lunes, noviembre 30, 2009

EN EL TERRITORIO DE LO PROFUNDO...



-ILUSTRACIÓN DE RAY RESPALL. (CUBA)


CUANDO NO TE PERTENEZCA*




Me pregunto cuánto durará tu amor, qué parte de mí es la amada.
Si es a mí a quien deseas o es a esta mujer que está a tu lado, que parece lo mismo pero no es igual.
Alejada ya de un hombre, me ocurre seguir preguntándome por su salud, por sus achaques, por sus afectos y su transitar por las aceras. Alejada ya definitiva, irrevocablemente, me ha ocurrido recordarlo con ternura, sonreírme en el colectivo, desearle en silencio y desde lejos un feliz cumpleaños, si necesitamos un ejemplo.
No soy afecta a recontar defectos, a caer en críticas de acero y piel desgarrada.
Me ocurre rememorar sin ira y con aprecio, me ocurre sentirme unida por un pasado común a ese ser que ya es un extraño, y que ya hizo que los días y las noches me fueran borrando de sus sábanas y del olor en los cabellos.
Y me ha ocurrido golpe tras golpe escuchar que la otra mujer, la mujer de antes de mi pareja ya no existe, no significa nada, es un fantasma, un cadáver amortajado en el extranjero. Es la madre de mis hijos dirá, es aquella con la que cometí el error de casarme, lo que sea, pero nada, nada de nada, ni un aleteo sutil de sentimiento, ni una rosa en el libro, ni una cajita de fósforos escondida en un cajón. Ni una sonrisa, por dios, para quien debe de haber reído, charlado, hecho el amor en un lejano tiempo de felicidad.
Yo no nací hoy ni me han parido ayer y sin historia. Los hombres que fueron parte de mi vida fueron queridos, y no reniego tan pronto ni tan levemente de los afectos. Quizás porque tomo tan en peso y profundidad la palabra amor es que me sea tan difícil pronunciarla. Pero yo los he amado a todos, y a todos los sigo queriendo.
No me mueve el que este hombre sea mío, que sea hoy mi pareja, novio, esposo, lo que sea pero mío. Lo quiero porque lo quiero, porque lo encuentro bueno, noble, propicio para la querencia. Puedo quererlo sin posesión e inclusive desde el abismo de las décadas o los kilómetros. Que no haya ni pueda haber un futuro compartido no quita la ternura ni la calidez de una caricia lejana.
Cuando me dicen que me aman, y cuando me lo dicen ahora mientras cocino, o escribo, o recorto una cartulina azul. Cuando me dicen que me aman, me pregunto cuánto durará este amor, cuán larga es su sombra, hasta adónde abarca. Me pregunto, mi amor, si tu cariño tiene una correa como esos perrillos volubles, que tan pronto saltan al amigo que llega, como le dan la espalda y son todo fiestas para el nuevo visitante.
Sin necesidad de que la estatua de alabastro sea de mi propiedad puedo disfrutar su belleza, sin que la magnolia presida mi jardín puedo admirar sus flores de gigante, sin que estés a mi lado puedo valorarte. Y no te negaré cuando la noche caiga, ni cuando el gallo cante hasta la tercera vez.




*de Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com






EN EL TERRITORIO DE LO PROFUNDO...






APRENDÍ A ESPERAR*




*Por Lucía Amanda Coria. aurandaluz@hotmail.com



—Esperá, loca. Por favor— decías con voz ahogada.
Esa tarde, como tantas otras, en tu cuarto de estudiante, te arrancaba la ropa. Te besaba con pasión. No podía esperar.

— Qué haces? Espera un poco — esa vez estabas muy nervioso— Aun no es Navidad.
Yo quería tomar sidra contigo, a mi manera, aunque faltara una semana para la Nochebuena. Así que abrí la botella y empape tu cuerpo. Y me bebí las burbujas mezcladas con el sabor único de tu piel.
—Deberías haber esperado a casarte antes de entregarte a él — decían mis amigas.
— Yo no puedo esperar— les contestaba, petulante
Después casi les dí la razón. Cuando lo supe
—Voy a casarme con mi novia de toda la vida— dijiste con displicencia— Acaso esperabas que me casara contigo?
— No esperaba nada!!— dije sollozando— Y mucho menos una traición así.
Pero tampoco pude esperar a verte convertido en el feliz esposo de otra mujer.
Y en esa cruz que abría mi camino en otras cruces de dolor, decidí marcharme. Y creo que recién entonces y a partir de allí, empecé a aprender….
Pero nunca pude olvidarte. Tal vez porque me fui con el sabor de tus besos en mi labios, con el llanto estrenado por tu adiós, con mi amor intacto y despreciado
Sabía de tu vida por amigos comunes que encontraba de vez en cuando. No les preguntaba por ti. Esperaba a que ellos te nombraran. Seguía aprendiendo…
Cuando supe que venías a establecerte en esta ciudad, esperé a que pasara la novedad de tu presencia. A que todos tus amigos inauguraran con sus visitas tu nueva casa.
Esperé hasta estar segura de que estarías solo...
—Estoy tan nerviosa — decía para mi— Qué lástima no tener algún licor para beberlo en su piel como antes.

Con inconsciente coquetería arreglé mi pelo con los dedos, antes de levantar la tapa.
Mientras te contemplaba extasiada, me di cuenta de que los gusanos habían hecho muy bien su trabajo. Habían borrado la prestancia de tu figura. Sólo quedaba la bella estructura de tus huesos.
—Hace tanto tiempo que espero por ti— dije, intentando sonreir —Aprendí a esperar Sabes?








IGNORANCIA DE LA NUCA Y EL PERFIL*




Juan tiene un nombre común, un nombre casi anónimo por multiplicación de individuos. Juan, a quien le ví un rostro difusamente conocido, me pidió que le firmase un libro y le hiciera una dedicatoria.
Yo no soy una autora famosa harta de halagos y expeditiva por hartazgo.
Hablé con Juan, le pregunté "¿Y quién sos?". Me contestó que no sabe quién es. Le respondí que eso es algo que nadie sabe, que nadie sabe quién es, y dije esto siendo poco original aunque sea efectivamente cierto. A Juan, que no sabe quién es, escribí.
Nadie sabe quién es, cuál es su esencia, aquellas cosas de las cuales es capaz pero no hace por falta de oportunidad o por no estar lo bastante motivado.
Nos percatamos de que es difícil conocer nuestro interior, creo que podemos acordar con cualquiera en que hay una rápida coincidencia en que sentimos esto, pero rara vez notamos que al ver el mundo, (el universo, si queremos ser muy abarcativos), al ver el universo no nos vemos en él a nosotros mismos. Todo lo vemos, menos a nuestra propia presencia. Alguna vez un vidrio, un espejo, alguna superficie brillante nos muestra nuestra imagen, pero esa imagen nos mira de frente, alerta y posando para nuestra mirada.
Conocemos al detalle los pormenores de cómo nuestros amigos caminan, sonríen, se enojan. Podemos describir cómo éste se inclina hacia atrás, cómo ella sacude la cabeza aseverando lo que dice, cómo se pierde la vista de él cuando en medio de la reunión súbitamente se sumerge en las profundidades de
su propio reducto.
Pero a nosotros, a nosotros mismos no podemos describirnos con propiedad. Cómo caminamos, cómo nos paramos, cómo cambia la mirada cuando una oscuridad nos ensombrece. Son otros quienes nos descifran y reconocen.
Nosotros estamos condenados a ver sin vernos. Nuestra mirada va hacia delante, hacia lo exterior, lo que tenemos enfrente. Nosotros no estamos en ese mundo que nos rodea.
Cuando Myriam se topó de pronto con su imagen chocando en un comercio con un espejo, pudo verse como a una señora un poco confundida que se hacía a un lado, y por un segundo pudo darse cuenta de cómo la ven los demás. Por qué alguien le cede el asiento en el autobús, si en sus sueños sigue apareciendo la muchacha que fue y que quizás eternamente siga siendo en el territorio de lo profundo. Myriam ve una señora, y por un segundo de extrañeza vislumbra la imagen elusiva que se refleja en los ojos ajenos.
En las fotografías y en las filmaciones nos quejamos de lo mal que salimos retratados. No podemos vernos, no queremos vernos, no deseamos modificar ese personaje que vagamente se nos parece pero es una construcción de nuestra imaginación.
Entre los objetos y los seres, uno hay que no podremos conocer jamás.
Para nombrarlo, le damos el más común y el más engañoso de los apelativos.

Le decimos "yo".



*De Mónica Russomanno. russomannomonica@hotmail.com








EL RELOJERO*



A Luisito Broglia


Cada vez que recuerdo el pueblo se me aparece navegando entre aquellos altos y coposos plátanos que una mano enemiga arrancó. A veces, en realidad pienso al pueblo de entonces como un gran barco que navega en ese mar de trigo amarillo.
La figura puede parecer rebuscada, pero fue así como se me presentó desde los altos de la “Northern Elevator” (o “La Norte”, como se le decía popularmente) a la alta torre que tenía esa empresa acopiadora de cereal, cuyo edificio totalmente de madera sucumbió a un incendio. Lo llamativo era que esa torre –la más alta por entonces y para siempre, al parecer- nos resultaba de visita obligada a los escolares de ese tiempo, llevados allí por las maestras. Y así vi a mi pueblo desde las alturas, porque siempre lo habíamos visto desde esas calles de tierra, que sumado al polen de las flores, depositaban por todas partes un fino y molesto polvillo que enrarecía el aire de mayo.
De esa torre de “La Norte” se cayó un día el “Negro” Guiñazú, padre de mi amigo Jorgito, compañero de tenidas futboleras. Cuando lo levantaron del suelo era sólo un saco de huesos.
Mejor suerte tuvo “Lolo” Arce, ya que milagrosamente se recuperó de la caída, si bien con cierta imperceptible renguera. Por una ironía del destino, la muerte se vino a cobrar esta escapada de “Lolo” cuando años después de una borrachera cayó a una pequeña zanja con agua y al no ser auxiliado por nadie, se ahogó.
Vivía en el conventillo de don José Bellcastro, justo enfrente del “Almacén Las Colonias” cuyo titular era mi abuelo. Era un hombre solo y hoy nadie se acuerda de él.
De aquél tiempo remoto y enterrado como una piedra del pleistoceno, a veces recuerdo a un viejo relojero a quien llamaban “El Ruso”, pero cuya verdadera nacionalidad nunca me quedó clara. Tal vez fuese polaco o austríaco, y la confusión popular lo tratara de ruso.
Con los únicos que no se confundía la gente era con los croatas, que pupulaban bastante por la zona entonces y hoy quedan sus descendientes. Casi todos dedicados a tareas rurales.
El “Ruso” de mi recuerdo era alto, de bigotes tal vez pelirrojos, en la cabeza siempre encasquetado un sombrero negro, llevaba –tanto en verano como en invierno- un largo piloto de color crema pálido, hablaba un castellano bastante inentendible, y vivía en la pensión de doña Elba Mitre, un conglomerado de habitaciones con el bar en la esquina, frente a las vías del ferrocarril, donde hoy está la casa del “Nin” Tonelli.
Ahí estuvo el bar “La Primavera” de don Atilio Valvazón, donde yo vi a los últimos cantores pampeanos, con las guitarras atadas con pequeñas cintas con los colores de la bandera argentina.
Una vez por año, “el Ruso” ponía a la venta un piano desafinado que había traído Dios sabe de dónde.
Allí, la banda de traviesos que formaban mis amigos Roberto Escudero, Adelqui Mansilla y Lorenzo Miranda aparecían mostrando interés y el hombre les franqueaba la puerta de su habitación, no sin ingenuidad. Allí los “vándalos” la emprendían con las teclas, a las que aporreaban con un desesperado entusiasmo.
El pobre hombre, atribulado al fin, y a los gritos trataba de desalojarlos de la habitación al grito desesperado:
-¡Cristo, no mochachos!
A duras penas mis amigos abandonaban el piano y la habitación hasta que al año próximo hacerlo caer al “Ruso” con el mismo chiste, ya que el piano nunca fue vendido y al morir él, sin descendientes a la vista, el piano terminó en un depósito parroquial. Ignoro si alguna vez alguien se tomó el trabajo de afinar y usar ese piano traído de Alemania, según oí decir a los mayores.
Lo cierto es que era un gusto verlo caminar a grandes zancadas, con sus pesados botines por las calles polvorientas, en los desérticos atardeceres de invierno, bajo una pertinaz llovizna, a veces, con su piloto claro y su sombrero oscuro, saludando a los escasos valientes que se atrevían a clima tan inhóspito.
Vestido de igual forma atravesaba los veranos entre las mariposas multicolores que se adueñaban de las anchas calles del pueblo, con sus perros vagabundos y sus niños descalzos cazando esas mariposas que el “Ruso” no eludía, o tirándole gomerazos a los pájaros que cruzaban el “cielo esplendoroso”.
Por las noches este hombre solitario, olvidado en este rincón del mundo donde nunca nadie supo cómo apareció, huyendo de no se sabe qué destino, buscando quién puede creer, en un futuro posible, enterrado en ese pueblo de agricultores trabajadores y simples, digo que por las noches buscaba un poco de compañía y se arrimaba hasta la “Fonda de Aronna”, como se llamaba el pequeño establecimiento o comedor o restaurant donde se preparaba algo de comer y algún contertulio que otro (entre los que se contaban “al Ruso” y mi padre) caían luego de cenar a tomar una copa antes de dormir.
Del relojero de mi infancia siempre ignoraré cuantos relojes arreglaba por mes, por semana o por día, lo perdí en la pensión de doña Elba, frente a las vías. Pero conversando con Luisito Broglia, me confirma un dato que hasta hace poco desconocía. En verdad el “Ruso” no había muerto todavía, cuando doña Elba mudó su pensión frente a Pepe Giuliano, quien tenía un taller con un hermano tan gordo y tan peludo como él y que respondía (creo) al nombre de Francisco.
Y me lo vuelve a ratificar casi con una anécdota personal: él fue aprendiz en ese taller terminando la primaria, porque para que no vagara por las calles por las tardes, su papá, don Segundo Broglia, lo mandaba allí. Entonces el “Ruso” debió vivir más años de los que mi memoria le adjudicaba.
En ese tiempo, yo ya no estaba en el pueblo y me perdía todo: el vuelo de los pájaros, el murmullo de las palomas, el zigzaguear de las mariposas y los anocheceres en que sus hombre solitario venido nunca sabremos ya de dónde, caminaba escasos metros hasta la “Fonda” de Aronna y se hacía servir, muy gentil, ginebra en un pocillo de café, mientras esperaba que las sombras cubrieran el pueblo en su totalidad, para tirarse en ese camastro que hacía lo posible, para atenuar ese dolor de huesos que ese pobre relojero traía desde un ignoto país, y que hacía siglos soportaba con un estoicismo digno y silencioso.






La Soledad*


A Camucha Abdallah



Detrás de cada incierta puerta
año tras año
siempre me espera
la soledad


vestida como nube de algodón
mi soledad sirve café
me observa
y muy atenta
disfruta mis silencios.


en este invierno es especial
mi soledad


ha abierto todas las puertas de mi alma
y se entregó desnuda al sol
serenita retoza en el césped del patio


escucha y disfruta
del canto de los pájaros
bebe agua fresca y me convida
me da palabras


y yo sentado
en la pradera de sus nalgas
canto con ella
me siento pájaro
vuelo sereno por el firmamento
y llego inmenso hasta la cima
de estos versos.


mi soledad es insaciable
me pide más y más incertidumbres:
¡respirá! ¡salí a pasear!
¡bañáte! ¡ve a trabajar!
¡hacé el amor! ¡sentí!


me llena el bolso y la esperanza
de palabras
y así yo. enfrento al mundo.


y el telón del amor
se cae y se levanta
y la brisa suave
se estrella contra mi alma


y sigo caminando mi destino
de letras solitarias
y manos solidarias.


inmediatamente
me tiento a abrir las puertas
de otras soledades


y vuelvo a ser
por un momento inmenso
nuevamente pájaro
canto matinal
efluvio
amante insaciable


y llego al puerto fresco
de otras soledades


les cebo un mate
les hablo
les nostalgio


les hago cosquillas en el vientre
las beso y las rebeso
les cuento un poco de mi soledad
y luego marcho.


mi soledad
es muy solicitada
y es etéreamente solitaria


y a diferencia de otras soledades
mi soledad es buena.


me goza
me disfruta
me acompaña.


siempre marchando
con otras soledades
siempre en un puente
rumbo al infinito
siempre en un puerto
donde nadie llega


siempre lo incierto
lo compacto
lo concreto


siempre en los ojos
de los niños tristes
siempre guerrera
siempre protestando


siempre en las marchas
de pan y de trabajo


siempre en un río
cristalino y puro
siempre en los ojos
de mi bienamada


siempre presentes!!!

yo
y mi soledad



*de Luis Reynaldo Vilchez lasopapaliteraria@yahoo.com.ar
-Este poema pertenece al libro inédito Epitafios de amor y desamor,







Prisión y censura I: Preso en Ushuaia*





*Por Sonia Catela. soniacatela@yahoo.com.ar



En nuestro país parece indiscutible que la censura alcanzó su clímax y orgasmo durante la peste febril del Proceso. Sin embargo, otros períodos muestran frutos del árbol de las prohibiciones a los que conviene hincarles el diente. Los anarquistas cuentan con un adherente, Rodolfo González Pacheco, sometido reiteradamente a dieta carcelaria que curara su manía de escribir y luchar en política. Durante la Semana Trágica, Yrigoyen clausuró La Obra, publicación creada por Pacheco. Alvear lo hizo encerrar seis meses debido a elogios hacia el alemán Wilckens. Pero una experiencia anterior, su reclusión en el penal de Ushuaia (1911), la vertió en Carteles permitiendo que dupliquemos la vivencia del castigo en esa penitenciaría extrema.
Narra Pacheco: "Las razones del gobierno para mandarnos a Ushuaia no se discuten aquí. En la guerra como en la guerra, dicen.
Nos remitieron a Ushuaia para no fusilarnos, dicen.
Pretendían contagiarnos sus temblores y, para esto, nos arrojaron desnudos sobre la nieve. Y ni hubo caso.
Ser presidiario, al fin, no es el destino del hombre. Y menos es su destino ser carcelero o jefe de policía".
Pacheco escribe como se escriben un himno, una epopeya. En el fragmento en que puntualiza la razón específica de su envío al penal, señala: "Arrebatado de un mitín por pedir la libertad de nuestros presos sociales... aún me sentía sacudido por un viento luminoso. Éramos 80.000, llenando calles y plazas, desde el Paseo Colón hasta las escalinatas del Congreso. Y volaban las enseñas".
Y siguiendo su narración: "Ésta es mi Ushuaia; el rincón más frío de la Argentina, adonde somos echados todos aquellos para quienes la patria no es madre, sino madrastra".
"Basta con estos recuerdos. Estaban en mí, quemándome; hasta que los manoteé y los arrastré a estas páginas. Pero no se arrastra el fuego. Verás al leer: mucho se me hizo humo".
González Pacheco relata las condiciones del viaje en el barco que lo llevaba, pero en ningún momento abandona las imágenes poéticas, cosa que difícilmente se repetirá en testimonios de presos políticos posteriores: "Para más seguridad, nos encerraron a popa, en la carbonera, a todos los presidiarios. Pequeño el barco, y el piso móvil y oscuro, íbamos como en el seno de una tormenta".
"Un día, por fin, a los muchos, nos abrieron la escotilla. El aire, la luz, el cielo (tres aves) bajaron a nuestra cueva".
"Nosotros somos del llano. Calculad nuestra sorpresa a la luz de los canales fueguinos".
"Después... Nos volvieron a la popa a los presidiarios. A nuestra nube de hollín. Hasta Ushuaia".
Sin embargo, pese al sesgo poético, Ushuaia era Ushuaia y los tonos tenebrosos comienzan a deslizarse: "A estribor se acuna el bote que nos debe llevar a tierra. Bajamos y nos conducen.
Tierra, para el caso, no es más que un modo de decir. Todo allí es nieve: el suelo, el viento, los bosques y las montañas.
¡En marcha! gritan. Marchamos. Resuena el piso y nos huye. Juega a hacernos zancadillas. Un juego como a la taba, a caer de cara o culo.
Caemos, no sé cuántas veces hasta hacer las treinta cuadras que hay del puerto hasta el presidio. Y sobre cada porrazo, el fusil del centinela, que nos apunta. Y el grito: En marcha, en marcha, marcha.
Con los brazos abiertos como alas rotas, marchamos".
Todavía González Pacheco no sufrirá torturas particulares que se propusieran arrancarle confesiones ideológicas o delaciones, como las que se descargarán en etapas ulteriores; pero reseña un episodio de brutalidad primaria y animal, sanción a una desobediencia: "El conscripto llegó allí a cumplir diez años, por una insubordinación en Campo de Mayo. Al empellón de un sargento había respondido con una lluvia de planazos, con su machete.
Todo lo que supe fue que era un gauchito entrerriano, de las selvas de Montiel. Y que, al empellón de un bruto, había respondido con una lluvia de golpes con su machete.
"¡Silencio, silencio, silencio!". Es la voz del celador que manda callar, dormir. ¡Si pudiera! Echo el cuerpo en las rodillas y me largo al sueño...
Hasta que se alzó aquel grito. Qué desolación, señor, y qué pudor, y qué miedo ululó aquel alarido: "¡Mama!"
Pegué con la cabeza en el techo, metí la cara hasta las orejas por la mirilla: ¿Qué hace?
Y el centinela me abocó su mauser: "¡Silencio, silencio, silencio!". Y llenándose la boca con una lengua de perro: "¿No ves que es el guapito ése?... El nuevo que llegó hoy... Lo están ?moviendo? los viejos..."
¿Comprendéis, madres? ... ¿Madres que paristeis machos?... Lo violaban. ¡Lo estaban haciendo hembra!"
El trabajo obligado que le tocó a González Pacheco fue el aserradero: "Entre ese mar que es pirata y aquella montaña blanca como holocausto, funciona el aserradero. Allí trabajamos los forzados. Volteamos robles y hacemos leña. ¡Mucha leña para tanto frío!"
"...Estos árboles de Ushuaia eran también presidiarios. Presidiarios de plantón. Presos de arriba y de abajo, por el hielo y por la nieve. Mas, barajé que ésa era la libertad. La libertad en la Argentina. Una selva congelada".
Los castigos que se propinaban en el penal marcan ya precedentes: "El palo, el plomo, el plantón, son las tres bombas de tiempo que te mantienen en vilo. Nunca sabes ni por qué ni cuándo van a estallar. Tampoco están en el orden en que yo las enumero; su marcha hacia el estallido puede también alterarse. El resultado es el mismo: el plantón, el plomo, el palo.
El garrote va a tu lado; te señala la tarea en que has de emplearte; te vigila. Distante cinco o seis metros, el fusil, que tú has visto gatillar, te apunta por si el del palo te erra. Pero lo que ya es difícil, casi imposible, es que del plantón escapes.
Porque éste se da por una simple mirada, que siempre se te interpreta como de protesta o de odio; o por encogerte de hombros cuando te insultan; y hasta por resbalar en la nieve y darte un golpe. ¡Plantón! Ocho o diez horas a la intemperie y de noche. De este suplicio, cuando se termina, te sacan tus compañeros en sus brazos o a la rastra".
Y así describe Pachecho una de sus experiencias como sujeto de represión: *Estoy en penitencia en el "triángulo". Esto es, de plantón, bajo la nieve, dentro de una garita con esa forma. Lo que no sé es cómo han hecho para hallarla a mi medida: justa por todos lados; hasta en el ventanuco que me enmarca el rostro. Parece mi ataúd.
Empiezo a sentir frío. Un frío en ráfagas, que me desnuda a tirones. Congelado. Un frío de bolsa de hielo.
¡Si me pudiera dormir...! Pero es como si arrastrara bajo los párpados toda la luz de los témpanos. Flamea y me quema, dentro del cráneo, el paisaje. Blanco, blanco, blanco. Soy una copa de escarcha.
Me hundí, me dormí de pie. Me despertó el centinela. Zamarreaba mi ataúd."¡Eh, vos! Callate. No se puede cantar".
Quién sabe si Pacheco cantaba dormido. Pero es cierto que para Ushuaia valía aquello que plantea Primo Levi refiriéndose al campo de Monowitz: "En este lugar está prohibido todo, no por alguna razón oculta, sino porque el campo se ha creado para ese propósito".
Personaje omnipresente, el centinela vigila con estas palabras de Pacheco: "El centinela, en Ushuaia, es un máuser con un dedo en el gatillo. Un fusilador que os mete, antes que su balazo en el pecho, su intención fusiladora en el alma".
"Se apodera de su víctima en el puerto. De aquel primer desconcierto, que fue tu primer porrazo, te sacó él apuntándote... "¡Marche!". Y tras de ti marchó el fusil gatillado.
Después... Lo inaguantable, hasta hacerse una obsesión de gritar, es él; él, acañonado a tu vida, a tu nuca o a tu frente.
¡Siempre! Hasta la asqueante letrina donde la puerta, cortada transversalmente, deja tu rostro en la línea de su fusil gatillado".
González Pacheco logró salir vivo de Ushuaia y continuó su lucha en distintos escenarios. Pero en esta saga de Argentina y censura, Argentina y prisión política, otra resistencia harto diferente será la que nos narren Nosotras, presas políticas, avanzados los 70, desde un penal "legal", Devoto. Las oiremos en una próxima.


*Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/14-21291-2009-11-30.html




*

Sobre el papel de este lunes insensato digo: “ya no hay nada que decir”
Sobre el virtual papiro intelectual de la mentira visual de este lunes abotagado digo:
Hoy comienza un nuevo fin para mi historia inconclusa
El juego continúa y nada volverá a ser lo que fue
Solo la ternura de esta nunca bien amada serenidad
Comprada con el sudor de una incansable búsqueda abocada a encontrar ese porque, el gran equilibrio del mundo indica
que quizás nunca resuelva el matemático dilema existencial, el bien necesita del mal para existir, la vida es en verdad esclava de la muerte y le debe todo su valor a ella… nuestra señora guardiana …
Y sin nada mas que pensar que solo el vago ejercicio de decir y compartir estos tormentos diarios que definen quizás el totalmente pronosticable destino
Que misterioso aun se muestra errante e infinito
aplasto mis ojos cansados sobre un solo y único lugar y la vergüenza de no saber quien esta del otro lado del espejo limita una vez mas el hartazgo ocioso y suicida de cada mañana dándome una vez mas el aviso, de que aun
Sigo vivo.



*De Gastón Medina Balle. medinaballe.gaston@gmail.com








*





Queridas amigas, apreciados amigos:



Este domingo 29 de noviembre de 2009 presentaremos en la Radiofabrik Salzburg (107.5 FM), entre las 19:06 y las 20:00 horas (hora de Austria!), en nuestro programa bilingüe Poesía y Música Latinoamericana, música de los compositores argentinos José Luis Campana y Alicia Terzian, interpretada por el Grupo Encuentros (Argentina). Las poesías que leeremos pertenecen a Lina Zerón (México) y la música de fondo será de Tarpuy (Andes). ¡Les deseamos una feliz audición!






ATENCIÓN: El programa Poesía y Música Latinoamericana se puede escuchar online en el sitio www.radiofabrik.at

(Link MP3 Live-Stream. Se requiere el programa Winamp, el cual se puede bajar gratis de internet)!!!! Tengan por favor en cuenta la diferencia horaria con Austria!!!! (Recomendamos usar http://24timezones.com/ para conocer las diferencias horarias).





REPETICIÓN: La audición del programa Poesía y Música Latinoamericana se repite todos los jueves entre las 10:06 y las 11:00 horas (de Austria!), en la Radiofabrik de Salzburgo!



Freundliche Grüße / Cordial saludo!



YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur.
www.euroyage.com
Schießstattstr. 37 A-5020 Salzburg AUSTRIA
Tel. + Fax: 0043 662 825067







*







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