sábado, diciembre 04, 2010

Y TIRO HACIA LA TIERRA UN CANGREJO DE SOMBRA...



*Ilustración: Walkala. Luis Alfredo Duarte Herrera.





JUGANDO A ESCRIBIR UN CUENTO*



Esto ha ocurrido siempre a lo largo de la historia. Qué poco hemos aprendido con los siglos. ¿Cuánto más necesitamos sufrir antes de recordar de nuevo que el amor existe?

Lazos de amor
Brian Weiss


Hoy no voy a escribir una historia, voy a plantear una incógnita, para que cada cual la despeje a su gusto:

Ella ve pasar un hombre por la calle opuesta, sus ojos se cruzan y, en ese fugaz instante, le vienen las memorias acumuladas en existencias anteriores… No sabe cuántas, mil, mil y una… Es el rostro del amor, aquel que ha amado en cada vida. Él la mira con insistencia, intentando recordarla, no sabe de dónde, y aunque no lo logra, sonríe, cruza la acera y camina hacia ella.

Pero ella recuerda. Recuerda que ese amor, el que ha marcado cada una de sus existencias, es el que la abandona siempre, dejándola sumida en una tristeza que la acompañará por el resto de su permanencia en ese cuerpo.

Se halla en un momento crucial: Puede volver sobre sus pasos y evitar el encuentro, o quedarse y aceptarlo. Un paso atrás, o una sonrisa pueden cambiarlo todo. La historia está a punto de reescribirse o ser borrada para el resto de la eternidad…

Hasta aquí el planteamiento del cuento.

Es una lástima no recordar el mundo anterior a este nacimiento, más allá de ciertos extraños “flashes” de la memoria.

Y es una bendición, los dioses son sabios... por algo lo harán.

¿Sería feliz el niño que recordara sus vidas como anciano, sus muertes, sus desilusiones y sus duelos? Vivir sin la inocencia, desdeñar la edad de los “por qué” o, como en este caso, no poder volver a la emoción del primer amor, porque sería el mil y dos de los "primeros amores", cuyo fin anticipamos.

Nos queda, no obstante, esa curiosa intuición de eternidad, jamás comprobada por lo que llamamos ciencia, de que hemos estado aquí, volveremos a estar... “Estoy seguro de que he estado aquí tal como estoy ahora, mil veces antes, y espero regresar otras mil veces más”[1].

Quedan los “dejá” y esa sensación de cruzarnos con alguien cuyo rostro nos resulta familiar, pero no recordamos de cuándo o de dónde; la magia de sentir que lo conocemos desde hace siglos, milenios.

En esta vida también tenemos mucho que aprender, más allá del ciclo de muertes y reencarnaciones: Nacemos y morimos muchas veces en cada existencia terrenal. No me refiero al camino trillado de "el niño da paso al adolescente, al joven, al adulto, al anciano". Hay renaceres marcados por hitos, causas externas, maduraciones internas, desengaños, emociones, alternativas... Suceden más allá del paso de una edad a otra. Y tenemos la oportunidad de ser mejores al enfrentarnos a cada uno.

Por otro lado, podemos preguntarnos: Si el encuentro se repite, algún motivo ha de existir – todo gira alrededor de la Fe, nada es cierto hasta tanto no creemos en ello -. ¿Será para que ella desteja el lazo o porque algo ha de asimilar, algo olvidado y esencial?

¿Debemos romper el ciclo? ¿Está en eso la clave de ponernos ante las mismas disyuntivas? La vida se compone de encrucijadas, de elecciones, y nos ha sido dado el poder de enseñorearnos de nuestras decisiones.

Al mismo tiempo, la verdadera enseñanza, ¿no se tratará de repetir "ciertos errores"? Si he amado a alguien que reconozco en cada vida, que no me reconoce pero me ama a partir de que se produce el reencuentro, que sé que me va a dejar porque ya lo ha hecho, y que voy a sufrir por esa causa... ¿Sería razón suficiente para perder la magia de volver a descubrirnos? Si al hombre que lleva años de casado le fascina cuando su esposa estrena un vestido, imaginen la emoción que suscitaría reconocer a un viejo amor en nuevo cuerpo, con nuevo nombre y "un nuevo pasado a cuestas".

Un solo paso puede decidir el desenlace… It’s still the same old story[2], la misma vieja historia, siempre nueva, que ha iluminado películas, canciones, novelas, obras de teatro y que se resume en la eterna duda entre la lucha por lograr la felicidad o la posibilidad de vivir sin conocerla, evitando con ello conocer el dolor, porque como el yin y el yang, todo trae aparejado su opuesto.

Algunos parten sin la ventura de haber dicho a quienes amaban que los querían, cada vez que necesitasen hacérselo saber, sin tener que buscar un pretexto - ¿es necesario? -. Nadie se los dijo, ellos no lo dijeron. Las frases no fueron pronunciadas en una ni otra dirección, todo quedó encerrado. Llegaron y se marcharon como moluscos en sus conchas.

Y si algo venimos a aprender, es a Amar, en el más amplio sentido de la palabra.

Así sea solo por eso, ¿vale la pena repetir el encuentro y volver a padecer el desenlace? Quién sabe si a ella le ha sido dada tan exclusiva memoria para vislumbrar que el dolor no existe – otra ilusión, otro velo de Maya -, pues tras una breve pausa, sus caminos volverán a cruzarse. La cita se ha fijado, en cualquier edad, en cualquier rincón del planeta.

Mas, esto es solo un punto de vista. La interrogante sigue abierta.



*De Marié Rojas Tamayo
Ciudad Habana, 4 de diciembre
[1] Goethe. [2] As time goes by, Casablanca










Voy a comprar cigarrillos; ya vuelvo*



*Por Guillermo Camacho. info@auroraboreal.dk


Lina supo que su madre no pasaría de aquella noche. La acompañó en silencio mientras los recuerdos de toda una vida se precipitaban abruptamente por su memoria. Se avergonzó de aquellos años cuando todavía era una niña y las compañeras del colegio organizaban colectas para comprarle el uniforme, los libros y los materiales exigidos por la escuela. Esa náusea inmunda le volvió de repente. Como tantas otras veces en su vida. Similar al malestar de aquella tarde en la que su padre murió. Ya entonces Lina, a pesar de ser una chiquilla que todavía jugaba con muñecas, entendió que algo grave e irreversible había sucedido. La infancia sólo fue esa continua angustia. En aquellos años difíciles Petra su madre tuvo mil oficios diversos. Todos siempre mal remunerados. La idea de La Mensa de Doña Petra surgió muchos años después, cuando Lina empezaba la secundaria. Fueron años de desasosiego.

Ahí estaba Petra con su cara bondadosa agonizando en ese lecho de hospital. Lina le sentía la respiración débil. A pesar de que tenía los ojos cerrados y simulaba un sueño catártico, se sabía claramente que se debatía con la muerte en un duelo final y definitivo. El cáncer de garganta, a pesar de haberlo tenido silencioso y olvidado por treinta años, la había consumido en las últimas semanas de manera desastrosa. Finalmente le estaba arrebatando la vida. Petra ya no oponía resistencia. Lina la observó una vez más. La encontró bella y en armonía. Lista para marcharse de este mundo como quien abandona palabras colgadas de un cable de luz, como pájaros. Cada arruga de su rostro revelaba que había sido una tudesca con brío que no se había dejado vencer fácilmente en la vida. Lina la descubrió tranquila y en paz consigo misma. Lista. Preparada para la última cita. Seguramente porque sabía que Lina al fin había hallado un marido. Heiko, aquel chico suevo que volaba como aeromozo de la Lufthansa en la época en que esta compañía todavía llegaba a Bogotá.

En aquellos años dorados, muchos alemanes se daban cita en La Mensa de Doña Petra acompañados de una cerveza Bavaria y aquel gulasch que inmortalizó a Petra en la ciudad. Seguramente así ellos se sentían más cercanos al hogar. Tal vez no tanto por el gulasch de Doña Petra, más bien por la mesa larga donde los clientes tudescos de toda la vida y los de paso se sentaban a compartir una cena. Las tripulaciones de Lufthansa de aquel entonces no eran la excepción. En su corta escala en la tan afamada Atenas Suramericana, se alojaban en un hotel vecino al restaurante de Petra. En Bogotá normalmente la tripulación cambiaba y una nueva y descansada continuaba el viaje rumbo a Santiago de Chile. En una de aquellas escalas técnicas terminaron enamorándose Heiko y Lina. En realidad fue Lina la que se enamoró de Heiko, un detective de seguridad de la compañía aérea que viajaba camuflado de aeromozo.
Lina recordaba la infancia como un malestar. Esa náusea de sentirse sola, insegura y desprotegida. Tal vez por eso Petra abrió La Mensa de Doña Petra, en un ataque visionario y como única alternativa cuando el marido alemán se le murió en Bogotá, esa ciudad extraña a la cual habían sido enviados a instalar unas máquinas para una imprenta de renombre. Originalmente iban a quedarse dos años pero en el camino nació Lina. La tipografía le ofreció al marido un empleo permanente porque él era un genio de las técnicas de reproducir libros por medio de presiones mecánicas. Todo marchaba viento en popa y así transcurrieron desapercibidos los primeros cinco años. Lina empezó a padecer aquel malestar que se siente en el estómago cuando se quiere vomitar la tarde en que murió su padre, y su madre decidió que se quedaba en Colombia contra viento y marea. Sus razones habrá tenido.

Y ahí estaba Petra indefensa en esa cama. Le pareció notarle una sonrisa que la tranquilizó y le provocó levantarse y estrecharla entre sus brazos, pero reposaba tan plácidamente que no se atrevió a hacerlo. Lina también se quedó dormida al lado de su madre y soñó con años mejores. Lina graduada de bachiller, ayudando en el restaurante de su madre y estudiando una profesión. Petra había comprado un apartamento cómodo. Lina tuvo su primer auto. Petra incluso la matriculó en una escuela de equitación. En la mensa los clientes especulaban que Petra, a punta de vender el célebre gulash, estaba millonaria. Y en cierta medida era cierto. La Mensa de Doña Petra llevaba más de cuarenta años funcionando sin haber cerrado un solo día en todo ese lapso. Gozaba de una clientela fija y otra volátil que había oído hablar del local especialmente en las ciudades hanseáticas más extrañas y remotas. La gran mayoría de alemanes turistas en Colombia había pasado y pasaba por el gulasch de Petra acompañado de la famosa cerveza Bavaria helada de la fábrica de un famoso comerciante e industrial de la época. La Mensa de Doña Petra había sido elevada, entre los turistas y los locales, al rango de institución: uno de aquellos prerrequisitos necesarios y obligados para poder jactarse y dar crédito de que efectivamente se conocía Bogotá; como ir al Museo del Oro o visitar el cerro de Monserrate con su catedral y beber chocolate hirviente con queso derretido, se decía entre teutones y locales que había que comer en La Mensa de Doña Petra.

En las noches Petra solía sentarse en la mesa larga con sus clientes mientras fumaba como una chimenea, siempre, toda la vida, uno tras otro hasta que se ganó el cáncer de garganta que le puso la voz ronca durante treinta años y finalmente le estaba arrebatando la vida en esa última escena por el sueño eterno. La definitiva, la decisiva, la postrera. Nunca aprendió a hablar bien el español, pero no lo necesitaba. Sus cocineras, las mismas durante toda una vida, no sólo le aprendieron los secretos de su gulasch sino que llegaron a quererla y a entenderla como si fuera su propia madre. Petra se hacía querer por todos. Siempre había un Schnaps de más para los clientes. A todos los trataba como a hijos.

Le hablaban de negocios, le consultaban aventuras y odiseas. Le confesaban amores secretos y líos de faldas. Le manifestaban credos políticos. Hasta de revoluciones y armas llegaron a comentarle. Y a todos escuchaba. Por igual. También observó a Lina y la consoló durante aquellos años difíciles en que ningún chico se le acercó. Lina, desde las colectas de la escuela primaria, estuvo vetada por sus compañeros. Pringada de algún tabú que le cerraba puertas. Jamás se le conoció novio en la secundaria. La invitaban a las fiestas y la dejaban sentada toda la noche. Lina era bonita, pero algo había en ella que producía esa repugnancia, que la había acompañado desde la infancia desde la muerte de su padre.
Heiko apareció como un regalo de los dioses. Seguramente no bajado del cielo, pero sí como una aparición milagrosa cuando Petra pensaba que Lina pasaría el resto de su vida sola y triste. Desde hacía seis años Lina y Heiko estaban casados. Se habían trasladado a Alemania. Venían regularmente a Colombia a visitar a Petra, que a pesar de sus setenta y cinco años se oponía a cerrar su Mensa.

“La Mensa de Doña Petra se cierra el día que Petra se muera”, le dijo a Lina la noche de su boda con Heiko. Les regaló una mansión en Holzhausen, uno de los barrios lujosos de Frankfurt. Y sagradamente todos los meses desde el día del enlace, les hizo llegar un giro de dinero lo suficientemente abultado para mantener sin apuros la bella residencia de Frankfurt y un ritmo de vida que les permitía lujos extraordinarios. Lina y Heiko tuvieron un hijo y casualmente el día en el cual el nieto cumplió cinco años de edad, una de las cocineras de La Mensa de Doña Petra telefoneó a Lina a Alemania para decirle que Petra había sido hospitalizada de emergencia a raíz de ese dolor de garganta. Aquel malestar que arrastraba en silencio y sin jamás referirse a él desde hacia más de treinta años y que decía era el nudo que se le había formado en la garganta cuando su marido había muerto.

¡Eso me pasa por no llorar las penas! - decía a veces.

Pero la verdad era que Petra había perdido la voz completamente durante los últimos años de su vida. A punta de gestos y cambios de la expresión de los ojos manejaba el negocio y su vida como si nada hubiera ocurrido. Bastaba una mirada para aprobar los guisos de las ollas en la cocina. Una sonrisa para fiar a un cliente o que no se le moviera un músculo de la cara para censurar un comentario de mal gusto.

Con la primera operación a las cuerdas vocales vinieron un par de años difíciles donde Lina y Petra tuvieron que resolver asuntos prácticos y poner papeles en orden. Petra traspasó su apartamento de Bogotá a Lina. También el restaurante, y confesó a Lina las cuentas millonarias que poseía en Alemania, donde estuvo ahorrando las ganancias de La Mensa de Doña Petra durante más de cuarenta años. Todo pasaba a nombre de Lina.

Cuando Lina se despertó aquella mañana, Petra ya había dejado este mundo, pero en la habitación se podía sentir aún su energía maravillosa que circulaba sin tensión alguna por el cuarto. Lina no sintió tristeza. La había visto morir feliz, a pesar de los dolores de garganta. Además Lina confirmó que había tenido la suerte de tener una madre maravillosa que jamás descansó hasta verla dichosa. Le heredaba una fortuna que jamás imaginaron y que realmente no importaba a esas alturas de la vida. Lina ya había empezado a descubrir que a medida que se envejece se necesitan cada vez menos cosas materiales. La náusea también comenzaba a desaparecer. ¡Qué alivio!

Lina enterró a Petra con una ceremonia simple a la cual sólo permitió que asistieran sus cocineras de toda la vida y algunos, muy pocos, clientes. Por supuesto sin flores como es la costumbre. Se leyeron unos poemas de un tal José Gorostiza, “Muerte sin fin” a la puerta del mausoleo en el Cementerio Central. Petra siempre habitó en el centro de la ciudad. Ahí debían reposar sus restos. Luego Lina regresó a Alemania en paz. Comunicó a Heiko que por favor no se fuera a impresionar cuando pidiera el saldo en el banco. Petra les había dejado una fortuna en dinero.

- Ya lo sabía - le dijo Heiko desganado.
Durante las siguientes semanas, Lina descubrió que la náusea angustiosa de toda una vida había comenzado a desaparecer. Apenas se asomaba como un espejismo que le costaba recordar como verídico. Supo que no era debido al dinero. Llegó a aquella conclusión, elemental, porque finalmente se descubrió feliz. Tenían un hijo sano y hermoso que entraba a su séptimo año de vida; estaba enamorada de su Heiko, todos gozaban de excelente salud y su madre le había enseñado y demostrado que la felicidad era realmente el poder disfrutar de las cosas simples de la vida.

Una mañana de un sábado cualquiera, como acostumbraba Heiko tantas otras veces, le escuchó decir:

Lina, voy a comprar cigarrillos, ya vuelvo.

De eso han pasado diecisiete años. Heiko jamás volvió. Se desvaneció como si nunca hubiera existido. Ni una huella, ni un rastro. Nada. Lina sólo captó que la había abandonado, no cuando se cansó de buscarlo durante cinco interminables días con sus insoportables noches por hospitales y estaciones de policía por todo Hesse, como una demente, sino cuando descubrió que Heiko había vaciado todas las cuentas bancarias. Todo. Hasta el último céntimo. Íntegramente legal como le explicaron en el banco:

- ¡Señora, sus cuentas bancarias son mancomunadas! ¡Vea, compruebe usted misma, aquí está su firma en este documento en el cual autoriza a su marido sobre todas sus cuentas. Mire usted, además acá están registradas, y hasta selladas por notarios colombianos y autenticadas por el consulado alemán en Bogotá, el poder plenipotenciario que usted le dio a su marido, el señor Heiko Schellart sobre todas sus propiedades y escrituras! Un timo perfecto.

¡Afortunadamente le dejó el hijo!

Desde entonces la náusea ha estado presente. Va y viene por ratos. Ese malestar de estómago que la ha perseguido toda la vida como la frase simple y llana de Heiko:

Lina, voy a comprar cigarrillos, ya vuelvo.



-Se reproduce con autorización del autor-
*Fuente: AURORA BOREAL Nº 7. Mayo 2010.






*


"y tiro hacia la tierra un cangrejo de sombra" y hacia atrás,
los pasos hacia atrás pesquizan la marea de mis manos entrando
en lo asequible del silencio (la voz como la clave en lo asequible
a la marea azul de las dos puertas) lamen de mi sangre
y en el grito el campo ha descampado algún misterio ¿quién?
el ave ha huído tanto en gotas de este tiempo! los girasoles rojos
amontonan cauces como heridas a su entierro/ el ánfora marrón
del niño que cohabita padre a padre los misterios/ niño en su inferir
el roce con lo agudo de la voz por los comienzos/ cauces en bandadas
divididos en tropezón la hoja lame los misterios/ árboles calientes
como imagen miran tras el tiempo/ deglución el ave no vendrá
botó a su sombra (los faquires blancos del entierro)



*De Liliana María Celiz.lilianamariaceliz@yahoo.com.ar
www.poesiaceliz.com.ar







Encontrar el final*


*Por Juan Forn


No es culpa de Vladislav Leschenko que su hermano Piotr lo haya opacado, tanto en vida como después. ¿Qué se puede hacer, salvo internarse en las sombras, si tu hermano es el Rey del Tango ruso? Así es como ha pasado a la historia Piotr Leschenko, básicamente por un gran éxito, el tangazo "Serdtse" ("Corazón", en ruso) con el que recorrió Europa, peinado a la cachetada y sosteniendo la guitarra a la Gardel, hasta que abrió en Bucarest un club nocturno con su nombre, que alcanzó fama como "el Maxim's Oriental" y donde cada noche terminaba con Piotr agasajando a la selecta concurrencia con una emocionada rendición de su mayor éxito. En la primera parte de su show cantaba canciones gitanas ataviado ad hoc; en la segunda se calzaba el smoking, la gomina y la guitarra y hacía tango. Todo el repertorio era en ruso.
En la Unión Soviética, sin embargo, el tango era un género musical contrarrevolucionario (ni hablemos de lo que se lo consideraba como baile), pero los admiradores secretos de Piotr sintonizaban clandestinamente Radio Teherán para pescar las famosas transmisiones que se hacían desde "el Maxim's
Oriental". Tan popular era Piotr que, cuando los tanques rusos entraron en Bucarest al final de la Segunda Guerra, Piotr salvó el pellejo porque el mariscal Zhukov era uno de esos admiradores secretos. El mismo tratamiento VIP le habían dado en su momento las autoridades fascistas rumanas y los nazis, que nunca se enteraron de que "Serdtse" era originalmente una de las canciones de un film musical soviético, si alguien es capaz de imaginarse tal entelequia, hasta que Piotr tuvo la brillante idea de reformularla cantada como tango además de cambiarle el título (el original era algo así como "El trabajo y el amor hacen la felicidad", entendiendo amor como amor a la patria).
Un grande, Piotr. Emocionaba por igual a judíos de la diáspora y a nobles europeos, a rusos blancos y a ciudadanos soviéticos. Su hermano Stanislav también logró esa hazaña, y fue aún más lejos. Pero como ya se ha dicho, lo hizo en silencio, desde las sombras. Hay un momento de la adolescencia en que ambos hermanos parten hacia Europa, se ignora si juntos o por separado (el último lugar donde coinciden es en Moldavia, bajo el techo de su padrastro). Piotr termina haciendo base en París. Vladislav recala en Berlín en los locos años '20. Allí alquila varios departamentos baratos en el antiguo barrio judío de la ciudad, echa abajo las paredes divisorias de sus respectivos sótanos y monta una sala de montaje que se especializa en una tarea delirante: retocar melodramas rusos para vender a Estados Unidos y retocar melodramas norteamericanos para vender a la Unión Soviética. Para exportar exitosamente a Norteamérica las películas rusas, tenía que cambiarles su inalterable final desdichado. Para las audiencias soviéticas, en cambio, eran inaceptables los finales felices de las películas norteamericanas.
Stanislav era un mago: a un film ruso donde los protagonistas terminaban todos muertos, le agregaba una escena donde se apresaba al criminal y se reivindicaba a los difuntos. A un final feliz yanqui le añadía una coda truculenta, donde todo quedaba en tela de juicio e inminente tragedia.
Stanislav no pagaba impuestos, no figuraba en los créditos de las películas que retocaba y vendía al menudeo sus creaciones en aquel mercado persa a la enésima potencia que era el mercado negro de Berlín. Pero en sus sótanos, "esas esclusas de la dramaturgia", como dice el gran Alexander Kluge,
aprendieron su oficio muchas de las futuras estrellas de UFA, incluyendo a la mismísima Zarah Leander. Un montaje de Leschenko se considera hoy una rareza de la historia del cine, los cinéfilos los estudian y escriben sesudas y soporíferas tesis sobre ellos, el problema es que no hay una sola cinta que muestre una sola prueba de que fue intervenida por Stanislav. Lo que lo convierte en el perfecto artista de las sombras: la obra queda, pero indiscernible en las brumas del anonimato.
Cualquier película rusa o norteamericana de aquellos años, en cuyas escenas culminantes su protagonista aparece de pronto de espalda, o con el rostro cubierto por un sombrero, o una sábana o las meras tinieblas, puede ser una obra de Stanislav. Por realizar esa clase de misteriosas intervenciones en
su sala del subsuelo se hizo involuntaria fama de agente (soviético para algunos; yanqui, para otros) y cuando llegaron los nazis puso prestamente rumbo al Norte y pies en polvorosa. En 1941, mientras su hermano Piotr cantaba por primera vez en su vida para el pueblo ruso en la Odessa ocupada por rumanos y nazis, Stanislav estaba en Suecia con pasaporte finlandés, trabajando en otra sala de montaje de operatoria tan clandestina como la de Berlín. Ahora se encargaba de adaptar melodramas kitsch italianos y rumanos para la audiencia nórdica: eso significaba añadirles escenas pornográficas de valor artístico. La técnica era sencilla: primer plano del cuello de una blusa, mano que se interna entre la tela y la piel, roces y susurros en la banda sonora, repetir con variaciones cuatro o cinco veces a lo largo de la película, y listo.
Cuando los rusos entraron en Bucarest y, en lugar de colgar a Piotr asistieron en masa al "Maxim's Oriental" a oírlo cantar, el Rey del Tango les pidió permiso oficial para volver a vivir a su patria. No se daba cuenta de cómo incendiaba a la oficialidad soviética cuando decía "patria": la aldea ucraniana en la que tanto él como Stanislav habían nacido era parte de Rusia en los tiempos del Imperio del Zar, pero en la Rusia soviética los ucranianos eran ciudadanos de segunda, extranjeros. Piotr estaba casado por
entonces con su tercera esposa: una admiradora que se había traído de Odessa. A ella la deportaron (y ya en la URSS la mandaron a prisión por casarse con un extranjero); a él lo dejaron morir de pena en un hospital municipal rumano, meses después de la muerte de Stalin. Hoy hay peñas con su nombre en casi todas las ex repúblicas socialistas: algunas lo reivindican como Rey del Tango, otras como prócer del cancionero folklórico gitano.
De Stanislav, en cambio, nada se sabe salvo que murió en las mismas sombras que había elegido habitar en vida. Sólo el gran Alexander Kluge, que en su libro El hueco que deja el diablo logra hablar con los muertos, incluso con aquellos que ni existieron, ha salvado para la posteridad esta definición que dio Stanislav sobre su oficio, o su genio: "A los espectadores lo que les interesa es que el final de la película sea el correcto. Cómo se lo logra, no les importa. Son indolentes, o tolerantes. Pero no perdonan nunca si el final tiene defecto".



*Fuente: Página/12
http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-157953-2010-12-03.html









Redefiniciones / El Libro de anarquistas*


*De CARLOS LOPEZ DZUR. baudelaire1998@yahoo.com




1.


Todo hay que irlo reconstruyendo.
Los materiales brutos están ahí,
siempre y eternamente dados; el agua está ahí,
obviamente más sucia, pero siempre agua;
la tierra ahí, pero con dueños perversos,
el sol arriba, que no faltará, el árbol amigo
reducido a carbón, el noble sexo, siempre disponible
(pero con tráficos logreros); todo lo que necesitamos
está ahí, nunca faltará, nunca lo quitaremos
de la vista, como aquello dado y a la mano,
para que edifiquemos.

La materia bruta del edificador es siempre
la misma y no hay otra. El mal que se hizo
para deshumanizar al hombre y sus grupos en el hábitat
no es culpa de los materiales.
La que está dañada es la consciencia.
Donde se originó el menosprecio, devaluación
hasta el disparate de cada producto y misión
sobre el Reino / Maljut / es en la mala consciencia
que elevamos a dogma con falso alarde
de liberación y regocijo.

Por eso es que hay que redefinir
todo / todo lo que pretendemos
por proyecto, todo
lo que creímos que nos dio Dicha y Descanso.

Hay que redefinir este asco deshumanizante
que llamamos la educación, sobre todo,
y atrevernos a decir que nos maleduca al robarnos
la consciencia; hay que volver a la verdad
de amar la consciencia, limpiarla
si es que queremos transformar el mundo,
reedificarlo, insertarlo en el Tikkum
con los fieles materiales que no esperan
y de los que tan mal uso hacemos por causa
de la consciencia aislada, empobrecida, mil veces
ultrajade en nombre de la educación.




2.


Entre lo que redefinamos que no falte
ese buitre carroñero, esa hiena
que come democracia con manos impregnadas
de sangre y boca muda de obediencia autoritaria.
Pájaro de mal agüero que espera que lo recluten
para cumplir con sus masacres
en nombre dizque de salvaciones
y del patriotismo
de mierda...

¡Qué va a saber de patriotismo
tal rambo, robot programado
para ultrajes, o discursillos de loro!
Uno que ignora que hay que redefinir
la conducta misional que se le puso
como tapón a la consciencia.

Esos soldados de la patria. o decantados
por el Imperio, que estén en la mira del redefinidor
y has de ser tú, poeta anarco, quien instruya
el destape, quien traiga las nuevas terminologías
para el sicario, el represor, legionario,
el gorila facho, el mercenario, mono armado,
el guardia equipado con metralla,
lanzallamas, cañones, aviones, medallero,
frontalidad cobarde, escondida en uniformes.

Vierte las redefiniciones, anarco.
Si no lo haces tú no lo hará nadie.
Definiciones con vida y esperanza
sólo las forja quien de veras quiere transformación
de fondo y no urde componendas de poder
ni ventajería cuando los ejecutivos
del mercado de guerra, empresarios o aparatos
jurídico-estratégicos de la contrainteligencia
y la rivalidad, aquellos subvencionado por los acaparadores,
lo pidan... El redefinidor nada tiene que ver
con filósofos de oscuro desamor
y de traición, que los imperios tienen
como educadores de cautividad interior
o funcionarios para el embrutecimiento.

Las hordas activas aplauden su mediocridad
y, por engaño, el pueblo canta a los héroes
de saqueos imperiales; pero no lo hagas tú.
Que sea tu rol desocultar
y despojar de su armamento y agresión
a buitres, águilas, hienas,
depredadores artificialmente programados
y reclutados entre pueblos vulnerables,
el subgrupo de jóvenes.




3.


«El anarquismo, porque no posee ni Academia, ni formación habilitante, ni Papa, ni grandes sacerdotes, ni Comité Central, autoriza a todo el mundo a hablar en su nombre»: Anselmo S. Lorenzo


Habla en mi nombre desde el único foro crítico
que existe: el corazón honesto, la persona
que observa y no calla cuando a la justicia
se le ultraja como a doncella indefensa.

El almilla de los Papas y curitas de marras
calla, censura y el secreto de confesión
que practica es acervo de ultrajes.
El es el cómplice. Todos los secretos
de un sacerdote inmundo son como los Archivos
secretos de los Pentágonos o Secretarías Militares
que administran los dictadores,
sean de izquierda o derecha.

Habla pues en nombre, no de tu ego y complejo
de clase (porque hoy el clasemediero
y el duramente hambreado, se da el lujo de ocupar
ilusiones burguesas y descreer el robo
del que viene siendo objeto).

Redefine desde la consciencia libre y generosa,
única capaz de apiadarse / rebelarse /
cuando el Comité Central de manipuladores
diga: «Discresión, discresión, dejemos
ese asuntico tranquilo, que a la mierda
peor es urgulla como decía el Quijote».

Hable, transforme, redefina porque no hay
Academia que te vede liberar la Consciencia:
con la fáctica verdad de ser honesto.



4.


«El Estado llama ley a su propia violencia,
y crimen a la del individuo»: Max Stirner


Hay una tensión que parece dolorosa y violenta
cada vez que el parto aproxima. Todo lo nuevo
que se ama hilvana, se anticipa, con su pizca
de dolor, pero parir sin matar,
parir para dar vida, es el mayor acto revolucionario.
Es un actor creador dentro del perturbado
estado del pujido y el llanto.
Que el redefinidor aprenda revolución
de la mujer en alumbramiento.
Que redefina la Revolución como un actor
de amor y vida, que admita ese dolor
que violenta heroicamente sus entrañas.
En la teoría social es igual
y ésto aplica. Jamás desaparecerá
ese aviso de violencia y perturbación
que duele en el parto de lo nuevo.

Quien quiera nueva vida, prepárese
para su cuota de dolor y umbral-límite
porque somos humanos y en la carne
todo duele como la sed y el hambre,
como el esfuerzo de procrear
lo nuevo, lo distinto, el futuro...
pero no crea el Estado
que la ley anula el dolor,
o silencia este germen de violencia genésica.
El aviso siempre quedará
porque nadie puede anular el dolor parto
y el parto viene contrado cada estado
que fabrique violencia innecesaria
y se edifique contra la supresión
de la persona productiva.





5.

«Quienquiera que ponga su mano sobre mí para gobernarme es un usurpador y un tirano y le declaro mi enemigo»: Pierre Joseph Proudhon


«El mundo indigno nos limita, nos define.
Nos define de una forma que no es externa,
sino que penetra nuestra existencia misma»:
John Holloway

Redefinidor: discute a fondo la noción
de enemigo, porque ahora en la Teoría adoctrinatoria
del liberalismo, dispone el oficioso y mercenario
que demos la voluntad al Poder Delegado,
al Leviatán de las Tiranías, a esos pocos
que fundan el Gobierno y hacen con él
opresiones, leyes, partidos, grupitos,
cliques de beneficiarios, élites
con cuartos oscuros.

Redefine cómo, dónde, por qué
el Estado gobierna para usurpación
(no para liberarnos ni definirnos con justicia).
Difícilmente el gobierno, quitaré el freno
y la coyunda con que nos limita
y nos castra. Un gobierno es un amo
y permanenete usurpador
y cambiar de amos es indigno
y, a la postre, no produce bienestar.



6.


«El verdadero revolucionario es un ilegal por excelencia. El hombre que ajusta sus actos a la ley podrá ser, a lo sumo, un buen animal domesticado; pero no un revolucionario... La ley castra, y los castrados no pueden aspirar a ser hombres»: Flores Magón


Define al hombre revolucionario
y al hijo de las revoluciones, aprendiz
en potencia de la virtud revolucionaria
porque me asquea el chantaje de ver
el Estado adoctrinando a la juventud en el opio
de la obediencia; quiero devolver lo que me has dado
y el Estado lo que ha cumplido es su tarea
de quitarles, despojándolos de su libertad
y su creatividad... y ¡qué noblemente ingenua
es la juventud, qué noña!... resulta que ahora
quiere / to share and return
devolver, dar a los ladrones, lo que reconquistaron:
gracias por hacerme ciudadano,
me inscribiré voluntariamenre en tu Ejército
(te daré toda mi sangre, decide el riesgo
y el sacrificio, yo voy como cordero al matadero),
gracias por eduarme y darme una beca Pell,
me convertiré en asalariado, le daré mi lealtad
al explotador, a la agencia, al lucro
de las instituciones, gracias por sufragar
mi camino al magisterio, seré el adoctrinador
de lo que quieras, ténme como un perro,
lameré los huesos que me tires
porque yo, por gratitud, devuelvo lo aprendido...

¿Lo aprenndido? ¿Y qué se puede aprender
de la opresión siquitrillada, de las vitrinas
de democracia de los bobalicones?
seguro que no el hacerse revolucionarios.
No es éso lo que el castrado quiere.
Viven la ilusión de legalidad en el laberinto
de espejos, en la oscuridad de la Caverna.

Por más que devuelvan lo aprendido,
no son otra cosa que siervos, ecos del conductismo
que programa sus domesticaciones
y las víste con las retóricas
de sus ñoñas publicidades.



7.


«Queremos personas capaces de destruir, de renovar sin cesar los medios y de renovarse ellas mismas; personas cuya independencia intelectual sea su mayor fuerza, que jamás estén ligados a nada... aspirando a vivir vidas múltiples en una sola vida»: Francesc Ferrer i Guardia


¡Heroico Francesc, redefinidor!
Esta muchachería, la mejor de nuestras aulas,
dice muchas pendejadas en nombre
de cierto altruísmo de segunda mano.
No creo que se hayan renovado aunque salgan
de la escuela con diploma, entran
a las universidades, Ferrer, mi Camarada,
pero, allí... más los castran.

No hay independencia intelectual
donde abunda como foro el apetito de capital;
ganaremos más que el pobre,
el título da la autoridad, el grado me hae sabio
y este sacrificio vale la pena, atiborrar
la memoria con datos, repetir noche y día
para pasar el examen universitario,
y no bajan la cabeza estos chicos graduados
de loros, ¡ay, Ferrer i Guardia! son
achichincles de la filosofía de capital,
vigilntes y organizadores de la potencia del dinero
y la autoridad del Estado. No saben organizar
la convicción, la pasión de cambio.
Educarse no les sirvió de nada.
Pagarán funcionarios toda la vida
y eso serán: funcionarios a sueldo
de aquellos que retienen la riqueza social
en su grupito,
en su 1% de privilegiados.




8.


«Yo soy libre solamente en la medida en que reconozco la humanidad y respeto la libertad de todos los hombres que me rodean»: Mijail Bakunin

«El procedimiento autoritario de los decretos, por proponerse imponer la libertad y la igualdad, las destruye. El proceder anárquico de los hechos, sin que medie violencia oficial o autoritaria alguna, las provoca y estimula indefectiblemente»: Mijail Bakunin / Cartas a un francés sobre la crisis actual / 1870


¿Quién puede sentirse libre si no observa
que su hermano / su prójimo / sus instituciones
de grupo / su familia / es la fuente
de sus devaluaciones
o vulnerabilidades?
Nadie puede con el proceso autoritario
de malas definiciones restaurar la confianza
de lo conveniente, de lo humanizador.
¿Cómo pedir a un perro maltratado
que no muerda el látigo o la vara de castigo,
cómo puede un pueblo vapuleado y oprimido
no lanzarse a morder sus opresores?

Entonces, redefine la libertad
(en contextos en que no medie la violencia).
Habla y piensa en nombre de aquellos
en quienes el sentimiento de igualdad
está desconocido, destrozado en la lucha de clases,
en el imperio de los privilegios que se tomaron
a priori, por la fuerza; restaura la humanidad
para que el desconocido se acerque
y tenga patria de verdad,
familia de verdad,
libertad y confianza verdaderas.
La exclusión sólo forja a resentidos.

14-02-1980



9.


«Yo no me acerqué al anarquismo por haber leído libros o folletos de Kropotkin o de ningún otro; me acerqué por la calidad moral de los obreros a quienes había conocido y tratado»: Diego Abad De Santillán, anarquista español


No importa cuál sea la índole de su faena,
si obrero del intelecto, u obrero ferrocarrilero,
peón en la labranza, artesano de hierro forjado,
o artista de la cultura o de bellas artes,
al que sea creador y productivo,
distinto al parásito, al haragán,
o los ladrones, háblale con confianza.
Esa ha de ser el hermano / compañero /
anarquista potencial, que se te acerque.
Con él el diálogo es posible,
con él se orgamizarán las energías
del mundo nuevo.
A más desarrollo de su espíritu poético,
a más estética en su cosmovisión de mundo,
a más sensibilidad para las devociones,
más limpia y clara su disposición
de aprendizaje permanente,
más predisposición para admitir
redefiniciones lavadoras
porque el mundo está sucio y cagado
por sistemas opresivos,
folletines para preservar desesperanza
y castración y amargura.



10.


«Yo no pongo mi ignorancia en un altar y le llamo Dios»: Mijail Bakunin

«¡Soy anarquista!... Aunque muy amante del orden; soy, en toda la extensión de la palabra, anarquista... La anarquía, que es la ausencia de todo amo, de todo soberano; tal es la forma de gobierno a la que nos acercamos cada día»: Proudhon: ¿Qué es la propiedad? / 1840


No, redefinidor, yo no te solicito que definas
a Dios. Mejor no definas a lo que nos acercamos
cada día; sólo define el camino de limpieza,
las normas del desyerbo y desembrujamiento
de la Tierra Sagrada.

Habla sí de los dioses falsos que tenemos.
Especifica ese Mamón que nos tiene cautivos
y al que entregamos la pureza, materia prima
y bruta de nuestra sangre,
porque al Dios que servimos, pese a tanta teología
es ignorancia. Es deshonesto afán de encuimbrar
al dinero, la codicia, el miedo, la obediencia acrítica,
la deshumanización de la fe.

Y la fe es porvenir, aquí y ahora, en proceso.
A los que obstruyan el proceso, redefínelos.
Ellos son ateos, vulgares ateos,
que asfixian el humanismo del Dios
que quiere ser hombre en la edificación
de su amor, en la pulcritud de su generosidad
y su cosmos, que es bello y para todos.



11.


«La única alternativa es la utopía o el caos. (...) Los síntomas del desplome de la civilización se ven por todas partes y son bastante más agudos que los que se percibieron en los últimos años del imperio romano. Sin embargo, no todos estos síntomas son necesariamente patológicos. El mundo contemporáneo se ve afectado por dos tendencias opuestas: una que tiende a su destrucción social, otra que anuncia el nacimiento de una nueva sociedad»: Kenneth Rexroth, escritor y artista estadounidense.


Quien no tenga fe en la esperanza
no redefinirá, no abrirá sendas ni será consuelo
ante el desplome civilizado que se testifica.
En el mundo hay dos tipos de individuos:
los cómplices apáticos de cada deterioro
(que son seres patológicos, danzantes
del ritmo de sus cobardías) y los otros,
adorables iniciadores, danzantes
de esperanza, secretas fuentes de alegría,
celosos guardianes del porvenir.

Estos últimos son los únicos generosos.
Dan pan al hambriento y enseñan
a buscar el pan; son tolerantes con los excluídos,
son los maestros de cómo hacer
sin engaño, sin promesas de callejón
sin salida y senda oscura
de abandono.

Estos son los recursivos.
Liberan materiales y redefiniciones.
De éstos hay que aprender, tenerlos
en cuenta siempre, protegerlos
porque son la esperanza tesonera
y sin ellos no vale la pena vivir
en la mendicidad prolongada de la Historia
y las trampas tenebrosas de los primeros.




12.


«Amar y odiar, pues solo los que saben odiar saben amar. Sólo pedimos una cosa: eliminar todo lo que en la sociedad actual impide el libre desenvolvimiento de estos sentimientos, todo lo que falsea nuestro juicio: Estado, iglesia, explotación, el juez, el clérigo. el gobierno, el explotador... El gobernado, el engañado, el explotado, la prostituta lastiman, ante todo, nuestros sentimientos de igualdad. En nombre de esa igualdad, no queremos ni prostitutas, ni explotados, ni engañados, ni gobernados»: Piotr Kropotkin

«Lo que la humanidad observa en el hombre verdaderamente moral es su energía plena de vida, que le empuja a dar su inteligencia, sus sentimientos, sus actos, sin pedir nada a cambio»: Piotr Kropotkin



¿De quién es la energía moral de la vida
sino del anarquista verdadero?
No de aquel que, con hiprocresía y mentira,
o la brutalidad de sus penalidades,
o códigos estrechos, dizque que por correcciones,
sanciona, aunque no entiende la igualdad
y haga de ésta una palabra vacía.

Pues sí es así, redefine.
Abócate al punto de decirles que mal define
el que repugna y se abroga la moralidad para su juicio,
que el moral es sólo el anarquista.
Que primero tenga sentimientos,
inteligencia creativa, tolerancia y no defensa
solapada de su lucro y censura aparatosa.
Quien cree en explotación y servidumbre
no es moral. No es digno de quitarte
ni amor ni odio, que se quede callado
ante los actos de imprudencia
que dicta el amor,
que no castigue a una palabra burda
(que duele o enoje menos que el hambre,
o la necesidad no atendida
del que sufre).

Díle al lastimado que se arme
de su palabra palabra, si con ello descarga
la ira, se consuela con el pataleo;
pero díle que aprenda la redefinida moralidad:
ser creativo y producir, aliarse de los buenos argumento
porque la inteligencia existe hasta en los desesperados.
Hágase oír, proteste. El mundo entenderá.
La mayoría entiende aunque los falsos morales
se enojen, se confabulen y utilicen
estrategemas de venganza
de clases.


-Fragmentos de El Libro de Anarquistas / de Carlos López Dzur
http://carloslopezdzur.blogspot.com/2010/11/indice-el-libro-de-anarquistas-carlos.html






Correo:


LA BESTIA QUE CONFESÓ SIN TAPUJOS*



Hace casi 30 años escuchaba el más descarado discurso que un gobernante haya dado (Por lo menos, que yo haya escuchado).
Parecía un estadista imperial que manifestaba a sus compatriotas cómo había hecho para diezmar y dominar los territorios de una nación que había invadido para conquistar.
En los pocos minutos de aquella noche final de ese espantoso Ser como funcionario, ennumeró las cifras y porcentajes del éxito de su acción en pos de diezmar las economías de los pueblos; sobre cómo hizo para desintegrarlos desconectándolos de los circuitos productivos, sociales y económicos.

Dio expresa prueba de como hizo para que la capacidad logística se eliminara como concepto posible para ese territorio, pues cerró la mitad de los Parques Logísticos, descuartizó el 25% de las vinculaciones que, entre todas las plazas logísticas, poseían para su funcionamiento y, en particular,
brindó la cifra exacta de los profesionales, técnicos, idóneos y demás personal capacitado que eliminó, desmembrando casi definitivamente lo que los americanos llaman el SOFT ASSET (Aquello que es el cuerpo del conocimiento, la experiencia, el conjunto, el equipo de una determinada actividad y que se construye con años de trabajo de ese recurso humano que se diezmó).

A cada parque logístico eliminado, un pueblo que comenzaba a morir; a cada vinculación desmantelada, docenas de pueblos, ciudades y actividades productivas y sociales que se desarticulaban comenzando sus largas caidas como "lugares aptos para vivir", pues el sustento económico comenzaba a desaparecer.

Sí señores, les hablo de ferrocarriles. Les comento sobre Argentina y, en particular, no les menciono sobre el discurso de general extranjero alguno, ni de vocero imperial de nación central o grupo económico alguno que nos habría querido destruir.

Simplemente, me refiero al último discurso de quien hasta el 12 de Marzo de 1981 fuera Ministro de Economía (DE FACTO), de la Nación Argentina, José Alfredo Martínez de Hoz.

Hace años que quería encontrarme con este discurso para compartir esa cruel verdad. Esa cruel confesión en la que el funcionario enumera el cómo artículó sus acciones territoriales para destruir la economía del País hacia el largo plazo.

Felicito a Rieles Multimedio por haberlo encontrado y publicado (O a quién haya sido que lo hizo y lo facilitó!).

VÉANLO USTEDES MISMOS: http://www.youtube.com/watch?v=zTaq6c-sXSg



*De Jorge de Mendonça jorgedemendonca@gmail.com

Diciembre 1ero de 2010 - Ingeniero White - Buenos Aires




*


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