miércoles, julio 07, 2010

ASÍ TE VEO, MI SOL, ASÍ TE VEO...



*FOTO DE NILDA PETERS, ENVIADA POR MARÍA BAR.


Escrito que proclama la existencia de una sustancia etérea, que lo envuelve todo*


[“tenemos enfrente a todo un sistema de poder enemigo apoyado en la fuerza;
que una exigencia sólo vale cuando tenemos un poder organizado que la respalde,
que el enemigo histórico no se va a cortar las venas
por las exigencias de quienes no tienen fuerza para obligarlo a nada que no quiera”
Héctor Gómora, 2010]



Yo, nieta y nieto
De alguien a quien el universo entero
Ha olvidado,
Hija e hijo de unos seres extraños
Que a nadie ha importado sus vidas ni sus muertes.


Yo, que camino con el cuerpo
Cubierto de mugre
Y que incluso a veces olvido que existo,
Declaro que:
La única vida que yo he conocido
Es una vida de miseria...


Ahora me tiro y duermo en el piso,
Y a nadie le importa.


Así siguen viviendo:
Sin preguntarse por qué.
Confiando en que Dios nos dió el libre comercio,
Para que guíe y cuíde nuestros pasos.


La única vida que conozco
Es la de las calles,
La del hambre,
La del asco que le causa
Mi presencia a las personas.


Y siguen viviendo el uno en el otro,
Sin saberlo cabalmente.


Porque Dios nos dió
Un capital financiero
Fuerte, sólido y poderoso
Para que vea por todos nosotros.


Ésta es la única vida que yo conozco:
De pequeña, mirar jugar a los niños
Mientras soñaba
Que yo también corría con ellos;
Tener hambre y quedarme dormido
Sin que un bocado llene mi boca,
Olvidar el frío recordando la sed
Y saber que jamás estaré contigo
Mientras el concreto
Escupa cuerpos tan extraños como el mío.


Pero por fortuna tenemos el Banco Mundial,
Que lo perdona casi todo,
A excepción de las deudas externas.
Aunque de ese dinero nunca nos ha tocado nada,
Y seguimos esperando.


Así viven los mundos que nos han olvidado:
Con el mar adentro del pez,
Y el pez en la panza del agua.



*de hugo ivan cruz-rosas. quetzal.hi@gmail.com






ASÍ TE VEO, MI SOL, ASÍ TE VEO...




Sopa de letras*



Estaba sentada con su abuelita. Fresca e inexperta esperando el humeante manjar que llegara a la mesa. El olor a comida casera impregnaba el ambiente. El vapor del caliente caldo, empañaba los vidrios de las puertas gigantes del comedor diario.
Ansiosa y colmada de la ternura de sus ojos celestes, escuchaba el sonido de los utensilios de cocina. Se le hacía agua la boca, esperando que le sirvieran su sopa de letras.
En esa colorida y burbujeante época de antaño. Aparecerían las letras del abecedario, las que iba a ingerir con tanta glotonería.
En un abrir y cerrar de ojos, las palabras mágicas de la ternura, comenzarían a saltar dentro del plato hondo. Libre e inquieta comenzaría a ingerir el potaje de la incalculable contingencia de aprender a leer. No le faltaba nada.
Los lápices para comenzar a escribir se los proveía su adorable abuela...
Ella, con dedicación y entretenimientos, mimaba a esa criatura para que pudiera interesarse por el mundo de la escritura.-



*de Azul. azulaki@hotmail.com







Presencia de Nilda Peters en su 60 cumpleaños[i]




Así la conocí a Nilda, en pleno año 70, era joven, linda, tierna, sostenedora de un humor único, estudiante en la entonces Escuela de Servicio Social de Corrientes.
Fui su compañera de estudios, su amiga y con ella aprendí lo que era el compromiso por los más humildes.
La vida junto a ella significaba participar de las clases, si era necesario, discutíamos a los profesores, aunque siempre tratábamos de hacerlo con la mejor fundada opinión, estudiábamos hasta el cansancio, hacíamos la práctica en el Bajo Pujol, donde nos recibían mujeres de familias pobres, para diseñar el mejoramiento barrial.
Ocupaba una pensión, frente a la Iglesia San Francisco, donde supe lo que era la comunicación, planificábamos el futuro desde los sueños por una sociedad que - básicamente - debía cambiar y ser más justa. Hablábamos hasta la madrugada, hacíamos culto al pensamiento crítico, a través de los conocimientos que íbamos incorporando.
Era cristiana, siempre referenciaba a sus padres, de quienes había aprendido a conmoverse ante la pobreza que sufrían otros, eso sí, nunca perdía la esperanza, mucho menos la alegría, tan presente hasta en el disfrute de los bifes de tatu mulita, que traía de sus pagos.
Fue comprendiendo que la era le demandaba de un compromiso mayor, por eso militó, se jugó, y si bien ellos nunca pudieron ante semejantes condiciones éticas y personales de Nilda, no querían que sus ideas se propaguen, considerándola un mal ejemplo. Solo el Terrorismo de Estado con monstruos
silenciadores de otras tantas miles de vidas, garantizaba la continuidad del status quo, y por ende de la injusticia social. Ay Nilda! sobre tu final nunca dejé de pensar en quien dio la orden, quien apretó el gatillo? Cómo pudo ser?
Soy inmensamente feliz de haberte conocido pero mucho más sería hoy si otros pudieran dimensionar el ser humano excepcional que perdió el país, y si yo y tu familia pudiéramos festejar contigo estos 60 cumpleaños, abrazándote, allí, junto a los que menos tienen, igual que en los 70.



*de María Bar. barmaria@ciudad.com.ar

[i]Mañana 08 de Julio Nilda Peters cumpliría 60 años, y voy a Machagay a visitar su tumba.
Estuvo desaparecida, hasta que su madre la encontró en una fosa común en Santa Fe.
difundan - si quieren - este pequeño homenaje que le hago por todos los medios que consideren conveniente.






MI SOL*



Como si cayeras mi sol como si cayeras
Desde muy alto pero lenta yo te veo
Y me pareces tenue tibia, transparente
Deslizarte entre nubes y polvos fluorescentes.

Como si vinieras de una lejana letanía.

Cosmovisión eterna
Juego imprescindible
Cautela centenaria del estío
Espera incandescente
Anhelo no logrado
Canción inexplicable que crece con mi espera

Como si cayeras del cielo yo te veo

Y mi visión contempla tu frágil estructura
Doblada en suave quiebre tu cintura
Así te veo, mi sol, así te veo...



*de Mirta Gaziano. mirtagaziano@arnet.com.ar






TEATRO A LOS 88 AñOS, MURIO LA ACTRIZ Y TITIRITERA SARAH BIANCHI

El recuerdo para una pionera*

Referente ineludible del arte del títere, utilizó diferentes técnicas y produjo innovaciones vinculadas con el espacio escénico. Todo lo transmitió en una intensa actividad docente. También batalló durante años para que se fundara el Museo Argentino del Títere.





*Por Hilda Cabrera


Sarah Bianchi creía en el poder de los títeres y supo pregonarlo con humildad en su camino artístico. "¿Por qué no, títeres al poder?", se preguntaba en uno de los numerosos homenajes que recibió. Uno de éstos le fue brindado junto al dramaturgo Carlos Gorostiza, también titiritero, en el auditorio de Argentores como pionera de este arte en la Argentina. Entonces Tito Loréfice la calificó de gigante, jugando cariñosamente con la pequeña figura de esta actriz y titiritera que acaba de fallecer a los 88 años, a causa de una complicación renal. Pionera como pocas, compartió con su maestra Mane Bernardo la Compañía Nacional de Títeres, creada en 1943, con sede en el Teatro Nacional Cervantes, desarrollando su labor en una época nada estimulante para el desempeño de un arte que se mostraba exclusivo de
varones. Sarah comenzó pintando telones y modelando títeres, participando de esa rareza de ser una adelantada en la disciplina. Y eso se comprobó incluso años después cuando, también con Mane, presentó una versión de El rey desnudo, que trajo complicaciones. Pero hubo otros títulos más inocentes, como El encanto del bosque, Los traviesos diablillos y Una peluca para la luna.
En los varios homenajes y premios recibidos en los últimos años, Sarah solía recordar circunstancias felices y otras que no lo fueron, sin por ello mostrar resquemor: el hecho de que ella y Mane fueran desalojadas del Cervantes en 1946, y perdieran gran parte de sus materiales debido a un incendio que no creía casual, o la peripecia por la que atravesaron cuando fundaron el Teatro Libre Argentino de Títeres, en 1947, luego de que el estatal les cerró las puertas. Entonces, debieron cambiarle el nombre al grupo, porque la palabra "libre" estaba prohibida. Lo sustituyeron por el de Títeres de Mane Bernardo-Sarah Bianchi, y así quedó hasta que "Mane se fue de gira", como prefería decir al referirse a la muerte de su compañera.
La utilización de la mano desnuda formaba parte de las nuevas técnicas para retablo que compartió con Mane, así como la incorporación de títeres no antropomórficos, anticipándose al después denominado Teatro de Objetos.
"Cualquier objeto se convierte en personaje de teatro y cobra vida por la manipulación del titiritero", decía. Recorrió de modo itinerante la Argentina sin dejar de privilegiar el teatro de sala, donde produjo innovaciones respecto del espacio escénico, transmitidas en su actividad docente. Dedicación que benefició a quienes fueron sus alumnos, entre otros la actriz y titiritera Adelaida Mangani que, justamente, en aquel homenaje de Argentores, agradeció emocionada sus enseñanzas.
Sarah conmovía con su presencia y su actitud traviesa, en el decir y la mirada. Supo bromear también cuando, en aquel tributo, recibió una plaqueta de manos del dramaturgo Roberto Cossa. Sostenía en sus brazos a Lucecita, su alter ego, al que nunca quiso dejar en una vitrina, y le dio voz. Lucecita protestó, y con razón, porque los premios eran para Sarah y no para él. Por eso, rebelándose, anunció que cambiaría de oficio: de ahora en adelante sería político, porque eso le daría prensa, y que su partido sería Títeres
al Poder.
Artista plástica, hija de un director de orquesta de Bérgamo, Bianchi había nacido en Buenos Aires en 1922, dedicando parte de su vida a las letras y la docencia. Fue profesora en la Escuela de Arte Dramático y el Instituto Vocacional de Arte, y empecinada viajera con sus títeres. Recorrió junto a
Mane casi toda América y Europa y conoció el norte de Africa llevando sus títeres para chicos. Cuando el público infantil mermaba, la apuesta eran los espectáculos para adultos con obras clásicas del teatro español y francés, y en los últimos años, programando obras con diferentes grupos, algunos
surgidos de su taller. Entre sus títeres, Lucecita fue "el amor nunca olvidado", el muñeco que la acompañó siempre, y el que además le dio título a un libro suyo: Autobiografía y memorias de un títere genial.
Batallando siempre, logró en 1983 convertir la casona de Piedras 905 - donde había nacido Mane- en el Museo Argentino del Títere, donde se hallan expuestos más de cuatrocientos títeres (y otros resguardados), a los que dio vida utilizando diferentes técnicas: de varilla, guante (su técnica preferida), dedal y sombra. En esa casa han hallado cobijo otras marionetas, algunas muy antiguas, de Indonesia, China, Africa y piezas europeas del siglo VIII, adquiridas o donadas, y en ocasiones obtenidas por trueque con otros artistas. Bianchi admiraba el arte oriental y la técnica del pulcinella y el puppi italianos, y recordaba emocionada las enseñanzas de Mane, su compañera artística hasta 1991, año en que falleció Bernardo. Se resistía a la brujas "feas y malas", porque, "¿cómo transmitir una
personalidad que no me interesa?". Guardaba en el Museo los títeres más preciados, como los del legendario Teatro Sicilia, de La Boca, que funcionó hasta 1925. Epoca en que las marionetas no alcanzaron la popularidad lograda luego de la visita de Federico García Lorca en 1934. Un año de despegue para las creaciones de Javier Villafañe y su célebre Juancito (títere de guante), al que siguieron, entre otros maestros, Mane Bernardo y Ariel Bufano.
Las funciones realizadas junto a Mane son incontables, como los espacios donde mostraron su arte. Sarah llegó incluso a la TV. Condujo algo semejante a "un circo en la pantalla", donde el guía era el payaso Picaporte. En esas andanzas aparecía por allí La Monita Pintora, a quien se acercaban los
chicos para que les hiciera un retrato. Artista varias veces premiada, en el país y el extranjero, gustaba memorar los inicios de la actividad titiritera, remitiéndose incluso a aquel Concilio de Trento que en el siglo XVI la consideró perjudicial, y obligó a la trashumancia y el armado de retablos callejeros que, finalmente, fortaleció una de las peculiaridades del títere: la de ser figura característica de un lugar y hasta de un pueblo. Experiencia que a su vez conoció Sarah recorriendo la Argentina de norte a sur, visitando escuelas, dialogando con los lugareños y recibiendo cartas de los chicos, constituyéndose en otro de los legados de esta maestra que sin solemnidad afirmaba: "No existe en todos los idiomas una palabra más importante y hermosa que libertad".


*Fuente: Página/12
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/10-18527-2010-07-07.html






Epifanía*



Puede ser que la lluvia vista con diamantes una tela de araña
que la planta cubra su verde desnudo y
destelle como poblada de astros.

Es posible que mi ojo la vea

y acaso me olvide de la muerte

por un rato.


*de Cristina Villanueva. libera@arnet.com.ar








Ese día en que todo lo perdido vuelve*




La juventud termina, dice Isak Dinesen, cuando comprendemos que nuestro destino es exactamente igual al de los otros. Entonces empiezan a importar los ritos.
El año pasado, para las fiestas, yo me fui, solo, a Lisboa. Anduve largamente por callejones empinados, bajo guirnaldas de lucecitas; me sentaba melancólico a tomar café con la estatua de Fernando Pessoa; veía pasar familias con regalos y coros de niños que interrumpían sus villancicos bajo el abucheo de la llovizna y, aunque me preguntaba qué cuernos hacía tan lejos, no conseguía comprender. Hasta que una mañana, mientras buscaba la salida del laberinto del barrio árabe, se desató una tormenta y sin saber
bien lo que hacía me refugié en la Iglesia de la Concepción, la más antigua de la ciudad, la única que se salvó del terremoto de 1775. Estaban celebrando misa. Como era día laborable, en la inmensa nave en sombras y ante un cura vestido de dorado y blanco, tiritaban sólo unos cuantos ancianitos. Pero cuando uno de ellos avanzó hasta el púlpito y empezó a leer las Escrituras, tratando de imponer su voz por sobre el trueno y el diluvio, de pronto, digo, comprendí. Arrullado por la música de los versículos me
distraje de lo que decían; y pensé en el Cristo lacerado de la entrada, pensé en el Cristo lacerado de la entrada, pensé en la tormenta y en la ciudad inhóspita, pensé en los barcos azotados contra el muelle y pensé en el mar que más de cien años atrás habían cruzado mis bisabuelos portugueses.
Pensé, en fin, en ese rito que como durante siglos seguía acogiendo a ancianos y extranjeros, a aquellos que no tienen con quién compartir su memoria, y me dije, de pronto: "Esto es la poesía". Y no me pregunten por qué, pero también pensé: "Esto soy yo". Comprendí, digo, y fue mi forma de comulgar.
Por favor, entiéndanme: aquí, en la Argentina, Jamás piso una iglesia: soy, si Borges no me engaña, agnóstico. Y la mayoría de los curas me parecen similares a aquel sacerdote lisboeta que se impacientaba a cada vacilación del viejito lector y que luego recitó la liturgia con la desgana de cualquier burócrata. Tampoco hablo de las ceremonias patrióticas. Después del genocidio, de la guerra de Malvinas, de las leyes que consagraron la impunidad, me repugna toda fiesta que incluya a los culpables, y si alguna vez me llevan por confusión o por fuerza, seré aquellos que arriman la silla vacía a la mesa de los saciados, quienes devuelven a su fuente "la fruta podrida con que lacayos quieren envenenar mendigos".
Hablo de los ritos privados, secretos, que inventamos cuando volvemos de los pocos sitios en que el recuerdo revive, un jueves en Plaza de Mayo, una madrugada en el boliche cuando nuestra misma conversación parece una manta de retazos, el cumpleaños de un hijo huérfano que se vuelve, de pronto, la celebración de un antiguo deseo de dos. Hablo, en fin, de esos ritos que nos inventamos para que en nuestra soledad, como en el día de la creación, vuelva a escucharse el Verbo, porque nos sentíamos perdidos y estalló la tormenta, porque acabó la juventud y ya no tenemos con quién compartir
nuestros recuerdos, y porque sólo volver a actuar como antes da sentido a esto que somos.
Sé de gente que pone a girar viejos discos de vinilo, y hay quien arregla su jardín y reparte en macetitas gajos de árbol antiguo. Hay quien prepara pan dulce tan sólo para resucitar una antigua artesanía y hay quienes se preocupan por conseguir uvas para comerlas una a una a las doce del 31 al ritmo del viejo reloj de un abuelo gallego que inició la tradición. En cuanto a mí, este año que tengo menos dinero y menos trabajo también, he estado desarmando y limpiando, pintando y volviendo a armar una cajita de
madera balsa, tapa de vidrio y fondo de corcho, que un estudiante de zoología fabricó para clasificar insectos hacia 1975, y que su madre me ofreció hace un tiempo y yo acepté para guardar mis lápices. Bajo la caricia de la lija, tantos años después, la madera estuvo soltando para mí, como un secreto, su perfume de savia, y yo me acordé de aquel fin de año en que él y sus compañeros se preguntaban cuál sería la bandera que empuñarían el día de los grandes festejos, el Día de la Revolución, y un amigo proponía izar el delantal con que su madre, cada mes, limpiaba la silla donde se sentaba brevemente el patrón que venía a cobrar el alquiler. Yo, en cambio, para la fiesta eterna elijo, no el dolor que protejo en mí con el pudor del amor y el cuerpo, sino la breve fajita de letras blancas que identifica a la caja
con un nombre científico: Familia Chrisomelidae.
La elijo como bandera, digo, sin saber si la cajita guardó insectos o mariposas, porque siento que es una buena forma de nombrar esta nueva familia que fuimos construyendo, este lazo que nos reúne en la tormenta como un templo disperso, este rito en el que todo lo perdido vuelve, vuelve, desde allí en donde esté. Familia Crisomelidea, sí: vos, yo, nuestros muertos y nuestros hijos, nuestra poesía y nuestro inmenso silencio. No un museo: un antiguo deseo en marcha. Familia Chrisomelidae, y ya no importan
nuestros nombres.
El año pasado, en Lisboa, conocí mi primer fin de año en invierno. Mientras iba solo, recorriendo monumentos llovidos con una guía turística y un paraguas maltrecho, comprendí con cierta envidia para qué se sirven turrones, nueces, chocolates, en las fiestas: para esperar, para invitar, para acoger a las visitas ateridas de frío y de misterio. Y ahora que dejo de escribir y vuelvo a poner mi lápiz en la caja, ahora que cierro su tapa de vidrio, siento que escribo, sí, para volver a esperar, que acabo de tender mi mesa y la fiesta recomienza.
Y llaman a la puerta.



*De Leopoldo Brizuela.
-Publicado en la edición de Clarín del viernes 29 de diciembre del 2000.







DIFERENCIAS IRRECONCILIABLES*




Cuando un ángel llora
No amanece.
Cuando un ángel sufre
Caen estrellas.

Cuando un ángel sueña
Reconfigura el firmamento,
Dibuja nuevas constelaciones
Borrando de nuestras mentes
Presagios, cartas astrales
Y zodiacos anteriores.

Cuando un ángel ríe
Estallan auroras boreales,
Nacen arco iris...

Cuando un humano
Ríe,
Sueña, sufre,
Llora, se desgarra,
No queda otra huella
Que la inasible memoria
A ser borrada con su muerte.



*De Marié Rojas.
La Habana. Cuba




*



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INDACOCHEA. / LA RICA. / SAN SEBASTIÁN.

J.J. ALMEYRA. / INGENIERO WILLIAMS. / GONZÁLEZ RISOS.

PARADA KM 79. / ENRIQUE FYNN. / PLOMER.

KM. 55. / ELÍAS ROMERO. / KM. 38.

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