miércoles, diciembre 24, 2008

PALABRAS MEZCLÁNDOSE EN LA QUIETUD DE LA NADA...



ILUSTRACIÓN DE RAY RESPALL ROJAS.



MEMORIAS DE REPTIL*



La voluptuosidad de mi cuerpo ardiendo,
Reverberando bajo los rayos del sol,
Reposar contra la blanda arena.
Estirarme perezosa y volver la otra mejilla...


La increíble, inagotable sensación de subir,
Trepar, escalar,
Todo lo que sea subible, trepable o escalable,
Siempre hacia arriba, rumbo al cielo...


La piel pegada a la corteza vegetal,
Su rugosidad arañando mi carne,
La soledad de las ramas más altas,
De nuevo el sol que nos calienta...


El amor por tenderme a dormir en las piedras,
El placer por huir, por ocultarme,
Por mutar de envoltura si es preciso.
El infinito goce de enroscarme...


El saber apretar los anillos hasta el fin,
El engullir lentamente, saboreando,
La digestión demorada de la presa,
Ese balanceo inconsciente ante un solo de flauta...


La incansable búsqueda del veneno del saber,
El no haber aprendido a guardar secretos,
La pasión por las manzanas,
El querer jugar a ser Dios...


Detalles como estos
Confirman que un día fui serpiente.


*de Marié Rojas.





PALABRAS MEZCLÁNDOSE EN LA QUIETUD DE LA NADA...





DESANCLAR SUEÑOS*


POEMA I


Cada ilusión me transforma
en algo que siempre soñé.
Ser palabras mezclándose
en la quietud de la nada.


Busco más allá
inquietantes palabras.
Me disfrazo y salgo al corredor
persuadida por la agonía del momento.
Agazapándome en los rincones
descubro los fragmentos del silencio.
Traspaso los condensados vapores.
Asfixiada,
salgo a la intemperie.


Partículas de vida
se agolpan en mis manos.
Divago de rincón en rincón,
revuelco mi sentir en la espesura.
Con los dedos destrozados
mezclo el dolor con la muerte.



*de MARTA BEATRIZ MULTINI.











Golpes a la dignidad de los ancianos*



El final del BIR [1] – desastroso - para el experimento monetarista-, no borró el aprendizaje del saldo, el debe y el haber, esas tres columnas realizadas en esa entidad bancaria, una, dos, tres … y hasta el hartazgo y cuando lo decidía Rafael Trozzo [2]. Pero hoy se trataba de otros haberes, aunque por la magra suma podría decirse solo haber.

Para comenzar éste relato:

Estábamos miles de almas en el Banco de Corrientes, no éramos una sola marea humana, sino tres:

1. En filas bordeando el tránsito de la calle, estoicamente recibiendo rayos de un sol intenso e inmenso. Filas que luego iban ingresando al edificio mientras se convertían en sucesivos caracoles, otorgando sensaciones de absurda dialéctica.

2. Otro tramo, que apenas dura uno o dos suspiros, en sillas.

3. El último: entre corralitos de cuerdas, de nuevo, alineados, disciplinados (como dice Foucault).

Y que ve uno en esa interminable lucha que significa acceder al cajero?

Cuerpos

desvencijados, vencidos, hundidos por infinitas arrugas, que se arrastran como sosteniendo el peso de todo un siglo y que se estremecen ante cada paso, que demanda una eternidad.

que hablan de comidas enfermantes y de mala calidad.

cubiertos por sencillos batones, adquiridos a bajo precio en el mercadito paraguayo, al igual que los pantalones de faena, pisando con alpargatas, chinelas o lo que venga.

Rostros

sin cirugía, - lejos de esos otros, marquetineramente propiciados por una TV tinelizada - que otorgan presencia a nuestra cultura morena y que asumen el contraste, cuando resplandecen con sus claros cabellos, aunque sean higienizados con jabón de lavar la ropa.

Bocas

jadeantes, a veces sin dientes, que buscan a Ives, aunque al igual que en pleno desierto, agua, no hay…

Ojos

susurrantes, tranquilos

Cuerpos como síntesis y producto de trabajos y trabajos, todos precarísimos.

Allí estamos frente a un sistema que no los incluye, formando filas y nuevas filas y así como en la escuela primaria, obedeciendo la obediencia.

Cuando llego al cajero, sueño y deseo que la Navidad permita alguna feliz desobediencia con los $ 200 de Cristina!!



*De María Bar. barmaria@ciudad.com.ar

[1] que construyó un poderío pagando importantísimos intereses por depósitos que tenían garantías del Banco Central
[2] Banquero del BIR







El Estado tiene dos varas para penar delitos*




El poder público promovió -en estos días y simultáneamente- el encierro de los menores delincuentes y la plena impunidad para el dinero "sucio".




*Por Roberto Gargarella
Fuente: PROFESOR DE DERECHO CONSTITUCIONAL (UBA, DI TELLA)




Parte de lo sucedido, política y jurídicamente, en estas últimas semanas, nos ofrece una extraordinaria metáfora acerca de los modos en que el poder público se relaciona con cuestiones básicas de justicia social y justicia penal.

Notablemente, en estos días la atención pública se centró sobre dos discusiones fundamentales sobre el derecho y la pena. La primera, qué hacer con los menores que delinquen, y la otra, qué hacer frente al dinero "ilegal" que quiere ingresar al país. Entre las dos cuestiones citadas existen vínculos y diferencias que conviene marcar.

Por un lado, ambos casos nos refieren a delitos de importancia en la actualidad y que generan, a diferentes niveles, preocupación colectiva. Por otra parte, y al mismo tiempo, tales crímenes se distinguen por un aspecto de enorme importancia: los primeros -faltas graves cometidas por menores- suelen concentrarse en individuos provenientes de los sectores más desaventajados de la sociedad, mientras que los segundos -el dinero que no paga impuestos, el dinero que se pretende "lavar"- nos refieren a delitos que son más habituales entre los miembros de las clases acomodadas.

El poder público se ha mostrado decidido a enfrentar a ambas cuestiones, y al hacerlo, nos ha dejado en claro cuáles son sus prioridades y compromisos.

Frente a la presencia de ambos tipos de faltas, el Estado contaba con múltiples respuestas a su alcance. Una alternativa hubiera sido la de afirmar, por ejemplo: "no nos importa si quien comente el crimen es rico o pobre, si es culto o analfabeto, si es más joven o más viejo. Estamos decididos a enfrentar al delito, cualquiera sea, y quien sea que lo comenta, con todas nuestras energías". Esta hubiera sido una respuesta formalmente neutral (aunque, podría agregarse, no sustancialmente neutral) basada en la premisa de que el Estado debe responder al crimen con absoluta independencia de la persona que lo comete, de su condición o proveniencia.

Una respuesta alternativa pudo ser la siguiente: "Yo, Estado, cargo con una enorme responsabilidad por los crímenes que la pobreza alienta, y es por eso que mi prioridad al respecto será la de eliminar las causas sociales que dan origen a los delitos cometidos por menores". Esta respuesta implicaría distinguir entre ambos tipos de crímenes -no tratarlos como equivalentes- y mostraría al Estado consciente de las faltas que comete al no asegurar educación y cuidados para los que están peor. La idea sería que no es lo mismo si una persona en situación de desesperación extrema comete una falta, o si quien la comete es una persona pudiente, con plena capacidad para actuar de otro modo.

La respuesta que eligió dar el poder público, sin embargo, no fue ni la primera, agnóstica o indiferente frente al origen social de las personas que delinquen, ni la segunda, más sensible frente a las circunstancias sociales del delito. La respuesta por la que se optó fue diferente a ambas, y se caracterizó por una abierta e injustificable toma de partido a favor de los delitos cometidos por los miembros de los sectores más pudientes de la sociedad.

En efecto (y contra lo que exigen principios de humanidad tanto como los propios tratados internacionales que el Estado ha constitucionalizado), el poder público promovió en estos días, a través de sus discursos, prácticas e iniciativas, el encierro de los menores delincuentes, a la vez que una plena impunidad para los delitos relacionados con el dinero no declarado o "sucio".

Conviene no pasar por alto el tremendo valor simbólico de lo que ha ocurrido. Para el poder público, los delitos llevados a cabo por los más débiles entre los más pobres deben ser objeto de las respuestas penales más extremas (privación de la libertad para los menores que cometan ofensas). Mientras tanto, para los crímenes cometidos por los sectores más aventajados se reserva el premio de la impunidad, celebrado -como esta vez- con el aplauso, la emoción y el júbilo de alguna olvidable sesión parlamentaria.



*Fuente: Clarín.
http://www.clarin.com/diario/2008/12/23/opinion/o-01827382.htm







Dieta*



Creía que conocerte había sido una suerte, pero te metiste tan dentro de mi que he engordado sesenta kilos. Ahora tendré que ponerme a dieta para eliminar el amor que te tengo y los kilos que me has añadido.



*de Joan Mateu. joan@cimat.es









Cuento de Nadidad*




*Por Beatriz Vignoli



Estaba una Nochebuena en su casa de Atopia, trabajando hasta tarde, iluminado sólo por el resplandor de la pantalla del pesado y grueso monitor de su obsoleta PC, el generoso Scrooge. Era una de aquellas noches de diciembre del hemisferio sur, tan pesadamente calurosa que el aire mismo parecía hincharse como un odre lleno de vino rancio. Afuera, el cielo estaba a punto de estallar en una de esas lluvias temperamentales que en verano convierten a Atopia en una sucursal del trópico. Por la ventana, abierta de par en par, una brisa perezosa amagaba con entrar arrastrándose pero se detenía, tímida, antes de ingresar a la casa de Scrooge. A lo lejos se oía una masa de griterío de chicos, explosiones de petardos y gemidos de perros con los tímpanos heridos por el ruido de los petardos. La mezcla era atravesada de tanto en tanto por ráfagas de cumbia a todo volumen, provenientes de alguna moderna camioneta tuneada cuyo equipo de audio iba emitiendo a su paso un sordo bum, bum, bum, que hacía chirriar los vidrios
de las casas.
Por eso le pareció mera imaginación de su mente agotada cuando oyó sonar el timbre de la puerta de calle. Eran, para entonces, las doce menos cuarto.
"Sea quien sea, llega justo a tiempo para brindar", pensó agradecido el generoso Scrooge, quien en la prisa por terminar el trabajo dentro del plazo estipulado no había salido ni siquiera a comprar una sidra. Tenía (fue recordando mientras bajaba las escaleras; al menos vivía en un primer piso)
una botella de piña colada sin abrir, sobrante de las fiestas de un año atrás... En el umbral se presentó un hombre joven, pálido, trajeado como para un funeral.
-Tenga usted una muy feliz Nadidad. ¿Ebenezer Scrooge?
-Sí, soy yo.
El joven le estrechó la mano derecha. En la izquierda llevaba un maletín.
-Mucho gusto. Mi nombre es Marley. Soy un espíritu de las Nadidades perdidas, representante de Espíritus de las Nadidades Perdidas (Ghosts of Christmas Lost) S. A. Hemos elegido su nombre al azar de entre una lista de lectores de Charles Dickens y venimos a ofrecerle una oportunidad única de
transformar completamente su vida.
"Qué irá a venderme ahora", se preguntaba para sus adentros el generoso Scrooge. Y temblaba, porque se sabía incapaz de negarles una moneda a los vendedores ambulantes, cuidacoches, malabaristas callejeros, changarines y mendigos. Pero dijo:
-Adelante. Disculpe el desorden, es que estoy tapado de trabajo.
-Bueno, qué suerte -comentó jadeante el vendedor, o lo que fuera, mientras los dos terminaban de subir las escaleras y el generoso Scrooge abría la puerta. El autodenominado Marley alcanzó a pedirle permiso en un suspiro exhausto antes de apoyar el pesado maletín en la mesa del comedor. Lo abrió:
era una notebook.
-Siéntese, por favor. ¿Desea tomar algo?
-Gracias, es usted muy amable, pero no tengo tiempo. Tengo que seguir visitando a varios lectores más antes de que se emborrachen o se empastillen y se duerman. Le haré sólo una pregunta.
-Pregunte, nomás.
El joven seguía de pie.
-Responda por favor con nombre y apellidos completos. ¿A quién de todos sus familiares, parientes, amigos y conocidos usted más desea ver en este momento?
-A mi hermana Fan Scrooge, hoy más conocida como la señora Dick Wilkins. -Su deseo es concedido -dijo el intempestivo visitante mientras la hora 24 estallaba en el estrépito de la medianoche nadideña: el primer minuto del 25.
-Feliz Nadidad, amigo Marley.
-Feliz Nadidad, señor Scrooge.
Y por la pantalla pasó el brindis de Nochebuena en el salón principal del country de la dichosa familia Wilkins. Animado por el espíritu nadideño y por el frescor del aire acondicionado, tratando de no manchar el mantel de lino, Dick destapaba un champagne de primera calidad mientras la mesa
revelaba las sobras de un opulento lechón asado con acompañamiento de ananás, cerezas y toda clase de confituras. Los esposos Wilkins brindaban y se besaban mientras sus dos hijos pequeños corrían hasta el enorme arbolito, decorado con mil diodos LED de colores, a desempaquetar los carísimos regalos del Niño Dios: autitos de verdad, peluches de dos metros de alto y dos de ancho. A cada rato se oían los alegres ringtones de los cuatro teléfonos celulares, que cuando no estaban sonando hacían brillar sus
flashes sobre las caras sonrientes.
-Y de mí ni se acuerda... ¿Alguien de mi familia me tendrá presente esta noche?
El misterioso visitante pulsó unas teclas. Casi al instante, en su pantalla de cristal líquido se dibujó el rostro del querido primo Fezziwig, a quien el generoso Scrooge había ayudado a levantar su fábrica de implementos agrícolas allá por 2002. Alrededor de un tablón sobre dos caballetes, repleto de porrones vacíos, una horda de sobrinos de entre once y veinticinco años (todos varones y todos vestidos íntegramente de negro con remeras holgadas, vaqueros bombilla, zapatillas, aritos, tachas y pelos
revueltos) se peleaban por ver quién encendía y lanzaba primero al aire una bengala rosa.
-No sean boludos, se pueden matar. Ustedes son más boludos que el tío Scrooge.
Después de este agrio comentario de papá Fezziwig, todos rieron, distendiéndose.
-¡Dios mío! -clamó Scrooge. -¿Puede ser que toda la gente sea tan ingrata?
Un par de pases mágicos electrónicos más y en la pantalla Scrooge pudo ver, en medio de un antro de mala muerte, a una mujer madura (o quizás en el comienzo de la edad mediana, pero ya prematuramente ajada) que abofeteaba con crueldad la cara de una morenita flaca de veinte años en ropa interior
de seda roja con encajes negros. La muchacha lloraba sin consuelo. Las rodeaba un sórdido corrillo de hombres borrachos y otro de mujeres con aspecto de muertos vivos. El foco se abrió y Scrooge pudo ver sobre ellas un letrero de neón que decía: CABARET SCROOGE. Como en una película, le vinieron a la mente fragmentos de una escena olvidada: una chica como aquella, quince años atrás, pidiéndole dinero para dejar de prostituirse y poner un bar. Él se lo había dado. Todo el dinero necesario, porque entonces lo tenía y porque desde que había visto la película Taxi Driver siempre había soñado con salvar a una prostituta joven de un destino terrible. ¿Se había transformado aquella beldad desvalida en esta madama monstruosa que ahora explotaba y humillaba, multiplicadas, a chicas que reproducían su
pasado? El tema estaba de moda en los diarios, que Scrooge siempre leía, de modo que él sabía lo que redituaba el negocio de la trata de personas. Lo sabía además de primera mano por aquella mujercita... quien hoy le estaba agradecida, sin duda.
-Basta. Explíqueme qué falló.
La computadora portátil enseguida desplegó unos gráficos en dos columnas que describían a dos grupos de generosos: "los que dan con amor" versus "los que dan por culpa". El visitante le leyó a Scrooge el gráfico en voz alta y luego aclaró:
-Usted pertenece al de los que dan por culpa. Cambie al de los que dan con amor.
Y, dicho esto, desapareció en la noche llena de fuegos artificiales y risas.




*Fuente: Rosario-12

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/14-16580-2008-12-24.html









Miércoles, 24 de Diciembre de 2008
LITERATURA RAQUEL ROBLES, AUTORA DE LA NOVELA PERDER


"Sin mística estamos en el horno"*


Hija de desaparecidos, en su primera ficción situó a su protagonista en el lugar de una madre que pierde a su hijo. El personaje descubre en los libros el modo de huir del mundo, pero sobre todo de sí mismo.



*Por Silvina Friera




Camina descalza por la cocina y el living de su casa de Parque Patricios.
Sus pasos producen un sonido tranquilizador y armonioso. Aunque Vito, de siete años, la llama con la insistencia del niño que tiene una demanda impostergable. Aunque Mafalda, la perra labrador que nació en abril, le ladra a una botella como si fuera un gato. Raquel Robles, acostumbrada a afrontar situaciones extremas desde que desaparecieron sus padres cuando tenía cinco años, fue la mejor "acompañante terapéutica" de la protagonista de Perder (Alfaguara), su primera novela publicada con la que obtuvo el premio Clarín. En la ficción supo desplazarse desde la perspectiva de su orfandad hacia un dolor lacerante: ponerse en el lugar de una madre que pierde a su hijo, una mujer que hace lo mínimo e indispensable para sobrevivir porque "no tenía el coraje para matarme ni la fuerza de voluntad para acciones tan drásticas". En los libros descubre el modo de huir del mundo, pero sobre todo de sí misma. Después de leer El barón rampante, de Italo Calvino, al menos siente que ha logrado separarse unos centímetros de su dolor. Al terminar El hotel New Hampshire, de John Irving, donde se muere un niño en un accidente junto con su madre, la protagonista, ahora internada en una clínica psiquiátrica, tendrá "la paz de una epifanía", la revelación de su razón de ser: "Expiar la culpa a través del sufrimiento de estar viva".
Entre Carver, Amos Oz y Kafka y el cosquilleo permanente del hijo amputado, la muerte de uno de los pacientes -Stephan, un violinista rumano- la impulsará a emprender una larga travesía por Bucarest.
Militante de la agrupación H.I.J.O.S y directora del Instituto San Martín, que aloja a chicos de 13 a 15 años con causas penales, Robles (Santa Fe, 1971) no sabe si cuando era chica la lectura tuvo un sentido tan dramático como para la protagonista de Perder -su segunda novela, la del medio entre las inéditas Mariposas muertas y Bananas-, tampoco tiene en claro si entonces leía para huir del mundo. "Leer me sirvió para estabilizar algo de mi 'estar en el mundo'. Uno puede regular cuándo lee o deja de leer un
libro, y eso es muy tranquilizador. Leer un libro es sumergirse en una historia que empieza y que termina, en cambio uno es un gerundio permanente", señala la escritora en la entrevista con Página/12.
-¿En qué momento de la escritura apareció Stephan, el violinista rumano?
-Escribí esta novela con la sensación de que era la acompañante terapéutica de la protagonista. Y estando en la clínica apareció un músico, y siempre fue rumano. Muy a posteriori descubrí que en algún punto tenía que ver con mi familia. Pero en ese momento era un músico rumano y ni siquiera apareció
como una pista para salir, sino como para que la protagonista se hundiera un poco más. Después, releyéndola más como lectora que como escritora, me di cuenta de que había un deseo de irse lejos desde bastante antes. Muy lejos significó Rumania porque apareció este personaje.
-¿En qué punto este personaje rumano tiene conexión con su familia?
-Mi abuelo materno era de Moldavia, que en ese momento era Rusia, pero en realidad después fue Rumania. El apellido de mi abuelo y de mi mamá, Pasatir, es bastante latino, no suena muy rumano. En el 2001 estaba muy de moda tramitar pasaportes, pensé en tramitar el mío, pero terminé haciendo una pequeña investigación en el consulado. Fue una investigación muy subjetiva, a través del agregado cultural que aceptó contestar lo que le preguntara. Y me contó su vivencia en Rumania. Después le di la novela a su familia para que la leyera, para ver si se hallaba en ese lugar. Y tuve una devolución muy positiva. Inclusive su hija, que aún vive en la Argentina, estaba haciendo su tesis sobre la literatura argentina que hablaba de Rumania y usó Perder para su trabajo. Mi investigación tuvo poco rigor
científico: era la visión de una extranjera en Rumania. Bueno, cuando era periodista tampoco era muy rigurosa, hacía un periodismo más de "cámara en mano", más subjetivo.
-¿La militancia en H.I.J.O.S postergó el momento de la escritura?
-Pienso la militancia en términos amplios, ahora estoy trabajando un montón y no puedo dejar de pensar el trabajo en términos de militancia, porque si no te tirás por el balcón. Si no hay mística estamos en el horno. Hace un mes que trabajo en un instituto nuevo en un momento donde podría estar dedicándome más a la contemplación (risas). Una vez que la novela nace, que pasa ese tiempo de trabajo de picapedrero, de picar y transpirar, la escritura posterior es más amable y se puede hacer mientras estás con otras cosas. Pero para empezar, tengo que generar la demanda de sentarme de escribir. Mi laburo es una cosa muy fuerte para mí, no sé si podría sostenerme estando tanto tiempo conmigo, escribiendo. No sé si lo aguantaría; implica un trabajo de introspección muy fuerte. Tengo un amigo
analista que me dice: "Yo no soy ningún boludo, me dedico a la vida de los demás. La mía me da un trabajo bárbaro" (risas). Puedo hacer ese trabajo de introspección que implica la escritura, pero me considero bastante frágil.
No sé si podría vivir así todo el tiempo. Quedaría con un estado de conciencia de mí demasiado intensa.
-La protagonista dice hacia el final de la novela que "un buen padre es aquel que miente a su hijo". ¿Suscribiría como madre esta afirmación?
-Contarle el pasado a otro, a las generaciones que vienen, implica un cierto renunciamiento a la verdad, asumir que toda cosa que se cuenta es una ficción. Tengo poca demanda por parte de mis hijos, pero si tuviera que contarles de mis padres, la verdad es que tengo muy poco para decirles, si tuviera que ceñirme a la verdad. Lo poco que conozco es medio pobre en términos de contar una historia. Son hechos que necesitan de una ficción para ser anudados. Me parece que hay que reconocer que cualquier cosa que contás la inventás, inclusive cualquier cosa que contás de tu propia vivencia. Si queremos pensarlo en términos de verdad y mentira, contamos una mentira sobre algunos hechos verdaderos. O podemos pensarlo de otra manera: cómo lo real encarnado en el cuerpo, lo orgánico y la ficción, te permite si
querés inventarte como madre. Hay un hecho insoslayable y es que yo parí a mi hijo, pero que sea la mamá es un invento que voy interpretando con la convicción de un actor que compone un personaje. Y para actuar, tenés que mentir. No se puede ser madre sin inventar, sin ficcionalizar.
-Se ha señalado que siendo militante de H.I.J.O.S sorprende que la novela no tenga una mirada política. Sin embargo, la protagonista puede salir de su dolor cuando se conecta con los otros, un desplazamiento del "yo" a un "nosotros" que admite una lectura política.
-Escribí tantos discursos en mi vida, y por una motivación básicamente política, que no sé si me resultaría posible leer políticamente la novela.
La verdad es que me gustaría que el mundo funcionara bien y dedicarme a la contemplación. Tengo una vocación de construcción colectiva y eso es lo que me interesa de la política. Lo que obstruye ese trabajo, intento combatirlo.
En algún momento quise escribir una historia sobre la toma de la ESMA por Montoneros, antes de la dictadura, porque es realmente de película. Es una historia que no se conoce mucho ni tampoco se conoce la historia de las células montoneras dentro de la estructura militar ni que pasó que en tres años esos mismos militares montoneros se convirtieron en los monstruos. Es una historia de mucha complejidad que ahora se puede tolerar: montoneros que eran militares y militares que fueron montoneros. El mejor candidato para escribirla es mi hermano Mariano, pero tiene que asumirse como escritor y no
como motoquero (risas).



*Fuente: Página/12
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/4-12394-2008-12-24.html









Un hombre solo*




-Texto del 2003-



Es lindo ver el mundo desde los tremendos boquetes de un mantel corroído, estaba allí abajo de otras cosas, sin duda inútil para cualquier futuro y desde ya condenado.
Pero hoy, desde esos tremendos cráteres se ve un poco de celeste, el rojo inagotable de las flores de la santa rita, y algo de vida en movimiento. Es un verde fuerte, áspero, que brilla a la luminosidad del sol de otoño, en esta mañana de fulgor difuso.
Allí cuelgan los viejos manteles, uno bordado por su abuela italiana con flores de todos los colores posibles, pétalos que solo puede imaginar quien vio flores silvestres en la ribera del río D'Orba. Los hay naranjas, marrones, celestes... y unos amarillos de los que solo se puede encontrar en el trazo de los lápices, de esos que usamos para pintar soles en cuadernos de infancia.
Están las manchas que no quitará, ni el más grande desafió de jabón en polvo, del vino tinto, de las comidas especiales que dejaban manchas inolvidables.
Se secan al sol del otoño, una mañana.
Mientras el gato se lame sobre la cama, y el perro tuerto, aúlla sin parar pidiendo salir al pasto para orinar macetas y plantas.
Esta quietud de vacío no ayuda a tomar mate solo, se arruina rápido y queda como decoración del ambiente donde el hombre se angustia delante de una pantalla y escribe con pocos dedos en un teclado.
Allí, sobre la mesa hay un broche, tiene ligeros fantasmas de oxido abriéndose paso, aun se lee la marca "Hepta" y dice también industria argentina, su padre lo usaba para abrocharse el pantalón y evitar el enganche con la cadena de la bicicleta. El lo usa ahora para apretar fuerte las páginas de los libros donde copia escritos breves para compartir desde la web a lugares indefinidos y personas desconocidas. También hay un lápiz grueso de carpintero, para marcar las frases y capítulos. el protector de pantalla se transformo en un atril improvisado, allí espera el próximo cuento a enviarse, "Limosna" es su título, y fue escrito por Antonio Dal Masetto hace muchos años, cuando el director de Página/12 era Jorge Lanata.
El sol sube por el borde de la pared del lavadero, obliga a entornar las pestañas, un velo de filamentos impide quemarse la mirada, en una lección antigua que cuesta reaprender día a día.
Están las barajas, el hombre no deja de barajar enfrente de la pantalla en los momentos de nada, mientras los mensajes atascan el correo, y la velocidad de la computadora hace pensar en qué es más placentero viajar por dentro de relatos de Julio Verne.
Baraja, solo baraja, en una espera que parece eternidad. Nunca jugó al solitario, solo están ahí para sentir movimiento en las manos, esperando el momento de dar de nuevo las cartas evitando, si es posible, las marcas invisibles que están muy adentro de siluetas y personajes de la calle.
Allí, esta el hombre solo, tomando mate frío y lavado, después de días de pasear sus manos por objetos yertos y perforados de ausencia. En una mañana silenciosa de domingo.







*de Eduardo Francisco Coiro. inventivasocial@hotmail.com








*

Queridas amigas, apreciados amigos:


El domingo 21 de diciembre del 2008 presentaremos en la Radiofabrik Salzburg
(107.5 FM), entre las 19:06 y las 20:00 horas (hora de Austria!), en nuestro programa bilingüe Poesía y Música Latinoamericana, música de los compositores argentinos Fernando Maglia y Jorge Sad, asi como también del compositor mexicano Víctor Ibarra Cárdenas. Las poesías que leeremos pertenecen a Oscar Ángel Agú (Argentina) y la música de fondo serán villancicos del Coro de Lia Molina (Colombia). ¡Les deseamos una feliz audición!


ATENCIÓN: El programa Poesía y Música Latinoamericana se puede escuchar online en el sitio www.radiofabrik.at
(Link MP3 Live-Stream. Se requiere el programa Winamp, el cual se puede bajar gratis de internet)!!!! Tengan por favor en cuenta la diferencia horaria con Austria!!!!


REPETICIÓN: La audición del programa Poesía y Música Latinoamericana se repite todos los jueves entre las 10:06 y las 11:00 horas (de Austria!), en la Radiofabrik de Salzburgo!

Cordial saludo y una Feliz navidad!


YAGE, Verein für lat. Kunst,Wissenschaft und Kultur.
www.euroyage.com


Schießstattstr. 37 A-5020 Salzburg AUSTRIA
Tel. + Fax: 0043 662 825067



Convocatoria*


El trilingüe Magazín Cultural Latinoamericano XICóATL "Estrella Errante" (impreso y digital), que desde hace 17 años se edita en Salzburgo, Austria, convoca a ensayistas, narradores y poetas a colaborar con el trabajo de difusión cultural que llevamos a cabo.

Las colaboraciones deben tener una extensión máxima 4 páginas para ensayo y cuento. Para poesía se ruega enviar una selección de poemas de un máximo de 10 páginas. Los escritos deben acompañarse de un breve curriculum vitae (que contenga la dirección postal) y una foto digital del escritor a la dirección euroyage@utanet.at
Los textos seleccionados serán traducidos al alemán y publicados de manera digital e impresa.

Más informaciones sobre nuestra labor cultural sin ánimo de lucro en Europa encontrarán en nuestra página de internet www.euroyage.com
Cordial saludo,



*Dr. Luis Alfredo Duarte-Herrera
Director de YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur.
www.euroyage.com

Schiessstattstr. 37 A-5020 Salzburg AUSTRIA
Tel: ++43 662 825067


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