martes, julio 28, 2009
DEJARÉ LAS PUERTAS Y VENTANAS DE MI CASA, ABIERTAS, PARA SIEMPRE...
he vuelto a ver*
hoy he vuelto a ver
el lado de afuera de las cosas
lo he visto
tantas veces desde fuera
han sido manos tañidas de cebada
bajo el tenue color del alba helada
un movimiento péndulo inquietante
un solo ir y venir de muerte y vida
he visto la llegada
rasante del olvido
impulsándose en viento a otro camino
he visto el aire en el vaivén de sombras
en manos frágiles que temen desasirse
vi el pozo inagotable
donde habitan la duda y los enigmas
y asomé por el vuelo
de rezos y de cábalas ansiosas
invocando al misterio y a los cielos
vi la parte de arriba
de todos los latidos disonantes
creciendo y agitándose viscosos
del cansancio obligado al desafío
vi lágrimas y risas enramadas
mezclándose en el fuego del ocaso
un fuego tibio de calor lejano
vi el adiós dibujado en comisuras
hirientes complacientes inefables
pero hoy
que he vuelto a ver
el lado de afuera de las cosas
lo he visto desde dentro
del ruido silencioso de los besos
del sabor agrio de madrugar la vida
sin el suave movimiento de la brisa
de otro cuerpo rozándose en el mío
latí con la ansiedad de la pregunta
que debía haber hecho y que no dije
detuve el aire en mi garganta
por horas miedo y muerte acompasada
sentí el olor del frío de la luna
que ya nadie podrá herir desde mis ojos
desperté el vientre inerte
dormido de la noche negligente
me atrapé desde el lado de adentro
en el lado de afuera
y viceversa
sin desbordar ni huir
sin recompensa
*de Lucía Cinquepalmi lccnqplm@yahoo.com.ar
-2003-
DEJARÉ LAS PUERTAS Y VENTANAS DE MI CASA, ABIERTAS, PARA SIEMPRE...
La necesidad de escribir*
(Un estudio sobre Rayuela de Julio Cortázar)
*Por Julio Pino Miyar. isla_59_1999@yahoo.com
26/9/009
http://juliopinomiyar.blogspot.com
Fue una fría noche habanera de un mes de marzo de 1980 cuando pude ver sólo una vez a Julio Cortázar. Apenas dejaba atrás la adolescencia y me encontraba junto a mi padre, sentado a la barra de la Bodeguita del Medio; el más tradicional y conocido de los restaurantes cubanos. Mi padre me lo señaló con un gesto, “ese es Cortázar, me dijo en voz baja, tiene más de setenta años, aunque como ves aparenta no tener más de cincuenta. La causa es una enfermedad que padece que le impide envejecer”. Y volviéndose hacia mí subrayó: “vive en París y es una de las vacas sagradas de la literatura latinoamericana”.
Uno de los acompañantes de Cortázar reconoció a mi padre y la pequeña comitiva que venía junto a él intercambió saludos con nosotros. No volvimos a verlos hasta casi dos horas después, terminada la comida, a la salida del pequeño restaurante en la calle Empedrado y frente a la luz mortecina de los faroles que iluminaban la hermosa fachada barroca de la Catedral de La Habana. Allí, en medio de la vieja Plaza colonial, prácticamente desierta, Cortázar mencionó un singular club de Estocolmo, formado por inmigrantes españoles, que llevaba el nombre de Cronopios y a ratos se comunicaba con él. Mi padre aprovechó la ocasión para invitarlo a Suecia; el autor de La casa tomada se refirió, por su parte, al español Paco Uris, en ese momento el principal traductor del castellano al sueco. Yo había permanecido todo el tiempo en silencio, perdido completamente en mis pensamientos; se cumplía el primer ciclo de mi vida, dejaba abortada la que bien pudo ser una prometedora estancia en Europa y regresaba definitivamente a Cuba, mientras mi padre retornaba sin mí a su misión en el extranjero. En el instante postrero, cuando la pequeña comitiva se despedía con prisa de nosotros, Cortázar tuvo un gesto, se me acercó y estrechándome la mano murmuró “ojalá te sientas mejor”; entre tanto su mujer me dedicaba su más cálida sonrisa. Los contemplé alejarse de La Plaza en penumbras, en dirección a la Avenida del Puerto, y por la angosta calle de San Ignacio; nunca más los volví a ver.
Ese mismo año de 1980 conocí a un joven poeta y me vinculé con él en un proyecto común: la publicación de una revista literaria que nunca pudo -ni dejaron- cristalizar, pues era como el empeño personal de una utopía. Después supe -aprendimos mis amigos y yo- que utopía y literatura van juntas, y que la verdadera tarea de la poesía es llegar hacer de la metáfora “un espacio habitable”. Tal vez hubo mucho de metafórico en mi fugaz encuentro con Julio Cortázar; hoy sé, sin embargo, que él fue el escritor, por antonomasia, que hizo de su literatura un testimonio de su humanidad; pero, sobre todo, Cortázar es el autor que deseó que su escritura se convirtiera en ese espacio habitable, metafórico, que pudiera acogernos a todos y en el que viviéramos como reales y propios los problemas fundamentales de la literatura y el arte; problemas que, en la agitada década de los 60’ del pasado siglo, alcanzaron una situación límite que implicó no sólo a los artistas e intelectuales, a la juventud política mundial, sino que también permeó el sustrato de las sociedades contemporáneas. La novela Rayuela es, sin lugar a dudas, la transcripción fiel de esas necesidades históricas.
Desde un París concebido al modo de una “enorme metáfora”, los personajes creados por Cortázar representan un singular estilo de vida, un plano en particular del cosmos cultural que residía en el interior de ese extraordinario constructo urbano, artístico, literario, histórico que parece colindar con la leyenda, la hipérbole e incluso lo absoluto. Rayuela es una parábola de ese pertinaz afán de sobrevivencia, que convierte a sus personajes en héroes de un azaroso texto concebido como antítesis de las novelas de Balzac. Porque a diferencia del gran realismo literario del siglo XIX, la ficción cortazariana no fue hecha para reflejar la sociedad francesa de su tiempo, -la conquista, por algunos selectos individuos, del gran mundo parisino mediante la hipocresía, el desdén y el éxito literario. Rayuela parece haber descubierto un nuevo lugar de refugio para el espíritu humano, en este caso inscrito en el París más íntimo, pero que no atañe esencialmente a su brumosa geografía, sino a los valores más universales de la condición humana. Y ese lugar de acción y de refugio parece ser la obra misma, y llegar a entenderlo a cabalidad supone un acto de trascendencia que involucra nuestra naturaleza.
Con la lectura de escritores como Balzac, nos encontramos frente a los problemas técnicos y estilísticos que se le plantean al literato de genio, -entendido como trasmisor de una tradición cultural en específico- en el terreno del consciente desempeño de su profesión de autor que intenta expresar el concepto de su época. No obstante, los problemas implicados en la lectura de Cortázar se muestran ante nosotros -sus lectores-, como los dilemas que rondan desde adentro al hombre que escribe, que con esfuerzo maneja la dolorosa pulsión de su escritura, y que el propio autor aspira hacer valer. Pues de lo que se trata es de llegar a expresar la verdadera naturaleza del hombre arrastrado por el terrible magma de su tiempo. Entre tanto, el oficio estricto del literato, asumido como un proceso convencional de aprendizaje, se disuelve para ceder lugar a las lecciones que se reciben directamente de la existencia, la cual decanta para sí significados, valores y motivaciones. Lo mismo ocurre con la tradición, ya que la única tradición posible -para el hombre que se ha atrevido a asumir sin concesiones su moderna misión de escritor-, es la irrupción y ya nada puede entonces repetirse ni siquiera la imitación.
Hay un notable cuento de Jack London donde una joven pareja de hermanos persigue tenazmente a un hombre bajo la inclemencia de los blancos paisajes de Alaska. Al final lo alcanzan y le dan muerte. ¿Por qué lo hicieron? ¿Quiénes eran esos jóvenes? ¿Quién fue la víctima? No hay respuestas. London se limitó a narrarnos un fragmento de la vida y nada más. Un personaje de Rayuela, Morelli, expone una propuesta similar: la vida está compuesta de fragmentos y retazos, elementos dispersos que, en el mejor de los casos, podrían llegar a componer un registro -una colección fotográfica-, pero carente de largas secuencias, porque en la práctica se nos hace casi imposible darles seguimiento. Rayuela es eso entre otras cosas: un acercamiento fragmentario a la vida; una acumulación de retazos que se anudan en torno a una serie de experiencias vitales, correlativas a un grupo de exiliados ubicados en el París de principio de los años 60’. Lo curioso es que esta forma de componer, de estructurar, una novela establece una relación mucho más cercana con la manera en que contemplamos la vida que las convencionales narraciones lineales. Aunque para lo que se propone, Cortázar necesita imperiosamente de un lector cómplice que le acompañe sin prejuicios a jugar su rayuela, que de algún modo participe intelectualmente en el ordenamiento de los fragmentos dispersos y que haga con esto posible, verificable, una nueva inteligencia del texto.
En una de las “casillas” de la novela aparece un breve texto de la escritora Anaïs Nin, es una mención al laberinto: nos damos cuenta que el viaje emprendido por los jugadores de la rayuela es circular porque hay temas “que se repiten con exactitud”. El nombre del libro es clara alusión a un juego infantil; el salto en una sola pierna -de casilla en casilla- eligiendo bien donde caer. Y quien ejecute mejor los procedimientos, siendo fiel a la estructura básica del juego, es el que ha vencido.
En algún lugar del texto, Horacio Oliveira, el irreverente protagonista de este texto multiforme y descentrado, murmura, a modo de una plegaria o una imprecación, y una vez ha acabado de hacerle el amor a la Maga: “Devolver el toro al mar y el mar al cielo”. Según la leyenda helénica el toro vino del mar y el mar, en su inmensidad, es una réplica en la tierra del cielo. Es el pensamiento analógico que opera estableciendo asombrosas similitudes, relaciones insospechadas: el hombre, pese a todo, es semejante al universo y la poética del mundo es la cara nova ciencia. “Hay ríos metafísicos, Horacio, le dice -nos dice- la Maga, vos te vas a lanzar un día a uno de esos ríos”. Para a continuación afirmar Horacio Oliveira de sí mismo: “Yo contemplo los ríos metafísicos desde los puentes, pero ella -la Maga- los nada”. ¿Quién es la Maga? “Es un camino, nos afirma tajante Horacio, la literatura es otro”. En la literatura alemana nos encontramos en el Drama de Fausto con Margarita; según Goethe ella es “lo eterno femenino” que nos conduce a las alturas… En un momento clímax de Rayuela, Horacio desciende en un montacarga a la morgue de un manicomio. ¿Qué fue a buscar? Según el autor, una cerveza helada en el frigorífico donde se encontraban hacinados los muertos. El lugar de la locura se convierte así, para Cortázar, en el de la muerte; el no lugar de la razón parece abrigar una lectura maléfica que se desplaza, como una atroz metonimia, hacia el reino de Thánatos. Según mi valoración personal, después de mencionar a la ninfa Eurídice secuestrada por la noche plutónica, el personaje descendió allí en busca de la ironía.
Creo que la propuesta literaria que nos hace el escritor argentino sobre un indefinible ‘roman comique’ encierra este conspicuo modo de asumir la existencia. Según el ‘roman comique’, lo único que importa en una obra es su proceso de gestación, y al exponer eso colinda con Borges que escribió algo bastante parecido: “Cualquier obra humana es deleznable, pero su ejecución no lo es.” Es, por tanto, la obra literaria, en su perenne calidad de gestación, lo que hay que atreverse a mostrar al lector para que ella lo arrastre en su agonía, en su inquietante estado de latencia. Toda obra, independiente de su naturaleza, es perecedera y no podrá resistir el paso devastador del tiempo; incluso las pirámides de Egipto se derretirán ante el sol implacable del desierto y se convertirán, algún día, en “mierda de camello.” Intentar por eso una literatura completamente opuesta a nuestro tiempo, que represente un retorno a un tiempo absoluto, a una hipotética Edad Media de la cual esperamos, para nosotros, una discreta “santidad no religiosa”, es lo que no exige además el ‘roman comique’. Pero la concepción misma del ‘roman comique’ expresa todavía una nueva certidumbre extraída, esta vez, del milenario credo católico romano: “no hay salvación posible si no es con todos”.
Con esta última declaración Cortázar se enfrenta a la médula del concepto burgués de Modernidad. Pues en ella el hombre ha quedado aislado del resto de los hombres, atrapado en el interior del estrecho interés individual, viéndose obligado a renunciar al fundamento moral de la libertad y al significado universal -gregario- de la salvación humana. Ya que es mediante la privatización de las entidades económicas y la atomización de los sujetos políticos, donde se expresa con fuerza la raíz luterana y liberal de la actual concepción de sociedad. La restitución en el hombre de su hambre metafísica, del concepto radical de su libertad y una doctrina de la salvación que comience por las virtudes del altruismo y la compasión, nos conducen, sin embargo, a una de las visiones más introspectivas de Rayuela: “debajo de los párpados, con los ojos vueltos hacia dentro (…) se salía a una playa desierta, a una extensión sin límites”; a una obra plural. Una obra que, al invertir sus procedimientos, sea capaz de crear su autor y que condicione sus modos, sus vivencias, sus deslices involuntarios de conciencia, el indiscreto afán de la memoria… de esa rara avis que podría muy bien volver a nacer entre nosotros, desplegando sus alas de maravillosa libélula, mostrándonos sus pulidas armaduras a la luz de un nítido atardecer de invierno.
Horacio Oliveira había creído que el amor le era útil porque le revelaba propiedades hasta ese momento desconocidas de su ser. Luego supo que su amor era impuro, pues el verdadero amor no espera otra cosa que el amor mismo. (“Una pequeña mano un poco húmeda por el amor, o una taza de té”). ¿Era Cortázar el último romántico de un siglo sin dudas procaz? Según el propio Cortázar, el escritor romántico aspira a ser comprendido y el escritor clásico a dejar una enseñanza, mas él aspiraba a un lector cómplice a quien invitar a las urgentes tareas de la solidaridad, a una extraña comunión que lo hiciera regresar de su angustiosa soledad, de un egoísmo secular, para entonar juntos himnos de alabanza y desplegar banderas al viento. ¿Era ingenuo Cortázar? Él tenía la terrible inocencia de los apóstoles y la fatal ingenuidad de los mártires. No obstante, él también podía reírse de esas metáforas, ya que aspiraba a una obra que fuese una autocrítica constante, incisiva, irónica, mordaz… y dejando siempre puntos suspensivos para que otros los fueran rellenando después. Había además que incendiar el lenguaje, rechazar todo lo que oliera a tradición -“por amor a cosa viva”- y proceder en lo fundamental como un guerrillero: “usando la novela como quien usa un arma para defender la paz”.
“Estoy obligado a tolerar que el sol salga todos los días. Es Monstruoso. Es inhumano”. Oliveira se levantaba, en ocasiones, con una angustia cósmica y proponía en su lugar una nueva cosmogonía: “un sol que se queda fijo o cambie de forma”. “Un cielo elástico.” ¿Estamos simplemente en presencia de un juego? o, ¿de una de las necesidades más intrínsecas del espíritu humano? ¿Hay algo prefijado en la composición del universo que nos impide la felicidad y que justifica incluso nuestra angustia? Por qué ese afán de medirlo todo, de juzgar al hombre por una medida y no pensar, en cambio, que cada hombre tiene su medida; su imperturbable reloj sin manecillas y su relojero esencial. ¿Qué es lo anda mal en los secretos mecanismos del universo que nos revela que aquí abajo tampoco las cosas funcionan bien? Hay en Rayuela una cita de Malcolm Lowry, la cual un poeta como José Lezama Lima convirtió en uno de los puntos principales de aproximación a la novela: “¿Cómo convencerá el asesinado a su asesino de que no se le aparecerá?” Cómo convencerlo, si para eso tenemos que darle una señal, dejarle una huella, enviarle una misiva, y eso le revelaría nuestra precaria presencia victimada, que es justamente lo que no queremos recordarle. Porque lo peor no es que el hombre esté condenado para siempre a su soledad, sino que es mejor dejarlo así, pues renunciar a su salvación es el único modo de no hacerle daño, y esto último es absurdo y se vuelve una consideración lastimosa e inútil. Hay algo imposible en las relaciones humanas que la fe en una revelación superior parece no poder resolver. La teoría de la alienación tiene que sumar a una enajenación histórica -socioeconómica- de nuestra especie, una catástrofe cósmica, la cual ha sido expuesta durante milenios por todas las teogonías. ¿En qué hecho esencial el cristianismo, con su doctrina de la conciliación, el perdón y la caridad, ha fracasado y con él la Civilización Occidental? ¿En qué punto de la historia está el comienzo de esa “gran burrada”, la misma que hoy seguimos cometiendo a diario? Realmente necesitamos de un planeta como el del pequeño príncipe, en el que tengamos el poder de elegir, en un solo día, un millar de atardeceres.
“¿Ha notado usted, señor director, la escasez de mariposas este año?” Pocas frases reflejan tanta capacidad de ironía como esta pregunta alojada en una de las “casillas” de Rayuela. La pregunta, “al señor director”, es una burla emitida contra el concepto de autoridad. Un fino matiz dentro de un variado pentagrama en el que se aprietan las clavijas de la sensibilidad humana; un llamado que nos previene no sólo ante una catástrofe de signo ecológico, sino inclusive moral. El semiólogo Umberto Eco escribió que una novela era una máquina de generar señales. Morelli, por su parte, se pronuncia contra el orden cerrado de la novela, preconiza un orden abierto, o, quizás, una ausencia de orden que, en su abertura, deje pasar toda la luz de la realidad.
En una de las tantas “casillas” aparece esta frase de Morelli proponiendo un final para la novela: “En el fondo no se puede ir más allá porque no hay”. La frase se repite a lo largo de la página, la cubre completamente como un impenetrable mural vanguardista compuesto por ladrillos. ¿Qué hay más allá? Después del lenguaje se encuentra la vida en sus más variadas formas. El escritor argentino se refirió a esto cuando dijo, que el debate entre forma y contenido era un falso debate, porque lo que existía era la relación entre la realidad, expresada por medio del lenguaje, y el lenguaje en cuanto tal. Pero la realidad en sí misma no existe -es tan sólo una hipótesis- ya que invariablemente se nos aparece en su constante relación con nosotros. Desde Platón sabemos que la idea y el mundo componen para el hombre una unidad indisoluble, y con Marx entendemos que esa relación es esencialmente dialéctica y que la teoría y la práctica van juntas y que el único momento del espíritu es la realidad.
La gran aventura formal iniciada en nuestras letras por Cortázar incitó a una reorganización total del texto y la palabra, a un cambio de signo en el seno de las habituales relaciones de la palabra y la realidad, y todo esto dentro del contexto de la más irreverente vindicación del arte. Porque Rayuela es ese texto siempre en gestación que incita a la rebelión y Cortázar es ese escritor que quiso arder en su propia obra, entre tanto la obra lo purificaba. Su obra se prolonga así por un largo camino plagado de señales -algunas incomprensibles, otras repletas de significado-, en busca de un contenido al parecer abstracto, o de una música demasiado lejana. Sin embargo, hoy sabemos sin dudas qué era aquello que él afiebrado buscaba y que paradójicamente nos dejara como extraordinario legado: su singular camino en pos de esa utopía en cuyo final “nos está esperando (trémulo, palpitante, sin ceremonias) el hombre”.
Cuentan que al final su esposa y él murieron de la misma enfermedad, (ella en 1982; él en 1984) y que ella dijo que prefería que “Julio” muriera primero para evitarle así la angustia de su propia ausencia. También escuché decir -me dijo quien los vio- que Carol Dunlop y Julio Cortázar parecían un par de adolescentes tomados de la mano por las calles y los parques de París. Ambos están enterrados juntos en el viejo cementerio de Montparnasse y es costumbre -apunta Wikipedia- dejar una copa o un vaso de vino y una hoja de papel, o un billete de metro con una rayuela dibujada junto a la tumba de Cortázar.
Pedroni*
Monsieur Jaquin fue uno de los inmigrantes franceses que colonizaron parte de Sta.Fe., el primer poeta "bajado de los barcos". En homenaje a él, Pedroni elige su nombre para esta obra en la que cuenta, en verso, la epopeya de quienes colonizaron la zona de lo que hoy es "Esperanza", en Santa Fe. Nombre, el de esta ciudad, que evidencia lo que esos inmigrantes sintieron en nuestra tierra, aquello que los trajo...
La mayoría de estos colonos provenían de Suiza "que el gran Hugo vio sentada junto al cielo/ mirándose en los lagos y trenzándose el pelo", de Francia "su vecina inmortal", de Alemania "que lleva en el ojal / la hoja de roble inspiradora" y de Italia "la gran cantora y bebedora".
Los poemas nos cuentan: (van fragmentos)
Puerta: "El hombre y la mujer frente a la buena tierra, / tierra de Santa Fe: la puerta de la tierra. / El hombre y la mujer que ya en la tierra entran; / la mujer con su miedo y el hombre con su fuerza./ (...) Hombre y mujer mirándose para decirse:"¡Nuestra"!.
"Historia de una escritura": (...) "Un mar de setenta noches / y un río de tres mañanas/ separa la tierra vieja/ de la tierra nunca arada/ El precio de la partida / es siempre una novia pálida. / Hay siempre un niño que muere / en las historias del agua." (...)
A veces, con las frustraciones, con la pena por no encontrar todo lo que esperaban:
"El hombre quiere volver . / La mujer llora callada./ Quieren volver y no pueden./ Un niño muerto los manda."
(...) "El hombre se quita el saco. / La mujer teje y no habla. / Trabajan juntos seis días / y en el séptimo descansan."/ "Hombre y mujer en la puerta / miran la tierra entregada./ Ya la empiezan a querer / ya nunca podrán dejarla".
"Canción de la niña rubia": "No quiere dejar el barco / el alemán de la barba, / porque no ve el naranjal / prometido en Alemania. (...) "La niña quiere bajar, / pero la niña no habla" (...)
"En tanto la tierra espera / y está junto al río echada./ La tierra quiere a la niña / que ha llegado por el agua. (...) "La tierra quiere a la niña / de pelo color de paja. / Tierra de niño moreno / quiérela para sembrarla".
Otros cuentan de la vida dura, de la plaga de las langostas que se llevaban toda la siembra, del recelo del "gaucho", desplazado de la tierra, a quien el gobierno nunca le dio lo que ofreció a los inmigrantes y del indio ,al que los inmigrantes, en alguna medida, "le robaron la tierra" :
"Quien ordenó la carga del arado / ordenaba tu muerte el mismo día" (...) "Descendiente de gringo y su pecado / por cementerio de tu alfarería / a lo largo del río voy callado. /" "La culpa de tu muerte es culpa mía./ Indio, dime que soy tu perdonado / por el trigo inocente que nacía". ("Indio")
Claro, que, con fragmetos, se pierde mucho de la belleza, de la pureza de su estilo, sencillo pero no pueril, de sus historias que se entrelazan...
Nada más quería sumarme con el canto de mi tierra al tema de los inmigrantes que tan de cerca nos toca a todos. Y que les llegue la voz del poeta que fuera saludado como "Hermano Luminoso" por Leopoldo Lugones, como una manera de saludar a la poesía franciscana de este hombre que nunca se movió de su tierra natal y que por eso, quizá, no es tan conocido como mererce...
Aunque largo, transcribo el poema
"LA INVASIÓN GRINGA"
(1)
Hoy nadie llegaría.
Pero ellos llegaron.
Sumaban mil doscientos.
Cruzaron el Salado.
Al cruzarlo, afanosos,
lo probaron.
Y los hombres dijeron
- ¡ Amargo! - .
Pero siguieron.
En la espalda traían clavados
dos ojos de fuego,
los de Aarón Castellanos,
salteño¨.
Los barcos
(uno... dos...
tres... cuatro...)
ya volvían vacíos
camino del Atlántico.
Su carga estaba ahora
en un convoy de carros:
relumbre de guadañas;
desperezos de arados;
hachas, horquillas,
palos;
algún fusil alerta;
algún vaivén de brazos;
nacido en el camino,
algún niño llorando.
El trigo lo traían las mujeres
en el pelo dorado.
Hojas de viejos libros
volaban sobre el campo.
(2)
¿Dónde se hallaba el oro,
de todos alabado?.
El oro estaba en un pequeño árbol;
el oro era un engaño;
sólo pequeñas flores
de oro perfumado.
Aromitos floridos,
orillas del Salado.
(3)
Los indios
-un indio cada ábol-
iban retrocediendo;
no podían mirarlos.
Los ojos renegridos se cerraban
frente a los ojos claros
que tenían la fuerza
del cielo diáfano.
-"¿Cómo hacer
para ahogarlos?
Esperemos la noche
tirados en los pastos.
Esperemos la noche
juntadora de pájaros"-.
Con la noche salieron de caza
los ojos malos.
Y se llenó la noche
de pájaros asustados.
Pero del fondo de la tierra
ya subía el milagro:
el linar de flores azules,
el linar azulado
donde los ojos gringos
fueron multiplicados.
(4)
Un niño que pregunta
cuándo vuelven los barcos.
Una mano de madre que detiene
la pregunta en los labios.
Un hombre con los ojos
clavados en el campo.
Una mujer que escribe:
-ya llegamos.
Hay árboles enormes;
muchos pájaros;
una cruz en el cielo, luminosa;
un río amargo...
(5)
Su lengua era difícil.
Sus nombres eran raros.
Los gauchos se murieron
sin poder pronunciarlos.
Bérlincourt se llamaban,
que es un hilo enredado.
Zíngerling se llamaban:
campanita sonando.
Zimmermann: un dibujo
de mar atravesado.
(Más atrás ya venían
los nombres italianos,
Boncompagni adelante:
el vino derramado).
(6)
Una mujer que escribe:
-Nos casamos.
La tierra es nuestra ¡nuestra!
Todo lo que tocamos
va siendo nuestro:
el buey, el horno, el rancho...
Nuestros todos los árboles;
nuestro un único árbol,
tan grande, tan coposo,
que da gusto mirarlo.
Es una nube verde
asentada en el campo.
(7)
Y como todo vuelve
-flor, golondrina, barco...-,
un día serenísimo volvieron
los cantos ahuyentados;
volvieron uno a uno,
como pájaros.
Iban de boca en boca
los pájaros cantando;
de la boca del mozo
orilla de Salado,
a la boca del hombre
que derribaba el árbol;
de la boca del hombre,
derribando,
a la boca de la mujer que tejía
con los ojos cerrados.
Del lado de "la tierra"
la música y el canto.
Del lado de Esperanza
el trigal avanzando.
*José Pedroni
de: "José Pedroni Obra Poética", Centro de Public. Univ. Nac. del Litoral. Sta Fe.1999 **
** Son sus "Obras Completas".
*Texto y selección de poemas Verónica M. Capellino. veroaleph@hotmail.com
La bala*
Llevaba en aquella sala más de tres horas sin que nadie le dijera nada. Había perdido la cuenta de los paseos que había hecho hasta la puerta de los quirófanos cuando apareció el médico enfundado aún en una bata verde. Al verle la cara se dio cuenta enseguida que traía malas noticias, pero nunca esperó que un profesional, como se suponía tenían que ser los residentes de aquel hospital enorme, estuviera tan mal preparado.
No se dio cuenta de su reacción hasta que entre varias personas le separaron del médico, que estaba en el suelo, debajo suyo, impidiéndole que siguiera golpeándole e insultándole. Le condujeron a una habitación en la que cambió su ira por llanto.
Cuando pidió ver a su mujer le llevaron a una sala aséptica en la que yacía bajo una tela blanca. Con el corazón roto, le miró la cara y aquel horrible boquete en la frente producido por el proyectil. Entre sollozos pensó en lo poco profesional que era el doctor y lo poco que se había dedicado a atender a su esposa. "Una bala perdida", dijo, pero si hubiera buscado un poco la hubiera encontrado enseguida. Aún podía verla incrustada en el cerebro.
*de Joan Mateu joan@cimat.es
Gestos*
*Por Rodrigo Fresán
Desde Barcelona
UNO Fue George Orwell quien dijo que "a los 50 años todos tienen la cara que se merecen". La cara es el espejo del alma y todo eso, sí, pero, ¿y los gestos que uno hace con esa cara y con esas manos que se lleva a la cara?
Porque las líneas de nuestro rostro vienen dadas por el preciso azar de los cruces de la genética; pero el modo en que uno las subraya o las borronea es una decisión propia frente a ese otro espejo que es la vida.
"Are you talkin' to me?", como repetía una y otra vez, mirándose a sí mismo, martillando un revólver, un Robert De Niro llamado Travis en Taxi Driver.
DOS Haber pasado -y aquí sigo- buena parte de mi vida profesional en un diario que supo y sabe revolucionar el arte de titular me ha vuelto especialmente sensible a las ocasionales audacias de periódicos que continúan aferrados a aquello de que el encabezado de una noticia debe contener la información pura y dura, sin metáforas o gracias o juegos de palabras. Así, la semana pasada, me crucé con el siguiente titular en El País que me arrancó el gesto de una sonrisa: "Estoy absolutamente tranquilo", declaró visiblemente nervioso. Y la información daba cuenta de la comparencia en el Tribunal Supremo de uno de los implicados en el llamado Caso Gürtel. La historia es muy larga y sólo diré que se trata de una enredada trama corrupta de favores y tráficos de influencias y negocios
turbios que ha venido sacudiendo a los gesticulantes líderes y tropa del Partido Popular y cuya punta de iceberg es una interminable investigación sobre trajes hechos a medida y bolsos Louis Vuitton. Es fácil perderse en semejante argumento y lo mejor es dejarse llevar por el lombrosiano ejercicio del análisis de rostros merecidos y gestos delatores. Ejemplo: el absolutamente tranquilo y visiblemente nervioso protagonizó un bonito momento cuando, al pasar por el detector de metales y escuchar el pitido de
la alarma, levantó automáticamente los brazos ante la mirada asombrada de los vigilantes del lugar.
TRES De este tipo de situaciones se nutre la serie de televisión Lie to me (Miénteme). En ella, Cal Lightman (Tim Roth) es un virtual detector de mentiras, un lector infalible de gestos, posturas, inflexiones de voz, alguien que forma parte de ese uno por ciento de personas capacitadas para iluminar la oscuridad de lo incierto. Los guiones de Lie to me están basados en las investigaciones del psicólogo Paul Ekman -uno de los hombres más influyentes de la actualidad según la revista Time y quien en más de una oportunidad se negó a trabajar para estadistas, asesorándolos en cuáles son sus tics más delatores y cómo controlarlos-, quien se ha especializado en codificar y sistematizar las leyes que rigen los modales de la mentira a partir de la cuidadosa lectura de "microexpresiones". Y ya hemos sabido en numerosas oportunidades de la lectura de los rostros de gente como Bill Clinton, Richard Nixon, George Bush, O.J. Simpson y Kato Kaelin, y no me parece casual que los más "legibles" sean, siempre, los políticos y los
criminales. Y me pregunto si Ekman o Lightman se atreverían a "leer" al gesticulante crónico Nicolas Sarkozy (quien se desmayó gesticulando). No creo. Pero seguro que cobrarían horas extra y la verdad que ya me estoy cansando de tanta serie con protagonistas superdotados y freaks y médiums y gente que escucha todo y mentalistas y náufragos paranormales y lo que sea.
Propongo, desde aquí, la creación de una serie llamada The Normal: la vida de un tipo normal, de alguien que miente y al que le mienten. Propongo, por favor, una serie verdadera.
CUATRO Según Ekman, casi todos mentimos un promedio de tres veces -mentiras que van de lo ínfimo a lo colosal- en una conversación de diez minutos y tan sólo sale a la luz el 54 por ciento de fraudes y engaños. Sépanlo: por ahí andan sueltas un 46 por ciento de mentiras perfectamente disfrazadas de
verdades, imposibles de detectar por el común de los mortales. Al ser humano le gusta mentir, la mentira es otra de esas cosas que separan al hombre del animal y que dan fe de un mayor desarrollo evolutivo. Lo que no impide -más allá de toda superioridad- que muy a menudo nos vendan cualquier cosa y nos hagan comprar cualquier otra. Y me temo que la explicación para todo esto -para que sean tan pocas las personas invulnerables al engaño- pasa por algo que explica, con total sinceridad, Ekman: "No se desenmascara a más mentirosos por la sencilla razón de que la gente prefiere no saber la verdad".
CINCO Sin embargo, el paso del tiempo -me faltan apenas cuatro años para alcanzar esa cara que me merezco, pero ya tengo una idea clara de cómo será- nos hace más conscientes de nuestras torpezas y más sensibles a las de los demás. Con cada verano o cada invierno vamos descubriendo por dónde pasa lo
verdadero y por dónde viene lo falso. Y así contemplamos a la llorosa familia Jackson durante los funerales del depuesto Rey del Pop con una ceja enarcada (y enseguida nos enteramos de que casi no se hablaban con Michael), miramos las yoga-acrobacias de Madonna (quien no agotó las localidades en
Madrid, ni en Barcelona), con la sonrisa piadosa que se dedica a una mujer desesperada por los rigores de una imagen en la que se metió ella solita, y nos reímos junto a Bruce Springsteen (que convoca multitudes) lanzando carcajadas por lo bien que se la pasa ahí arriba, aunque sospechemos que nadie puede disfrutar tanto de su trabajo por más que sea el mejor trabajo del mundo. En cualquier caso -honestos o tramposos- son pausas refrescantes que enseguida se agotan ante las noticias de la ruptura del diálogo social entre Zapatero y la patronal y los sindicatos ("Pedimos un gesto", declaran los unos y los otros) y la noticia del último incendio forestal de esta temporada que amenaza con romper todos los records. El otro día leí una larga nota al respecto donde se revelaba que los que encienden la primera
chispa -¿habrá gesto más revelador y satisfactorio y primitivamente evolucionado que el de encender un fósforo?- suelen ser personas interesadas por motivos económicos y venganzas y que, recién después, acuden al llamado los pirómanos y psicópatas y gente que primero jura no tener nada que ver con eso y enseguida confiesa aburrirse mucho en estas fechas y, bueno, le divierte mucho ver trabajar a los bomberos.
Después, enseguida, volvemos a estudios centrales y ahí vuelven a aparecer todos ellos confiando en que sus gestos no sean muy evidentes y delatores y no se les note mucho la sutil pero definitiva diferencia entre arder y quemarse.
*Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-128950-2009-07-28.html
Correo:
Agosto: Del derecho y del revés del Bien y del Mal*
CENTRO CULTURAL BERNARDINO RIVADAVIA
San Martin 1080 –Plaza Montenegro
CICLO:
"Del derecho y del reves del Bien y del Mal”
Agosto
“…el castigo, es una caracteristica esencial de la idea
de hombre que prevalece en una sociedad dada.”
Jacques Lacan,
Lunes 03 /20:00
"Banalidad del mal y violencia urbana"
Graciela Brunet, Licenciada en Filosofia, Magister, docente UNR
Los conceptos que Hannah Arendt uso para caracterizar las sociedades totalitarias pueden ser aplicados para pensar diferentes fenomenos de las sociedades globalizadas. Entre ellos: banalidad del mal, superfluidad, y la diferencia entre violencia y poder.
Ciertas formas de violencia urbana desconciertan por su crueldad y gratuidad, asi como por su exhibicion mediatica. Tanto dicha violencia como su naturalizacion constituyen formas contemporaneas de la banalizacion del mal.
Lunes 10/20:00
“¿Atenderia Ud. a un genocida?”
Ps. Laura Capella, Ps. Stella Maris Orzuza, Ps. Erica Rios y Luciana Garcia, Diego Romero, Lisandro Sague y Diego Stechina, alumnos de la Fac. de Psicologia de la UNR .
Continuaremos desplegando un debate que comenzara el año pasado en el Foro en Defensa de los DDHH del Colegio de Psicologos y se planteara luego a alumnos de un seminario de DDHH de la Facultad de Psicologia , con quienes , a partir de la inminencia de los juicios a genocidas nos interesa avanzar en la difusion de una problematica a todas luces etica.
Lunes 24/20:00
"Los juicios contra el Terrorismo de Estado en Rosario"
Por un integrante de H.I.J.O.S.
Lunes 31/20:00
“No mataras”
Norma Barbagelata . Prof. y Lic. Filosofia –UNR-, Psicologa -UC Barcelona-, psicoanalista. Miembro del Centro de Estudios multidisciplinarios dirigido por Graciela Frigerio. Prof. de Maestrias y Doctorados. Supervisora del Equipo de Salud Mental en dispositivos de APS, Infancia y Carceles, Santa Fe.
El derecho a matar, que roza el derecho a la defensa propia, es el punto fundamental que se discute en el trabajo, a partir del debate que se genera en Argentina con la publicacion de la carta de Oscar del Barco.
*Creacion y compaginacion del ciclo: Ps. Laura Capella, psicoanalista
Lunes 20 hs.
Entrada libre y gratuita
Se entregan certificados con el 75% de asistencia
Consultas: delderechoreves@yahoo.com.ar
Auspician:
· Facultad de Psicologia, UNR
· Colegio de Psicologos de la Prov. de Santa Fe, 2da Circ. y su Foro en Defensa de los Derechos Humanos (FODEHUPSI)
· CEIDH (Centro de Estudios e Investigacion en Derechos Humanos-Facultad de Derecho. UNR)
· IPF (Instituto de Investigaciones en Cs. Sociales, Etica y Practicas alternativas "Paulo Freire" - Facultad de Derecho. UNR.)
CENTRO CULTURAL BERNARDINO RIVADAVIA
*Enviado para compartir por Laura Capella. elecapella@yahoo.com.ar
Hoy...
Dejaré las puertas y las ventanas de mi casa, abiertas, para siempre...
Alfredo Zitarrosa (Guitarra negra)
*
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