viernes, mayo 13, 2011

LA PRIMERA MAÑANA DEL TIEMPO...


-Dibujo: Ray Respall Rojas.




Cinta De Möbius*


Tengo en mis manos tres cristales circulares
Como el destino, transparentes como el céfiro,
Como el soplo de los dioses – caprichosos -,
Que regresa y se repite, soplo eterno.
En uno, claro como el alma,
Atrapé el bosque, el amarillo sendero,
Nuestro árbol, sus guardianes, mi trébol de cuatro hojas,
Mis duendes, mis tapices, el oráculo del viento.
En aquel que refleja a quien lo mire,
Guardé todo nuestro océano, gaviotas,
Tu rosa del desierto, un mechón de tus cabellos,
Tu barquito hecho de nueces, tus remos de marinero.
En el más amado, el más oscuro,
Capturé la nube que sobrevuela nuestros sueños:
Alfombra infinita que te trae, paso a paso,
A la isla en que te espero.



*De Marié Rojas.
(De "Memorias del pescador")








*


Como diferenciar lo que en este momento escribo
Cuando escribo del amor
Que es ese sentimiento que tanto idealizamos
Cuando aparece el hastío
La luna se pierde en puntos suspensivos
En esos que dejan a la calidez
Con trazos tenues o difusos
Que desdibujan la alegría del compartir
Las muecas de insatisfacción
Del aburrimiento y la incomunicación
Son puntuaciones incoherentes
Los bostezos, las caras de mal humor son
Trazos de compromiso insostenible
Porque las líneas de lo que escribo
Se solventan en la monotonía de la simulación.-



*De Azul. azulaki@hotmail.com







LA ESCRITURA DEL DIOS*



*DE JORGE LUIS BORGES.
-El Aleph-



La cárcel es profunda y de piedra; su forma, la de un hemisferio casi perfecto, si bien el piso (que también es de piedra) es algo menor que un círculo máximo, hecho que agrava de algún modo los sentimientos de opresión y de vastedad. Un muro medianero la corta; éste, aunque altísimo, no toca la parte superior de la bóveda; de un lado estoy yo, Tzinacán, mago de la pirámide de Qaholom, que Pedro de Alvarado incendió; del otro hay un jaguar, que mide con secretos pasos iguales el tiempo y el espacio del cautiverio. A ras del suelo, una larga ventana con barrotes corta el muro central. En la hora sin sombra se abre una trampa en lo alto,, y un carcelero que han ido borrando los años maniobra una roldana de hierro, y nos baja en la punta de un cordel, cántaros con agua y trozos de carne. La luz entra en la bóveda; en ese instante puedo ver al jaguar.
He perdido la cifra de los años que yazgo en la tiniebla; yo, que alguna vez era joven y podía caminar por esta prisión, no hago otra cosa que aguardar, en la postura de mi muerte, el fin que me destinan los dioses. Con el hondo cuchillo de pedernal he abierto el pecho de las víctimas, y ahora no podría, sin magia, levantarme del polvo.
La víspera del incendio de la pirámide, los hombres que bajaron de altos caballos me castigaron con metales ardientes para que revelara el lugar de un tesoro escondido. Abatieron, delante de mis ojos, el ídolo del dios; pero éste no me abandonó y me mantuvo silencioso entre los tormentos. Me laceraron, me rompieron, me deformaron, y luego desperté en esta cárcel, que ya no dejaré en mi vida mortal.
Urgido por la fatalidad de hacer algo, de poblar de algún modo el tiempo, quise recordar, en mi sombra, todo lo que sabía. Noches enteras malgasté en recordar el orden y el número de unas sierpes de piedra o la forma de un árbol medicinal. Así fui revelando los años, así fui entrando en posesión de lo que ya era mío. Una noche sentí que me acercaba a un recuerdo preciso; antes de ver el mar, el viajero siente una agitación en la sangre. Horas después empecé a avistar el recuerdo: era una de las tradiciones del dios. Éste, previendo que en el fin de los tiempos ocurrirían muchas desventuras y ruinas, escribió el primer día de la Creación una sentencia mágica, apta para conjurar esos males. La escribió de manera que llegara a las más apartadas generaciones y que no la tocara el azar. Nadie sabe en qué punto la escribió, ni con qué caracteres; pero nos consta que perdura, secreta, y que la leerá un elegido. Consideré que estábamos, como siempre, en el fin de los tiempos y que mi destino de último sacerdote del dios me daría acceso al privilegio de intuir esa escritura. El hecho de que me rodeara una cárcel no me vedaba esa esperanza; acaso yo había visto miles de veces la inscripción de Qaholom y sólo me faltaba entenderla.
Esta reflexión me animó, y luego me infundió una especie de vértigo. En el ámbito de la tierra hay formas antiguas, formas incorruptibles y eternas; cualquiera de ellas podía ser el símbolo buscado. Una montaña podía ser la palabra del dios, o un río o el imperio o la configuración de los astros. Pero en el curso de los siglos las montañas se allanan y el camino de un río suele desviarse y los imperios conocen mutaciones y estragos y la figura de los astros varía. En el firmamento hay mudanza. La montaña y la estrella son individuos, y los individuos caducan. Busqué algo más tenaz, más invulnerable. Pensé en las generaciones de los cereales, de los pastos, de los pájaros, de los hombres. Quizá en mi cara estuviera escrita la magia, quizá yo mismo fuera el fin de mi busca. En ese afán estaba cuando recordé que el jaguar era uno de los atributos del dios.
Entonces mi alma se llenó de piedad. Imaginé la primera mañana del tiempo, imaginé a mi dios confiando el mensaje a la piel viva de los jaguares, que se amarían y se engendrarían sin fin, en cavernas, en cañaverales, en islas, para que los últimos hombres lo recibieran. Imaginé esa red de tigres, ese caliente laberinto de tigres, dando horror a los prados y a los rebaños para conservar un dibujo. En la otra celda había un jaguar; en su vecindad percibí una confirmación de mi conjetura y un secreto favor.
Dediqué largos años a aprender el orden y la configuración de las manchas. Cada ciega jornada me concedía un instante de luz, y así pude fijar en la mente las negras formas que tachaban el pelaje amarillo. Algunas incluían puntos; otras formaban rayas trasversales en la cara interior de las piernas; otras, anulares, se repetían. Acaso eran un mismo sonido o una misma palabra. Muchas tenían bordes rojos.
No diré las fatigas de mi labor. Más de una vez grité a la bóveda que era imposible descifrar aquel testo. Gradualmente, el enigma concreto que me atareaba me inquietó menos que el enigma genérico de una sentencia escrita por un dios. ¿Qué tipo de sentencia (me pregunté) construirá una mente absoluta? Consideré que aun en los lenguajes humanos no hay proposición que no implique el universo entero; decir el tigre es decir los tigres que lo engendraron, los ciervos y tortugas que devoró, el pasto de que se alimentaron los ciervos, la tierra que fue madre del pasto, el cielo que dio luz a la tierra. Consideré que en el lenguaje de un dios toda palabra enunciaría esa infinita concatenación de los hechos, y no de un modo implícito, sino explícito, y no de un modo progresivo, sino inmediato. Con el tiempo, la noción de una sentencia divina parecióme pueril o blasfematoria. Un dios, reflexioné, sólo debe decir una palabra, y en esa palabra la plenitud. Ninguna voz articulada por él puede ser inferior al universo o menos que la suma del tiempo. Sombras o simulacros de esa voz que equivale a un lenguaje y a cuanto puede comprender un lenguaje son las ambiciosas y pobres voces humanas, todo, mundo, universo.
Un día o una noche -entre mis días y mis noches ¿qué diferencia cabe?- soñé que en el piso de la cárcel había un grano de arena. Volví a dormir; soñé que los granos de arena eran tres. Fueron, así, multiplicándose hasta colmar la cárdel, y yo moría bajo ese hemisferio de arena. Comprendí que estaba soñando: con un vasto esfuerzo me desperté. El despertar fue inútil: la innumerable arena me sofocaba. Alguien me dijo: "No has despertado a la vigilia, sino a un sueño anterior. Ese sueño está dentro de otro, y así hasta lo infinito, que es el número de los granos de arena. El camino que habrás de desandar es interminable, y morirás antes de haber despertado realmente."
Me sentí perdido. La arena me rompía la boca, pero grité: "Ni una arena soñada puede matarme, ni hay sueños que estén dentro de sueños." Un resplandor me despertó. En la tiniebla superior se cernía un círculo de luz. Vi la cara y las manos del carcelero, la roldana, el cordel, la carne y los cántaros.
Un hombre se confunde, gradualmente, con la forma de su destino; un hombre es, a la larga, sus circunstancias. Más que un descifrador o un vengador, más que un sacerdote del dios, yo era un encarcelado. Del incansablee laberinto de sueños yo regresé como a mi casa a la dura prisión. Bendije su humedad, bendije su tigre, bendije el agujero de luz, bendije mi viejo cuerpo doliente, bendije la tiniebla y la piedra.
Entonces ocurrió lo que no puedo olvidar ni comunicar. Ocurrió la unión con la divinidad, con el universo (no sé si estas palabras difieren). El éxtasis no repite sus símbolos: hay quien ha visto a Dios en un resplandor, hay quien lo ha percibido en una espada o en los círculos de una rosa. Yo vi una Rueda altísima, que no estaba delante de mis ojos, ni detrás, ni a los lados, sino en todas partes, a un tiempo. Esa Rueda estaba hecha de agua, pero también de fuego, y era (aunque se veía el borde) infinita. Entretejidas, la formaban todas las cosas que serán, que son y que fueron, y yo era una de las hebras de esa trama total, y Pedro de Alvarado, que me dio tormento, era otra. Ahí estaban las causas y los efectos, y me bastaba ver esa Rueda para entenderlo todo, sin fin. ¡Oh dicha de entender, mayor que la de imaginar o la de sentir! Vi el universo y vi los íntimos designios del universo. Vi los orígenes que narra el Libro del Común. Vi las montañas que surgieron del agua, vi los primeros hombres de palo, vi las tinajas que se volvieron contra los hombres, vi los perros que les destrozaron las caras. Vi el dios sin cara que hay detrás de los dioses. Vi infinitos procesos que formaban una sola felicidad, y, entendiéndolo todo, alcancé también a entender la escriturad del tigre.
Es una fórmula de catorce palabras casuales (que parecen casuales), y me bastaría decirla en voz alta para ser todopoderoso. Me bastaría decirla para abolir esta cárcel de piedra, para que el día entrara en mi noche, para ser joven, para ser inmortal, para que el tigre destrozara a Alvarado, para sumir el santo cuchillo en pechos españoles, para reconstruir la pirámide, para reconstruir el imperio. Cuarenta sílabas, catorce palabras, y yo, Tzinacán, regiría las tierras que rigió Moctezuma. Pero yo sé que nunca diré esas palabras, porque ya no me acuerdo de Tzinacán.
Que muera conmigo el misterio que está escrito en los tigres. Quien ha entrevisto el universo, quien ha entrevisto los ardientes designios del universo, no puede pensar en un hombre, en sus triviales dichas o desventuras, aunque ese hombre sea él. Ese hombre ha sido él, y ahora no le importa. Qué le importa la suerte de aquel otro, qué le importa la nación de aquel otro, si él, ahora, es nadie. Por eso no pronuncio la fórmula, por eso dejo que me olviden los días, acostado en la oscuridad.






TESTIMONIO FEHACIENTE*



Yo nací
donde no lo había nada
salvo la férrea
convicción humana
de querer vivir todo
al máximo


*De Daniel Montoly. danielmontoly@yahoo.es







El Hain*

Un mito que contradice el dogma paterno


*Por César Hazaki. cesar.hazaki@topia.com.ar



“Yo no sé indicar dónde se sitúan en este desarrollo las grandes divinidades maternas que quizá precedieron universalmente a los dioses paternos”.
Sigmund Freud, Tótem y Tabú



¿Y si no fue así?

Este artículo se pregunta sobre uno de los pilares de la teoría psicoanalítica: las ideas que Freud despliega en Tótem y Tabú. Allí fundamenta a la organización social como consecuencia del asesinato del padre de la horda. De esa alianza fraterna que acomete el parricidio Freud hilvana el inicio del sistema patriarcal, el sentimiento de culpa, el tabú del incesto y la manera en que se establece la exogamia. Para Freud los descubrimientos que hallaban, tanto él como los primeros y apasionados psicoanalistas, en sus pacientes le daba pie a las ideas del capítulo: “El retorno del totemismo en la infancia”.
Dicha articulación dio pie a innumerables desarrollos que han ayudado a sostener la cuestión del padre a nivel de un dogma incuestionable. Ante la gravedad que esta imposición dogmática impuso, e insiste en que se repita sin cuestionamientos, anima este artículo una pregunta: ¿Existe alguna posibilidad de encontrar en Argentina alguna cultura cuyos rastros permitan poner en cuestión esa hipótesis de Sigmund Freud, es decir, que muestre otra explicación de cómo se estableció el patriarcado?
Nos alienta el haber dado con una cultura que nos da otra versión de cómo y por qué se organizó el patriarcado, la misma ha dejado un mito que cuenta que no hubo parricidio, sino asesinato masivo de mujeres.


Los selk´man
Los selk´man desaparecieron en el siglo XX víctimas del genocidio que los blancos realizaron cuando llegaron a la Isla Grande de Tierra del Fuego. Nos legaron una rica herencia cultural, de ella nos interesa el ritual de iniciación de los varones denominado Hain, que cuenta el supuesto pasaje de la cultura matrilineal a la patrilineal que, dentro de la cosmogonía selk´man, fundamentaba el patriarcado.[1]
Pese a vivir en una isla los selk´man no eran navegantes. Parientes de los tehuelches del continente, no se sabe cómo arribaron a la Isla Grande, llegaron y andaban de a pie: “La cultura de estos cazadores-recolectores ocupa un lugar de privilegio en el registro antropológico por razones de peso. Primero por tratarse de una cultura prístina, es decir, que surge (…) de una sola fuente desde los tiempos más remotos, la de la tradición cazadora-recolectora, fuente primaria de todas las culturas humanas (…) tuvieron muy poco contactos con los blancos hasta 1880, cuando se inició la colonización de su isla de modo que la memoria e incluso la experiencia de los que sobrevivieron se remontaban a una época en que la cultura estaba casi intacta”.[2] Se comprenderá entonces el valor que le otorgamos a la herencia cultural de un grupo con más de 11.000 años de antigüedad, que vivió como en el paleolítico hasta finales del siglo XIX.
Vivían en familias que podían tener entre 30/40 integrantes, en territorios claramente delimitados denominados haruwen, cada individuo pertenecía a un linaje patrilineal y a un territorio.
Chapman sostiene que eran poblaciones que no pasaban hambre: “el hábitat de los selk´man, aunque situado en el extremo austral del hemisferio, no era una región marginal, pobre en recursos, sino más bien favorable para este género de vida pues había sustentado poblaciones durante más de diez mil años (…) no era pues un lugar de refugio que limitara la expresión cultural de sus habitantes”.[3] Eran parte de la variada dieta: el guanaco, el zorro, el lobo marino, la grasa y carne de ballena, roedores tucu tucu, aves y peces, más diversos vegetales.


Organización social
Gusinde señalaba que los “... miembros de cada familia, más exactamente: hombre, mujer e hijos, constituyen en el sostenimiento de la casa una cerrada comunidad de trabajo, que existe y labora con independencia de las demás. No hay diferencias de clases bajo el punto de vista del trabajo, ni bajo otras consideraciones, así como tampoco se encuentran sometidos los miembros de la tribu a una autoridad superior común”.[4]
La sociedad selk'man no habría contado con jefes u órganos de autoridad como consejo de ancianos, etc. Pese a ello existía una jerarquía -chamanes, sabios y profetas- que ocupaban los hombres.


Trabajo
Existía una división sexual del trabajo. Las mujeres estaban al cuidado de los hijos, realizar cestos, curtir cueros, recolectar raíces y huevos, cazar roedores, pescar con lanzas en lagunas pequeñas y cargar con todos los elementos del campamento cuando se trasladaban de un lugar a otro.
La actividad central de los hombres era la caza, para la misma era necesario saber construir y manejar el arco y la flecha, conocer las costumbres de las presas, aprender a adiestrar perros, seguir huellas y preparar emboscadas, eran los que trozaban y repartían la carne.
Tenían una técnica para conservar alimentos durante, por lo menos, cuatro semanas. Gusinde hace notar que: “La ayuda mutua espontánea libera a todos de la preocupación por el futuro y del esfuerzo por conservar de una manera especial determinadas cantidades de alimentos”[5]. Esta sociabilidad, donde cada familia se proveía a sí misma, no perdía de vista que su pertenencia al linaje establecía la colaboración entre sus integrantes. Además era una cultura altamente competitiva y guerrera.


El mito
Chapman afirma que la posibilidad de que las mujeres tomaran el poder era considerado por los varones como un peligro inminente. Estaban convencidos de que debían sostener a toda costa la alianza entre hombres, se obligaban a mantener el secreto de cómo los hombres habían logrado dominarlas: “En la época hoowin (tiempo mítico), las mujeres gobernaban sin piedad a los hombres. Los obligaban no sólo a cazar y a proveer lo necesario para la subsistencia, sino también a ocuparse de los niños y a desempeñar todas las tareas domésticas. Los hombres vivían en medio del terror y el sometimiento. (…) las mujeres se reunían solas (…) A ellos no les era permitido sentarse en el círculo de las mujeres cuando éstas deliberaban. (…) Las mujeres temían que (los hombres) se rebelaran y dejaran de obedecerles (…) se les ocurrió engañar y atemorizar a los hombres disfrazándose de espíritus: “inventaron” la ceremonia del Hain”.[6]
Los hombres eran más fuertes y estaban armados, de comprender la situación se hubieran rebelado y asesinado a las mujeres. Era necesario que los varones aceptaran a estos espíritus caprichosos y tiránicos -que no eran otras que las propias mujeres de la comunidad disfrazadas muy elaboradamente- que supuestamente surgían desde el centro de la tierra o bajaban del cielo a la gran choza ritual.
Mientras los hombres creían en el Hain, proveían a los “espíritus” de la choza ritual toda la comida que se les pedía, dentro ella las mujeres se divertían y se burlaban de la ingenuidad masculina. Todo iba bien hasta que Sol pasó por la choza y observó la verdad: que los espíritus eran las mujeres disfrazadas y que estaban ensayando las próximas escenas para atemorizar a los hombres. No hizo falta más para que Sol comprendiera que todo era una farsa teatral para mantener sojuzgados a los hombres.
Los varones se organizaron y rebelaron. Organizaron la matanza de todas las mujeres, excepto las pequeñas. A éstas las criaron bajo el mismo mito del Hain que contaría la historia al revés, en ella los hombres encarnarían a los espíritus.
Las mujeres criadas bajo el terror a este relato mítico creerían a pie juntillas en él y vivirían sometidas a estos espíritus crueles y caprichosos del Hain. De descubrir la verdad serían asesinadas sin dilación. A partir de ese momento los hombres disfrazados se recluirían en la choza grande para generar allí las representaciones teatrales que aterrorizarían a los niños y las mujeres.
Una vez terminado todo el ritual al iniciado se le revelaba toda la verdad, al quitarse los disfraces, los mayores le mostraban que tales espíritus no existían. Lo conminaban a guardar el secreto, de no hacerlo podía ser asesinado.
El mito mostraba cómo y por qué los hombres se rebelaron contra las mujeres, fundamentaba el que la tierra se heredara por vía de los varones y el por qué nunca debía permitirse que las mujeres tomaran decisiones importantes. De lo anterior se desprende el profundo temor a las mujeres que tenían los varones selk´man y cómo este miedo cohesionó a los varones.
Vemos así cómo, en esta cultura patriarcal, el ritual de pasaje de los varones es de central importancia, dado que sobre el mismo gira la condición de la dominación masculina y la salida exogámica. El ritual soldaba al joven al poder masculino. Pero no era lo único, también ordenaba asuntos dentro de la alianza entre varones.


Sexualidad y Hain
El Hain marcaba el pasaje a la adultez, se trataba de dejar la infancia y ganar el derecho a tener una familia propia. Era la forma en que los mayores iban tolerando la inclusión y competencia de las nuevas camadas de varones. Así la sexualidad adulta está vinculada a obligaciones:
a) Se debe saber sostener como cazador a la familia.
b) Es necesario preservar entre los hombres los secretos que se transmiten durante el Hain.
c) Hay que mantener el dominio sobre las mujeres, en especial sobre la propia esposa.
d) Establece cómo elegir una esposa, es decir da las pautas exogámicas.


Conclusiones
El Hain era un tiempo de sociabilidad de características extraordinarias. Su organización y preparación demuestra que se trataba de una institución cultural importantísima, tanto desde el punto de vista social como de la transmisión ideológica que producía al servicio del patriarcado.
Como mito, el Hain, nos plantea un primer asunto: si efectivamente ese matriarcado existió o no. Nada de lo que conocemos hasta ahora permite afirmarlo. Lo que es evidente es que los hombres selk´man proyectaron su terror en las mujeres y que el mismo fue la base de su alianza para mantener férreamente la dominación masculina.
Por lo anterior es necesario que nos detengamos en la hipótesis freudiana sobre el padre de la horda primitiva: “… un padre violento, celoso, que se reserva todas las hembras para sí y expulsa a los hijos varones cuando crecen (…) Un día los hermanos expulsados de se aliaron, mataron y devoraron al padre, y así pusieron fin a la horda primitiva”[7]. En esta cultura del paleolítico no se observa un padre mítico cuyo asesinato unió a los varones. Sino que se temía el poder de las mujeres, en el Hain originario eran ellas las que disfrutan en grupo, se burlaban de los varones y los sometían. Es decir todos los temores de los varones se concentran en el grupo de mujeres. Es contra ese poder que los hombres se rebelan y fundan su alianza. Se unen por este asesinato masivo de mujeres. Van contra todas y esto será el secreto primordial que permitirá la dominación patriarcal.
El terror a las mujeres de los varones se expresa en el espíritu más temido: Xalpen (la luna) que tenía características terribles: insaciable, siempre con hambre, con capacidad de matar introduciendo enfermedades espirituales a sus enemigos, etc. Según Chapman hasta el final los selk´man temían a dicho espíritu.


Incesto
En el tiempo mítico la venganza a la alianza secreta de mujeres requiere, para ser efectiva, la eliminación de todas ellas y establece un tiempo donde los hombres criaron a las niñas pequeñas para luego convertirlas en sus esposas, no es muy difícil allí inferir un momento incestuoso entre padres e hijas, el que sobrevendrá luego de una férrea disciplina impuesta por los varones. Esta situación también pone en cuestión una idea de Freud: “Es interesante poner de relieve que las primeras limitaciones producidas por la introducción de las clases matrimoniales afectaron la libertad sexual de la generación más joven, vale decir previnieron el incesto entre hermano y hermana, y entre hijos varones con su madre, mientras que el incesto entre padre e hija fue evitado sólo más tarde mediante una extensión”.[8]
Siguiendo el Hain como consecuencia del asesinato de las mujeres, las niñas pasan a manos de los hombres y se abre así un tiempo mítico incestuoso entre los padres y las hijas.
Los selk´man nos han dejado un sinnúmero de señales para seguir indagando, y habiendo estado “a la vuelta de la esquina” nos invitan a pensar sobre los orígenes, fundamento y reproducción del dogma paterno, en el caso puntual del psicoanálisis pone absolutamente en duda al padre de la horda freudiano. Nos hace poner el foco en otro posible inicio de la cultura patriarcal y, de haber existido, muestra que el asesinato primordial no fue contra el padre de la horda sino que se realizó contra la alianza de todas las mujeres.


César Hazaki. Psicoanalista
cesar.hazaki@topia.com.ar


Notas
[1] Seguiremos las investigaciones Anne Chapman y Martín Gusinde.
[2] A. Chapman, Fin de un mundo, Editorial Zagier & Urruty Publications, Buenos Aires, 2008.
[3] Idem. anterior.
[4] Idem. anterior.
[5] A. Chapman, Hain, Editorial Zagier & Urruty Publications, Buenos Aires, 2008.
[6]Idem. anterior.
[7] Freud, S., Tótem y Tabú, Obras Completas, tomo XIII. Amorrortu editores, Buenos Aires, 1980.
[8]Idem. anterior.


*Fuente: http://www.topia.com.ar/articulos/hain







a preguntarse llaman*




1

aribela no quiere depender de su marido
así que depende de su comisionista de bolsa

acaropita no quiere depender de valeriana,
[hierbas aromáticas y tiernos yuyos de
[impreciso encanto
así que depende de bencedrina, apomorfina,
[peyote, bannisteria caapi, barbitúricos y
[cortisona cuando se la inyecta endovenosamente

aglaya no quiere depender de varones que
[podrían ser su padre
así que depende de varones que podrían ser su
[hijo

anakee no quiere depender de un analista
así que depende de una psiconeurosis de defensa

anahí no quiere depender de su sed de amar
así que depende de la sed de amar del capitán
[astiz y de las hambres de infinito apego de
[sus amigos los picaneadores
¿y usted, ataliba?




2

¿adscribe usted, enrico, a la melancolía (por
[su pátina de bolero)?
¿adscribe usted, ercole, a las cuevas de
[ladrones (por aquello de la fascinación del
[delito)?
¿adscribe usted, enrichetta, a la poesía ecoica
[(por alguna estimulación conyugal)?
¿adscribe usted, eudocio, a la deliberada
[inefabilidad de los parafrásticos versos
[inmortales: “beatitud divino tesoro/como
[una hijita/te quedaste probablemente para
[siempre entre nosotros/después del
[copular” (por aquello de la hijita)?

¿y usted adscribe, eduvigi, también?




3

¿se inclina, erland, por la modestia amplificatoria?
¿se inclina, poldi, a seguir en orden a lo
[quingentésimo nonagésimo nono?
¿se inclina, renzo, por el fútbol australiano,
[la plenitud obsolescente, la división de las
[aguas y de la cegeté, el piramidalismo?
¿se inclina, licha, por la suspensión del amor
[(al estilo presumible de la referenciada
[heroína de “volvió una noche” [tango])?

¿se inclina, chona?
¿se inclina, edy, y como se arguye, inclusive
[se dobla pero no se quiebra?




4

¿le calza, walter, a usted: inspirador de confianza?
¿jacinto, a usted le calza cómodo: alnado,
[ebrioso, donostiarra? ¿jefe militar alto?
[¿paraninfo?

¿usted calza, yessi?




5

cixilona es adicta a contraer dudas
carolina es adicta a contraer machos
cecily es adicta a dejar sus huellas en las llaves
coral es adicta a tonificarse en el sufrimiento
colette es adicta a los antifaces, caretas de
[colmeneros, de esgrima o antigás, carátulas,
[mascarillas de cirujano, máscaras de la virtud,
[de pesca submarina, de madera (de la melanesia),
[de teatro griego
constance es adicta a la masturbación mediatizada
corinne es adicta a ser “el caso corinne”
clide es adicta al pito marinero y al nudo catalán
claire es adicta al muy trovado strip-tease de
[la cebolla (catáfila por catáfila)

¿y usted, charity?




6

¿es su fuerte, decudemio, francisco de quevedo,
[la polisemia, la epanástrofe (concatenación
[o conduplicación), inventar a tientas, sus
[músculos?
¿es su fuerte, diosa, la paragoge?

anímese antes de adquirir prestigio:
¿es su fuerte, douglas, tal cosa, su debilidad?



7

¿pertenece usted, idelberto, a la especie de
[los muy sujetos?
¿usted, sayana, pertenece a las henchidas de
[umbilicalismo?
¿es usted, quilímaco, de los que indultan
[genocidas?
¿pertenece usted, herbert, a la especie de los
[que sospechan que en el fondo lacustre del
[cínico hay algo, hay algo, hay algo?
¿usted, pascual, pertenece a los que se
[desorientan en los sanitarios?
¿es usted, goldsvinda, de las que cuando callan,
[acallan (se sabe) y logran no decirse (¡qué
[suerte!) y luego vomitan?

¿y usted, zulma, pertenece?




8

¿si en una de esas llegara a toparse con el que
[hay en usted, oderico, lo reconocería?
¿teme, dominique, aloquecerse, alobunarse,
[androlatrizarse?
¿se encolumnaría, omar, detrás de su secretaria?
¿“desear mucho no sé”, tamara?
¿razones policiales, alexei?
¿añorar, viviana, en una lengua muerta?
¿alguien se identifica, rené, con su
[inafectividad hacia las escalas de valores?
¿incitando a su orgasmo, sirena?
¿se ahoga o no se ahoga, orlando, en la pileta,
[después del empujón del maestro?
¿matado qué perro, otto, se acabó qué rabia?
¿se echa usted, ofelia, en ocasiones, de menos?
¿usted supone, vladimiro, que ese en el que
[está pensando no es puramente, exactamente
[un traidor?
¿hacer la vida en un puño, vidal?
¿parir error u omisión, maría rosa?
¿anotarse, josé luis, en un plan de odio previo?

¿y hacerse las preguntas, onofre, lo preguntan?




9

estaba escrito
nacidos para
el destino no quiso que yo fuera

al que le caiga le caiga
al que le quepa le quepa
el sayo

el sayo te va o elige tú el sayo que te va/ya

recobrar la sayuela
el sayete
el sayo
perdidos


“si mal no me equivoco”



*De Rolando Revagliatti. revadans@yahoo.com.ar



*

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