jueves, octubre 22, 2009
ESAS SEÑALES QUE SOLEMOS PASAR DE LARGO SIN RECONOCER...
TODO*
“Todo interpenetra en todo”
Mind and Matter
John Gliedman
Para Emilse Zorzut
Iba rumbo a la oficina de correos. Había concluido la impresión de las tres copias exigidas de su novela casi en el límite del tiempo.
Un perro se enredó entre sus piernas, casi la hace caer; aunque pudo sostenerse de un poste, el sobre cayó al fango.
Entre lágrimas lo recogió, maldiciendo al animal; tuvo la tentación de echar el sobre al primer colector de basura, pero se arrepintió, por lo menos vería si algo se había salvado. Al llegar a casa, escapó de él la caja del CD y se abrió al chocar contra el suelo: estaba vacía. Sorprendida, comprobó el error que le hubiera costado quedar fuera de concurso – “el que no cumpla los requisitos será automáticamente descalificado” -, con las prisas, había dejado el disco dentro del ordenador.
Recordó aquel niño abatido por una gaviota antes de cruzar la calle, justo a tiempo de no ser atropellado por un coche; aquel amigo a quien un ciervo se le atravesó en la carretera y este segundo “perdido” lo salvó de un accidente unos pasos más adelante… ¿Cuántos no habrían maldecido a estos ángeles investidos de animales que acudieron en su ayuda? Hora era de comprender que en cada palpitar del universo laten al unísono nuestros corazones, que en el hálito del más simple insecto respira la magia de la creación.
Pasó la noche en vela, imprimiendo las tres copias – ninguna pudo ser salvada del barro -, y por la mañana partió de nuevo rumbo al correo, buscando con la vista al perro callejero (sabiendo que no lo encontraría), agradeciendo esta prueba de que somos parte indisoluble de un Todo que hemos de interpretar en esas señales que solemos pasar de largo sin reconocer.
*de Marié Rojas
*Dibujo: Ray Respall
ESAS SEÑALES QUE SOLEMOS PASAR DE LARGO SIN RECONOCER...
EL LARGO VIAJE DE "LA GENERACIÓN DE LA BIDÚ"*
Crónicas del Hombre Alto (n° 55)
A comienzos de 1984, influído por el entusiasmo generalizado que despertaba el flamante renacimiento de la democracia en el país, decidí comprar un ejemplar de la revista Humor. Nunca en mi despolitizada adolescencia, vivida en pleno Proceso, había tenido uno entre mis manos, pero a pesar de ello conocía por comentarios ajenos el prestigio que esa publicación había sabido ganarse durante la dictadura militar a fuerza de talento y coraje. Así que una mañana me encaminé muy resuelto al kiosco de don Levy y, cuando salí de allí con la revista en mi poder, sentí que estaba empezando a saldar una de mis tantas deudas con la historia cultural argentina más reciente. Eran tiempos de descubrir a Anacrusa y de volver a escuchar a Víctor Heredia. Tiempos de conocer "Quebracho" y "La Patagonia rebelde". Tiempos de construirse como ciudadano por fuera de los márgenes pautados en los libros de Formación Cívica.
Por aquel entonces, la revista traía una sección llamada "Humor Interior", cuyas ocho páginas se distinguían por la infrecuente concepción federal que las animaba: ninguno de los periodistas, columnistas y dibujantes que participaban en ellas era porteño. Todos pertenecían a esa vasta entelequia geográfica que suele denominarse "el interior del país".
De aquel primer encuentro con "Humor Interior" recuerdo que su Correo de Lectores ("Llorando la carta", creo que se llamaba) estaba monopolizado por la notable repercusión que había tenido una nota publicada en el número anterior, escrita por la periodista cordobesa María Rosa Grotti con el título de "La Generación de la Bidú". El tenor de las cartas resultaba muy útil para comprender de qué hablaba el artículo en cuestión. Todo indicaba que "La Generación de la Bidú" era un acertado retrato colectivo de aquella "juventud maravillosa" que, llegada a la treintena, evocaba ahora la década anterior y contemplaba, con horror y melancolía, los restos del sueño naufragado. Era evidente que la autora había hecho blanco en zonas muy sensibles, despertando en los lectores ecos emocionales muy profundos que habían permanecido reprimidos durante demasiado tiempo.
La onda expansiva provocada por el artículo se prolongó todavía durante varios números más y lo transformó casi en un texto de culto para los seguidores de "Humor Interior". Motivo más que suficiente para potenciar mi frustración por no haberlo leído.
* * *
Mi entusiasmo juvenil de entonces -por no decir mi inconsciencia- me llevó a mandar un escrito de mi autoría a "Humor Interior" con la esperanza de que me lo publicaran. Si bien eso no ocurrió (afortunadamente, porque el artículo era bastante malo), los integrantes de la redacción me obsequiaron con un acuse de recibo que salió publicado en el Correo de Lectores del número siguiente, y en el cual me instaban a seguir insistiendo. Creo que literalmente salté de la alegría al descubrirlo. Ahora puede sonar pueril pero a mis 19 años no era común ver mi nombre impreso, y menos en una revista de circulación nacional. El sólo hecho de estar mencionado allí me parecía todo un logro que me auguraba un futuro auspicioso. Por supuesto, aquel ejemplar de Humor fue debidamente guardado en mi archivo como un tesoro.
Si aún conservo aquella página entre mis papeles, inexorablemente amarilleada por el correr de los años, no es tanto por las razones ya apuntadas, sino más bien porque la vida vino a otorgarle, con retroactividad, una significación inesperada. Sucede que, inmediatamente a continuación del acuse de recibo de mi nota, había otro referido a una carta en la que un tal Horacio Rossi, también santafesino, derramaba halagos sobre la autora de "La Generación de la Bidú". La facilidad para retener nombres que me caracteriza me permitió registrar sin problemas el de aquel conciudadano desconocido que, por obra del azar, se había transformado en vecino ocasional de mis quince milímetros de fama.
Tuvieron que pasar tres años para que ese nombre se uniera a una persona de carne y hueso y yo descubriera que el tal Horacio Rossi era poeta. Y debieron pasar todavía dos años más para llegar a tener trato directo con él. Después -las vueltas de la vida, suele decir la gente- el tiempo hizo su trabajo de tejedor artesanal y terminamos siendo amigos. Compañeros de ruta en esto de la escritura y la difusión cultural, compartí con él numerosos encuentros, de los artísticos y de los que fluyen serenos alrededor de una botella de vino. Alguna vez le referí el episodio de los acuses de recibo contiguos en "Humor Interior" y hablamos sobre el dichoso artículo de la Grotti. Sabedor de que Horacio era de acumular infinidad de papeles en su biblioteca, le pregunté como al descuido si por casualidad no había conservado aquella revista. Me contestó que no y acabó así con mis modestas esperanzas al respecto.
* * *
Hace unos meses, mi amigo Mario recibió un mail enviado desde la ciudad de Rafaela por un remitente desconocido: el Taller "Leer porque sí". Vano sería, por supuesto, tratar de entender cómo fue que la dirección electrónica de Mario quedó integrada a la lista de destinatarios de aquel mensaje; Internet, ya se sabe, está atravesada por sorpresas de este tipo. Lo cierto es que, apenas comprobó que se trataba de una cuestión literaria, Mario me reenvió el mail. Lo hizo, claro, sin poder siquiera sospechar la puntada de excitación que habría de alojarse en la boca de mi estómago cuando, al revisar mi correo, encontré en mi bandeja de entrada un mail cuyo asunto rezaba, ni más ni menos: "La Generación del Bidú". Me quedé petrificado frente al monitor mientras en mi cabeza, a pesar de la vocal ausente, repicaba la pregunta obvia: ¿sería ese mail lo que estaba pensando?
Era.
* * *
Fue una sensación extraña la de leer el artículo después de tanto tiempo. Es indudable que no ha perdido su vigencia -lo cual habla bien de su valor testimonial y muy mal de nosotros como sociedad- pero también es innegable, abrumadoramente innegable que el contexto histórico y personal reinante en 1984 poco tiene que ver con el actual. Humor ya no existe, Horacio se murió, los perfumes primaverales de la democracia se marchitaron, la creencia masiva en un futuro inmediato mejor ya no flota en el ambiente y mi adolescencia es una costa que se divisa lejana ahora que navego mar adentro las aguas de la adultez. Resulta imposible, entonces, no ceder a cierta impresión de desajuste temporal, como si uno encontrara en la calle, volviendo del trabajo, la figurita difícil que nunca pudo conseguir en la infancia.
Han pasado veinticinco años, claro. Que en la existencia de cualquier mortal es como decir la eternidad. Sin embargo, rescatado del silencio vaya uno a saber cómo y por quién, "La generación de la Bidú" se resiste a desvanecerse en el olvido y sale en busca de nuevos lectores, incluso de algunos tardíos como yo. Y son tantos los recuerdos que remueve su irrupción extemporánea, que me resulta fascinante la reconstrucción de su larga travesía, el juego de imaginar la intrincada trama de causas y azares que debieron confabularse para que yo pudiera llegar a leerlo.
El Taller "Leer porque sí" me tiene ahora entre los receptores habituales de sus envíos. María Rosa me ha confesado que la hice emocionar contándole esta historia. Yo he redactado una crónica hablando sobre ellos. El tiempo sigue labrando sus urdimbres secretas.
Las vueltas de la vida, suele decir la gente.
*de Alfredo Di Bernardo. alfdibernardo@fibertel.com.ar
APOSTILLA TRISTE*
(Crónica -casi inverosímil- de la crónica anterior)
Apenas terminé de leer el artículo de María Rosa, y viendo que por suerte la gente de Rafaela había tenido la buena idea de incluir en el mismo su dirección electrónica, sentí que era necesario ponerla en conocimiento de lo que había pasado y le escribí un mail contándole esta historia. Me lo contestó al día siguiente, confesándome que se había emocionado, que le parecía increíble que un texto suyo escrito hace tanto pudiera seguir generando interés. Me dijo también que hasta le daban ganas de escribir un cuento sobre el tema. "Dale", la animé, "vos escribí el cuento, yo escribo una crónica y despúés intercambiamos figuritas".
Empecé a escribir "El largo viaje..." a mediados de septiembre. En líneas generales, la crónica estuvo lista con bastante rapidez. Sin embargo, para gran ansiedad, decepción y hasta enojo de mi parte, no podía cerrarla. Tenía decidida la última frase, pero no conseguía hacerla coordinar con el párrafo anterior. Había algo en la parte donde menciono a María Rosa que hacía ruido y desentonaba, algo que fallaba y no sabía por qué.
El lunes 19 pasé en limpio lo que había garabateado el fin de semana y no quedé muy conforme. Para escapar de la sensación de estar empantanado sin remedio, decidí leer el artículo de nuevo. Al rastrearlo en Google, descubrí con un asombro descomunal que ese mismo día lo habían publicado en el diario "La Mañana" de Córdoba. La cosa violentaba toda lógica: ¿cómo podía ser que publicaran un artículo escrito veinticinco años atrás el mismo día que yo estaba terminando una crónica que hablaba justamente sobre ese mismo artículo? Le escribí un mail a María Rosa contándoselo para comparir con ella mi incredulidad. No me contestó. Tuve un mal presentimiento. Volví a meterme en el Google al día siguiente y entonces apareció, en un diario del domingo 18, la noticia que no quería leer: "Falleció ayer la periodista María Rosa Grotti".
Por lo general, soy de buscar señales en lo cotidiano, mensajes que el universo podría estar poniendo a nuestro alcance para decirnos algo. Es probable que a veces exagere con esas búsquedas y las cosas sean así de simples, así de frágiles. Pero en ocasiones como ésta la palabra "coincidencia" me resulta de una estrechez inaceptable. "El largo viaje..." habla del destino, especula sobre la aparente inevitabilidad de ciertos acontecimientos y encuentros. ¿Cómo no preguntarse, entonces, por qué escribí esta crónica ahora y no en agosto? ¿Cómo no dudar acerca de las verdaderas causas por las que no podía terminarla?
Ahora mi crónica encontró un final. Lástima. Es el que menos me gusta. Hubiera preferido uno en el que María Rosa se volvía a emocionar.
Las vueltas de la vida, suele decir la gente.
*de Alfredo Di Bernardo. alfdibernardo@fibertel.com.ar
De cómo me hice hincha de Rosario Central*
hubo una edad en que el fútbol era excluyente. Si no podíamos practicarlo, lo teníamos siempre presente en las conversaciones, en los dibujos que hacíamos al margen del cuaderno escolar, en las figuritas que reproducían el rostro de los jugadores, y que coleccionábamos para pegar en un álbum , en la atención que poníamos al escuchar los partidos en la vieja radio eléctrica de entonces, en las lecturas de la revista “El Gráfico”, en busca siempre de la foto donde el crack preferido hacía un gol de “palomita” o el arquero que saltaba hacia las nubes atenazando una pelota y a los que nosotros luego trataríamos de imitar en ese potrero que en verdad era la cortada de gramillas peladas por nuestros “picados”, la misma cortada que remataba en la casa de don Juan Peralta, justito antes de que el campo nos invadiera con el olor penetrante de la alfalfa y el tremolar de los trigales y el silbido de los eucaliptos de las chacras cercanas.
Por aquel tiempo alto, lejano, irrecuperable y no sé si tan hermoso, pero hermoso al menos en el recuerdo y muy distinto al de ahora, uno transitaba –¡pobre gorrioncito suelto!- los resquicios que le permitían los mayores. Y una de las tareas consistía en cumplir con los mandados. Y había uno que era un ritual paterno: la compra del diario Rosario, por ejemplo. Aunque mi padre lo compraba sólo los lunes porque traía una amplia información deportiva y sobre todo del fútbol donde me llamaba la atención porque los resultados estaban impresos sobre un circulito negro, los goles en tinta blanca de modo que saltaban más pronto la cara de la derrota o la sonrisa relajante del triunfo.
Yo ya había elegido sufrir, yo ya había elegido un equipo que por aquellos años andaba peleando el descenso y me obligaba a mirar la tabla de posiciones desde abajo hacia arriba. Todavía no estábamos acostumbrados a las buenas campañas ni a dar la vuelta olímpica, ni a competir en los torneos internacionales ni a entreverarnos siempre con los que van en lo alto de la tabla de posiciones.
Tengo absolutamente claro, preciso y grabado a fuego el momento en que pronuncié su nombre glorioso por primera vez. Lo que ignoro e ignoraré ya para siempre es la razón oscura que me llevó a elegir esos colores porque nada me influía para ello.
Es bien sabido que en los pueblos casi todos son o eran al menos en aquel tiempo de Boca o de River, ya que aquello que fascina a los pequeños hinchas es el éxito de los campeones, nadie se hace libremente hincha de un club que va último, como es obvio. Nadie, claro, salvo yo.
En general el hincha es inducido desde muy pequeño: o sigue la tradición familiar o la trasgrede violentamente, por ejemplo, a un padre de River le sale un hijo de Boca, y en general es el más chico o el más rebelde. Pero a veces, otros parientes cercanos o algún amiguito mayor influye, porque es raro a una edad tan corta ser independiente en sus juicios y tal fue mi caso. Yo elegí haciendo uso de mi libre albedrío. Lo hice frente a la presión de mis tíos paternos, quienes eran de Boca o de River y hasta había uno de Independiente y el Kelo que era de San Lorenzo de Almagro.
Ahora bien, en mi barrio, en el viejo “Jazmín” de entonces, todos los chicos eran hinchas de Racing Club, que venía ganando campeonatos desde por lo menos tres o cuatro años atrás. De Racing eran los hermanos Suárez, los dos Balquinta, los tres López, los tres Correa, el Toto Míguez, el Tago Sánchez, Roberto Escudero, Tigre Compañy, los dos Mansilla, el Pichi Vega y otros que se me escapan sigilosamente del recuerdo.
El instante en que los colores gloriosos entraron en mi corazón para siempre lo tengo como dije antes, totalmente consciente y lo paso a relatar.
En uno de sus tantos viajes, mi tío Kelo, a la sazón marinero, me interrogó con una insistencia digna de mejor causa sobre mis preferencias, con la intención poco disimulada de convertirme en “cuervo”, es decir en hincha se los Gauchos de Boedo, de San Lorenzo de Almagro, ofreciéndome como para sobornarme el regalo de un equipo completo: botines, pantaloncito , medias y camiseta azulgranas. Ante mi empecinamiento y mi negativa, concedió en tono conciliador:
- Bueno, te traigo el mismo equipo pero de tu cuadro. ¿De quién sos hincha?. Y allí escucho la voz de la musa, el toque de Palas Atenea, las palabras que se mantendrán hasta romperse un día, pero no doblegarse jamás ante ninguna contingencia que traigan los reveses futbolísticos:
- De Rosario Central, dije firme y convencido.
- Trato hecho, me dijo el Kelo y me dio la mano como a los grandes.
Y el Kelo partió con la promesa, ante mi ansiedad y el escepticismo de mi padre, quien se basaba en hechos de la realidad para no creerle. Los diversos juguetes que decía me había traído de Estados Unidos y que en la Aduana no le permitían ingresar y tal vez fuera probable, ya que en el primer peronismo había una fuerte protección por todo lo que fuera industria nacional.
Pero cuál no sería mi sorpresa cuando mi tío se apareció un día en que yo ya me había olvidado de la promesa, con un paquete y lo puso sobre la mesa de pino del comedorcito de piso de ladrillos.
Imagine cada lector la ansiedad que mis breves manos de entonces pudieron poner para abrir ese paquete y los minutos que me habrán parecido una eternidad. Pero allí estaba todo y aclaro que en ese tiempo alto y glorioso, los “sponsors” no existían, así que los colores del club y la señera camiseta no era como ahora un cartel lleno de letras, sino unos bastones amarillos y azules, como corresponde. Esto, amén del pantaloncito, más las medias azules con vistos amarillos cerca de la rodilla y ¡oh gloria mayor! los botincitos que tal vez fueran de la marca Sportlandia. Esos botincitos que nadie tenía en el pueblo, ninguno de los chicos y claro, era privilegio de los grandes que uno veía correr los domingos, cepillando la gramilla de la cancha del Huracán F.B.C.
Así, sin aparente razón para nadie, empecé mi carrera de hincha, convencido que es para siempre, ya que como dice mi amigo el Tigre Compañy:
- De mujer se cambia, de colores no.
Las pasiones nunca son materia para razonar, pero las del hincha de fútbol mucho menos razonables que ninguna que los seres humanos ostentan.
El canillita al que yo le compraba para mi viejo el diario Rosario todos los lunes en el tren que hacía el trayecto Rosario-Río Cuarto, era un hombre al que yo veía obviamente viejísimo, con su carota colorada –ahora creo que de alcohólico- con un poco de rastros de viruela, sus lentecitos redondos y pequeños, el eterno cigarrillo entre los labios de donde nunca salía una palabra.
Un día, después de muchos meses en que yo religiosamente le compraba el diario me preguntó a boca de jarro:
- Pibe, ¿de quién sos hincha vos...?
- De Rosario Central, dije, sacando pecho y creo que elevando un poco los talones para ponerme en puntas de pie.
- Pucha –me contestó- tan chiquito y ya tan sufrido.
Eso fue todo. Luego en los sucesivos lunes donde yo cumplía el ritual, nada más me dijo. Se limitaba a tomar mis monedas y entregarme el diario, que empezó a venir luego con un suplemento de historietas y con un personaje que me fascinaba y que era El Fantasma.
Nunca supe si era un leproso resentido o un canalla sufrido como yo en esos tiempos remotos donde había que ser más que guapo para defender los colores auriazules. Muy guapo o muy chico y lleno de sueños como yo.
Sueños de grandeza, que como todos saben, se cumplieron con creces y yo fui un adelantado, porque ser hincha de Central en Rosario era fácil pero serlo en mi pueblo, en ese tiempo, una temeridad.
*de Jorge Isaías. jisaias46@yahoo.com.ar
*
Estoy pagando con poligamia
mi inermidad
Y así sería con monogamia:
todo precio
es altísimo.
*
Es triste:
alguno de los dos
debió haber avanzado
sobre el otro.
*
Del miedo (a vivir, a sobresalir, a sucumbir)
yo no sé nada:
inquiéranle a
absolutísimamente
todos los demás.
*
¡Cuánto hacía
que no te tenía
por allí!
*
Mientras no te enteres
de cuánto me admiras
no cesarás de combatirme
ignorándome.
*
Mortecina
esto es:
mortuoria
le cae a mi hastío
tu luz.
*
Mis besos
mis caricias te pusieron contra la pared
Asúmelo:
soy espada
y tu única salida.
*
Me fueron quedando de camino
algunas verdades
y un resto de paisajes
estupefacientes.
*
¿Qué es buscarse
desde haberse encontrado?:
un gran
coito.
*Textos de Rolando Revagliatti. revadans@yahoo.com.ar
*
Queridas amigas, apreciados amigos:
Este domingo 25 de octubre de 2009 presentaremos en la Radiofabrik Salzburg (107.5 FM), entre las 19:06 y las 20:00 horas (hora de Austria!), en nuestro programa bilingüe Poesía y Música Latinoamericana, música de los compositores peruanos Ernesto López Mindreau, Octavio Polar y Federico Gerdes. Las poesías que leeremos pertenecen a Cristina Pizarro (Argentina) y la música de fondo será de La Posta (Argentina). ¡Les deseamos una feliz audición!
ATENCIÓN: El programa Poesía y Música Latinoamericana se puede escuchar online en el sitio www.radiofabrik.at
(Link MP3 Live-Stream. Se requiere el programa Winamp, el cual se puede bajar gratis de internet)!!!! Tengan por favor en cuenta la diferencia horaria con Austria!!!! (Recomendamos usar http://24timezones.com/ para conocer las diferencias horarias).
REPETICIÓN: La audición del programa Poesía y Música Latinoamericana se repite todos los jueves entre las 10:06 y las 11:00 horas (de Austria!), en la Radiofabrik de Salzburgo!
Freundliche Grüße / Cordial saludo!
YAGE, Verein für lat. Kunst, Wissenschaft und Kultur.
www.euroyage.com
Schießstattstr. 37 A-5020 Salzburg AUSTRIA
Tel. + Fax: 0043 662 825067
*
Cachi ... Peña de soledad
Paisaje hermoso, en lengua Kakán ...
Ocasión de nombrar la verdad con belleza ...
Por ello: Ocasión de Poesía.
Horacio C. Rossi -en la terraza-
Familiares y amigos de Horacio C. Rossi (1953/2008) lo invitan a la presentación del libro POEMA DE CACHI, escrito en que nos habla de su último viaje (Septiembre 2007) al noroeste argentino visitando, precisamente, las Ruinas de Cachi.
La cantante Nilda Godoy le dará brillo a la presentación con su voz y músicos que la secundan.
Día: 29 de Octubre de 2008.
Hora: 20.15
Lugar: Cine Auditorio de ATE –San Luis 2854 * Santa Fe-
AUSPICIAN: ATE– El Arca del Sur– SADE– ASDE– LuzAzuL– Asociación Cultural El Puente – Programa “Soberanía y Cultura” (Radio Nacional)
*
Inventren Próxima estación: CASBAS.
Colaboraciones a inventivasocial@yahoo.com.ar
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*
LA JIRIBILLA.
-Revista de cultura cubana.-
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