lunes, julio 19, 2010

AQUELLA VEZ EL UNIVERSO...



*Ilustración de Ray Respall. La Habana. Cuba.



La marcha*



Le había prometido amor eterno y una vida feliz, pero últimamente pasaba más tiempo de viaje que en casa, vivía en otros mundos, desaparecía a la velocidad de la luz y volvía medio hibernado.

- ¿Bafg pkfiibd, Plumkier? ¡Bazlugg ingrfhu daa gorjmekk! * - le dijo con los ojos anegados en lágrimas.

Sin embargo él, partió de nuevo.


__________



* (Traducción) ¿Por qué me dejas, Plumkier? ¡Todos los extraterrestres sois iguales!



*De Joan Mateu joan@cimat.es







AMAR A DOS*



Tuvo que renunciar a lo que más amaba para no ser infiel, a pesar de que nunca había pasado por su mente la idea de la infidelidad.

Su familia nunca entendió qué veía en aquel hombre que hablaba solo, como un poseso, pero ella lo encontraba perfecto. Acostumbrado a ser tratado como un fenómeno, él se mostró reticente al principio, pero después la aceptó, se enamoró... y ahí surgió el desacuerdo.

Estaba habitado por dos almas, hasta ahora tan comunes y semejantes que no había diferencias entre ellas, siempre conversando, grata compañía; pero ahora, frente al amor, no se ponían de acuerdo. Rabiaban de celos día y noche, disputándose su posesión. Fue obligada a elegir. O amaba a uno, o amaba a otro.

¿Pero qué hacer, si ella los amaba a los dos, o más bien al único, en su naturaleza doble? ¿Cómo renunciar a una parte del amor, sin que se hiciera incompleto? Ni siquiera podía permitirse el lujo de la infidelidad, puesto que el objeto de su segunda atención, o de su primera, siempre estaría presente, eterno espectador de sus palabras y sus acciones...

Incapaz de decidirse, optó por dejarlo.

La familia suspiró de alivio.

Los dos solterones hicieron las paces, una vez más estaban de acuerdo: El amor es una fábula en la que no vale la pena detenerse.



*de Marié Rojas.
La Habana. Cuba.







EL CRACK*


A Carlos Marcelo Spessot


*Por Jorge Isaías. jisaias46@yahoo.com.ar



Detuve la bicicleta frente al taller mecánico de Fedeo D´Onofrio, quien luchaba inclinado sobre el motor de su auto con el capot levantado.
Frente a él, parado, con su bicicleta entre las piernas estaba Carlitos Spessot, con su cara de pibe bueno de siempre, con su pelo rubio, su bigotito escueto y su cuerpo longilíneo.
Los saludé a ambos y cambiamos algunas chanzas amables.
Cuando reanudé mi camino, me puse a pensar como siempre, en nostalgias.
Recordé los años en que conocía a Carlitos, que aunque me separan apenas tres de edad, nunca pude dejar de verlo como a un chico. Tal vez por su aspecto, tal vez por su bajo perfil no estudiado. Pensé cuántas tardes lo había visto, de chico, “matarse” para evitar que la pelota entrara en los tres palos.
Lo cierto es que empezó muy chico en las inferiores del Huracán F.B.C. y debutó en primera división con sólo 15 años. Yo ya no estaba en el pueblo, pero me fui enterando de su meteórica carrera: primera división de Ñuls en el 68, en el 73 pasó a Nacional de Asunción del Paraguay, luego a Cerro Porteño donde resulta campeón y compite en la Copa Libertadores, en el 77 vuele al país y juega un año en Gimnasia y Esgrima de la Plata, para culminar su carrera en España, en Unión Deportiva de Salamanca.
Si bien doce años, como sabemos, están compuestos de días y noches, de semanas y meses, y si bien nos pueden parecer todos esos años abstractos como un número, lo cierto es que no esconden toda la realidad, que siempre es más rica que el relato.
Y el relato de Carlitos Spessot no puede cifrarse en estas confiadas palabras, también –estoy seguro- se debe anotar su esfuerzo, su dedicación y una gran cuota de sacrificio, de desafíos de pasión y también bueno es decirlo: de gloria intransferible. Porque lo que ha vivido en tantas jornadas en tantas canchas de todos los países por donde trasegó su pasión futbolera, no lo podrá trasmitir.
Pero puedo imaginar el pueblo por entonces: grandes zanjones donde croaban las ranas y las calles con sus huellones de carros en la tierra que recibía las heladas implacables, la segregación salina que aposentaba el agua del camión regador comunal, de chicos que corrían detrás de las luces de las luciérnagas de enero.
Carlitos tampoco estaba más allí, como dije. De sus glorias, de sus éxitos nos hablaban los diarios –que se leían en las ruedas del club o en el recoleto refugio de los hogares- o la radio y la televisión incipiente. Y los comentarios corrían más veloces que el mismo viento, tocaban a todos como una abeja hirviendo: en la escuela, en los comercios, en las chacras de la zona, en fin, en todas las calles.
Yo tampoco estaba más allí. Yo seguía una imagen de sombra que no se me ofrecía como tal, sino como una luz incandescente, como son las apariencias con que los sueños se presentan. Puro reflejo, puro desvío para quienes saben leerlos.
Mientras tanto los chicos de mi pueblo elegían jugar en su puesto, se paraban en el arco como él, intentaban copiar sus intuiciones para tirarse en los penales, querían usar guantes parecidos, ser, en suma, como él.
Mientras tanto la vida proseguía.
El Club durante años se presentó con equipos en los campeonatos de la Liga y otros no. Pero los más chicos siguieron jugando y de pronto nos apareció otro crack internacional: Fernando Bellushi, campeón en la Selección Juvenil Nacional en el último torneo jugado en Montevideo. A veces pienso que la inspiración del fútbol es como la poesía o como el espíritu: sopla donde quiere. Fernando Belluschi, hijo de Carlitos –otra gloria del Club- y nieto del mismísimo Cholo, mito viviente si los hay en mi pueblo.
Al rato nomás, mientras mateaba bajo los fresnos, se detuvo una chata y de ella bajó Carlitos Spessot con un bolso y dentro del bolso algunas gruesas carpetas remedando cada una un álbum de fotos. Recortes periodístico, fotos, entrevistas, historias deportivas, etc. Ante mi pregunta sobre la fecha de devolución de ese tesoro para él, se encogió de hombros y dijo, lacónico:
-No tengo apuro, total ya lo viví…
Y salió con cuatro zancadas del patio, pasó la puertita de alambres y subió a la chata poniendo primera y partió raudo. Los pájaros que picoteaban algunos granos dispersos en la calle volaron ganando asustados el cielo muy pronto.
Me pasé el resto de la mañana observando con curiosidad esas fotos, leyendo los artículos y las crónicas donde se ponderaban ampliamente sus actuaciones en tal o cual partido, las expectativas que creaba ante cada encuentro. Algunas fotos lo mostraban con sus compañeros de equipo, había otras donde estaba solitario detrás de la mallas de la red del arco con una pelota entre las manos. Pensé qué solo debe estar un arquero en medio de esos tres palos cuando debe detener un penal. En otras estaba eternizado en el aire, volando como una paloma, atajando una pelota seguramente envenenada.
Como mi posición era de curioso, de observador, de mirón, en suma se me ocurre imaginar cómo habrá sido el parecido, qué alternativas habrá privilegiado y si las circunstancias lo habían permitido o habrá tenido que crear, como casi todo el mundo, sobre la marcha. Todo esto corre por mi cuenta, todo este comentario no es más que una zoncera, una libertad que me tomo, de mero cronista de una realidad pretérita.
Y me pregunto ¿qué pensaría Carlitos en esas situaciones donde el riesgo era verdadero?¿O qué piensa ahora mirando estas viejas fotos? ¿Recordará retazos de esas tardes, fulguraciones de gloria o el veneno de víbora de la derrota donde tal vez una lágrima pugnó por aparecer?
Relacioné esas fotos con el hombre que todavía parece un muchacho y no puedo entender cómo, el mismo que cruzó el patio en pocos pasos, mi propio patio, pudo ser protagonista en decenas de estadios y luego tomarse a si mismo con tanta humildad.
Pensé cuántos misterios guarda la condición humana.
Si el mismo que rozó la gloria, prefirió volver a caminar las calles que lo vieron crecer, pisar los baldíos donde empezó a atajar obteniendo sus primeras alegrías, hoy no deja su humildad, será porque todos lo quieren como un hijo dilecto del pueblo.
Y mientras voy imaginándome todo esto, una torcaza baja, lenta, pesada, cenicienta sobre las lajas del patio.
Y ya no pienso más en nada, porque me ganó la boca inmensamente celeste del verano, y siento que en las ramas de los fresnos estallan, infinitas e invisibles, las cigarras.






Historias con nombre y apellido
El hombre que transitó del miedo a la esperanza*



*Alejandra Rey


Don Mario Guerrero nos impone respeto por sus profundas creencias y su lenguaje directo, el del gaucho patagónico


LOS ANTIGUOS, Santa Cruz.-"Vos, a partir de ahora, sos un bulto." La frase no lo sorprendió, ni cosquillas le hizo. A sus 11 años, Mario Guerrero ya era un veterano en el oficio de sobrevivir en las calles argentinas, comiendo sobras de las pulperías más mentadas y esquivando los facones de gauchos mal entrazados en los campos helados de Salto, en Buenos Aires.
Y ahora la fortuna le tocaba el codo: le ofrecían la maravillosa oportunidad de ser un bulto. Entonces entró despacito en el baúl con agujeros para poder respirar, se encogió todo lo que pudo y ahí nomás dejó que lo metieran en el tren.
Pocos días después amaneció en Bolivia o en Perú, no recuerda bien, y el patrón lo hizo salir del baúl y en su lugar metió carreteles de hilo para hacer redes de pesca, telas, levadura, relojes, prendas, todos productos de contrabando, bultos que reemplazaban a otro bulto, él.
Y todo lo hizo por la comida y el abrigo, porque andar por la calle a los 10 o 12 años, en 1927 o 1929 ("no me acuerdo, vea"), era cosa de machos. El campo amanecía helado de escarcha, blanco todo como un altar de novia, y en esa época del siglo pasado sólo la grapa calentaba el alma y Mario Guerrero
todavía era un chiquito, quién sabe de cuántos años, para desayunar tan bravo.
Porque jura don Mario que no sabe cuándo nació, pero sí donde: una aldea cercana a Puerto Montt, Chile. Dice que llegó al país en 1927 y que le parece que tenía cinco años, pero Isabel, su mujer, que alimenta la salamandra atada con alambres, dice: "Este tiene como 90 años, tiene".
Mario Guerrero vive en uno de los más bellos rincones del mundo, Los Antiguos, sobre la costa del lago Buenos Aires, en Santa Cruz, con la cordillera de Los Andes por donde la vista se pierde.
Guerrero tiene una chacra, donde crecen más de mil árboles de cerezas que se exportan al mundo y se degustan en mesas, cuyos comensales no saben nada de este hombre pequeño, desdentado, de hablar pausado y casi secreto, que luce una camisa y una bombacha campera, mientras el frío nos atrofia las
neuronas, que guarda el dinero en la tierra (en algún lugar de las 12 hectáreas invalorables) y que se quedó en esta Patagonia descomunal "porque así lo quiso la suerte".
Una suerte que le fue fiel, como una esposa, y maldita, como una amante herida. En 1991 la despechada fue una pira encendida dentro del volcán Hudson, que echó lava, gases, oro y millones de metros cúbicos de cenizas que olían a infierno.
El e Isabel trataron de salvar algunas de las 180 ovejas que tenían, las limpiaban cada vez que las veían cerca, pero los animales iban cayendo agotados por el peso de la ceniza en sus lomos, quemados, con la lana chamuscada y murieron todos. "Tenía que verlas, señora, se me morían mis ovejitas -dice Mario-. El 13 de agosto de 1991, cuando reventó el volcán, era el mediodía y se hizo de noche. Había relámpagos y truenos. Daba miedo verlo -acota Isabel-. Nos vinieron a buscar para llevarnos lejos del pueblo, pero minga que me iba a ir -es Mario el que habla ahora-, había que quedarse acá, a luchar, yo ni la protección (el barbijo) me puse y se lo comenté al paisanaje."
La tragedia duró cuatro meses. Después del volcán vino la sequía, el dinero escaseaba, no había comida y de las 180 ovejas no quedaba ni la lana. Un paisaje de miseria y desazón se abatió sobre la zona. Hasta que llovió.
Guerrero recuerda ese momento como un milagro, porque el agua limpió todo, lo barrió mejor que las palas municipales que acarreaban cenizas día y noche. "Es que yo tenía experiencia -dice don Mario mirando a Edmond H., que nos presentó al paisano-. Si usté mira bien a los volcanes, sabe cuándo va a
cambiar el tiempo y cuándo va a reventar. Si está por venir mal tiempo, al volcancito que está en la estancia de los Méndez -le habla al adorable Edmond H.- se le posa una nube, como un sombrerito en la punta. Y con el Ventisquero (así le llaman al Hudson en la zona) pasó lo mismo: los animales estaban locos y de pronto empezaron a caer unas chispas grandes."
Hablar con Mario Guerrero es difícil pero tranquilizador. Difícil, porque su lenguaje es el del gaucho patagónico, silencioso e incomprensible; tranquilizador, porque uno tiene la sensación de que nada malo puede pasarle si él está cerca: nos cuida.
Como cuida a Isabel. Como cuida la tierra que arrasó el Hudson. Tanto la cuidó, que a pesar de la ceniza y de haberse quedado más solo que uno en esa tierra quemada y arrasada, él e Isabel plantaron hortalizas entre las cenizas mezcladas con tierra y las remolachas vinieron más grandes, la lechuga parecía un ramo de rosas y las zanahorias "eran más largas, eran. Nosotros, acá, tomábamos el agua con ceniza, y míreme señora, lo sano que estoy".
Envidia. Eso es lo que da don Mario. Tiene 90 años y corre por su chacra como un chico. Hace chistes y siempre hay un correntino como protagonista.
Ceba unos mates amargos y reparadores, cuenta que el gobierno no los ayudó y que se quedaron porque "la tierra no se abandona, doña, eso nunca".
-¿Ustedes reclamaron el pago?
-Noooo, pero vino un funcionario público a preguntarnos si teníamos algún cuerito de las ovejitas muertas para demostrar que nos había ido mal.
¿Cómo hicieron para salir adelante?
-Trabajando. Salí a hacer changas, porque uno que ha pasado hambre sabe bien lo que es trabajar, no como los empleados de acá, todos en la municipalidad.
Teníamos algo de arroz, polenta y fideos porque por el invierno acaparábamos y así fuimos saliendo, nomá.
Don Mario dice que de día cortaba leña hasta tener el dinero suficiente como para comprar terneros y lo que sacaba de ahí lo usaba para comprar dólares y, si no, iba a las carreras de caballos y algo apostaba, mientras el viento y la lluvia limpiaban Los Antiguos de las malditas cenizas. Después probó
con la alfalfa, compró unos bueyes para arar la tierra, comenzó a cambiar papas que cosechaba Isabel por chapas para el galponcito, hasta que se le ocurrió que las cerezas eran una buena salida. Y compró un lote de plantas que dieron sus frutos, y después otras y otras, y las 12 hectáreas que tiene, cuyo precio ahora es incalculable, se convirtieron en un paisaje japonés incomparable: "Porque en ese país quieren a los cerezos", aclara.
"Yo iba al pueblo a ver la voluntad de la gente, porque cuando se va al pueblo hay que saber para qué", dice, enigmático, este hombre breve que sabe de memoria el Martín Fierro , su piedra filosofal.
Y la Biblia, porque don Mario es creyente y cuando esta enviada comenta que no cree en Dios, Guerrero saca el libro del único estante de la cocina humilde, comienza a leer el Génesis y se pone a llorar. "Ustedes están acá porque El los envió".
La frase es enorme en ese ambiente y el silencio cae como un hachazo entre los comensales. Don Mario tiene una barba larga y blanca, y habla como un profeta. Nos impone respeto por sus creencias y su llanto, pero se repone para contar que las cerezas son hermosas y que espera con urgencia la nieve para que los frutos sean mejores.
Porque don Mario, a falta de libros, además de la Biblia, lee un atlas que atesora, y nos cuenta que hay 189 países en todo el mundo y que esa tierra es creación de Dios: "Antes de que nacieran los montes él ya estaba. Lo primero que hizo fue el agua; lo segundo, los montes y cuando vio que era bueno, sembró las semillas.
Guerrero trabaja con la cooperativa del pueblo y exporta los frutos de su campo. No tiene ningún lujo en la chacra, él mismo hizo el entramado de ramas que separan los corrales, muestra con orgullo la enfardadora y cuenta, casi de despedida, que cuando llegó a Los Antiguos en 1951, cuando el lago
"era un mar", vivían poquísimas personas, "muchos italianos, que eran contrabandistas".
Y casi en secreto dice: "Yo llegué acá para sacarme el documento y no me acordaba ni la edad que tenía ni el año en que había nacido, porque mi mamá me abandonó. Pero no me importa. Ya está", dice, y estrecha la mano para saludar.
Es probable que nunca más veamos a Mario Guerrero y todos los sabemos. Pero ninguno olvidará los ojos chiquitos que nos bendicen al partir.


MARIO GUERRERO
Agricultor

Quién es : nació cerca de Puerto Montt, Chile, pero no sabe en qué año y cree que llegó a los 90 años. Está casado con Isabel.
Qué hizo: en 1991 las cenizas del volcán Hudson, a 120 km de distancia en suelo chileno, mataron las 180 ovejas que tenía y lo dejó en la calle. Hizo changas y comenzó a sembrar entre las cenizas.
Qué hace: actualmente tiene 12 hectáreas sembradas de cerezos, cuyos frutos exporta al exterior. Vive en Los Antiguos desde 1951, cuando en el lugar sólo "había contrabandistas".


*Fuente: http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1285710






ESBOZO*


Sobre la mesa
de un bar
apoyada
una taza blanca
de café
El aroma
acaricia la mirada
ausente
Las manos
aferran la ilusión.



*De Ana Romano. romano.ana2010@gmail.com






La ostra cerrada*




*Por Osvaldo Bayer
Desde Bonn


Los diarios alemanes informaron a página entera sobre la ley que acaba de aprobar el Parlamento argentino sobre el matrimonio de personas del mismo sexo. Bueno, por lo menos ya no dedican ese tamaño importante, como antes, sólo cuando se producían dictaduras militares en nuestro país o cuando habla
Maradona. Ahora fue en algo muy serio y de gran responsabilidad ética y política. El Frankfurter Zeitung titula: "Argentina permite -como primer país latinoamericano- el matrimonio entre personas del mismo sexo. Y el General Anzeiger, de Bonn, lo titula -con ironía- con un término de la Iglesia Católica argentina: "Un proyecto demoníaco", y aclara: "Argentina permite, contra la dura protesta de la Iglesia Católica, el casamiento de personas del mismo sexo". En la crónica detalla la furiosa oposición de la
Iglesia Católica contra esa ley. Justo en este momento, cuando la Iglesia Católica ha quedado en una posición ética muy difícil, al difundirse los casos de pedofilia de sus sacerdotes y monjes en escuelas y establecimientos educacionales con menores de edad.
Aquí, en Alemania, los medios les han dado un lugar de privilegio a todos esos casos y a los que van quedando en descubierto en todos los países donde el credo católico es mayoría. Y lo hemos visto, hasta el Vaticano ha tenido que reaccionar ante tantas denuncias comprobadas, en las que han caído hasta
obispos. Justamente, como segunda noticia en la misma página que trae ese triunfo de la racionalidad y la libertad en Argentina, el Vaticano anunció la elevación de penas en el Derecho Eclesiástico a todo aquel que cometa delitos de pedofilia y abuso de enfermos mentales. (Pero aprovecha la ocasión y también incluye "a todos aquellos clérigos que consagran como sacerdote a una mujer, a quienes también se los excomulgará". Como se ve, no pueden con sus discriminaciones, en lo que a la mujer atañe.)
¿Y por qué esto? Porque ya se escuchan muchas voces dentro de la Iglesia Católica que piden, como primera medida para acabar con los delitos sexuales de pedofilia y otros de violaciones que se han producido, terminar con algo tan discriminante como exigir la castidad a todos los sacerdotes y monjes.
Esto se puede comprobar en la actualidad: la Iglesia Protestante alemana -que tiene un parecido número de sacerdotes (pastores) que la Iglesia Católica- no ha tenido ni la quinta parte de casos de pedofilia en sus líneas de las que han tenido hasta ahora, y según las últimas investigaciones, los católicos. Es porque los religiosos protestantes pueden casarse y la mujer puede ejercer también el papel del sacerdocio y ocupar las más altas jerarquías. Por ejemplo, hoy mismo acaba de renunciar la primera obispa protestante, María Jepsen, porque se la ha acusado de no haber actuado con severidad ante denuncias contra un pastor de su iglesia.
Una actitud que muestra su sentido del honor y la responsabilidad.
Al contrario de lo que ocurre en la Iglesia Católica, ya que en vez de comenzar con el gran debate que cada vez más se está originando entre los católicos en cuanto a la llamada "castidad" y a la discriminación de la mujer, lo que ha hecho el Vaticano fue aumentar las penas de castigo a los curas pecadores. Como si en los países donde impera la pena de muerte hubiera menos crímenes que en aquellos en que se ha desterrado para siempre esa pena irracional.
Debemos reconocerle a la sociedad alemana que ya hace tiempo ha terminado con la discriminación de los homosexuales. Se nota en los cargos políticos.
Actualmente, por ejemplo, el Dr. Westerwelle, viceprimer ministro del gobierno nacional, es un declarado homosexual; lo mismo que los gobernadores de Hamburgo y Berlín, que nunca lo ocultaron. Los que los votaron -en este caso, las mayorías de esas dos grandes ciudades- no vieron ningún impedimento en que ellos pertenecieran al llamado "tercer sexo". Es que negarlo es caer en una discriminación ante lo natural, caer en la irracionalidad de verlos hijos del diablo o del pecado, o santiguarse cuando se sostiene que tal persona es o no es. Hay que reconocer que la naturaleza los hizo así, son plenos hijos de la naturaleza y hay que aceptarlos como miembros igualitarios de la sociedad. Pero está claro que pese a su actitud, la jerarquía del Vaticano se ve venir tiempos de mucho debate. Aquí ya se ha iniciado. Y sorprende que intelectuales siempre subordinados a la disciplina católica hayan salido en los últimos tiempos a tomar como tema de polémica ese lado oscuro del catolicismo. Por ejemplo, el intelectual del Partido Conservador Demócrata Cristiano, quien fue dos veces ministro para la Ciencia y el Arte, y presidente del Comité Central de los Católicos Alemanes, Hans Joachim Meyer, acaba de sostener públicamente: "Los casos de pedofilia de sacerdotes y monjes en escuelas católicas es algo muy terrible. Yo siento -como todo católico que cree en su religión- que es la consecuencia de la falta de transparencia en las decisiones de la Iglesia.
El primer caso ya tendría que haber servido de alerta para debatir y tomar las medidas adecuadas. En el nombramiento de puestos clave existe falta de visión y arbitrariedad, tanto en los obispados como en Roma. Los sucesos nos demuestran con toda claridad que es necesario proceder a reformas. Y en especial a todas aquellas reformas que ya comenzaron a debatirse en al Segundo Concilio Vaticano. Por ejemplo, los laicos tienen que intervenir en la designación de los obispos. Porque la Iglesia vive en la comunidad y en el mundo, al mismo tiempo. El celibato para todo el clero debe terminar. La Iglesia puede caer para siempre porque ya no está cumpliendo con su misión pastoral. Sobre ese aspecto no se puede tomar una medida general para todos.
Lo mismo que la posición de la Iglesia ante la mujer. Eliminarlas de todos los cargos espirituales no es nada tranquilizador. Se sigue un falso camino si no comienza a discutirse el tema. Ya esto no lo puede ignorar, porque siempre estará presente".
Sí, es que ya hasta la mujer católica está reaccionando contra esa política de negarla totalmente y seguir con la leyenda de la Virgen María, Madre de Dios. Virgen y Madre. ¿Por qué? ¿Acaso la unión de los cuerpos no es algo natural y bello más aún cuando a esos cuerpos los une el amor?
Pero se sigue con la discriminación y las medidas del Medioevo. Acaba de producirse un hecho que causó indignación pública: el médico director del Hospital Católico de Dusseldorf fue despedido porque se casó por segunda vez. El médico inició un juicio y la Justicia lo repuso en el cargo. En las directivas del hospital está también que será despedido todo aquel profesional que participe de un aborto. Los comentarios están de más.
El pronto reemplazo por el Papa del obispo de Augsburg, Mixa -acusado de golpear a niños de un internado de huérfanos y de otros casos de pedofilia- por un nuevo obispo, Konrad Zdarsa, dice a las claras que no pueden mantenerse situaciones que antes se podían esconder. Lo mismo que lo ocurrido en el internado del convento de Ettal y en otros colegios católicos. En todos sus discursos, los obispos dejaron en claro que reconocían los delitos cometidos pero hasta ahora la frase más pronunciada por ellos es: "Hay que volver a comenzar". No, tal vez lo único que les sirva es pensar esto: "Tenemos que aprender de lo sucedido para que todo esto no vuelva a suceder".
De cualquier manera, la sociedad ha sabido reaccionar. Y destaca la decisión de la asociación de periodistas alemanes, Netzwerk Recherche, que todos los años entrega un premio llamado la "Ostra cerrada" a los que han callado ante los hechos y mostrado su desprecio por la opinión pública, de otorgar ese premio negativo nada menos que a la Iglesia Católica. En la lectura de la "laudatio", el periodista orador recordó la figura de San Francisco de Sales quien, para denunciar cómo el calvinismo había sometido a su región, salió a la calle y comenzó a publicar en papel los hechos sin tener miedo a la
reacción. Siempre con la verdad y también con la autocrítica. Finalmente, San Francisco de Sales triunfó y el pueblo volvió a su antigua religión. Y añadió el periodista: "San Francisco de Sales hizo lo que la Iglesia Católica no hace más: él sostuvo la verdad, él empleó el idioma propio del pueblo para ser escuchado y creído, cosa que la Iglesia Católica actual no usa más. Una comunidad que vive de la palabra como pocas guarda silencio cuando se habla de sexualidad. La discusión acerca del celibato, junto a la
sexualidad de los sacerdotes, es tabú para la Iglesia Católica. También todo lo que atañe a la anticoncepción y protección de la mujer. Cuando existen tantos tabúes quiere decir que ya no existe la verdad, no interesa la verdad".
En ese discurso -que fue transmitido por los medios- agregó el representante de los periodistas alemanes: "La Iglesia no fue la autora de los abusos sexuales. Pero ella fue y es el refugio de los que cometieron el delito.
Ella puso a disposición de ellos los santos lugares en los cuales pudieron actuar sintiéndose tan protegidos y donde las víctimas estuvieron totalmente desprotegidas. Son muchos los eclesiásticos que han sido descubiertos en la impudicia pero, ante todos los hechos, la Iglesia miró hacia otro lado. Y
por eso quienes también pagan son los que no practicaron esa violencia, tanto sacerdotes como educadores, ya que siempre serán sospechados. La Iglesia debe tener la responsabilidad de que ningún delito se cometa en su interior y castigar a los autores. Pero no, la Iglesia sencillamente trasladó de lugar a los pedófilos y los ha encubierto durante años. Y recién ahora, cuando hemos comenzado a correr los velos, empiezan a aclarase esos delitos por el coraje de las víctimas y de los medios. Aunque se nos quiere presentar como perseguidores de la Iglesia, como representantes de una 'energía criminal', el problema de la Iglesia no son los medios sino la violencia sexual interna y su silencio sobre ello". Y agregó: "Existe una Iglesia cuya autocompasión es mayor que su compasión por sus víctimas. Por eso le otorgamos el premio de la Ostra cerrada".
Por último, el orador invitó a la Iglesia a hacer su propio "Glasnost y Perestroika", cuyo primer paso debería ser el fin del celibato y permitir la ordenación de mujeres. La Iglesia necesita lo que sostienen los médicos: la "restitutio in integrum", la cura integral. La Iglesia sólo será creída si investiga a fondo las causas de la violencia sexual y su encubrimiento durante siglos.
Los testimonios de quienes siendo niños fueron víctimas sexuales de los que usaron sus títulos de representantes de Dios para imponerse son verdaderamente indignantes. Ojalá que se aprenda y la Iglesia pase a ser aquello con que tanto soñaron esos verdaderos pastores del bien y la convivencia: los obispos Angelelli y De Nevares -para nombrar solamente a dos de tantos otros- que dieron todo para lograr una sociedad sin injusticias, una sociedad de mano abierta, como es la que en verdad tendrían
que perseguir siempre las llamadas religiones.



*Fuente: Página/12
http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-149685-2010-07-17.html








Entre nuestras miradas*



Entre nuestras miradas
emigran pájaros,
amanece la flor
y se forman las montañas,
el agua detiene el tiempo
rocío que todo lo invade.
Entre nuestras miradas
también caen las torres
y bombas en oriente
la tierra llora piedras desde el cielo
y tiembla olas de lágrimas gigantes.
Entre nuestras miradas
el pan nuestro no matará
danos hoy el perdón de los pecados
nuestros ojos brillan cómplices
dulces, nostálgicos, quietos e increíbles.
Entre nuestras miradas
la eternidad es un segundo
y pasan los imperios,
y es el ocaso de los ídolos.
Entre nuestro ojos…
Todo.
Entre ellos,
aquella vez
el universo.


*de Carlos A. Caposio. carloscaposio@hotmail.com









La amistad un arte*


Celebremos la memoria, los sueños, la imaginación.
Que en la calidez de las manos, las risas y las voces nos encontremos para pensar y soñar más allá de lo posible.
El sueño mismo es un trabajo que une elementos de la realidad con la fuerza transformadora del deseo.
El arte que se hace con la substancia de los sueños, no es una forma de huir de lo real, produce lo real, produce vida.La amistad también es un arte que vivifica.



*de Cristina Villanueva. libera@arnet.com.ar
-Eduardo: felicidades para vos y todos los compañeros de Inventiva.




*


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