jueves, mayo 17, 2012

Y EN ESE CLAROSCURO SURGEN LOS MONSTRUOS...

*Dibujo: Ray Respall Rojas.
 
 
 
 
 
LA PAZ UNIVERSAL*       
 
  En una época remota, cuando estos planetas que nos rodean estaban recién formados, se instauró el Reino de la Paz Universal. Su principio fundamental consistía en respetar por igual a cualquier forma de vida, por pequeña que pareciese. Su centro estaba en la constelación de Pegaso y lo dirigían sabios casi tan viejos como el Universo,  que  habían  decidido dedicarse por completo a una misión: no permitir disturbios que pusieran en peligro la Vida.

Esos ancianos eran muy altos, su barba estaba formada por la misma materia que la cola de los cometas. Tenían como ley no intervenir en el desarrollo de los planetas a no ser que fuera necesario. Frente a su sala de reuniones se extendía un gran espejo. Cuando había un conflicto, el espejo se iluminaba con una suave luz y señalaba el lugar donde estaba ocurriendo el problema.

Al surgir en la Tierra las primeras formas de vida reinaba la calma... La evolución continuó, llegaron las plantas, peces, aves, reptiles y mamíferos. Vivían en armonía, demostrando una sabiduría que hoy llamamos "equilibrio ecológico".

Mas cuando el hombre entró en escena trató de dominar a todos, comenzando por sus semejantes. Empezaron las luchas por tener más, comenzaron a exterminarse unos a otros. Mientras algunos hombres amaban la naturaleza; otros, llenos de codicia, creaban armas cada vez más sofisticadas. Llegó un tiempo en que el Planeta era dominado por la guerra; hasta llegar a la Primera y Segunda Guerra Mundial, donde murieron muchas personas, se destruyeron ciudades y sistemas ecológicos.

Los países continuaron creando armas cada vez más poderosas. Entre las más temibles, estaban las atómicas, que son capaces de destruir países enteros. Muchos hombres protestaban alar­mados, tratando de salvar la Vida, pero no fueron oídos por los avariciosos.  Finalmente en el planeta se acumularon  tantas  bombas  nucleares, que el más mínimo error provocaría una reacción en cadena que llevaría a la destrucción del Universo.

Como si esto fuera poco, algunos humanos, guiados por su codicia, dañaban el medio ambiente, convirtiendo tupidas selvas en tristes desiertos. Afectaban la capa de ozono, que protege de los rayos solares dañinos.  Contaminaban  las aguas con los residuos de sus fábricas. Envenenaban el aire, sin pensar que ese mundo enfermo era el regalo que le iban a dejar a sus hijos...

Los ancianos del Reino de la Paz Universal  decidieron que era el momento de hacer algo. Tuvieron que pensarlo mucho, porque los hombres se habían vuelto tan agresivos que si enviaban una nave espacial, eran capaces de destruirla. Esta acción podía comenzar la guerra que exterminaría al Universo. Finalmente, decidieron enviar a un emisario muy especial, que les había servido fielmente por siglos, la Paloma de la Paz, a fundar un nuevo mundo donde el hombre fuera el amigo del hombre, cuidara a los seres menos desarrollados y aprendiera a amar el planeta donde vive.

La Paloma era portadora de un mensaje: ¡Detengan la Guerra, llénese de amor y hermandad!

En el nuevo Universo los hombres se querrían como hermanos, lucharían por hacer un mundo mejor, protegiendo  a las criaturas inferiores, en especial a los árboles, esos amigos silenciosos que son imprescindibles para el equilibrio de la vida.

Ya la Paloma ha llegado a muchas casas. A veces entra sin que la vean. Si las gentes están durmiendo, las roza con sus alas y les da su mensaje. Entonces, esas personas despiertan pensando que tuvieron un sueño mágico y cambian su forma de pensar.

Prefiere a los niños y a los hombres de ciencia, que la comprenden y se comprometen a ayudarla. Ama a los artistas, que la reciben con amor y se dedican a difundir su misión: si son pintores, dibujando el Nuevo Mundo; si son músicos, componiendo armonías dedicadas a  la paz y la alegría; si son escritores, haciendo poemas o cuentos como éste. 

Aún existe guerra y destrucción del ambiente porque es una sola Mensajera para  toda la humanidad y le queda mucho camino por recorrer. A veces se encuentra extenuada, sin fuerzas para concluir su tarea; porque hay personas obstinadas que no la escuchan. Entonces la Paloma se siente triste y abatida.

Pero si en ese momento ve a un niño sembrando un árbol, a un hombre dándole la mano a su amigo, a una niña abrazando a su madre, o a cualquiera de nosotros que esté a favor de la paz, la amistad y la protección de la vida, recobra sus fuerzas... por eso estoy seguro de que algún día terminará su misión.
 
         
             *De Ray Respall Rojas                     (a los 10 años)  La Habana. Cuba
-Gran Premio, Concurso Municipal Mi Programa Verde.
-Gran premio en Narrativa, Concurso Provincial Mi Programa Verde.
-Premio de la Comisión Cubana de la UNESCO.
 
 
 
 
 
Y EN ESE CLAROSCURO SURGEN LOS MONSTRUOS...
 
 
 
 
SOBRE EL EROTISMO EN AZABACHE*
 
*Por Alejandra Zina. alejandra.zina@gmail.com
 
 
 
Son las tres y media de la tarde, la hora de la siesta.
A esta misma hora, varios kilómetros más al norte, el Yasy Yateré recorre los montes atrayendo a los chicos con un silbido hipnótico que imita al de un ave. Así, los chicos desobedientes que no deberían estar dando vueltas por ahí, se acercan hechizados y caen en la trampa.
El Yasy Yateré los rapta y los retiene un tiempo para jugar con ellos y alimentarlos con frutas y miel. Después se cansa y los abandona, pero antes de abandonarlos, los lame y los besa, dejándolos idiotas, mudos o sordomudos.
El Yasy Yateré. Un enano rubio, hermoso y barbudo que corretea desnudo por el campo, raptando chicos y enamorándolos con sus dulzuras. ¿Hay algo más fantástico, místico y erótico que esta leyenda guaraní que madres y abuelas cuentan a los niños para que no molesten durante la siesta?
En la capital nos asustaban con monstruos menos sensuales y más hambrientos. El Viejo de la Bolsa, el Cuco, los cirujas, que andaban al acecho de chicos frescos y sabrosos.
Quizás por estas primeras historias de infancia, la siesta se fue convirtiendo en una hora excitante y prohibida. La hora del chichoneo, de la trampa, del telo clandestino. La hora en que los mayores duermen o trabajan, mientras los chicos se escapan y juegan a escondidas. La hora también de las telenovelas. A mi hermana y a mí nunca nos hicieron dormir la siesta, una costumbre más de provincia, pero sí teníamos prohibido ver telenovelas. Así que ese era nuestro oscuro objeto de deseo. Me acuerdo especialmente de Venganza de mujer con Raúl Taibo y Luisa Kuliok, debe ser una de las primeras que vimos, aprovechando que ese verano mi mamá estaba trabajando.
Luisa Kuliok era Némesis, la chica pobre, la violada. Raúl Taibo era Juan Ignacio, el chico bien, el violador. Hay una escena que se repite y se repite en mi cabeza. Juan Ignacio agarra a Némesis de los hombros para besarla y ella se resiste hasta soltarse; él la corre por la casa, el camino, el granero hasta que la alcanza y forcejea con ella sobre una parva de alfalfa. Némesis sacudía su melena oscura con furia y le gritaba maldiciones en guaraní. Con mi hermana nos encerrábamos en el cuarto y actuábamos escenas que habíamos visto a la tarde. Esos juegos también formaban parte de nuestra vida clandestina. Por eso para mí la siesta está asociada al melodrama, a los amores prohibidos, a los galanes, a las villanas, a las mujeres que ponen la otra mejilla.

Sinceramente no sé si existe una literatura erótica o si la diferencia es solo una cuestión de grados. Patricia Highsmith decía que todas las historias tienen suspenso, pero que las novelas de suspense tienen un poco más.
Se supone que Lolita de Nabokov o El amante de Margarite Duras son novelas eróticas porque tienen mucho más erotismo que otras novelas. Los personajes, la trama, el lenguaje, todo destila alto voltaje. Igual nombrarlas ya es un lugar común, pasaron treinta o cuarenta años desde que se escribieron y siguen siendo referentes del género. Nadie nombra historias más cercanas. Quizás hoy el erotismo pasa más por los vampiros o por el medioevo fantástico de El juego de los tronos, muy bien condimentado con sexo soft, que incluye jugosas escenas de incesto entre hermanitos.
Cuando yo escribo, no pienso en lo erótico como un género con sus propias reglas, como son el policial o la ciencia ficción. Ni siquiera se me cruza la palabra “erótico”. Sí, pienso en el cuerpo. En cómo se relaciona un cuerpo con otro, cómo se atraen o cómo se rechazan. No me gustan los eufemismos ni el lenguaje clínico. Me importa encontrar las palabras adecuadas. Bueno, escribir es eso, encontrar las palabras adecuadas.
Tengo la sensación de que lo erótico se mueve en un corredor angosto entre el pudor y la insolencia. Donde siempre hay algo que no se termina de mostrar o que se demora en mostrar.
¿Por qué ciertas escenas de películas o de libros me resultan eróticas? Porque me dejan mucho margen para imaginar cosas a mí. Porque no me lo dan todo.
Aunque esto que acabo de decir sirve para cualquier escritura.
Al final, las mejores historias son las que nos dejan ese margen para imaginar y no nos dan todo lo que queremos.
 
 
 
 
 
Lo que no se consumó*
No es lo que no se hizo, es algo a tientas, esbozado, un intento, más que nada, menos que todo. O a lo mejor de un orden distinto al de la nada o el todo, el a veces y el por poco. Perteneciente quizas no al ordén, tampoco al desorden, algo que puede florecer en otro espacio.
Debe haber una latitud donde laten los recuerdos de lo que no pasó .
 
 
*De Cristina Villanueva. cristinavillanueva.villanueva@gmail.com
 
 
 
 
 
¿De que tratan las novelas?*
 
 
Cuando la hija tenia 7 años, lo sorprendió cantando la canción de una novela.
El hombre anotó tal cual desde la voz de la niña:
 
Desde el primer día / supe que te amaba
con mi alma enamorada
como un vagabundo / no me da respiro.
Porque nunca nunca serás mio
Y no me importa nada / por que no quiero nada

...y aprender como duele el alma
como un adios.
Porque tengo el corazón valiente.
prefiero amarte después de verte.

Se va a saltar a la soga. El hombre la escucha desde el patio contar la seguidilla de saltos. Al rato vuelve y cuenta sobre el anticipo del nuevo capítulo del lunes con el cual bombardean a
cualquier hora. Dice que Martin y la Monita se van a dar el primer beso después de huir sobre un caballo blanco.
Entonces ese hombre le preguntó a su hija de que tratan las novelas y la respuesta lo dejó entre la risa y la perplejidad. Las frases de los hijos son un alivio ante la complejidad del mundo que tanto abruma los días.

"De cuernos y secretos". - dijo en tono de complicidad.
 
 
*De Eduardo Francisco Coiro. inventivasocial@hotmail.com
 
 
 
 
 
Entrevista con el director de la revista "Aurora Boreal"*Martes, 15 de Mayo de 2012
 
 
 
Guillermo Camacho encabeza la revista "Aurora Boreal", una publicación que busca preservar y disfrutar de la lengua española y sus formas artísticas. Latinhub conversó con Camacho.
¿Cuál es el antecedente de una propuesta como Aurora Boreal® y qué anima su aparición?
 
G. C.: El primer número impreso de nuestra revista apareció en el mercado danés en mayo de 2007, aunque el proyecto general empezó a gestarse doce meses antes. Aurora Boreal® surge para crear una ventana abierta a la gente que dedica su vida a escribir, a pintar, a tocar un instrumento, a hacer fotografía. Pero, cuando profundizas en nuestro trabajo, descubres que también nos interesan aquellas personas que quieren enseñar a otros, por ejemplo, cómo manejar residuos tóxicos para tener un mejor planeta; o que, simplemente, disfrutan el hecho de cocinar como una forma de festejar la vida. Nuestra concepción de lo cultural es muy amplia. Y aunque el español es el vehículo común, nuestro Consejo Editorial ha ido aprendiendo a no limitarse exclusivamente a autores hispanoamericanos.
La visión que da origen a Aurora Boreal® nace una madrugada de mayo del 2006, en el jardín de mi casa en Copenhague, un invernadero pequeñísimo. Jugaba con la idea de crear una editorial para aquellos que dedican su vida a escribir y que nadie quiere publicar porque no representan un negocio seguro. Después de compartir un asado y un par de botellas de vino con un amigo uruguayo, creí ver las luces de una aurora boreal. Y de la misma forma en que ese alguien -que no sé quién es- me dicta mis cuentos, me llegó el nombre de la editorial. Cuando ya había amanecido, hacia las cuatro de la madrugada, mi amigo y yo salimos a un parque cercano de mi casa para sacar a mi perra. Seguíamos conversando animadamente, saboreando el proyecto de Aurora Boreal®. Para cuando regresamos, serían ya las siete de la mañana; entonces, durante el desayuno, decidí contarle a mi mujer que crearía una editorial, virtual y en papel. Sería, le dije, para realizar publicaciones desde una concepción alternativa. Sin embargo, pensé que iba a necesitar una estrategia previa; así que me lanzaría primero en la solitaria aventura de hacer una revista para convocar a los lectores de esos libros futuros. Llevamos ya seis años de arduo trabajo y aún estamos en ese proceso de darle cuerpo y figura a la editorial; pero, en la versión virtual, ya hemos empezado los primeros pasos bibliográficos de Aurora Boreal® Narrativa. Vienen detrás los de Aurora Boreal® Poesía y Aurora Boreal® Pintura.
 
El eslogan distintivo de la revista Aurora Boreal® dice: “Para los amantes del español”. ¿Qué particularidad tiene éste, qué lo diferencia de otros idiomas?
 
G. C.: Para mí, lo que tiene de particular es que es mi lengua materna, la herramienta en la cual escribo mis ficciones. Si no recuerdo mal, el castellano es la lengua oficial en 22 países del mundo, si se incluye a Puerto Rico. En algún momento, supe que alrededor de 450 millones de personas se expresan en castellano y que es una de las cinco lenguas más habladas del planeta. Sin embargo, es insólito saber que sólo un puñado de escritores de lengua castellana vive realmente de sus publicaciones.
Por otra parte, me atrae muchísimo la forma como las lenguas evolucionan. Y en el caso específico del español, hay que reconocer que se trata de una lengua muy versátil y extendida geográfica, culturalmente. En los Estados Unidos, por ejemplo, vemos un fenómeno como el chicanismo, que se ha venido consolidando en los últimos cincuenta años. De esta misma manera, uno podría preguntarse, ¿qué pasará con el castellano que se habla en Australia?, ¿o con el que encontraremos en los países nórdicos dentro de cincuenta años?
 
En todo caso, ¿no es un poco extraño hacer una revista en español desde Dinamarca?
 
 
G. C.: Parece bastante extraño, pero lo es sólo en apariencia. Cuando llegué a Dinamarca y empecé a conocer los países nórdicos, equivocadamente pensaba que el español terminaría siendo una lengua lejana, congelada en algún rincón de mi memoria. Pero para sorpresa mía, empecé a descubrir en los buses, en el metro, en el cine, que había mucha gente que lo hablaba aquí. Y me llamó poderosamente la atención saber la cantidad de personas que lo estudian y el entusiasmo con que lo hacen. No es extraño encontrar jóvenes en la secundaria que eligen cursar castellano por un par de años. Luego me di cuenta de que también en las universidades nórdicas había un número importante de estudiantes dedicados a su estudio, en los departamentos de lenguas románicas de Dinamarca, de Suecia, de Noruega, de Finlandia y de la mismísima Islandia.
En este mismo orden de ideas, cabe preguntarse cuántos hispanoparlantes hay actualmente en Dinamarca.
 
G. C.: Estimamos que en Dinamarca puede haber alrededor de 80.000 personas que tienen algún conocimiento de la lengua. Y aunque no son muchas, no podemos olvidar que Dinamarca es un país que tiene sólo cinco millones de habitantes y que la migración más notoria, históricamente, no procede de países hispanoparlantes. De otra parte, en lo concerniente al público, hay una cuestión que no deja de sorprendernos: la revista Aurora Boreal® nació pensando en el mercado escandinavo; pero, gracias a las nuevas tecnologías y a la globalización, en la actualidad es un hecho que tenemos colaboradores y lectores en todo el planeta.
 
¿Cómo ha sido para Aurora Boreal® ese tránsito permanente entre las ediciones impresas y virtuales?
 
G. C.: El primer número de la revista se hizo en mayo de 2007. En aquel momento, por cuestiones presupuestales, imprimimos solamente cincuenta ejemplares. Ya desde aquel entonces, estaba claro que la circulación más efectiva tendría que generarse a través de una versión electrónica. Pero sólo dos años después, en el 2009, pudimos lanzar nuestro sitio virtual. En la actualidad, la revista impresa se hace dos veces al año y la electrónica se actualiza de manera permanente. Si nos hemos mantenido en la decisión de imprimir es porque somos amantes del papel; pero también es cierto que esto nos permite dejar constancia de nuestro historial en bibliotecas y universidades, incluso en los autores mismos. Y dado que cada número impreso consta solamente de 64 páginas -con unas secciones fijas: poesía, relato, ensayo, libros, películas, fotografía y arte-, nuestro Consejo Editorial hace una selección de los materiales recibidos y publicados electrónicamente. De todas maneras, sabemos que el gran volumen de nuestros lectores, así como el carácter global que estamos consiguiendo, han sido posibles gracias al trabajo en la red.
 
Detengámonos un poco en los lectores. ¿Quiénes son las personas que leen Aurora Boreal®? Dicho de otra manera, ¿cómo podría caracterizarse el perfil de quienes visitan sus páginas?
 
G. C.: No hemos realizado aún estudios específicos de seguimiento al tipo de lectores. Pero hay una serie de datos que nos ayudan a tener una cierta idea. La versión impresa de la revista, por ejemplo, circula en 55 Institutos Cervantes dispersos en distintos países -aún nos falta enviar al de Sidney-; asimismo, se remite a 150 universidades con sede en diferentes ciudades de Europa, América Latina y Estados Unidos. Otros 300 ejemplares son entregados a autores en todo el mundo. Y hemos empezado a entender que un gran grupo de nuestros lectores proviene de universidades importantes, pues nos contactan para solicitar información sobre los autores, permisos para re-difundir y utilizar los artículos. Es un verdadero honor para nosotros enterarnos de que Aurora Boreal® se ha convertido en un significativo punto de referencia para muchas universidades a nivel mundial.
En cuanto a la versión digital, sabemos que tenemos lectores en 70 países. Y en el ranking que mide la cantidad de visitas, notamos que México, Argentina, Colombia, Estados Unidos, Alemania y España están por encima de la cifra que vemos en Dinamarca. La información analizada nos muestra que las secciones más leídas son “Puro Cuento”, “Poesía” y “Ensayo”. En la actualidad recibimos un promedio de 500 lectores por día, de los cuales un 15% corresponde a visitas nuevas y un 85% a visitas que retornan. Esto nos sugiere que estamos aglutinando una valiosa comunidad de lectores.
 
Al cabo de todo este tiempo de trabajo, ¿cuáles son los principales logros y cuáles los desafíos de Aurora Boreal®?
 
G. C.: En cuanto a los logros, el primero es haber podido sobrevivir durante estos seis años, ya que actualmente regalamos todo el material que publicamos. Hasta ahora, nos hemos financiado con aportes privados y recibimos todas las colaboraciones gracias a la generosidad de los autores. Sin embargo, estamos considerando evaluar nuevas formas de financiamiento, sobre todo pensando en aumentar la circulación de la versión impresa, captar nuevos lectores digitales y apoyar el trabajo de los autores con el lanzamiento de una plataforma ebook. Pero tal vez lo más importante, a esta parte, es que Aurora Boreal® se nos ha salido de las manos y de Escandinavia, ya que ha empezado lentamente a cabalgar por el planeta. Cada vez tenemos más colaboradores y aportaciones que nos llegan desde países muy diversos, desde diferentes regiones, como América Latina, Estados Unidos, Europa o incluso de la India. De hecho, en este instante, gracias a Latinhub, que nos ha abierto sus puertas, estamos difundiendo nuestra revista entre los lectores de Australia.
En lo que toca a los desafíos, el más inmediato es procurar no equivocarnos al filtrar los materiales que recibimos y, por supuesto, difundir a la mayor cantidad posible de autores. Ya en el mediano plazo, el reto es pasar de la plataforma de la revista a la editorial propiamente.
Muchas gracias, Guillermo, por atendernos.
 




 
 
 
CUENTOS DE LA REALIDAD

 
 
La pobreza y el coronel* 
 
*Por Carlos Alberto Parodíz Márquez. parodizlaunion@gmail.com
 
 
Salí temprano en la mañana para ver que era de la vida del buho a quien he decidido llamar Juan, le pregunté como se llamaba pero parece que en Alejandro Korn, no se estilan este tipo de bautismos,  se los han robado como me sucedió a mi el tercer día de mudado.

No fue como el reciclaje de Jesús, a mi me desplumaron de la peor manera y no sé para donde ir, él (Jesús) por lo menos sabía que su padre, en este tiempo de vísperas, le guardaba un lugar tibio para recuperarse después del ajetreo.

Lo cierto es que el buho ya no estaba y mis cavilaciones incluyeron las exclusiones del día anterior. El asunto era apuntar a cuanto de cierto hay en que el GPS, le iba a funcionar al vasco, quien un rato antes astilló mi sueño llamando al número de línea cuya estridencia es un sonido desajustado para  mí.

Me anunciaba que, según su juicio, tenía algo importante para decirme. Por supuesto que mi consentimiento se fundaba en el hambre que había crecido desmesuradamente desde el atraco. Ni el tiro del final pudo salir.

El entrenamiento con el nuevo piar de los pájaros lo debí suspender cuando el ronroneo del Alfa gris se hizo sentir en la transparente mañana de Alejandro Korn. El vasco, todo de celeste, para  hacer juego con sus ojos, bajó con la displicencia consecuente devenida  de abordajes inesperados y nacidos en otras geografías. Para él parece tratarse de un día de campo por los aprestos con que parecía disponerse a ocupar la jornada.

Desenfundó un freezer de auto, bien cargado, con mollejas, chinchulines, tiras de asado y entrañas extra large que sólo él consigue, lo asombroso, por lo menos para mí, es que se trataba de un almuerzo para nosotros dos y trajo carne como para un regimiento, tal vez menos famélicos. No pude ni tuve tiempo de contarle que me despertó justo cuando estaba por alcanzar a la mujer dorada, pero ese era un secreto casi adivinado por el vasco, cuando mis silencios se le hacen pesados.

- Sinapo me dijo que… - lo interrumpí sin más trámite.
- ¿Quién? -, me miró condescendiente.
– Adrián, “el ambas márgenes” a cargo de tu diario, goza de legítimo prestigio en las dos orillas. Nunca tuvo un apodo. Casi un NN sin barrio. Algún malévolo, se sospecha de Carlos el hurón de Cañuelas, administrador de malarias varias, dice ser, con méritos sobrados, el autor del apodo para el sinapo (do). 


- ¿Qué me mandó a decir Adrián? – refloté como pude la cuestión, casi como un bizcocho en la leche. Sucede que el espejismo de carne era imposible de resistir y las urgencias llamaban insistentes. Había que negociar una  suerte de tregua. Mis tripas afinaban en Re.
- Me quedé mirando el diligente andar buscando leña, de Yon, quien como es tradición,  no me concedió la menor atención. Nos refugiamos en la pared amarilla que da la espalda al sur, con perdón de Eladía, pero allí ni mi corazón ni nosotros podíamos acordar algo semejante. El frío muerde.
-Pues que en una junta de notables, se acordó dotar al acertijo de un carácter premonitorio ajustado a estos tiempos. Nadie muere antes de su hora, dijo sinapo, pero se considera que la resolución es que si se cruzan en una esquina la pobreza y el coronel, pasa primero la pobreza porque es general -. 
Si él esperaba aunque más no fuera una sonrisa mía, se equivocó de medio a medio. No tenía ganas de cortejar su chascarrillo con la obsecuencia de otras veces, pero me cuidé de hostilizarlo. Quiso corregir – El pronóstico de porcentajes por la miseria, creció vertiginosamente y se asoman nubes negras anunciando más catástrofes naturales que se suman a los desplantes humanos del poder. Las lluvias en China, la cadena de terremotos, la inestabilidad climática, la explosión de tornados sucesivos, multiplican el retroceso alimentario y las migraciones por las guerras, van a multiplicarse exponencialmente – completó Yon en tono casi amigable.
La enumeración de razones me alejarían del chascarrillo, pero en realidad, leyendo informes de “sesudos” analistas, de economistas desarbolados, traté que mi incontinencia se llamara a silencio, no obstante refloté algún argumento que citara otrora, cuando esas suposiciones me rotularon como “teórico de la conspiración”, eran tiempos en que respondía, cuando me consultaban, algo que se fue diluyendo con ese otro tiempo.
Pero Suramérica, es un compendio de esas calamidades, algunas enmascaradas (Haití, Honduras), otras pergeñadas para que el gendarme universal esté cerca (Colombia, Perú, Paraguay), debilidad del Pentágono para tener una buena herramienta que permita la apropiación de recursos naturales, luego de reflotar golpes de estado, que parecían desaparecidos de la metodología corriente que se estilara en los ´80. Y se lo dije.
- Yon, - me miró interesado – quiero recordarte que la IV flota, no está para hacer el juego de la batalla naval, sino alerta si algo, narco-dolares, recursos, proyectos libertarios, amenazan al gendarme y su proyecto central de dominación. No sólo somos el patio trasero del Imperio, sino un feudo innegociable con miras al futuro, sobre todo si la Antártida y el vencimiento  de su statu quo, permitirán desatar la última o penúltima batalla por el control. Porque, según los expertos, las reservas del sexto continente y ya lo dije, son infinitas – todo este parlamento fue sin inflexiones, casi absorto en el crepitar del quebracho colorado que templaba la cocción de la carne y las achuras. Mi mudanza a Alejandro Korn  ha recuperado paisajes rupestres.
El vasco me miró con ojos celestes entrecerrados. No era buena señal. Pero yo seguía ensimismado, luego de reparar en los aprestos de una andanada bilbaína, en otra ensalada que Yon preparaba con un aceite Omega especial que no pienso revelar. El aroma a la carne asada, resultaba tan importante como el crepitar de la leña, casi la música que llevaré en mis oídos, como dijo el general, obvio, por motivos diferentes.
Aquel pensaba en una maravillosa música militante, yo en tanto militaba en el hambre que, pensé, estaba lejos de ese otro hambre feroz e irredimible que se viene encima.

¿Me vas a negar que el chascarrillo del hambre y el coronel no es bueno?-, me forreó socarrón,  no obstante antes de pensar en el vino a temperatura de aljibe, un Montenot hospitalario,  abusó de su ironía…
-En la lista ¿olvidaste a Uruguay y Chile, además de seguir con los intentos golpistas que crecerán en Venezuela y Bolivia, sin omitir  teorías desmembrantes para Argentina?, sólo Brasil, por el momento y si crece su crecimiento, queda para negociar siempre que no pierda el tranvía de China, India, Rusia, el club de los emergentes, que no quieren irse a la B y el Pentágono neutraliza por esa misma condición que los hace vulnerables.  

No podrás negar que la miseria tiene derechos, porque es general-. Yon suele darme motivos, pero ahora no me enojo, las mollejas verdeadas eran más importantes y en todo caso mi hambre me hacía olvidar el de otros… ¡que terrible ¿No?! 

Meneé la cabeza antes de sentarme bajo el pino verde que sólo acompaña a las ocho palmeras, tratando de no olvidar que Obama se sintió Messi y Chou En Lai el legendario número dos de Mao Tse Tung dijera sólo una vez: “¿Qué es el poder?, si lo tienen ellos nos matan a todos. Si lo tenemos nosotros, los matamos a todos ellos”. Nunca la paz. Voy a beber para olvidar.

Julio, 2011   
 
 
 
 
 
Al pueblo saharaui*

Rojas arenas, pedruscos dorados,
negras colinas, médanos violetas,
dicen, quienes lo han recorrido,
que tiene el paisaje del Sahara.
Y el viento amordaza a los camellos,
rediseña los promontorios.
Y el grito baila sobre llanuras
de peñas grises que se continúan
en la siguiente, de arena gruesa y marrón.
El Sahara, cuentan los viajeros,
está huérfano de aguas, no de belleza.
Y desierto de libertad, no de contradicciones.
Corre el agua bajo tierra,
como corre el viento en las planicies
y corre el grito partiendo cuarzos.
 
 
El Sahara, según relatan, es una cárcel
a cielo abierto, no es una nación.
Los muros cenicientos traban
las declaraciones de los refugiados.

 
Yo fui prisionera por veintiún años
en un campo rodeado de arenas libres.
Yo morí de hambre y sed en la tienda
y a mis pies yacían mis hijos,
que no conocieron la vertiente
que alimenta el wadi en la época
de las inundaciones, ni el oasis
que inventa dátiles y melones.
Pero vino el amo y vendió sus carnes
-la de mis hijos, la de mi esposa-
por menos de lo que cuesta un camello,
se la vendió a otro amo (más cobarde
que el alacrán oculto bajo la roca)
por menos de lo que vale mi baracán.
Eran mis hijos saharauis
y mi esposa saharaui,
pero solo tenían patria,
les faltaba su nación.
Eran hermanos saharauis,
los refugiados en su propio país.
Eran mis padres saharauis, los anónimos,
sin otro gentilicio que sus nombres de arena.
Éramos voces agudas en el desierto
errando por el cauce muerto de los wadis.
Este paisaje de sílice y basalto
es como el presagio de sus sepulcros.
Doradas arenas, médanos rojos,
negros pedruscos, colinas violetas,
relatan, quienes lo han visto,
que tiene la geografía del Sahara.
Somos prisioneros a cielo abierto,
cercados por el sol de amos extranjeros.

             
*De Eugenia Cabral. ecabral54@yahoo.com.ar
 
 
 
 
 
LAS  NUBES*
 
*Cuento de  JUAN JOSÉ SAER
 
 
Está viéndose ya en la esquina, bajo el sol, cerca del puesto del vendedor de helados protegido por el toldo a rayas rojas y blancas, anchas. De antemano ha sentido, al cruzar la calle desde la vereda de sombra a la del sol, el asfalto, blando a causa del calor, bajo la suela de sus mocasines marrones. Y ahora, sobre la vereda gris que arde y reverbera en la siesta de verano, su sombra se proyecta a sus pies, encogida a causa de la posición del sol que no hace mucho ha empezado a bajar, lento, desde el cenit.
    El cucurucho doble de crema y chocolate que se apresta a tomar será su único almuerzo, y si ha esperado hasta tan tarde ¿son casi las dos y media? para salir de su oficina a comprarlo, es porque ha decidido que el helado debe servirle para tirar sin comer hasta la hora de la cena. El calor es sin duda la causa principal de su frugalidad, pero una especie de estoicismo que podría considerarse como deportivo, producto no de una regla que aplica a su vida entera, sino del capricho del día, le da a esa estrategia física una vaga coloración moral. De modo que se siente bien durante unos segundos, contento, leve, sano y, a pesar de no andar lejos ya de los cincuenta, cree poseer un porvenir –inmediato y lejano? claro, recto y vivaz, igual que una alfombra roja extendida desde la punta de sus pies hacia el infinito. Casi de inmediato, el rigor del verano, el tumulto de la calle, los gases negruzcos que despiden los coches y que envenenan el aire lo retrotraen a un poco más de realidad, a ese término medio del ánimo que equidista de la angustia y de la euforia y que los que creen conocerlo más o menos bien, y él mismo aun cuando por distracción se deja convencer por ellos, llaman con certidumbre injustificada su temperamento.
    La ola de calor cocina a la ciudad desde hace por lo menos una semana. Del cielo azul, sin una sola nube, el sol manda una luz omnipresente y ardua, que achicharra los árboles, enturbia la percepción y embrutece el pensamiento. Únicamente de noche el calor afloja un poco, pero con la hora de verano, una decisión administrativa que, como le gusta ironizar, hasta las gallinas reprueban, a esta altura del año no termina nunca de anochecer, y un poco después de las tres de la mañana, cuando a causa del calor uno todavía no ha logrado dormirse, el alba rompe, lívida, por el este, y el sol intolerable reaparece. En las orillas del río la gente se tuesta esperando la noche, la lluvia, las vacaciones, alguna brisa improbable, pero los que trabajan, cuando los observan, sudorosos, desde los muelles, desde algún puente, desde el colectivo, desde el metro aéreo que atraviesa el Sena, los consideran más con escepticismo que con envidia.
    Es el seis de julio. El año pasado, después de veinte de ausencia, con el pretexto de liquidar los últimos bienes familiares, Pichón ha visitado por algunas semanas su ciudad natal, de mediados de febrero a principios de abril. A pesar de los años, de las decepciones y de la extrañeza, se ha traído, de vuelta a París, algunos buenos recuerdos, y la promesa de Tomatis de venir a visitarlo, pero pasó un año entero sin que Tomatis se decidiese a viajar. De tanto en tanto, los domingos, se llamaban por teléfono, aunque nunca tenían nada preciso que decirse, y como viven en hemisferios diferentes, de tal modo que cuando uno está en pleno verano el otro ve golpear los puñados de lluvia helada contra la ventana, y como a causa de la diferencia horaria cuando en la ciudad es de mañana en París es de tarde, y cuando en la ciudad es de tarde en París es ya de noche, el tiempo ocupaba una buena parte de sus conversaciones. Hasta que, menos de dos meses atrás, un domingo de mayo en que hablaron un poco más que de costumbre del tiempo porque, a pesar de la diferencia de estación, de país, de continente y de hemisferio, las condiciones climáticas eran idénticas (un día frío y lluvioso), Tomatis le anunció por fin la buena noticia de que a principios de julio pasaría unos días por París.
    Pero eso no fue todo: Tomatis le adelantó también que Marcelo Soldi, ese muchacho de barba en la lancha de cuyo padre habían ido un día con los chicos a visitar a la hija de Washington, ¿se acordaba?, tenia la intención de escribirle para mandarle algo que estaba preparando desde hacia algunos meses, y, tal vez con el fin de avivar su interés, Tomatis dejó caer sin darle mayores explicaciones una frase enigmática: "Salió a buscar Troya y casi se topa con el Hades". Pero por cierto que no bromeaba porque, cosa de un mes más tarde, el envío llegó: era un sobre de tamaño mediano, protegido por un forro interior de burbujas de plástico, autoadhesivo, pero al que, por precaución, Soldi había sellado con cinta adhesiva transparente, y que contenía una carta bastante larga y una disquette de la computadora. Soldi masculinizaba la palabra y le ponía un acento grave, lo que por escrito daba como resultado "el disket". En un pasaje de la carta decía: "Aparte de las conversaciones con Tomatis, que a veces pueden exigir cierta dosis de paciencia, me distraen también los paseos en auto, al azar, por el campo, y hurgar viejos papeles que conservan, milagrosamente la mayor parte del tiempo, la memoria de este lugar, o de cualquier otro, si viviese en cualquier otro. Lo que es válido para un lugar es válido para el espacio entero, y ya sabemos que si el todo contiene a la parte, la parte a su vez contiene al todo. No lo hago con veleidades de historiador porque no tengo ninguna fe en la historia. No creo ni que pueda servir de modelo para el presente, ni que podamos recuperar de ella otra cosa que unos pocos vestigios materiales, lápidas, imágenes, objetos v papeles en los que, lo reconozco, lo que aparece escrito puede ser un poco más que materia. Lo que percibimos como verdadero del pasado no es la historia, sino nuestro propio presente que se proyecta a si mismo y se contempla en lo exterior".
    Y en otra parte de la carta: "Tengo cierta ventaja sobre otros aficionados a los archivos: le caigo bien a las viejas. El texto que te mando en el disket me lo confió una señora nonagenaria que, me parece, nunca lo leyó. Por suerte para ella, la pobre murió mientras yo lo estaba descifrando y pasando en limpio con total fidelidad, de modo que ya no estaré obligado a contarle vaguedades o a mentirle sobre el contenido de esos papeles, que, en razón de que su propietaria no tenia herederos, deposité en el Archivo Provincial, donde pueden ser consultados, apenas terminé de copiarlos. Nos interesa mucho tu opinión porque, contrariamente a lo que yo considero, Tomatis afirma que no se trata de un documento auténtico sino de un texto de ficción. Pero yo digo, pensándolo bien, ¿qué otra cosa son los Anales, la Memoria sobre el calor de Lavoisier, el Código Napoleón, las muchedumbres, las ciudades, los soles, el universo?". Y por último: "El manuscrito que me dio la anciana no tiene título, pero si entendí bien ciertos pasajes, creo que a su autor no le parecería inadecuado que le pusiéramos LAS NUBES".
    El sobre llegó en el mes de junio, el veintiuno para ser exactos, en la puerta del verano. Desde entonces, como estaba terminando el año universitario, entre las reuniones, los exámenes y los coloquios, a Pichón le ha faltado tiempo para enterarse del contenido del misterioso "disket" que se ha estado cubriendo de polvo, abandonado entre libros, cuadernos y papeles sobre su escritorio. El dos de julio, su mujer y los chicos se fueron al mar y él se quedó en París a causa de un par de reuniones que lo demoraron y porque Tomatis le había anunciado su llegada desde Madrid para el siete a la noche. Decidieron de común acuerdo pasar dos o tres días solos en París para charlar a sus anchas, y viajar después a reunirse con Babette y los chicos en Bretaña.
    Esta mañana, a eso de las nueve y media, ha asistido a una reunión en la facultad, y después se ha quedado trabajando hasta las dos y media en su oficina, ha bajado a tomar un helado, y se ha vuelto a su casa a dormir la siesta. Como muchos habitantes de la ciudad ya se han ido y los turistas por alguna razón todavía no han llegado ¿tal vez a causa del calor excesivo han preferido el mar o la montaña? la ciudad está vacía y como a causa del viaje de su familia también lo está su departamento, por momentos se establece entre el departamento y la ciudad una curiosa analogía, y como las ventanas están siempre abiertas para aprovechar las corrientes de aire, existe entre la ciudad y la casa una especie de continuidad; por momentos, no se sabe bien cuál de las dos contiene a la otra. Hay un silencio mayor que el de costumbre, y que crece todavía más cuando llega la noche ardiente y pegajosa después del día interminable. En short, con todas las luces apagadas, Pichón suele acodarse en la ventana del segundo piso que da a la calle callada y vacía, y mientras fuma cigarrillo tras cigarrillo, va auscultando, más que los detalles exteriores de la noche, las sensaciones que esos detalles despiertan en él, y que lo retrotraen al pasado, a su infancia sobre todo, por momentos de un modo tan intenso y claro que el tiempo parece abolido, a punto de inducirlo a pensar que muchas sensaciones que él ha creído siempre propias de un lugar, eran en realidad propias del verano.
    A eso de las siete, un poco atontado por el calor y por la siesta demasiado larga, sale a hacer algunas compras por el barrio, pero después de pasar un rato en una vinería eligiendo algunas botellas de vino blanco para los días venideros, descansado, limpio y bastante feliz, atravesando el aire azul del anochecer, por las calles calientes, silenciosas y vacías, vuelve a la casa vacía. Apenas entra en ella se vuelve a duchar, se seca con suavidad, aplicando la toalla contra su piel y apretando un poco, casi sin frotar, como se aplica un secante sobre unos renglones de tinta fresca, y se pone, por toda vestimenta, un short limpio. Cena liviano ¿una tajada de jamón, unos tomates, un poco de queso, agua mineral?, pero cuando se sienta frente a la computadora, la pone en funcionamiento e introduce "el disket" para leer su contenido en la pantalla, lo piensa mejor y se dirige a la heladera. Vuelve con una gran taza de loza blanca llena de cerezas que deposita en el escritorio, al alcance de su mano izquierda, entre biromes, lápices, encendedores, un par de paquetes de cigarrillos, y un pesado cenicero de vidrio verde oscuro, grueso. Cuando empieza a leer el texto haciéndolo desfilar en la pantalla de la computadora, y aunque va llevándose a la boca, una a una, sin mirarlas, las cerezas, el gusto, dulce y ácido a la vez, lo hace representarse las esferitas de un rojo vivo igual que si las sensaciones táctiles y gustativas que se van produciendo en el interior de la boca, diesen un rodeo por los ojos, o por la memoria, antes de llegar al cerebro. Grandes, carnosas, frías, gloriosamente firmes y rojas, que, una vez obtenida, y aunque tantos pretendan lo contrario, por casualidad la primera, la materia se puso porque si a multiplicar, son sin embargo, porque corre el mes de julio, las últimas del verano. Y nada asegura que, con la misma liviandad caprichosa con que salieron de la nada a la luz del día, después del verano interminable y negro, volverán a aparecer.
 
 
-Enviado para compartir por Ruben Vedovaldi.
     

 
 
 
“ORGULLO Y PREJUICIO”*

Excelentes y regulares codo con codo
pasean vigilados por la autora
estimada a través de Isabel, nuestra preferida
a través de su Darcy
a través de otras parejas y desparejas
a través de propios (o sentidos como propios)
e impropios

Y en pareja o despareja con la autora
(amar alarma)
paseo
mientras algunos sin comer perdices
son felices
y otros son infelices
refugiados en sus bibliotecas.
 
 
*De Rolando Revagliatti. revadans@yahoo.com.ar
"ORGULLO Y PREJUICIO" (novela de Jane Austen)
 
 
 
 
 
*
 
-El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer.
Y en ese claroscuro surgen los monstruos-
*Antonio Gramsci.
(22 de enero de 1891 - 27 de abril de 1937)

 
 
 
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