.
Y tu fuego me nombra.
Y mi nombre es tu fuego.
Y mi noche se entrega a tu ribera.
Y te quemo y me quemas.
Y las vides huelen a pasionarias.
Y el olor se adhiere a portales secretos.
Quiero morir ahora.
Morir ahora, así, ahora.
No, no blasfemes. Es la hora.
Es la hora de volver a la patria de barro.
A la raza de arena.
De aterrizar. De despertares.
De quitarse la capa y ponerse los zapatos.
...y de partir...
No, no me odies, no.
Tu voz se quedará: Lluvia voz en mi pelo.
Tu voz, de molinos de viento.
Tu voz, que ha recorrido, palmo a palmo.
Gota a gota, los ríos de mi cuerpo.
Voz que calla el silencio.
Voz que vela tu ausencia.
Que se va, que se queda.
Ay, mí amado caballero de la triste figura.
No, no blasfemes, no. Es la hora.
*de Amelia Arellano. arellano.amelia@yahoo.com.ar
FRUTA AMARGA DE LA ANGUSTIA...
Escribir*
escribir
es tener a quién decirle
a quién contarle esta noche
pero no contarle algo esta noche
sino contar la noche misma
porque hay sueños que se duermen temprano
y no ven el resplandor
de la luna demorada
que pinta rojos
en la estrella más temprana
perezosa
que se viste todavía de crepúsculo
y antares desafiando brillo a brillo
le presta un guiño a la maría
de las tres marías más despierta
y marca un juego de elástico de niñas
con el extremo sur más sur
de la cruz del sur
y es el día que parece más temprano
o la noche que parece menos tarde
o el silencio
que parece menos solo
solo
sólo por escribir
*de Lucía Cinquepalmi luciaguionbajo@gmail.com
Alter Ego*
Al Alquimista
Si no fuera ésta que soy aquí y ahora,
Por el breve espacio de un instante,
Sabría los nombres de las aves y las flores,
Los secretos del perol del alquimista me serían revelados,
Tus arcanos hablarían a mi oído con voces venidas desde antaño,
Abandonaría la tendencia a extraviar constantemente mi sendero,
Mis dedos, obedientes,
Arrancarían suaves notas a ese piano que enmohece en tus salones.
Si alcanzara ser esa en quien tú piensas,
Abriría mis manos a la vida,
Dormiría en tus sábanas manchadas de sudores ajenos
Sin pensar en qué traerá el mañana con sus soles.
Te amaría, con salvaje furia de alma en pena,
Verso tras verso deshojando la memoria.
Haría realidad tus más oscuras fantasías
Con sólo el amanecer por vestidura...
Pero dime, amigo,
Si lograse ser esa con quien sueñas,
¿Dónde ocultaría mi otro yo?
¿Qué hago con esta sencilla mujer incolora?
*de Marié Rojas Tamayo.
-Primer Premio en Poesía en el Concurso Internacional “Azul”, Costa Rica.
EL PELOTAZO*
A los rojos del Huracán FBC
Repasando con cierta negligencia las tal vez tediosas páginas que he escrito, caigo en cuenta que no he sido muy justo con un costado mío donde alguna puse tanta pasión y ese costado fue la pasión excluyente hasta los 17 ó 18 años.
Jugué en todos los baldíos y todos los potreros y todas las canchas –desde los 6 ó 7 años- que había en mi pueblo. Integré varios equipos, desde el humilde “Sacachispas” con la camiseta de Peñarol de Montevideo, pasando por el glorioso “Palenque” que no era sino el nombre de un bar poco santo que regenteaba doña María Belasteguín, alias La Chola, antigua meretriz de mi pueblo. Y esto merece una aclaración: resulta que yo defendí –virgen- a los 10 años por una broma hecha por mi padre a mi madre (por enfurecerla, como era su estilo medio perverso) los colores del kilombo clandestino del pueblo.
Todo esto hasta que ya en la adolescencia fui naturalmente convocado a defender los colores gloriosos del club que fue y sigue siendo el de mis amores. Claro que hablo del Huracán Foot Ball Club, de mi pueblo. Con sus camisetas rojas, el globito blanco en el bolsillo, los vistos y el pantalón del mismo color y las medias a rayas de los colores mencionados.
Esas tenidas con los clubes de los otros pueblos, los polvorientos pueblos de entonces, llenos de vida y de pasión futbolera, pueblos donde las muchachas salían a dar la vuelta al perro y se llegaban hasta la cancha porque era el lugar donde se concentraban muchachos de otros lugares y por ahí salía inesperadamente algún novio.
Pueblos donde uno iba de corazón empinado a jugarse todo por el club, pero también, a espiar alguna melenita rubia paseando del brazo con otras cabecitas curiosas y qué bueno era sentirse mirado.
No necesito raspar mucho del recuerdo para rescatar aquella reserva del año 1963, con Roberto Vega en el arco; Nenucho Faravelli (3), Carlitos Luquessi (4), Donsanti (5), Oscar Blanco (6), el que esto escribe con el 2 y arriba: Córdoba (7), el Tatú García (8), Rubiolo (9) el Toto Míguez –un crack verdadero- con el 10 y el zurdo Alegre con el 11 a la espalda, tirando zapatazos que salían inevitablemente desviados.
Éramos jóvenes, no pasábamos los 18 años, nos pegaban de todos lados, pero no aflojábamos un tranco de pollo porque todos estábamos ansiosos de gloria.
Cierta vez nos tocó un equipo de Chañar Ladeado, era Independiente, con esa camiseta que habían hecho temible y que no era otra que la de Chacarita Juniors. Los dos equipos de Chañar eran temidos tal vez por allí estaba la Liga Interprovincial y también porque tenían casi siempre buenos equipos y eran los cucos de todas las campañas, menos para “9 de Julio” de Beravebú que los guapeaba siempre. Había que tener agallas para ganar en Chañar, pero salir con un empate de la cancha de “9 de Julio” era salir con patente de héroe o despreciar la vida, simplemente.
Pero volvamos a esa tarde donde tuve una gloria equívoca, que me costó sacar de encima como una culpa.
Nos tenían muy mal los chañaristas y éramos firmes candidatos al oprobio de una goleada. A mí me tocó cuidar un nueve, morocho y ligero que cuando me sacaba unos pocos centímetros de ventaja no lo alcanzaba ni con boleadoras. Ya nos ganaban uno a cero apenas empezado el partido y por más que Carlitos Luquessi pegaba lindo fuera del área, tampoco era cuestión de hacerse expulsar.
Yo trataba de poner en práctica los consejos del Tuto Vega –zaguero de nuestro equipo principal-: “Vos pechá, golpeá en los tobillos sin que te vean, que te tengan miedo, para qué sos grandote” Pero era en vano, nunca supe pegarle a un adversario, jugaba demasiado limpio y era yo el que cobraba. Como mucho trababa la pelota muy fuerte, trataba de molestar, de cortar, de marcar. Pero el morocho amagaba y pateaba como un demonio suelto y Roberto se tiraba de palo a palo como a la muerte, era casi suicida y cuando se ponía nervioso salía muy duro en los corners con los puños y las rodillas tratando de producir una baja en los otros, pero también podía ser expulsado, y eso nos pondría en desventaja.
Pero la oportunidad se me dio con una pelota que vino de alto y que fui a disputar con el 9. La redonda quedó en medio de los dos, él la dejó picar y se puso de espaldas, ya que había visto el arco y pienso que soñaba con el ángulo más difícil, a pura media vuelta violenta. Pero no lo dejé. Pegué un zapatazo sobre el hombre que le fue directamente en los testículos, el morocho gritó y cayó como una piedra tomándose la parte golpeada.
Me sentí muy mal, pero liberado, en especial cuando lo sacaron sin conocimiento con una camilla de la cancha.
No fue muy caballeresco lo mío, y para colmo ya empatado el partido, el silbato final nos hizo enfilar a los vestuarios y el morocho había vuelto en sí y estaba todo acoquinado, sentadito al borde del campo con un buzo en la espalda, me acerqué a saludarlo, un poco culposo.
-Qué mal estuviste rubio- me dijo.
Le pasé la mano sobre las motas morenas y me tragué la vergüenza, metiéndome en el vestuario que tenía la inscripción “Visitantes”.
*de Jorge Isaías. jisaias46@yahoo.com.ar
HAY UNA GEOGRAFIA DE LOS DOS*
Hay una geografía de los dos en este instante.
Al fin sé que estamos juntos, siendo
intransferiblemente distintos. Si hemos de estar tan cerca,
díme un Yo Dulce, voy a tutearte. Seamos la misma llama.
Observemos el mismo fuego y, si me prestas las pupilas,
aunque sea por lo que dure este simulacro de la muerte,
amaremos el encuentro. Volveremos cada vez que tú mueras.
A oídas me vuelvo rumorcillo de aguas.
Sé que te gusta el Chorro de Collazo,
el Lago Guajataca y siempre fluirán manantiales
si estamos juntos. Los produciré en los lugares
donde tú me digas; en nombre de las ninfas
que tú amas; a alguna quebrada llámala
Mirabales, como el barrio de tus ancestros,
tu madre, tu abuela, los Cadafalch y Vélez,
los Ortices, los Prat, los Alicea...
voy a suplir el agua.
Voy a hacerte una fuente.
A pálpitos, ya sospechas mis metáforas mayores,
a corazón las creíste, las metíste en tu vida,
en tus existenciarios, soy tan feliz
porque tengo un amigo que me cree y las comparte.
Tú te has citado en mi rincón y avanzaste
con tu paso suficiente y yo salí de mis paraísos
ya que llamas al ángel... y me delato si vengo
y al decirte «Te quiero». Estarás a solas conmigo.
Tenemos un poema y una llama
y un paisaje y un riachuelo y en común
provocaremos que fluyan muchos manantiales.
5-2-1995
*de Carlos López Dzur. baudelaire1998@yahoo.com
El derecho a la vida*
*Martín Caparrós
06.11.2009
Durante años me resistí a escribir sobre el señor Tineshi porque me apenaba perder el tiempo en ese maestro de la pérdida del tiempo, lanzar idioteces a propósito de ese propagandista de la idiocia pero hoy, ay, me convencí de mi error persistente. Ya no puedo seguir negándolo y negándome: el señor
Tineshi es un referente nacional. Más preciso: el señor Tineshi es uno de los signos más claros de la decadencia argentina, un síntoma visible del derrumbe. Hay que aceptarlo: que el señor más escuchado de la escena patria sea uno que no consigue decir lo que querría decir nos dice cómo estamos.
Hace dos días el señor Tineshi lanzó, en su kermés de bataclanas, la proclama más vista y revista, repetida y petida de la televisión argentina de los últimos tres días, quince horas y veintiséis minutos. Dijo, como ya todos saben, que "acá están matando a la gente por la calle de una manera impresionante y todavía estamos discutiendo si metemos presos a los de 16, de 17, si los derechos humanos. ¡El único derecho humano es el derecho a la vida!", remató, acogiéndose al abrigo traicionero del lugar común.
Que se te cumplan los deseos era una vieja maldición gitana; sería bueno que el señor Tineshi recibiera de los hados satisfacción completa a su pedido: que su único derecho humano fuera el derecho a la vida. Y que, por lo tanto, perdiera su derecho al trabajo -gran momento-, su derecho a la propiedad -bruto remate-, su derecho a la libre circulación -duro para la 4x4- o, incluso, su derecho a la libertad y lo encerraran en un cuartito oscuro durante, digamos, treinta días -o nueve años, ya que estamos-, o una
semana y media, lo que le parezca al carcelero. Todo para complacerlo -y que su único derecho sea el de la vida.
Así entendería, quizá, las vidas de muchos de los turritos que andan matando por ahí: pobres hijos de puta pobres que sólo tienen lo que el señor Tineshi desea con exclusividad, el derecho a la vida -y muy poco, y casi ningún otro. Es una obviedad -para eso estoy- decir que nunca nadie lo vio así de convulsivo exigiendo los otros derechos de esos tipos. Y nunca así de convulsivo exigiendo, un suponer, soluciones para los diez bebés que se mueren cada día en la Argentina por causas evitables o para los diez adultos
que se mueren cada semana en la Argentina por el mal de Chagas porque no tienen derecho a su salud y no reciben la asistencia que él, gracias a dios y a su dinero -el del señor Tineshi, no el de dios- sí consigue. Pero claro, la inseguridad es igualitarista -y tiene la mala idea de no amenazar sólo a
los pobres.
Así, quizás, en sus horas de cavilaciones -en el ejercicio de su derecho único a la vida-, el señor Tineshi repensaría lo que siguió diciendo en su kermés: que no importa si la solución es de derecha o de izquierda, que "lo único que quieren todos los habitantes es vivir en paz en este país, quieren paz y justicia, nada más que eso", y que "alguien haga algo". -Éxito de la Gran Macri: la solución no es de izquierda ni derecha, no le metamos ideología, "desideologicemos". Como si -una vez más- ideología fueran las ideas de la izquierda y las de la derecha fueran sólo lógica, el sentido común.
Pero resulta obvio -y aburrido repetirlo tanto- que cualquier solución que se plantee para cualquier problema supone una ideología, porque las soluciones serán distintas según quién las proponga desde dónde. En el tema de la inseguridad, la derecha lo tiene claro: quiere una policía que tire a matar y miles de chicos pobres encerrados, como viene sintetizando uno de sus líderes, el comandante Scioli. La propuesta es cerril -y demostró su ineficiencia tantas veces. El problema es que la izquierda no parece tener nada para ofrecer en cambio.
Es una de esas paradojas que, en la política argentina, crecen silvestres: este nivel de violencia existe porque los gobiernos más derechistas de nuestra historia reciente -militares, Menem- armaron una economía y una sociedad que excluyó a millones de personas y los condenó a una vida sin modelos, sin expectativas, sin zanahorias para seguir en la carrera ordenadita. Pero es la derecha la que aprovecha el resultado de su propia brutalidad para ganar apoyo pidiendo mano dura, represión, pena de muerte:
si no fueran tan tontos, algún espíritu maquiavélico podría pensar que lo hicieron a propósito desde el principio. Yo no, pero lo cierto es que la tranquilidad pública es terreno de la derecha y la "izquierda", la "centroizquierda", el "progresismo" -¿para cuándo un nombre que no tengamos que decir entre comillas? ¿No sería hora de empezar a buscarlo?- se callan la boca. Es un frente amplio: desde este gobierno de centro hacia su izquierda, nadie dice nada sobre el tema -porque no saben qué decir.
Un clásico: las ¿izquierdas? se limitan, en general, al diagnóstico sabido.
Hablan de "sensación de inseguridad", y es cierto que los medios la inflan todo lo posible, pero -más allá de sus bases concretas- ya es una sensación compartida por la mayoría y cuando una sensación tiene tal presencia pasa a ser una realidad social: "La objetividad es la subjetividad del mayor número", escribió hace mucho el compañero Gramsci. Y, sobre todo, las ¿izquierdas? insisten, con razón, en que las exclusiones y desigualdades producen este grado de desintegración y de violencia, pero ese análisis no
implica medidas que funcionen en un plazo más o menos pensable. Por supuesto: si hubiera más trabajo, más escuelas, más futuros, muchos chicos dejarían de creer que lo único que pueden hacer en la vida es agarrar un fierro, pero eso -si pudiéramos conseguir que sucediera o sucediese- tardaría con suerte diez o veinte años. Y, mientras tanto, las ¿izquierdas? se quedan sin saber qué más ofrecer para calmar el miedo colectivo; lo cual no sólo las deja fuera de uno de los debates más encendidos del momento sino
que, además, entrega el terreno a la derecha segurista: a los que usan el aumento de la delincuencia para afirmar agendas represivas y, junto con ellas, a los políticos que quieren aplicarlas.
Ellos sí tienen claro qué proponer, decíamos: mandar a los jueces a enterrar a los chicos, a la policía a matar más. Las ¿izquierdas? deberían pensar qué les oponen: imaginar, pese a su repugnancia natural y loable, formas de reducir la violencia social. Para empezar, producir un debate inmediato decisivo sobre el papel de la policía en todo esto. Este diario inició hace unos días una serie fecunda sobre los robos de autos, los desarmaderos y la participación de funcionarios y policías en el negocio -que muy pocos ignoran. Es imposible hablar con pibes chorros o abogados o periodistas del ramo o jueces varios sin que te cuenten cómo cierta policía del conurbano manda chicos a robar: cómo la policía es una de las grandes responsables del auge del delito, porque no sólo no lo contiene sino que lo produce. Allí ya hay una diferencia básica entre derecha e ¿izquierdas? No es sólo una cuestión de preferencias y prejuicios: que la policía, como quiere la derecha y grita Scioli, mate a algunos chorros más, no arregla nada cuando
es esa misma policía la que los manda a afanar o apaña sus afanos. Y, por lo tanto, las ¿izquierdas? deberían pensar formas urgentes de transformarla para que pase de amenaza a garantía. No es fácil, pero es indispensable.
Es sólo un dato en una cuestión más que compleja. Hay varias ciudades latinoamericanas que han encontrado formas de disminuir su delincuencia sin transformarse en máquinas de matar marginales o de controlar cada movimiento de sus ciudadanos. En la Argentina también se han hecho esfuerzos -parciales- de ese tipo: creo que las ¿izquierdas? tienen que convocar a esos grupos y personas, interesarse en lo que hacen, pensar, discutir, y organizar una propuesta para ofrecer a la sociedad. Salir de esta etapa diagnóstica y proyectar y ofrecer un tratamiento urgente. Digo, para que la solución no consista en más muertes y más violencia de este Estado de taifas y, sobre todo, para que la derecha no aproveche el problema que creó para seguir creando el mismo tipo de problemas y gobernar gracias a ellos y hundirnos más todavía en esa espiral de donde, se ve, nos resulta tan difícil salir. Digo, para cuidar también, entre tantos derechos desdeñados, el derecho a la vida.
*Fuente: http://www.criticadigital.com.ar/impresa/index.php?secc=nota&nid=33528
LA MUERTE SOCIAL*
Hoy se muere más que ayer,
se muere más que la bestia que no sabe
que muere, pero mira su alma.
Se vive menos para sí. Lo atrapan.
Con menos libertad se siente el hombre,
con más violencia trova sus despedidas.
La muerte es ya social,
síquica, externa, fruta amarga
de la angustia.
El individuo se empeñó en ser honesto
en todo cuanto podía. Se hizo autocrítico
y protegió su compasión como al Tao.
Con lo que no contó es que un demonio oralizado
y poderoso que vivía en la atmósfera del mundo
(en las esferas cool, light, políticamente correctas),
cónsono al civilismo, lo tontearía sin descanso,
cotidianamente, con las mañas aprendidas
de la fruición pasiva, el receptor guandajo
con su control remoto y su caja idiotizante
llena del olor del pop-corn y mantequilla,
juicios de fabulación para la tabula rasa
de los entontecidos.
-De «Yo soy la muerte»
*de Carlos López Dzur. baudelaire1998@yahoo.com
*
"Nada puede poseerse, ni el oro, ni la tierra, ni el amor, ni la vida, ni la paz, ni siquiera la pena y la muerte, ni siquiera vuestra salvación. No digas de nada: Es mio. Decid solo: Está conmigo."
D.H. Lawrence, La Serpiente Emplumada.
-Enviado para compartir por Juan Carlos Castrillón Soto. castrillon67@yahoo.com.mx
*
Queridas amigas, apreciados amigos:
Este domingo 8 de noviembre de 2009 presentaremos en la Radiofabrik Salzburg (107.5 FM), entre las 19:06 y las 20:00 horas (hora de Austria!), en nuestro programa bilingüe Poesía y Música Latinoamericana, música de los compositores argentinos Daniel Judkoski und Mariano Javier Dugatkin. Las poesías que leeremos pertenecen a Pedro Reino (Ecuador) y la música de fondo será de Surazo (Andes). ¡Les deseamos una feliz audición!
ATENCIÓN: El programa Poesía y Música Latinoamericana se puede escuchar online en el sitio www.radiofabrik.at
(Link MP3 Live-Stream. Se requiere el programa Winamp, el cual se puede bajar gratis de internet)!!!! Tengan por favor en cuenta la diferencia horaria con Austria!!!! (Recomendamos usar http://24timezones.com/ para conocer las diferencias horarias).
REPETICIÓN: La audición del programa Poesía y Música Latinoamericana se repite todos los jueves entre las 10:06 y las 11:00 horas (de Austria!), en la Radiofabrik de Salzburgo!
Freundliche Grüße / Cordial saludo!
YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur.
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