domingo, mayo 08, 2011

...PERO HEMOS PERDIDO SU REAL SIGNIFICADO.



*Ilustración: Walkala. -Luis Alfredo Duarte Herrera- http://galeria.walkala.eu




MIEDO*

"Hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí dentro, no voy
a permitir que nadie te vea...
CHARLES BUKOWSKI



Ya lo siento llegar.
En un rumor de pasos que adelgazan la noche.
El viento ha silbado tres veces. Ha llorado tres veces.
Tres veces lo ha negado.


Pero él avanza con su falo y su dedo, erectos.
Se acomoda en mi cama.
Me cubre con su cuerpo pesado.
Su aliento me apuñala la espalda.
Me huele, me habla, casi secretamente.
Se hunde en mí. Me muerde.
Es una enorme boca que devora la casa de mi infancia.
Los ladrillos de luna. Los racimos.
Engulle sin piedad la patria de mis ruidos impúberes.
El viento en las ventanas. Las voces sacrosantas.
El tintineo de las amapolas en la lluvia.
Y no hay barcos, ni albergues, ni barriletes nuevos.
Y las palomas migran, y los cielos y los dioses.
Solo quedan los miopes y las cucarachas.
Los paralíticos y una que otra langosta.


Y cuando bendigo la impalpable luz de la locura.
Un borracho me acaricia los ojos y la boca.
Trae un pájaro azul en su mirada
Me besa las yemas de los dedos.
Y me dice con su voz de cristal amargo.
Déjalo que salga... y anda.


*De Amelia Arellano. arellano.amelia@yahoo.com.ar












INTIMO*



Cierra la ventana.
Hace frío. No dejes que escape el calor
de los leños encendidos, ni el murmullo
de nuestras voces que más parece
un aletear cautivo.
Hablemos de cosas sinceras y profundas;
las mutaciones del amor,
el crecer de los hijos...
los posibles cambios que pueden
torcer los rumbos, afuera
de este cuarto y nuestras vidas.
Los hombres suelen repetir la Historia,
así los ha de encontrar la Parusía.


Yo quisiera que a nosotros nos sorprenda
hablando simplemente, con las manos extendidas
hacia el calor del fuego. En los ojos
las llamas repetidas.


Cierra la ventana.
A través de los cristales, lo mismo entrará la vida.



*De Miryam Seia miryamseia@cablenet.com.ar







La intimidad del terror*




En su novela Soy un bravo piloto de la nueva China, Ernesto Semán aborda originalmente los años de la última dictadura militar en clave personal


Soy un bravo piloto de la nueva China
Por Ernesto Semán
Mondadori
288 páginas
$ 65


Existe una nutrida bibliografía que focaliza su temática en la dictadura militar que gobernó el país entre 1976 y 1983, y sobre todo, en sus procedimientos más tenebrosos de desapariciones y asesinatos. Se suma ahora Soy un bravo piloto de la nueva China , de Ernesto Semán (Buenos Aires, 1969), una de las más originales que se han escrito referidas a ese período al oscilar equilibradamente entre la descripción de hechos biográficos e históricos y un punto de vista personal. El título de la novela, de por sí, no tiene el menor matiz de los que son comunes en este tipo de obras.
Periodista y escritor, Semán reconstruye años de su niñez y parte de su adolescencia, poniendo el acento en sus padres, con nombres ficticios. Él, Luis Abdela, un muy comprometido militante de izquierda, que ha recibido entrenamiento en la Cuba castrista y en la China de Mao y que, poco después
de su retorno, es secuestrado, torturado y finalmente arrojado al mar desde un avión. Ella, Rosa, una mujer de extraordinario temple que debe hacerse cargo de sus dos pequeños hijos, mientras sobrelleva un cáncer terminal. Los detalles de ese inquietante escenario familiar pueden evaluarse como una
exposición lineal de la novela, pero rápidamente se le va sobreponiendo una vigorosa estructura informal, que se ha insinuado ya en el índice del libro, cuando el lector toma nota de que cada una de las cinco partes que lo integran incluye capítulos articulados en tres ámbitos, que no varían y por lo tanto llevan siempre, como una obsesión, el mismo título: "La ciudad", "El campo", "La isla".
La ciudad es, obviamente, el contexto capitalino; el campo es un campo de concentración, o sea, la despiadada antesala de la muerte, y la tercera es un extraño territorio insular sin ubicación geográfica ni límites precisos, del que es mandamás Rudolf, una criatura abominable, con cuerpo de hombre y
una larga cola, y en donde se reencuentran y conversan vivos y muertos, como algo perfectamente natural. No falta un contrapunto entre Abdela y su secuestrador, Aldo Capitán, quien -pretendiendo dignificar su siniestro oficio de represor- en un momento del diálogo se despacha con una frase de
inusitada perversión: "Torturar nos hace más humanos".
La singular fisonomía con que el escritor concibió la isla, con algo celestial e infernal a la vez, recuerda lo visto en el cine expresionista alemán, en su carácter de propuesta estética que enfatiza lo subjetivo como medio de interpretar comportamientos para los que no hay respuestas racionales. El mismo Semán ha justificado esta particular inclusión en su libro, al señalar que a medida que avanzaba en la novela advirtió que surgían en él imágenes contradictorias con la entidad de un sueño abrumador, frecuentado por personajes y situaciones que pasaban de lo definible y concreto a lo definitivamente difuso y ambiguo. Un estado mental al que parece aludir aquel enigmático pronunciamiento de T.S. Eliot: "Tuvimos la experiencia, pero hemos perdido su real significado".


*Willy G. Bouillon

*Fuente: http://www.lanacion.com.ar/1370306-la-intimidad-del-terror








La casa de Asterión*


*De Jorge Luis Borges
(1899–1986)

(El Aleph (1949)


Y la reina dio a luz un hijo que se llamó Asterión.
Apolodoro: Biblioteca, iii, I.


Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropía, y tal vez de locura. Tales acusaciones (que yo castigaré a su debido tiempo) son irrisorias. Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito)[1] están abiertas día y noche a los hombres y también a los animales. Que entre el que quiera. No hallará pompas mujeriles aqui ni el bizarro aparato de los palacios pero si la quietud y la soledad. Asimismo hallará una casa como no hay otra en la faz de la tierra. (Mienten los que declaran que en egipto hay una parecida). Hasta mis detractores admiten que no hay un solo mueble en la casa. Otra especie ridicula es que yo, Asterión, soy un prisionero. ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada, anadiré que no hay una cerradura? Por lo demás, algún atardecer he pisado la calle; si antes de la noche volví, lo hice por el temor que me infundieron las caras de la plebe, caras descoloridas y aplanadas, como la mano abierta. Ya se había puesto el sol, pero el desvalido llanto de un niño y las toscas plegarias de la grey dijeron que me habían reconocido. La gente oraba, huía, se posternaba; unos se encaramaban al estilóbato del templo de las Hachas, otros juntaban piedras. Alguno, creo, se ocultó en el mar. no en vano fue una reina mi madre; no puedo confundirme con el vulgo, aunque mi modestia lo quiera.
El hecho es que soy único. No me interesa lo que un hombre pueda trasmitir a otros hombres; como el filósofo, pienso que nada es comunicable por el arte de la escritura. Las enojosas y triviales minucias no tienen cabida en mi espiritu, que está capacitado para lo grande; jamás he retenido la diferencia entre una letra y otra. Cierta impaciencia generosa no ha consentido que yo aprendiera a leer. A veces lo deploro, porque las noches y los días son largos.
Claro que no me faltan distracciones. Semejante al carnero que va a embestir, corro por las galerías de piedra hasta rodar al suelo, mareado. Me agazapo a la sombra de un aljibe o a la vuelta de un corredor y juego a que me buscan. Hay azoteas desde las que me dejo caer, hasta ensangrentarme. A cualquier hora puedo jugar a estar dormido, con los ojos cerrados y la respiración poderosa. (A veces me duremo realmente, a veces ha cambiado el color del día cuando he abierto los ojos). Pero de tantos juegos el que prefiero es el de otro Asterión. Finjo que viene a visitarme y que yo le muestro la casa. Con grandes reverencias le digo: Ahora volvemos a la encrucijada anterior o Ahora desembocaremos en otro patio o bien decía yo que te gustaría la canalta o Ahora verás una cisterna que se llenó de arena o Ya verás como el sótano se bifurca. A veces me equivoco y nos reimos buenamente los dos.
No sólo he imaginado esos juegos; también he meditado sobre la casa. todas las partes de la casa están muchas veces, cualquier lugar es otro lugar. No hay un aljibe, un patio, un abrevadero, un pesebre; son catorce [son infinitos] los pesebres, abrevaderos, patios, aljibes. La casa es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo. Sin embargo, a fuerza de fatigar patios con un aljibe y polvorientas galerías de piedra gris he alcanzado la calle y he visto el templo de las Hachas y el mar. Eso no lo entendí hasta que una visión de la noche me reveló que también son catorce [son infinitos] los mares y los templos. Todo está muchas veces, catorce veces, pero dos cosas hay en el mundo que parecen estar una sola vez: arriba, el intrincado sol; abajo, asterión. quizá yo he creado las estrellas y el sol la enorme casa, pero ya no me acuerdo.
Cada nueve años entran en la casa nueve hombres para que yo los libere de todo mal. Oigo sus pasos o su voz en el fondo de las galerías de piedra y corro alegremente a buscarlos. La cremonia dura pocos minutos. uno tras otro caen sin que yo me ensangrinte las manos. Donde cayeron, quedan, y los cadaveres ayudan a distinguir una galería de las otras. Ignoro quiénes son, pero sé que uno de ellos profetizó, en la hora de su muerte, que alguna vez llgaría mi redentor. desde entonces no me duele la soledad, porque sé que vive mi redentor y al fin se levantará sobre el polvo. Si mo oído alcanza todos los rumores del mundo, yo percibiría sus pasos. Ojalá me lleve a un lugar con menos galerías y menos puertas. ¿Como será mi redentor?, me pregunto. ¿Será un toro o un hombre? ¿Será tal vez un toro con cara de hombre? ¿O será como yo?

El sol de la mañana reverberó en la espada de bronce. Ya no quedaba ni un vestigio de sangre.
—¿Lo creerás, Ariadna? —dijo Teseo—. El minotauro apenas se defendió.



A Marta Mosquera Eastman

[1] El original dice catorce, pero sobran motivos para creer inferir que, en boca de asterión, el número catorce vale por infinitos.


*Fuente: http://www.literatura.us/borges/lacasa.html







PAÑUELOS*


"Tengo el alma como una caravana
cargada de pañuelos ,
llena de olvidos y partidas..."
NELA RÍO



Dicen, que los pañuelos traen lágrimas.
Que traen desazón y olvidos y partidas.
Pero vuelven.
Vuelven como pájaros sagrados.
Rescatados de mercaderes ciegos.
Se posan en mis dudas, rozan mis tristezas.
Se enredan en mi cuello. Descienden por mis pechos.
Abrasan mi cintura. Agitan mis secretas grutas.
Cintas verdes en mis marchitas sierpes.
Vuelven por ti. Por mí. Trepan
Se adhieren a mi ramaje oscuro.
Develan trazos de aquel cielo. Ay, aquel cielo, ay.
Altas cumbres. Calandrias. Ríos de maíz. Niña Río.
Río...o lloro. Valles callados. Amorosos lagos.
Y les pregunto y me cuentan y gime mi corazón y canta.
Llanto claro de madre. Leves huellas del sudor de mi padre.
Anagramas. Nombres de mis hermanos.
Calados en las rocas.
En las huellas polvorientas de los carros.
En la certeza de aquel árbol que me espera.
Cubren las largas cabelleras de las siestas de oro.
Y las zambas y los trenes y la luna agitando pañuelos.


Dicen que los pañuelos traen lágrimas.
Que traen desazón y olvido y partidas.
Y regresos...y MEMORIA...sobre todo memoria.


*De Amelia Arellano. arellano.amelia@yahoo.com.ar






Estación Gorina*



Don Manuel se quitó la gorra, sacudió apenas el polvo depositado sobre la visera, contempló aquella gastada chapita de metal donde rezaba JEFE DE ESTACIÓN con un orgullo que no decrecía, aunque hubieran pasado ya muchos años desde su designación como tal, y volvió a encasquetársela con ampulosa elegancia. Algo muy dentro suyo le decía que aquél no sería un día cualquiera, sino uno muy especial.
Recorrió el solitario andén nº2, escoba en mano, dispersando las escasa hojas que trajera el viento la noche anterior, y contempló hacia el horizonte, donde las vías se alejaban en un diminuto punto, con una mano sobre la cadera y la otra sosteniendo la escoba como una lanza, a la espera de algo, aunque no sabía muy bien qué. Lo intuía, hasta casi podía palparlo en el aire...
Volvió a la oficina, calentó la pava, y se hizo unos mates. Lamentaba no poder escuchar las noticias, a causa de la rotura de la radio, pero bueno... Ya llegaría el expreso de las 8hs., con destino La Plata, y con él la primera edición de La Razón. ¿Quién habría sido designado al frente del gobierno? "Estos generales", pensó Don Manuel, negando con la cabeza, "deberían ocuparse de seguir haciendo maniobras, en lugar de dedicarse a la política. Aunque..., con los políticos que tenemos...".
Eran las 8:30hs. cuando decidió llamar a La Plata, para que le informaran qué había ocurrido con el expreso, que ya llevaba media hora de atraso. El fantasma del descarrilamiento lo acosaba desde hacía 15 minutos, y si no pedía informaión a la Estación Central, se lo comerían los nervios. Nunca le había pasado algo así, en los casi 40 años de servicio. Sin embargo, en La Plata no le atendía nadie. Y si no era por el rumor del viento entre los árboles, ni siquiera se escuchaba el piar de los pájaros. El viento y el pulso intermitente del teléfono, llamando a la distancia. Nada más.
Un súbito escalofrío le recorrió la espalda, pero se negó a saber cuál era el motivo de su temor. Tal vez, algo dentro suyo también supiera qué estaba pasando, del mismo modo que supiera que aquel día ocurriría algo.... Pero no era esto. La ausencia del expreso a La Plata era un elemento circunstancial. Había algo mucho más importante palpándose en el aire. Pero Don Manuel se hallaba tan confundido que no podía averiguarlo. Sus deberes oficiales se mezclaban con esta repentina intuición, obligándolo a dudar.
Cerca de las 9hs., con las primeras gotas de sudor corriéndole a través de la frente hacia las cejas, el semblante demudado, y el nudo de la corbata flojo y desprolijo, se asomó a la puerta de la oficina. Un extraño rumor le tensó los nervios un poco más aún. Ruido de voces distantes. Y de risas infantiles. Muchas risas infantiles.
Lentamente fueron acercándose. Venían marchando sin orden alguno a la vera de los rieles, riendo y jugando entre ellos, agitando banderines, lanzando alguna pelota al aire, abrazando una muñeca. La escena lo intrigó, hasta que reparó que provenían de aquel sendero por donde se podía llegar hasta la flamante Ciudad de los Niños. No había mayores que los acompañasen, aunque todos ellos perteneciesen a alguna escuela, a juzgar por los guardapolvos, algunos manchados, otros raídos. A Don Manuel se le antojó pensar que aquello parecía una marcha de despedida, y quizá no estuviese del todo equivocado.
Para cuando llegaron al andén, ya habían reparado en su presencia. Lejos de ignorarlo, como solían hacer todos con el Jefe de Estación, un elemento más dentro del mobiliario del ferrocarril -ya no era como antes, cuando el cargo aún inspiraba respeto-, los recién llegados agitaron sus manos en dirección a él y se ordenaron automáticamente en fila, dispuestos a ascender a una formación imaginaria. Don Manuel apenas elevó su mano derecha, sorprendido ante semejante aparición, con la cabeza llena de dudas. Comenzó a acercarse depacio, intentando formular alguna pregunta que aquellos niños, absortos en sus juegos, pudiesen llegar a responderle. Fue entonces cuando lo vio.
Al principio creyó haberse equivocado. Pero al acercarse aún más, no tuvo ninguna duda. Y el hecho de contemplar aquello le produjo un nauseabundo vacío en las entrañas.
El chico reía cuando giró la cabeza hacia él, y casi como al descuido, como si supiese que Don Manuel hubiera estado allí desde siempre, lo saludó:
-Hola, papá -, y volvió a ponerse a hablar y reír con sus amigos.
No... No podía ser... ¡Era imposible, carajo! Don Manuel se quitó la gorra de un tirón y resopló agitado, el corazón batiéndole dentro del pecho como un caballo desbocado, la cordura a punto de quebrársele en mil pedazos. "¡Este no es mi hijo!", protestó una voz dentro de su cabeza. "Martincito no puede estar acá... ¡¡¡A Martincito lo enterramos hace como veinte años!!!".
Se volvió, caminó sin sentido por el andén, se aferró la cabeza. Por un lado, algo lo impulsaba a lanzarse sobre aquel chico y volver a abrazarlo, su cuerpito fresco y entero, tan diferente a los desgajados restos que encontraron entre los durmientes, en una fatídica mañana de invierno, luego de una horrenda noche en vela, ante al desaparición de Martincito. Y por otro lado, algo también le decía que si lo rozaba siquiera, se marcharía con él a donde quiera que se fuese. Porque su hijo estaba a punto de marcharse, ¿verdad?
Las voces infantiles y los gritos de euforia le taladraban los oídos, a la manera de un nefasto panal de abejas que le surcara alrededor sin despegársele, como embadurnado de miel. Desesperado, alzó la vista y contempló en dirección al horizonte, al principio sin reparar en lo que estaba mirando. Hasta que comprendió que aquella formación que se acercaba en medio de un densa nube de vapor no podía pertenecer a este mundo.
Le resultó imposible describirla. Tal era el impacto que la imagen le producía, que debió alejar la mirada de aquella singular locomotora y centrarla en Martincito, sonriente, juguetón, como a él siempre le había gustado verlo.....y luego recordarlo. Una imagen que hubiera querido contemplar eternamente...
Entonces supo por qué el expreso de la 8hs no había llegado, ni tampoco llegaría; ni ese día, y quizá nunca más en el futuro. O por qué la radio ya no funcionaba, y los diarios no llegaban, o nadie le contestaba el llamado telefónico. De pronto supo que aquella parada, la Estación Gambier, ya no recibiría un solo tren más en sus andenes. Y él tampoco, en ninguna otra estación de ferrocarril.
Volvió a contemplar el rostro divertido y libre de preocupaciones de Martincito -tal vez tan despreocupado como un instante antes de que lo atropellase el tren-, quien ahora lo miraba muy fijo, invitándolo a acercarse. Y entre la nube de vapor que los rodeaba, respirando muy hondo, soportando el miedo y la sorpresa, Don Manuel le extendió una mano, estrechó aquella pequeña palma rosada que le respondía el llamado, y con un atisbo de sonrisa murmuró:
-¿Nos vamos, hijo?
Martincito asintió con la cabeza.
Y tomados de la mano, entre los numerosos chicos que ascendían al vagón, rodeados por una bruma blanca, treparon los metálicos escalones...



*De ALDIMA. licaldima@yahoo.com.ar







Correo:



Has lo que yo digo y no lo que yo hago.*


Nuevamente nos enfrentamos a una paradoja que nos deja perplejos. Para frenar el terrorismo internacional el presidente de EEUU Obama, Premio Nobel de la Paz, decide irrumpir en Pakistan y en un claro acto terrorista asesinan al tan buscado Osama el cual según quien dió la noticia por TV estaba con su familia y desarmado. Quien quiere erigirse en paladín de la justicia interviniendo en cuanto país puede alegando peligro inminente de la democracia, pareciera que carece de la moral necesaria para hacerlo y debería Suecia pedir la devolución del premio para darlo en verdad a un pacifista no a alguien que habló de un deseo de paz para el futuro y no de una determinación para el presente, aunque lo vano de sus promesas,le alcanzó para ganar las elecciones en su país Además, Francia, Inglaterra, España, y todos sus socios, comprenderan que el mundo NO VA A ESTAR MAS TRANQUILO, como dijo Obama en su conferencia de prensa. El que siembre vientos cosechará tormentas y este acto que solo le valió de unos puntos mas de simpatía en las encuestas puede costarle mas dolores de cabeza que los minutos de satisfacción por matar a un enemigo.



*De Mirta Alicia Gisondi. mirtagisondi@yahoo.com.ar



*


Narvaja Editor invita

A la presentación del libro “Flores del Bien” de Griselda Gómez
Sábado 14 de mayo a las 15.30 (puntual)
en el Espacio de la Memoria La Perla

(Ex Centro Clandestino de detención y Torturas).

Auspicia: Secretaría de Cultura de la Provincia.

Participan

Palabras de apertura a cargo de Raúl “Dirty” Ortiz

Actrices: Isabel González, Galia Kohan, Roxana Pacher y Agustina Piñero
Músicos en vivo: Ana Ponce (voz y percusión), Erika Hepp (Saxo)
Artista plástica: Candelaria Brandán. Video: Fernanda Domato.
En el rol de desaparecidos: Nicolás Azaceta, Mariana Carmona, Beatriz Garro, Paula Gonzales, Mariana Romito, Florencia Vercellone y alumnos del Seminario de Teatro Jolie Libois.
Dirección y musicalización: Graciela Bozzano


El libro

Los poemas que integran "Flores del Bien" están dedicados a las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo y muchos de ellos son el resultado de más de dos décadas dedicadas a la investigación y archivo en el ámbito de los Derechos Humanos.

La Autora

Griselda Gómez nació el 1 de agosto de 1962 en Villa María (Provincia de Córdoba – Argentina) Publicó los libros "Vigías en Sombras" (1988); "Lloviéndome los Ojos" (1993); "Condenados del Vacío" (1998), "Náufragos de Palabras" (2005). Integra las antologías "Poesía de la Mujer Argentina" (Buenos Aires 1986) y "Córdoba Poética del Siglo XX" (Tomo II - Córdoba 1999); “Flores del Bien” (2008).
Durante más de dos décadas realizó trabajos de investigación y archivo en el ámbito de los Derechos Humanos. Actualmente se desempeña en la sección Espectáculos del diario La Mañana de Córdoba y colabora en revistas culturales.

Presentaciones

- El 12 de agosto de 2008 “Flores del Bien” fue presentado en la Facultad de Lenguas de la UNC.
- El 22 de setiembre de 2008 en el Salón Auditorio de la Cámara de Diputados del Congreso de la Nación, invitada por la diputada nacional Cecilia Merchán.
- El 25 de setiembre de 2009 “Flores del Bien” fue presentado en el auditorio del IES Colegio Universitario en Córdoba.
- En marzo de 2010 fue presentado en la ciudad de Mar del Plata, invitada por la Cátedra de Derechos Humanos de la Universidad de MP.
En todos los casos contó con puesta en escena y música en vivo. Se proyecta video con imágenes del ex Centro Clandestino de Detención y Torturas La Perla.


*Enviado para compartir por Eugenia cabral. ecabral54@yahoo.com.ar



*

Inventren Próxima estación: CORBETT.



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