martes, diciembre 30, 2008

PORQUE TODO PARECE FLOTAR EN UN SINSENTIDO...



Ilustración de Ray Respall Rojas.


¡Tanto me gustaría!*



A las víctimas de los criminales bombardeos
del ejército israelí a la martirizada Gaza.



Me gustaría escribir de tantas cosas.
De la mecedora que entretenía a mi abuela,
del bastón de mi abuelo,
de la portada de mi casa,
del carruaje con imaginarias princesas.
De las primas
que de amor me ahogaban
con nueces y avellanas en cada navidad
o de la perra Cuqui, siempre tan fiel y cariñosa
o del gato que mordisqueaba flores.
Recordar en letras a Torito, aquel burro
indisciplinado, independiente. Tan libre
y soberbio hasta la mala voluntad del jinete.
Escribir, además, con porte de alma celestial.
¡Cuánto me gustaría!
Pero estos malditos desastres naturales
y estas terribles injusticias y guerras
roban mi libertad de pensar
en otras cosas.



*De Miguel Crispín Sotomayor. arcomar@cubarte.cult.cu
Cuba.





PORQUE TODO PARECE FLOTAR EN UN SINSENTIDO...





Volar sin alas*



Viajo en domingo. El cielo se abrió como boca del infinito, celeste casi mar casi cielo. Y quisiera llegar al imposible punto de mirar lejanías. Con la mirada renacida y la esperanza abierta. Salgo, es un largo viaje por inseguros trenes reales para después subir al tren literario y llegar a Marcos Paz. Parto con las indecisiones de vida a cuestas. Como necesito sentir algo más que la soledad llevo conmigo mis cuadernos inconclusos. Son 6 cuadernos de espiral, en ellos viaja un ser fragmentado en palabras y frases. Un sujeto que busca armarse con pedacitos en frases y ser escritura. Raro salir con el alma en viaje metida adentro de una carpeta caja de cartón, pero hay que salir de las cuatro paredes instituidas para ver las cosas y la gente. Cada vez pesan más estos cuadernos. Espero reunirlos como un relato posible, leíble como un viaje por los fragmentos reunidos de otros viajes y otras lejanías que me preceden y me constituyen con vacíos y enigmas imposibles de responder. Tratare de tejer mis palabras en viaje, sentado en un vagón que se hamaca y viaja lento sobre vías destruidas.
Estoy en Gonzaléz Catan, la última estación tangible del viaje. Me cruzo a una vía que se pierde en el pasto hacía la siguiente estación 20 de junio, me siento en una pila de durmientes usados, duermen a la intemperie esperando ser leña después de algún remate, pero me ubico en la estación grande de la imaginación cómodo, con mi carpeta de cartón como único almohadón posible.... ahí se acerca el tren, viene tirado por una locomotora Werkspoor numerada 4613, entre el vapor distingo que es un tren mixto, con dos vagones de pasajeros y dos de carga y encomienda. Los de cargas vienen a continuación de la máquina, me subo en el primer vagón de pasajeros, asientos de madera en varillas, casi como en el subte A, pero con una enorme modestia, y el visible deterioro de la falta de mantenimiento por el cierre de talleres de artesanos y carpinteros. Me llama la atención que todos los asientos miren al pasado, hacia el atrás que deja ver a su paso el tren para ser más precisos. Siento la misma incomodidad de cualquiera que quiere ver el porvenir del trayecto desde la ventanilla y sigo al siguiente vagón. Lo mismo... allí hay dos señoras con un Rosario en las manos, me acerco y casi con el buen día dicho de pie me quieren contar con la urgencia de quienes creen conocerte de toda la vida, aunque no te hayan visto nunca, que viajan para llegar al nacimiento del primer hijo de su sobrina preferida. Me dicen sus nombres: son Manuela y Blanca, dos señoras elegantes de unos 60 años. Hablan arrastrando el tono que siempre oí en aquellos italianos venidos de chicos que conservan siempre un eco de su idioma. Tienen cierta preocupación, el nacimiento lleva tres días demorado de la fecha esperada, -en ese momento se cae de la agenda de Blanca el calendario de ese mes, septiembre de 1958, viene con círculos y llamadas con frases y explicaciones todas en italiano-. No quiero interrumpir más, me disculpo, les doy un beso con cierta emoción, me doy cuenta que Blanca llevará en la mejilla una lágrima mía por algún tiempo. Les deseo suerte. Que sea todo lindo. Me levanto, giro la cabeza y veo que se sumergen en una oración de murmullos con la vista fija en la cruz del rosario. Manuela sostiene fuerte el crucifijo, casi como Dios puesto entre dos cuerpos y el respaldo del asiento siguiente.
Este es el último vagón, solo hay 5 personas, veo un matrimonio con un niño pequeño que viaja a upa de su padre, tiene el pelo muy rubio y sostiene con las manitos un oso de felpa marrón que lo abriga apenas del frío que desciende abajo de pantalones cortos. La madre viaja con la mirada perdida en algún punto del pasillo, como si viera la proyección de su propio viaje interno. Creo, definitivamente que no pueden ver mi presencia, y allí siento la incomoda sensación de ser un ghost. De no estar verdaderamente allí, a pesar de mi carpeta, mis cuadernos y los latidos fuertes que siento en el pulso y en el corazón se sale del pecho por contar que hay allí, en ese vagón, emociones desanudadas. El tren se detiene en la estación 20 de junio, sube una abuela con una bolsa tejida al crochet y su cartera negra con broche dorado, tiene un aspecto frágil, casi trémulo. Se sienta del otro lado del pasillo. Indiferente al paisaje vuelve al trabajo, la veo sacar del bolso un tejido, es algo así como un centro de mesa que se construye con un hilado fino color bronce. Me asombro, por un momento creo reconocer esos ojos color tiempo por debajo de los anteojos de armazón color miel. Teje la abuelita, con una sonrisa apenas dibujada, mientras espera que el mundo le devuelva algunos abrazos perdidos del otro lado del mundo.
Pienso en ese tejido desesperado y paciente a la vez de esa abuela, e imagino la obra terminada, arriba de una mesa rustica de pinotea clavada en tablas, quizá encerada a mano una vez por mes.
La veo tejer para evitar la desnudez fatal de las cosas.
Vestir la humildad de sus muebles con la habilidad de unas manos de mujer. Pienso, recuerdo, el titulo del libro de Benedetti, le doy otra forma: cuanta memoria ella teje a pesar de los agujeros del olvido, que se atraviesan solo de luz y aire. Sin letra posible.

La locomotora se detiene, casi llegando a Marcos Paz faltan casi totalmente las vías y los durmientes, el maquinista con las antiparras levantadas y el rostro tiznado de hollín conversa con el guarda que lleva su impecable chaqueta color beige y la gorra con visera, conversan y piensan. El guarda acaba de colocar el teléfono en el hilo del telégrafo, habla con el capataz de obra. Se ríen, por la respuesta.
-Dice que sigamos, que el va a poner vías imposibles de remover.
El maquinista se conmueve, esta sacudido, aturdido por lo que escucha de voz del guarda:
-Dice Don Nicolás que no tengamos miedo, que sigamos sin temer un descarrilamiento, que el pondrá rieles de letras, durmientes de palabras, y que estas echarán raíces de acero en los terraplenes. Y que hará balasto de vocales duras como piedras de Olavarría.
El maquinista y el guarda se cruzan una breve sonrisa, aceptan la irrealidad absoluta de la situación, van a seguir como debe seguir la vida misma.
Vuelvo a subir pero esta vez en el primer vagón desierto de pasajeros, me siento, me prometo a mi mismo quedarme allí hasta llegar, hacia afuera solo puedo ver nubes de vapor que se disipan contra el celeste cielo y un sol tibio que anuncia primaveras. Un grupo de golondrinas tempranas planea como descansando en el aire.

Llegamos. Sólo yo he bajado en esta estación, estoy bastante desorientado. pienso en buscar un bar, un lugar con dos mesas unidas donde pueda desplegar mis cuadernos y escribir algo, quedarme allí horas enteras para ver atardecer en espectros rojos olvidados por el sol detrás de la silueta de la estación. En el camino veo una estatua, -Es el león alado de San Marcos, -me responde con extrañeza un señor que cruza sin apuro con el diario de domingo enrollado bajo el brazo.
Veo al León y pienso en lo bello que sería volar sin alas.



*de Eduardo Francisco Coiro. inventivasocial@hotmail.com
-Texto del 2003-





¿Y si en el 2009 nos atrevemos todos a desear?*



La vida de todos nosotros está regida tanto por los deseos como por los miedos. Quizá sea el momento de desequilibrar la balanza y apostar en serio por los sueños.



*Por Angela Pradelli
Fuente: ESCRITORA Y DOCENTE, PREMIO CLARIN DE NOVELA



Aquel año, al volver de la escuela después de dar mi última clase de literatura, solía cruzar por la barrera clausurada que está en los fondos de Turdera. El lugar era solitario, pero se cortaba camino. A pocos metros de la barrera hay una plazoleta con forma de triángulo que tiene una pequeña gruta enrejada y la imagen de una virgen que se erige hacia el oeste. La plazoleta está ubicada en forma paralela a las vías y aunque nunca se ve gente allí, siempre hay ramos de flores frescas enganchados a la reja de la gruta.

Un jueves vi a una de mis alumnas del secundario. Estaba con su chico y los dos, sentados sobre el banco de material frente a la virgen, se besaban con una entrega propia de devotos. Había que ver la pasión de la muchacha y la exaltación de ese cuerpo. Así fue cada jueves, durante muchos meses.

En "El beso", Antón Chéjov narra la historia de Riabóvich, quien al entrar a un cuarto a oscuras recibe un beso de una desconocida que luego se marcha.
El beso reformula la vida del personaje en términos de deseo: "se entregó por entero a una sensación nueva, que hasta entonces no había experimentado. Le estaba sucediendo algo raro. En la mejilla, a la izquierda del bigote, donde lo había besado la desconocida, le palpitaba una agradable sensación de frescor. Estaba colmado de un nuevo sentimiento extraño. Sentía ganas de bailar, de hablar, de correr al jardín, de reír a carcajadas. Se olvidó de que era encorvado y gris, de que tenía patillas de lince".

Chejov supo narrar en este cuento la potencia del deseo y el modo en que enciende un cuerpo. Como Riabóvich, mi alumna de Turdera irradiaba la luz de quien está transido por el desear. Un jueves, al cruzar la barrera, mientras la muchacha besaba a su chico devorándoselo, pensé que en algo se parecían
los besos y la escritura. Besar y construir un personaje son dos acciones que implican una exploración en la que indagamos al otro mientras que, al mismo tiempo, el propio cuerpo se revela como un territorio pleno de sentidos.

-¿Así que usted también cruza por la barrera clausurada, profesora? -me preguntó mi alumna una mañana mientras entrábamos al aula. Entonces supe que ella también me veía.

Lo de la paloma sucedió a fin de año. Habíamos dejado la puerta abierta porque hacía calor. Los alumnos estaban escribiendo y había en el aula ese silencio denso que se da mientras los estudiantes escriben. De pronto la muchacha de los besos gritó. Estaba pálida y unas manchas rojas habían empezado a brotarle en el cuello. "¿Qué pasa?", le pregunté. La muchacha se retorcía sobre su banco aterrorizada, con la vista clavada en una paloma que avanzaba por la galería en dirección a la clase. "Profesora, saque esa
paloma, me imploró. Saquelá".

A pesar de los gritos. la paloma llegó hasta el aula, se detuvo bajo el quicio de la puerta y amagó con entrar. Entonces la muchacha volvió a gritar. Ella, que cada jueves se metía en el misterio cavernoso del cuerpo de otro, se aterraba ahora frente a la mansedumbre de un ave de patas delgadas y frágiles.

Pensé entonces que la muchacha encarnaba de algún modo la estructura básica de la vida humana, en el sentido de que ésta se desarrolla sobre estos dos pilares: los deseos más viscerales y los propios terrores. Miedo y deseo son ejes que marcan nuestros días y deciden nuestros actos, mueven nuestros
pasos hacia aquí o hacia allá.

Tal vez incluso toda la literatura pueda dividirse en estos dos temas, ya que los personajes desean -o temen- la muerte, el futuro, lo desconocido, el poder, la gloria, la vida, al otro.

Somos seres deseantes. Pero habitamos un mundo que por momentos nos deja perplejos porque todo parece flotar en un sinsentido que va hundiéndonos.
Son momentos en que el deseo se descompone y la visión de sus restos desintegrados nos enceguecen, nos opacan. Nos transformamos entonces en seres miedosos. Pero salimos de la perplejidad aferrándonos otra vez a un anhelo que nos impulsa hacia adelante. Tejemos nuestra compleja interioridad sobre estas dos columnas que en esencia son el miedo y el deseo.

Hace poco, volviendo en combi hacia Adrogué, me encontré con aquella alumna.
Me contó que le faltaba poco para terminar una carrera universitaria y que ya estaba conviviendo con su pareja.

Entonces recordé la hondura y la avidez de aquellas escenas de descubrimiento y aprendizaje frente a las vías de un suburbio solitario.

-¿Y aquel asunto? -le pregunté.

-¿Cuál? -me inquirió ella. ¿El de las palomas? Ah, profesora -dijo y tiró la cabeza hacia atrás. Estoy cada vez peor.

Cuando la muchacha de los besos y las palomas se bajó en la curva de Turdera, enfiló por una de las calles laterales. Y estaba feliz.

Después me acomodé en el asiento, la combi volvió a arrancar y retomamos el viaje hacia destino. Tuve la certeza de que nunca podremos ahuyentar del todo a las palomas que merodean nuestros cuerpos. Pero, por qué no desear.

Y que los deseos sean una cuestión central en nuestras vidas, que tracen los caminos por los que elegimos andar.

Estamos próximos a estrenar un año. Al brindar, por qué no ponerles las palabras precisas a nuestros deseos para el 2009 y pronunciarlos por fin con todo el aire.



*Fuente: Clarín
http://www.clarin.com/diario/2008/12/29/opinion/o-01830235.htm






The walls*



Una pared es siempre una tentación propicia,
un no laberinto de lisas indulgencias.
Lo saben los pintores,
las humedades y las hiedras,
las fechas y las flechas en los corazones,
las súbitas coreografías de los pájaros y las cometas,
los perros que a menudo la sostienen,
las citas sin nobleza,
algún graffiti del orden de:
"si orino afuera, es mea culpa",
la vocación de los fusiladores.
A veces la interrumpe algún zaguán
para albergar noviazgos de ocasión,
allí, donde no alcanzan
las delaciones del foco de la cuadra.
Una vez un poeta,
apoyando la frente sobre una leyenda que decía:
"prohibido fijar carteles",
lloró de frustración alejandrina.
Se han podido leer en ellas
fusiones memorables:
"VIVAN EL COMUNISMO Y EL SANTO GRIAL"
y debajo, bien a la derecha, una svástica,
impotente ante el desorden general.



*de Abel Schaller. abelnegroschaller@yahoo.com.ar
Paraná, septiembre de 2007





Balancearse*




*Por Rodrigo Fresán
Desde Barcelona



UNO Ya lo dije muchas veces: mi época favorita del año son esos días que van del 24 de diciembre al 2 de enero (y, por aquí, porque esta es una monarquía mágico-democrática, hasta el 7 de enero). No es que me gusten especialmente las fiestas, pero sí aprecio el efecto que producen en el inconsciente colectivo y en ese inconsciente individual que soy yo. Un balanceo entre híper-lúcido y zombie mientras el teléfono no suena, nadie llama a la puerta y la casilla del email desborda de felicitaciones findeañeras de gente que nos deseó lo peor durante el resto del año.


DOS Lo del principio: son días raros, son días casi nocturnos, son días en animación suspendida, son días congelados (aquí potenciados por una borrascosa ola de frío y lluvia y granizo que no parece tener fecha de vencimiento), son días donde se piensa mucho. Son días, se supone, donde alegremente se toman decisiones para lo que vendrá y se bebe el fondo amargo de la botella de lo que pudo haber sido pero no fue. Así, está el que en Los Angeles decide vestirse de Papa Noel para hacer volar a toda su familia por los aires (“No podemos creerlo. Era un hombre normal y afable”, vuelven a decir los que se juntan a contemplar las llamas) o los que deciden ponerse a tirar petardos y misiles antes del 31 de diciembre (la historia interminable de Israel & Gaza y alrededores) y estoy yo escuchando las íntimas detonaciones de mi mente y, mejor, antes de que sea demasiado tarde, me pongo a escribir un cuento que transcurre muy lejos, ahí nomás.


TRES Y por la noche –la noche del 24– con el deber cumplido, respetar ciertos ritos locales que ya hice míos. El discurso del Rey (quien dijo cinco veces la palabra crisis) y que, al día siguiente (tuvo menos rating que en el 2008: 200.000 espectadores menos o, quién sabe, 200.000 republicanos más), es analizado por las diferentes formaciones políticas como si se trataran de las palabras de un oráculo infalible. Y no está mal lo que dice. Y a mí el Rey me cae muy bien. Pero, seamos sinceros, los dichos del Rey no tienen la ligereza de los del Rey Palito, pero tampoco alcanzan la sabiduría absoluta de los del rey Salomón. Son palabras sensatas de un hombre sensato, de un rey realista. Dentro de este esquema bíblico/simbólico, Zapatero vendría a ser un Rey Mago que vale por tres: se ha reunido con todos los presidentes autonómicos y les ha prometido que, si se portan bien, todos tendrán sus alcancías llenas para jugar. El problema va a ser (ya lo advierte Rajoy en plan ominoso Padre Tiempo y el saltarín Aznar como la perfecta encarnación del siempre agorero “mensajero malvado” en Proverbios 13:17) cuando haya que cumplir todo lo que prometió. Pero para entonces ya será el 2009 y –se sabe, consenso absoluto– el 2009 será uno de los años más horripilantes de toda la Historia y toda la culpa será suya y nada más que suya. Así que propongo saltearlo y Feliz 2010 para todos.


CUATRO Pero, claro, la cosa no es tan sencilla, pensé entonces, cuando se fue el Rey y entró El Niño. No El Niño Jesús, sino El eterno Niño Raphael, quien todos los 24 de diciembre –mientras buena parte de la humanidad festeja el nacimiento del Mesías– autocelebra su renacimiento con incombustible gozo. Felicidad que, está seguro, todos comparten por su permanencia y por el medio siglo de alegrías que nos ha entregado. No creo que todos sientan eso, pero yo sí. A mí Raphael me ha dado mucho y –todo parece indicarlo– me seguirá dando mucho más. El especial de este año tuvo la pompa añadida de los números redondos, el lanzamiento de un disco autohomenaje en el que lo acompañaron sus amigos de siempre, su hijo cantante y admiradores confesos como Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina y Enrique Bunbury. Y –lo mejor de todo– mucho material de archivo. En especial, de sus películas de los años ’60 y ’70 (jamás olvidaré Póster Boy o aquella otra en que busca a su hermano pianista por los tugurios y callejones de un barrio de La Boca que parece de novela de David Goodis) que, se descubre enseguida, son siempre la misma película. Allí, en unas y otras, se repiten idénticas situaciones: escenas de fans enloquecidas, escenas de Raphael respondiendo con aire iluminado a las preguntas de los periodistas y –momento formidable– Raphael perseguido por multitudes, subiéndose a un auto, y alguien le lanza un “Raphael, ¿usted se droga?” Y El Niño, todo dientes, responde: “¿Drogarme? Pero si yo soy siempre así de divertido”. Y Raphael no mentía, no miente y no mentirá. Una cosa queda clara: Raphael no está –ni estuvo, ni estará– en crisis. Las crisis son para los otros.


CINCO Y la crisis es para los españoles. No hay revista o suplemento que no dedique por estos días primeras planas y suplementos especiales al porqué pasó lo que pasó y cómo fue que no se vio venir. Lo que –entre noticias findeañeras de esas que se refieren a cosas como la sangre de los neandertales– a mí me causa cierta sorpresa. En España se viene anunciando esta crisis desde hace por lo menos ocho años como algo inevitable, cuando bajara la alucinada y alucinante fiebre inmobiliaria. Lo mismo en el resto del mundo con todo eso de las subprimes y valores tóxicos e hipotecas basura. Por suerte, parece que Obama es Dios. Rezo que no lo crucifiquen.


SEIS Y puestos a creer –luego de la lluvia de millones del Gordo caídos en Barcelona– me compré un boleto para la Lotería del Niño. Encomiendo, sí, mi alma a Raphael. Pero no creo que se repita el milagro y, además, se han robado el Jesús del pesebre del Ayuntamiento y eso se paga. Así, seguro que –de nuevo– el premio se lo llevan los habitantes de un pueblo que nadie conoce con nombre como Chupitos del Mogollón o Pantorrillas de Pijos y que –siempre lo he sospechado– no son más que actores saltando frente a una escenografía por unos pocos euros.


SIETE La cosa es así: la Navidad es para los creyentes, los Reyes Magos para los crédulos y el Año Nuevo para aquellos a los que nada les gustaría más que creer en algo. Por lo pronto –mientras dan las doce campanadas– creen que, una vez más, mientras se balancean entre tañidos, no morirán atragantados en el ritual ese de las doce uvas.
Lo que –como están las cosas– no es poco.



*Fuente: Página/12.
http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-117495-2008-12-30.html








NOMBRES EN LA NOCHE*




aquí tomando sol de bajo calibre
masticando la casa de una ostra
bebiendo vino fino con arena gruesa
pachorrientos y sin embargo produciendo
[nuestros propios opiáceos
—endorfinas y encefalinas—
y hasta la mesma anfetamina
imprescindibles para todo criollo que se precie

no fue en la antigua grecia (o roma en su
[defecto)
ni fue en una isla —formentera, mayaguana,
[rarotonga— contemporánea de la estupidez
[o el descuido
ni fue en un claro u oscuro del bosque o caballo
ni fue a través de acuerdos moleculares
o de otros naturales frangollos
torrentes como el sanguíneo
popeye balanceando tatuajes
olivia detrás de la concertación de sus pestañas
la espinaca dotando al marinero
cartoon

retomando a la estupidez por sus orejas tóxicas
nos permitiremos reiterar países y provincias
imprecisamente habilitados por indiscernibles
[monigotes
que blanden nuestros nombres en la noche
cerrada a vaticinios



*de Rolando Revagliatti. revadans@yahoo.com.ar







Laurel y Hardy*



*Por Osvaldo Soriano


Para reconstruir la historia de Laurel y Hardy hay que contar un tiempo de miseria, ansiedad, fulgor, decadencia y olvido. Es necesario sentir vergüenza y rencor, soslayar la tentación de la pena -ese sentimiento infame-, para recordar las frustraciones de dos hombres vulgares pero estupendos.
Hace cuarenta y cinco años, en un modesto estudio de Hollywood, el productor Hal Roach integró la pareja que revolucionaría la técnica de la comicidad.
Stan Laurel estaba buscando una oportunidad para dirigir una película y Roach se la otorgó. El actor principal sería un obeso comediante de segundo orden, un payaso al que no se concedía demasiado crédito.
En un momento de la filmación, Oliver Hardy, que personificaba a un repostero, cometió una de sus torpezas habituales y se volcó una olla con aceite hirviendo sobre un brazo. Stan corrió en su ayuda: juntos armaron un alboroto que fascinó a Roach. Enseguida supo que estaba ante el comienzo de
un gran negocio.
En enero de 1892 nacieron dos de los protagonistas de esta historia. El 18, en Atlanta, Georgia, Oliver Norvelle Hardy, hijo de un prominente político local. Cuatro días antes, en Elmira, Nueva York, había nacido Hal Eugene Roach. Se encontraron muchos años después pero al parecer tenían demasiadas
cosas en común. Charley Rogers, un director que trabajó con ellos en varias películas, dijo: "Babe (Hardy) y Hal eran enteramente semejantes. Stan, en cambio, no se les parecía en nada, pero entre los tres formaban una curiosa amalgama que era como una moneda de oro puro".
Hardy se recibió de abogado y puso una fiambrería con el dinero que su padre le dio para el bufete. Intolerante, el político lo echó de la casa y Ollie pensó entonces que podía vagar de ciudad en ciudad cantando en cualquier parte. Tenía voz de tenor y quería ser comediante, jugador de fútbol, cantor, golfista, algo que le permitiera vivir en plenitud lejos de la severa mirada de su padre.
En 1913 consiguió un puesto en el cine, más por causa de su físico que por sus cualidades. Parecía un bebé malcriado: su cara era sonrosada, su mirada huidiza, su barriga descomunal. Trabajó en los estudios de Lubin, uno de los fundadores del cine norteamericano, en Florida, pero pronto se cansó de los compromisos y decidió viajar. Se sabe que estuvo en Australia, pero ninguno de los historiadores del cine podría asegurar qué hizo por allí.
Tampoco se sabe a ciencia cierta qué buscaba en Buenos Aires, hacia 1914, cuando trabajó unos meses en el Pabellón de las Rosas, en Palermo, junto a Juan Maglio, Pacho, el bandoneonista. Cuando un argentino se lo preguntó, mucho tiempo después, Hardy bromeó: "Yo pesaba más de trescientas libras y
como el tranvía me dejaba a ocho cuadras del lugar no me sentí capaz de continuar trabajando allí".


*Fuente: Página/12
http://www.pagina12.com.ar/diario/verano12/index-2008-01-03.html








ARTISTAS, LOCOS Y CRIMINALES*



*Por Osvaldo Soriano


Más difícil es hallar algún indicio que recuerde el paso por el teatro Casino, en 1915, de un flaco desgarbado que actuaba como payaso en la troupe de Flynn. Era Stan Laurel y las revistas de la época, aunque comentaron la actuación del grupo, no dedicaron ni una línea al desconocido cómico.
Stan había llegado a Estados Unidos el 2 de octubre de 1912 como integrante de la troupe inglesa de Fred Karno, que iniciaba su segunda gira por ese país.
Con Stan viajó Charles Chaplin, el astro del conjunto. Ambos pensaban quedarse en Norteamérica para buscar trabajo en el cine. Hasta entonces, Laurel era el suplente de Chaplin.
Charlie consiguió su primer trabajo en seis meses. Laurel tardó cinco años en ingresar en el cine. En el ínterin se ganó la vida en circos y cabarets.
Sus primeras películas no tuvieron éxito comercial, pero se lo respetaba como un comediante inteligente, sagaz.
Stan Laurel desplegaba todas las mañanas los diarios para saborear la fama de aquel hombrecillo talentoso que había llegado con él en un barco de ganado. Chaplin era reconocido ya como uno de los más geniales comediantes que habían llegado al cine.
Stan intentó saludarlo varias veces, pero Charlie no lo atendió nunca.
"Estaba muy ocupado", suponía Laurel.
Los últimos días de 1926, Stan se emocionó al saber que iba a dirigir una película. Ese gordo a quien tenía que señalar los pasos de su primera comedia tenía pasta. Era algo despreocupado, torpe y displicente, pero servía. Cuando Stan vio que volcaba el aceite, creyó morir. De pronto, todo iba a parar al demonio. Entonces corrió a ayudarlo.
De aquella idea de Roach surgió Slipping Wives, un éxito con pocos precedentes. El público se dislocó de risa ante la asombrosa plasticidad de esos hombres que destruían todo a su paso. El cataclismo se convertía de pronto en poesía, como si las leyes del mundo se alteraran de pronto y la destrucción del orden fuera, por fin, bienvenida.
Alerta, la Metro Goldwin Mayer contrató al equipo capitaneado por Roach y la serie de filmes de Laurel y Hardy creció hasta ganar todos los mercados.
Parecían tan sólo dos buenos payasos hasta que en 1929 filmaron Big Business, tal vez la película más cómica de la historia del cine (en la Argentina se la conoce como Ojo por ojo).
En adelante, Laurel y Hardy trabajaron en los estudios buscando la perfección. Cada una de sus películas tenía el simple objetivo de hacer reír con un método inédito en Estados Unidos: la destrucción de la propiedad y la burla a la autoridad, los valores más preciados por los norteamericanos de entonces.
Stan era el cerebro de la pareja. Ollie -ya sus amigos preferían llamarlo Babe- se despreocupó de la técnica y del trabajo silencioso. Prefirió jugar al golf y perseguir mujeres, mientras su compañero pasaba horas frente a las moviolas perfeccionando cada detalle.
Nadie, hasta entonces, había dedicado tanto tiempo a la construcción de un gag. Laurel quería que cada situación pudiera desprenderse del contexto del guión como una obra en sí misma. Así, sus películas parecían endemoniadas cajas chinas en las que cada vista era independiente del resto, pero a la vez le daba sentido. Stan Laurel inventó el gag. Le concedió un crescendo, un clímax y una deliciosa caída. Cada gag del Gordo y el Flaco semeja un espléndido orgasmo con toda su furia, su desesperación y su necesario alivio. Como incansables amantes, el Gordo y el Flaco provocaban una y otra vez ese clímax.
Hardy dijo una vez que ellos no necesitaban planes previos; bastaban las instrucciones de Stan para iniciar una toma exitosa. Ocurría que esas instrucciones eran el producto de un paciente estudio. "A veces bastaba un perro para iniciar una toma -contó Ollie-, y llevarla adelante. Stan hacía algo y yo lo seguía y daba pie para que él hiciera otra cosa y yo otra y después Stan hacía el montaje y todo era perfecto."
Cada vez que terminaban una escena, a su alrededor flotaba el desastre.
Casas y autos eran destruidos, los policías violados, los matrimonios traicionados. ¿Y el american way of life? Tal vez Stan no haya querido provocar esos cataclismos en la sociedad, pero todas las películas que creó los contenían como si la anarquía fuera su manera de expresar una sociedad despiadada.
Cuando la demanda del mercado y sus contratos con la Metro los obligaron a filmar largometrajes, comenzó la decadencia de Laurel y Hardy. Pero no sólo la obligación de dosificar los gags en una hora y media de celuloide los llevó al fracaso. El paso de comedia amable, picaresca, no era el fuerte de
Stan. El creciente éxito de los hermanos Marx terminó por apabullarlos. Al comenzar la guerra, Laurel y Hardy estaban terminados.
Stan se recluyó. Hardy marchó al frente. Como un Mambrú insólito, se unió a las tropas que asaltaron el peñón de Gibraltar. Empezó como oficial, terminó como oficinista.
Cuando Ollie retornó a Estados Unidos, se reunió con Stan y firmaron un contrato para rodar algunas películas. Fueron, sin excepción, absolutos fracasos. Toda la grandeza de la pareja había quedado atrás. El desconcierto ante una realidad que los alejaba de su propia historia desencadenó la tragedia. Ningún productor quería ya a esos viejos comediantes vacíos.
La decadencia del Gordo y el Flaco se acentuaba a medida que los historiadores iniciaban el descubrimiento de su genio pasado. Laurel y Hardy eran tan sólo espectros de una época esplendorosa. Sin un dólar en sus bolsillos (nunca reservaron derechos sobre sus filmes), comenzaron a vagar otra vez por los teatros del interior. Quienes los vieron en los escenarios recuerdan sus gags como burdas parodias, como parábolas perfectas de un círculo que se cierra. Hacia 1949 hicieron su primera gira por Europa y trabajaron en París, donde el público los adoraba. Por fin, filmaron Atoll K, una experiencia horrible. "Cada vez que caían al suelo parecía que no podrían levantarse jamás. Se imitaban a sí mismos, pero con un infinito cansancio", escribió un crítico francés.
A su regreso a Estados Unidos, la pareja no tenía otra posibilidad que la vuelta al vodevil.
El hijo de Hal Roach -también productor-, en un intento por recuperar la grandeza de la pareja creada por su padre, les ofreció filmar una serie para la televisión. Parecía, por fin, que la vida les daba otra chance. Entonces Stan, que era diabético, sufrió un ataque y estuvo al borde de la muerte. El plan se frustró y tuvieron que vivir, junto a sus mujeres, en pensiones de segundo orden.
Desesperado, Ollie recordó que John Wayne había sido uno de sus amigos. "El nos ayudará", le dijo a Stan. "Nadie te ayudará ahora", le contestó el Flaco.
Ollie concertó una cita con la secretaria de Wayne, uno de los más influyentes hombres de Hollywood, y una tarde se fue a verlo a su residencia. Ese día recibió la que tal vez sería su última humillación: el
cowboy le dio un papel en una película del Oeste como actor de reparto.
Ese acto de villanía, ese gesto de despreciable beneficencia ensayado por Wayne, hizo exclamar a Buster Keaton (quien también estaba casi en la miseria): "Ellos cometieron el error de hacer reír a un país violento y sin alma, que íntimamente los amaba pero terminó despreciándolos". John Wayne
fue tan sólo el ejecutor de esa reacción.
En 1953, Laurel y Hardy emprendieron viaje a Gran Bretaña, en un intento por olvidar sus penurias. Darían algunas funciones en teatros rurales y el Flaco volvería a ver a su padre, un viejo comediante del teatro de Lancashire. Un periodista inglés, que entrevistó a Laurel, escribió que aquellos hombres
eran los espectros de una historia que podía volver a verse cada día en un cine cualquiera del mundo.
Se sabe que Stan vio a su padre. Los viejos actores cenaron juntos y no hablaron. Un apretón de manos fue la despedida: Stan partía otra vez hacia Estados Unidos, pero ya no buscaba nada.
Un año más tarde, Ollie tuvo un par de ataques al corazón y quedó semiparalítico. Su mujer lo internó en un hospital de Burbank y allí se quedó en un sillón de ruedas, empujando su cuerpo que había perdido sesenta kilos, hasta su muerte, el 7 de agosto de 1957.
Stan, que sufría otro ataque, no pudo ir al entierro. "Tuve suerte -diría más tarde-, porque Ollie murió en la miseria más absoluta. Yo aún puedo pagar mi habitación." En esa pieza de una pensión cercana a Los Angeles pasó sus últimos años, recibiendo apenas la visita de sus tres alumnos, Dick van Dyke, Jerry Lewis y a veces, Danny Kaye. "Dick es el más talentoso -escribió-, me gustaría que si alguien se interesa alguna vez por filmar mi vida, sea él quien lo haga."
El 23 de febrero de 1965, cuando Stan murió, Van Dyke leyó la oración fúnebre en el cementerio de Forest Lawn. "Stan nunca fue aplaudido por su arte porque él se cuidó muy bien de esconderlo. El sólo quería que la gente riera", dijo el actor.
Más de trescientas películas han quedado archivadas en las cinematecas de todo el mundo. La Metro produjo siete antologías de sus obras. Blake Edwards, Pierre Etaix, Jean-Luc Godard, han intentado a partir de la técnica del gag de Laurel y Hardy abrir nuevos caminos para la comicidad. No lo han
conseguido. Tal vez la decadencia de Stan y Ollie, su tragedia, hayan señalado el fin de una época en el cine norteamericano: la de los antihéroes absurdos.



*Este retrato está incluido en Artistas, locos y criminales de Osvaldo Soriano.
-Se reproduce por gentileza de laEditorial Seix Barral (Biblioteca Soriano).



-Fuente: Página/12
http://www.pagina12.com.ar/diario/verano12/subnotas/96940-30615-2008-01-03.html





MENÚ*




memeces y naderías banqueros y bancarios
ojos de agujas y ojos de buey
castas y castizas
gentes de capital y de capital federal
mundos e inmundos juntos y aislados
confluyen en el menú con silabeos y gemidillos
[de cómo
cae la lluvia en karaganda y en tacuarembó
para plasmarlo con fondo plúmbeo
de inequiparables extranjerías
o extranjerías equiparables

vuelvo transido de perfil y tres cuartos
y de frente frío o caliente
informó juan que apostó pedro
pedrojuanismo utilitario
lo mismo para un pulido que para un rascado
menú
maní
maná



*de Rolando Revagliatti. revadans@yahoo.com.ar







Correo:


*

A todos quienes componen INVENTIVA SOCIAL, mis mas sinceros deseos de un año pleno en Paz, con salud y trabajo!
Nos seguimos viendo, un gran abrazo virtual


*Maritza. maritzapozzi@hotmail.com




*

Hola Eduardo:
Quiero hacer una invitación para participar de un grupo que estamos formando en Argentina, de La Alianza para una Nueva Humanidad.
http://www.anhglobal.org/es/quienes


La Alianza reconoce como su visión medular, la unidad de toda la vida, y abraza las más nobles aspiraciones de la humanidad, tal y como han sido proclamadas por todas las tradiciones espirituales y humanistas, que hacen un llamado a la compasión y celebración de la vida. Los valores y principios
del movimiento emergente de una nueva humanidad y de la Alianza, cuyo propósito es servirle a éste, se fundamentan en el apoyo de leyes, causas, acciones, que favorezcan el respeto por la vida, la dignidad humana, la libertad, el equilibrio ecológico y la paz.
El principio esencial de la Alianza es la conciencia basada en la inseparabilidad de la vida, en donde todo está interconectado, por lo tanto, nuestro bienestar es el bienestar de todos. Creemos que esta conciencia no puede ser pasiva, de lo contrario permanecería irrelevante, tiene que ser expresada para el beneficio de todos a través de un servicio que beneficie la vida de todo ser humano.

Tendremos participación por internet, y para quienes lo deseen reuniones y acciones en conjunto dentro de nuestra comunidad. Las ideas saldrán del grupo.

Pueden comunicarse a través de clarabritos@gmail.com.ar

saludos fraternales.


*Clara Britos. clarabritos@yahoo.es




Convocatoria*


El trilingüe Magazín Cultural Latinoamericano XICóATL "Estrella Errante" (impreso y digital), que desde hace 17 años se edita en Salzburgo, Austria, convoca a ensayistas, narradores y poetas a colaborar con el trabajo de difusión cultural que llevamos a cabo.

Las colaboraciones deben tener una extensión máxima 4 páginas para ensayo y cuento. Para poesía se ruega enviar una selección de poemas de un máximo de 10 páginas. Los escritos deben acompañarse de un breve curriculum vitae (que contenga la dirección postal) y una foto digital del escritor a la dirección euroyage@utanet.at
Los textos seleccionados serán traducidos al alemán y publicados de manera digital e impresa.

Más informaciones sobre nuestra labor cultural sin ánimo de lucro en Europa encontrarán en nuestra página de internet www.euroyage.com
Cordial saludo,



*Dr. Luis Alfredo Duarte-Herrera
Director de YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur.
www.euroyage.com

Schiessstattstr. 37 A-5020 Salzburg AUSTRIA
Tel: ++43 662 825067


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